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Compendio de geomorfología de Venezuela

Enviado por Jesus Santiago


    1. Morfología fluvial
    2. Estructuras horizontales y pliegues
    3. Bloques fallados
    4. Masas cristalinas y formas volcanicas
    5. Morfología de litorales
    6. Morfología glacial
    7. Morfología eólica
    8. Bibliografía

    INTRODUCCION

    El presente trabajo es solamente una breve recopilación de un conjunto de ejemplos sobre la morfología de Venezuela. Por lo tanto, no se pretende agotar en tan pocas páginas todo lo referente al estudio del relieve de este país del norte de Sudamérica. El objetivo es dar a conocer algunos casos concretos siguiendo el esquema aplicado por Strahler (1981). Los modelos tomados por dicho autor son extraídos en su mayor parte de la morfología norteamericana; sin embargo, son comunes a una gran cantidad de hechos naturales propios del medio intertropical. Los estudios sobre el relieve venezolano son realmente escasos. Los de mayor acceso al público son tan sólo breves capítulos que forman parte de los textos de geografía de la educación básica, los cuales quedan cortos ante la gran variedad de hechos geomorfológicos, muchos de ellos desconocidos por las grandes mayorías. El autor del presente escrito espera entonces contribuir con la difusión de estos conocimientos, lo cual pudiera ser útil tanto para los investigadores interesados en el tema, así como para los estudiantes que se inician en el estudio de las ciencias de la Tierra.

    MORFOLOGIA FLUVIAL

    El río Orinoco es el más extenso del país; a lo largo de su curso, desde sus nacientes hasta su desembocadura, ha determinado la formación de diversos paisajes. En sus cabeceras, al igual que en sus ríos tributarios, el Orinoco presenta valles encajonados, cuyos cuerpos de agua circulan por valles en forma de V. Las fracturas del basamento producen saltos o cataratas. No muy lejos del cerro Delgado Chalbaud, los ríos han desarrollado un pequeño lecho de inundación, lo que les permite divagar en trenes de meandros, bordeados ocasionalmente por lagunas en media luna. Los valles más amplios poseen una terraza bien drenada; es decir, que escapa al efecto de las inundaciones, lo cual ha permitido la construcción de pistas de aterrizaje por parte de mineros furtivos. Los rellenos aluvionales de un buen número de dichos valles, son ricos en oro, por lo que es común observar actividades mineras ilegales. Dicho mineral suele encontrarse en capas profundas, entremezclado con capas de arena, grava y cantos rodados. Esta capa de sedimentos gruesos está recubierta por suelos arcillosos que sustentan a una vegetación boscosa exuberante (Santiago, 1993).

    En las inmediaciones de Platanal y Mavaca, el Orinoco circula sobre amplias planicies constituidas por aluviones en cuyas capas superficiales predominan las texturas finas. En general, el río está controlado por las estructuras (fallas y diaclasas) del basamento, por lo cual exhibe tramos rectos y angulares, y en su lecho son característicos los afloramientos rocosos. Cuando el río atraviesa rellenos de materiales no consolidados tiende a formar meandros, aunque no tan pronunciados. El paisaje en el cauce del Orinoco es distinto entre las épocas seca y húmeda: en el estiaje quedan al descubierto afloramientos de rocas de distinta índole (gneises, granitos, etc.); a su vez, se generan extensas barras de arena a lo largo de los sectores de flujo lento. Todos estos rasgos quedan sumergidos durante el período de aguas altas, cuando el líquido se torna de un color marrón claro debido a la enorme carga de sedimentos en suspensión que viajan pendiente abajo.

    Las planicies que bordean al Orinoco son de carácter inundable. En el estado Amazonas las planicies tanto de este río como de muchos otros, presentan un microrrelieve irregular a causa de la sufusión; es decir, gracias a la pérdida de suelo por el transporte subterráneo de partículas. Por eso se han originado redes intrincadas de hoyos y canales (Santiago, 1995).

    Cerca del campamento de las Nuevas Tribus en Tamatama, el Orinoco se bifurca y drena parte de sus aguas hacia el brazo Casiquiare. Este fenómeno se debe seguramente al retroceso de las cabeceras de dicho brazo, el cual tiene la tendencia de capturar completamente las aguas de las cabeceras del Orinoco.

    En los alrededores de Ciudad Bolívar, el Orinoco está bordeado por las altiplanicies de la formación Mesa, constituida por sedimentos del Plio-Pleistoceno. El origen de estas elevaciones se debe a un levantamiento reciente en los alrededores del norte del escudo Guayanés; en consecuencia, la socavación vertical de los cuerpos de agua ha creado relieves de mesas bordeadas por escarpes de moderadas a fuertes pendientes, vertientes afectadas considerablemente por la erosión en cárcavas. Los ríos que dividen las mesas, en muchos casos, por haber desarrollado amplios lechos de inundación, siguen una trayectoria meandrada.

    Topográficamente, en Ciudad Bolívar las mesas presentan dos niveles, lo que sugiere que el levantamiento de la región ha sido objeto de alguna pausa. En el medio físico de esta ciudad también hay rellenos del Holoceno, justo a orillas del Orinoco. El casco antiguo de dicha población se ha erigido sobre una elevación conformada por rocas metamórficas del complejo de Imataca (Precámbrico). Estas lomas estuvieron seguramente sepultadas por los sedimentos de Mesa durante el Pleistoceno.

    La desembocadura del río Orinoco se caracteriza por la presencia de un delta de grandes dimensiones, de forma más o menos arqueada; éste posee un patrón de drenaje anastomosado, con numerosos ramales interconectados. Las islas de este paisaje poseen áreas inundables donde se han acumulado extensas capas de turberas, o restos de materia orgánica que se acumula en las zonas pantanosas. En los flancos de los brazos se han formado muros de contención naturales o bancos, de textura arenosa y de mejor drenaje, que es donde se ubican los poblados o caseríos. En las proximidades del océano se han producido pantanos costeros o marismas. Durante la pleamar la inundación es más severa que durante la bajamar, sobretodo si se trata de la época de lluvias. En los caños, la dirección de la corriente se invierte y fluye aguas arriba durante la pleamar. Los depósitos costeros del delta se orientan hacia el noroeste siguiendo la misma dirección de la corriente del Atlántico. A largo plazo quizás sea posible que la zona continental se conecte con Trinidad mediante el continuo aporte sedimentario del Orinoco. En los brazos del delta predomina la vegetación de manglar; este tipo de vegetación hace que los sedimentos se estabilicen y que la parte continental le gane cada vez más territorio al océano. El manglar es un ambiente especial, criadero de infinidad de especies de animales (aves, mamíferos, peces, etc.) y es además una fuente potencial de madera (Cárdenas,1965).

    Cabe destacar otros ejemplos interesantes de la morfología fluvial de Venezuela. Tal es el caso de las potentes terrazas formadas en los ríos del sistema de Los Andes, como en los ríos Motatán y Chama del estado Mérida, donde la acción fluvial ha construido hasta tres niveles de terrazas (Fig. 1). Esto se debe, probablemente, a los cambios climáticos ocurridos durante el Cuaternario, cuando en los períodos glaciales el clima era muy frío, seco y la vegetación era escasa; por lo cual grandes extensiones de suelo quedaban al descubierto, sin defensa alguna ante el ataque de las lluvias torrenciales. El arrastre y sedimentación excesivos se encargó de colmatar, entonces, el fondo de los valles, a manera de numerosos abanicos coalescentes. Luego, al cambiar las condiciones climáticas o al hacerse el clima más húmedo y cálido, el relleno sedimentario fue cortado verticalmente, creándose una terraza (Schubert, 1976); es decir, un relieve de tope plano bordeado por un escarpe ascendente y por otro descendente. Posteriormente, la alternancia de períodos secos y cálidos hizo que aparecieran otros niveles de terrazas a modo de escalones. Dichos relieves son el asiento de la mayor parte de las ciudades y pueblos de Los Andes, así como de la mayoría de las actividades humanas: agricultura, vías de comunicación, servicios turístico-recreacionales, etc.

    Cierta cantidad de ríos morfológicamente jóvenes ubicados tanto en las vertientes montañosas andino-costeras, así como en el escudo Guayanés, por la forma de sus valles (perfiles en V y alta capacidad de almacenamiento de agua) y de sus altos caudales, han determinado la construcción de represas útiles para la producción de energía eléctrica y para la obtención de agua potable; por ejemplo, los ríos Uribante y Santo Domingo en Los Andes y el río Caroní en Guayana.

    Gran parte de los Llanos Occidentales (estados Portuguesa, Barinas, Apure) están conformados por depósitos aluvionales del Holoceno, provenientes de la destrucción de las vertientes andinas. En ellos es común la existencia de ríos meandrados, con lagunas "madre viejas". Los flancos de los ríos presentan bancos de texturas gruesas. El declive entre éstos y la zona más alejada recibe el nombre de napa, y está conformado por texturas intermedias (limos). Las zonas más depresionales o bajíos, poseen texturas más finas (arcillas) y permanecen inundadas durante la época de lluvias. El terreno plano y la abundancia de nutrientes hacen de esta región un ambiente ideal para la cría de ganado y para la siembra de cultivos adaptados a los medios inundables.

    ESTRUCTURAS HORIZONTALES Y PLIEGUES

    El ejemplo más concreto de estructuras horizontales en Venezuela se tiene en los estados Amazonas y Bolívar, en rocas de la provincia Roraima, del Precámbrico superior. Las mesas o tepuis están constituidas por rocas sedimentarias como areniscas, lutitas, limolitas, conglomerados y, localmente, por capas de rocas volcánicas. Las áreas de estratos horizontales se ubican en el centro de los macizos sedimentarios, mientras que en la periferia los estratos se hacen más inclinados; de manera que los relieves del núcleo son de topes planos o ligeramente inclinados, mientras que en los alrededores se presentan relieves como cuestas, hogbacks y valles monoclinales. Sobre estas estructuras se observan también ríos consecuentes, cuerpos de agua que han conservado un mismo cauce a lo largo de millones de años. El fenómeno puede observarse en zonas como La Gran Sabana, Guaiquinima, el cerro Parú, etc. (Fig. 2). En ciertas localidades de Amazonas se observan relieves desarrollados sobre estructuras anticlinales presentes en las rocas de Roraima. Se supone que la inestabilidad tectónica y el plutonismo fueron más fuertes hacia el oeste de la Provincia Roraima, por lo cual las rocas aparecen allí más deformadas y los cuerpos sedimentarios son menos extensos o menos continuos que en el este (TECMIN, 1987). En los relieves de Roraima ocurren procesos erosivos pseudo-kársticos, tales como se observa en la mesa del Sarisariñama, al suroeste del estado Bolívar. A raíz del proceso de disolución de la sílice de las areniscas, se han producido aberturas gigantes, o simas, a causa del colapso del techo de profundas cavernas (CORAVEN, 1993). Los orificios o cuevas que se observan en las paredes del cerro Autana, en Amazonas, son el resultado del mismo proceso. En el techo de las cuevas de areniscas se pueden formar, aunque escasamente, algunas estalactitas de cuarzo amorfo.

    Las formas de relieve asociadas a pliegues se hacen patentes en los sistemas montañosos de la Costa y Los Andes, a causa del levantamiento de bloques que se han sucedido en esas franjas, a partir de la dinámica de las placas tectónicas. Por tal motivo, el ascenso de grandes masas de la corteza durante el Terciario ha generado la deformación de las rocas sedimentarias que, luego de ser parcialmente destruidas, dan lugar a relieves alargados de cuestas y hogbacks. Además de los movimientos verticales, los ha habido también oblícuos y horizontales, y como reflejo de esto se tiene en muchos casos la existencia de numerosos pliegues anticlinales y sinclinales, en rocas del Cretáceo que forman parte del sistema de la Costa Oriental, en los estados Anzoátegui, Monagas y Sucre. Al borde de la cordillera de Mérida también es notoria la existencia de estos lineamientos, cuyas rocas buzan hacia los piedemontes de las franjas montañosas. La abundancia de calizas en la zona de Monagas, por ejemplo, ha dado lugar a un extenso e intrincado sistema de galerías, producto de la disolución del carbonato de calcio (erosión kárstica), lo que se asocia a lluvias abundantes y a la acidificación de las aguas por parte de la materia orgánica presente en la superficie. El ejemplo más conocido es la cueva del Guácharo, ubicada en Caripe, estado Monagas, donde la acumulación de carbonato de calcio en el techo, paredes y suelo de las cuevas, ha dado como resultado esculturas naturales realmente espectaculares (CORAVEN, 1994).

    BLOQUES FALLADOS

    Venezuela posee bloques fallados a lo largo de todos los sistemas montañosos, lo cual es obvio en el desarrollo de los paisajes. La acumulación de fuerzas en el contacto de inmensas geofracturas, ha traído consigo el levantamiento, hundimiento, plegamiento y basculamiento de múltiples bloques, tal es el caso de la zona de fallas de Boconó, la que se extiende en sentido noreste por la parte central de Los Andes (Zinck, 1980). Las líneas de falla se han convertido en valles por donde circulan los ríos principales de dicha región. Estos valles se han formado en algunos casos sobre bloques hundidos (grabens) bordeados por bloques levantados (horsts), como pudiera interpretarse en el corte geológico que atraviesa la ciudad de Mérida. Las penínsulas de Paria y de Araya, al noreste del país, sugieren que se trata de un bloque levantado de aproximadamente 250 km de largo. Estas estructuras se prolongan hacia el oeste y tienen una estrecha relación con el graben submarino de la fosa de Cariaco. La actividad de las fallas se presenta como una desventaja para los habitantes de estas regiones, puesto que han sido víctimas de ocasionales pero nefastos terremotos.

    En el Escudo Guayanés también se tienen numerosos casos de bloques fallados, uno de los más obvios en las imágenes de sensores remotos es el del río Padamo (Amazonas), al este del cerro Duida. En esta zona la red de drenaje es fiel indicadora de que además de los movimientos verticales, también los bloques fueron objeto de desplazamientos horizontales a través de fallas de desgarre (Santiago, 1993). La baja sismicidad en el escudo o la inactividad de las fallas significan un bajo riesgo para las comunidades que lo habitan.

    Por otra parte, la importancia económica de las fallas radica en la posible ubicación de menas de minerales. Las fallas que afectan los cinturones de rocas verdes del escudo Guayanés se han convertido en planos por donde se han alojado millares de vetas de cuarzo aurífero. En profundidad (aunque no tengan relación con las formas superficiales), bajo la región de Los Llanos y en la depresión del Lago de Maracaibo, las redes de fracturas han influido notablemente en la creación de trampas petrolíferas. Las fallas profundas pueden influir, además, en la producción de aguas termales, de gran atractivo turístico en diversas localidades de los sistemas montañosos andino-costeros.

    MASAS CRISTALINAS Y FORMAS VOLCANICAS

    Lo más típico del escudo Guayanés es la abundancia de masas cristalinas. En la parte norte, formando parte del complejo de Imataca, se han desarrollado distintos paisajes sobre cierta variedad de rocas metamórficas como gneises, granulitas, cuarcitas, anfibolitas y esquistos. Las rocas más resistentes ante el intemperismo dan lugar a relieves altos y alargados, como es el caso de las cuarcitas y las granulitas. En cambio, las menos resistentes dan lugar a depresiones y valles o, al menos, colinas de poco desnivel. Los paisajes de esta región (montañas, lomeríos, peniplanicies y valles) forman franjas paralelas, alargadas y plegadas, tal como sucede hacia el oeste de la parte baja del río Caroní (TECMIN, 1992). Las elevaciones de cuarcita son de gran potencial económico cuando poseen un alto tenor de hierro, como es el caso de los cerros Bolívar y Altamira en los alrededores de Ciudad Piar. El clima Tropical Lluvioso de Sabana, caracterizado por un período seco prolongado, determina la existencia de una vegetación poco exuberante en la zona norte del estado Bolívar, en consecuencia, la baja protección hace que haya amplias superficies de roca desnuda a manera de atractivos domos de exfoliación y de abundantes aglomeraciones de rocas redondeadas (tors).

    Los plutones graníticos que intrusionan a diversas rocas ígneas, sedimentarias y metamórficas, se presentan en el alto Orinoco a manera de gigantescas estructuras circulares ubicándose por lo general a mayor altura que las rocas encajantes (Fig. 3). Las elevaciones de granito de textura rapakivi en la zona de Los Pijiguaos, han dado lugar a una profunda capa de meteorización rica en hidróxido de aluminio (bauxita).

    En lo que a volcanes se refiere, en Venezuela no los hay. Sin embargo hay vestigios de que los hubo en un pasado remoto. La abundancia de rocas volcánicas en el escudo Guayanés así lo confirman, como sucede en las provincias Pastora y Cuchivero; incluso, dentro de la secuencia sedimentarias de Roraima se han encontrado estratos de rocas volcánicas extrusivas (tobas), así como diques y sills de cuerpos intrusivos propios del vulcanismo acaecido durante el Precámbrico superior. El rebajamiento de las rocas en el escudo no ha dejado vestigios más contundentes sobre vulcanismo tales como esqueletos o sistemas de diques rodeando a un cuello volcánico.

    En la zona de Guaniamo del estado Bolívar, los científicos han estado en el afán de encontrar allí alguna chimenea de kimberlita, roca madre de los diamantes, tal como ocurre en el sur de Africa. Y aunque las chimeneas no aparecen, sí pueden encontrarse numerosos diques de rocas que intrusionan los gneises, los que posiblemente son la fuente de los diamantes, minerales que son extraídos principalmente de los rellenos aluvionales de Quebrada Grande y de otros ríos de la zona (TECMIN, 1994).

    Otra especie de volcanes, ya no originados por el ascenso de magma, sino de lodo, tienen lugar a inmediaciones de El Tigre, estado Anzoátegui. Son pequeñas elevaciones en forma de cono, de menos de 2 m de altura. Los materiales ascienden a través de grietas que atraviesan los estratos de la formación Mesa, y son impulsados hacia arriba por los flujos de gas ubicados en las profundidades de los depósitos de hidrocarburos.

    MORFOLOGIA DE LITORALES

    Venezuela posee una extensión aproximada de 2.100 km de costas en el mar Caribe y en el océano Atlántico. En el lago de Maracaibo el país posee cerca de 400 km de costas. Lo que suma un total de 2.500 km. En el tramo costero central predominan las costas de inmersión, caracterizadas por la abundancia de acantilados, promontorios y ensenadas. Parte de las veces las bahías se han colmatado de sedimentos y forman playas donde se ubican los balnearios. Estas costas fueron inundadas por el mar después de la última glaciación.

    Los sistemas de fallas son determinantes en la formación de los tipos de costas antes mencionados: las penínsulas de Paria y Araya, por ejemplo, son el producto del levantamiento de bloques a causa de la interacción entre la placa del Caribe y la de Sudamérica; los bordes costeros de estas penínsulas poseen la misma orientación de las fracturas que las bordean. Hacia el este de la Isla de Margarita, el borde costero, de orientación noroeste, consta a su vez de una fractura con la misma orientación, interrumpida transversalmente por una falla de desgarre. En la costa oriental de la isla se han producido amplias plataformas de abrasión (Fig. 4), mientras que, en la parte norte, el flujo de sedimentos aportados por la erosión de los acantilados y por los ríos que desembocan en ese flanco costero, han dado origen a un cordón litoral en forma de arco. Nótese que los vientos Alisios soplan desde el nordeste, lo que hace suponer que el cordón creció gracias a las derivas desde el nordeste hacia el suroeste, a lo largo de los últimos 11 mil años.

    La evolución de una flecha litoral al norte del estado Falcón, puso en contacto a una isla con la parte continental, naciendo entonces la península de Paraguaná. Otras acumulaciones de esa naturaleza se tienen en los estados Anzoátegui y Miranda: cordones de arena y grava que encierran a las lagunas de Unare, Píritu y Tacarigua, de gran importancia para las actividades pesqueras y turísticas. En la desembocadura del lago de Maracaibo se tienen también flechas litorales que crean problemas a la circulación de los barcos de gran calado.

    Dentro de las costas neutras, aquellas que se forman por la acumulación de materiales, se tiene el arrecife coralino (tipo atolón) de Los Roques. Este se localiza a unos 120 km hacia el norte de La Guaira, y es en sí un archipiélago de gran interés ecológico y, a su vez, económico, puesto que se trata de un ambiente rico en vida submarina.

    MORFOLOGIA GLACIAL

    Las glaciaciones del Pleistoceno, finalizada la última de ellas hace aproximadamente unos 11.000 años, fueron responsables del modelado actual de las tierras ubicadas por encima de los 3.000 msnm afectadas por la formación de glaciares o grandes volúmenes de hielo. Se estima que estos períodos fríos tuvieron una duración promedio de 100.000 años (Erickson, 1991), tiempo suficiente como para que las vertientes más elevadas de Venezuela fuesen atacadas por procesos como: gelifracción, nivación y abrasión glaciaria. En efecto, en el Sistema de Los Andes (cordilleras de Mérida y Perijá) han quedado como evidencias los rasgos geomorfológicos típicos de tales procesos. En las sierras de La Culata y Nevada de Mérida, hay abundantes circos dispuestos en cadenas a modo de rosarios. Estas pequeñas depresiones están ocupadas por pequeños lagos bordeados por aristas y agudos picachos. En ciertos casos, la intersección retrocedente de dos circos han dado lugar a pasos naturales o ensilladuras. A lo largo y al final de las artesas o valles glaciares quedaron abandonadas grandes masas de detritos de formas arqueadas, conocidas como morrenas; estas nos dan una idea de hasta donde se extendieron las lenguas glaciarias (Fig. 5). La elevada pedregosidad de la superficie es un hecho generalizado a lo largo y ancho de estos paisajes, y eso se refleja en la abundancia de muros de contención y en las paredes de las viviendas de los campesinos de Los Andes.

    Hoy en día, el único glaciar existente en Venezuela se ubica al pie del pico Bolívar, cercano a los 5.000 msnm. Esta masa de hielo ha disminuido de tamaño a lo largo del último siglo, aproximadamente en un 80% (Zinck, 1980). Es posible que esto tenga relación con la ocupación antrópica en el valle del Chama, lo cual haya podido alterar las condiciones climáticas en las cumbres de la Sierra Nevada. Es de recalcar que la gelifracción es todavía un proceso altamente efectivo, a partir del cual se han derivado extensos taludes o conos de derrubios al pie de los riscos rocosos.

    Entre los valles de origen glacial mayormente utilizados por el hombre de Los Andes están los de las cabeceras de los ríos Chama, Motatán y Santo Domingo, en el estado Mérida. Dichos valles son el asiento de carreteras y de múltiples caseríos, comunidades que dependen principalmente de las actividades agrícolas y turísticas.

    MORFOLOGIA EOLICA

    El caso más concreto de morfología eólica en Venezuela se localiza al norte de Coro, estado Falcón. En esta zona el clima es semiárido, con un promedio anual de 442 mm de precipitación. La sequedad de tal región determina la existencia de una capa de vegetación escasa (xerófita) que aporta una muy pobre protección a los materiales sueltos que recubren la superficie. Estas condiciones son favorables a la erosión eólica, máxime si la velocidad de los vientos Alisios del nordeste sopla en el lugar con velocidades promedio entre 16 y 24 km/hora a lo largo del año. Nótese la diferencia si apenas se necesita una velocidad de tan solo 3,6 km/hora para levantar granos de arena de 0,1 mm de diámetro. Por lo tanto los suelos quedan a merced de la deflación y se hace propicia la formación de campos de dunas. Una de las fuentes de materiales es la que aporta el oleaje sobre las playas en el istmo (tómbolo) de Paraguaná, desde donde se producen dunas longitudinales orientadas de acuerdo con la misma dirección de los Alisios (Fig. 6). En el parque nacional Médanos de Coro, existen además dunas transversales y barjanes. En este caso, la distribución geográfica de los distintos tipos de dunas obedece principalmente a los cambios de velocidad del viento a medida que éste avanza desde el mar hacia tierra adentro, tal como se afirma en los tratados de geomorfología clásica: las altas velocidades producen cuerpos de arena longitudinales; las velocidades intermedias generan dunas transversales y, a menores fuerzas, aparecen los barjanes o dunas en forma de media luna.

    En otros lugares del país, como es el caso de los topes de las mesas en el sur de Monagas, también es posible encontrar pequeñas áreas de acumulaciones eólicas. Hacia el este de Apure, las imágenes de sensores remotos indican la existencia de paleodunas fijadas por la vegetación (PDVSA, 1992). Se trata de dunas longitudinales y en horquilla, orientadas también de acuerdo a la dirección de los Alisios. La forma longitudinal dependió seguramente de la incidencia de vientos de altas velocidades y de una alta disponibilidad de arenas de grano fino (González, 1990); pues las partículas de menor tamaño son más fácilmente removidas por las corrientes de aire. La presencia de tan enorme campo de paleodunas hace suponer que en el este de Apure había un desierto donde quizás no llovía durante años. El fenómeno tiene que ver con los períodos secos y prolongados del Pleistoceno, a diferencia del clima de la actualidad (Tropical Lluvioso de Sabana), caracterizado por una precipitación cercana a los 1.500 mm anuales y por la ocurrencia de una prolongada época de sequía anual, cuando son favorecidas las condiciones detonantes de la actividad eólica y la consiguiente formación de barjanes, justo allí donde las paleodunas quedan sin la suficiente humedad y sin la vegetación herbácea o arbustiva que las suele recubrir durante la época de lluvias.

    BIBLIOGRAFIA

    Cárdenas, A. 1965. Geografía Física de Venezuela. Talleres Gráficos Universitarios. Universidad de Los Andes, Mérida.

    CORAVEN. 1993. Las simas del Sarisariñama. Serie Expedición (videocasete).

    CORAVEN. 1994. Guácharo: Ecos en la oscuridad. Serie Expedición (videocasete).

    Erickson, J. 1991. Las edades de hielo. La próxima glaciación. Serie McGraw-Hill. Madrid.

    González, L. 1990. Análisis granulométrico comparativo entre dunas continentales y dunas costeras. Revista Geográfica Venezolana, N° 31. Universidad de Los Andes. Mérida.

    PDVSA. 1992. Imagen de Venezuela. Una visión espacial. Editorial Arte. Caracas.

    Santiago, J. 1992. Aluviones auríferos del alto Orinoco. CVG Técnica Minera. Ciudad Bolívar (sin publicar).

    Santiago, J. 1995. Hoyos de sufusión y otras microformas. Revista Interciencia, mayo-junio. Caracas.

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    TECMIN. 1987. Informe de avance de la Hoja NB-20-15. CVG Técnica Minera. Ciudad Bolívar.

    TECMIN. 1991. Informe de avance de la Hoja NB-20-2. CVG Técnica Minera. Ciudad Bolívar.

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    Zinck, A. 1980. Valles de Venezuela. Cuadernos Lagoven, Cromotip. Caracas.

     

     

    Por:

    Jesús E. Santiago

    Especialista en Geomorfología