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La visión gastronómica de José Martí

Enviado por Jesus Saura Suarez


Partes: 1, 2

    1. Martí y las bebidas alcohólicas
    2. Banquete de tiranos
    3. Referencias bibliográficas

    Martí era un hombre ardilla; quería andar tan de prisa como su pensamiento, lo que no era posible; Subía y bajaba escaleras como quien no tiene pulmones. Vivía errante, sin casa, sin baúl y sin ropa; dormía en el hotel más cercano del punto donde lo cogía el sueño; comía donde fuera mejor y más barato; ordenaba una comida como nadie; comía poco o casi nada; conocía a los Estados Unidos y a los americanos como ningún cubano; quería agradar a todos y aparecía con todos compasivo y benévolo; tenía la manía de hacer conversaciones, así es que no le faltaban sus desengaños.

    A este respecto, Martí, en sus apuntes sobre su viaje a Guatemala en 1877, hace la siguiente interesante afirmación:

    En mí, la privación de la pulcritud interrumpe seriamente la vida. Hecho a la pobreza, no vivo sin sus modestas elegancias, y sin limpio mantel y alegre vista, y cordial plática, váyanse de mí, y no enhorabuena los guisados más apetitosos. Como es una función, nunca un placer, fuerza es amenizarla, para hacerla llevadera; y disfrazar con limpias bellezas su fealdad natural.

    Aunque de cuna humilde, Martí alcanzó una cultura universal en la cual se incluía su apreciación de la alta cocina. Fue verdaderamente un conocedor de la materia y pese a su muy moderado comer, disfrutaba de las delicadezas de una mesa bien servida. Era frugal en la mesa, aunque le agradaba el buen comer y lo hacía con gusto. Conocía los misterios de todos los platos famosos del mundo como el mejor de los cocineros. Sabía catar los vinos, y gustaba de saborear una buena copa de Tokay, aunque su bebida predilecta era el vino Mariani, que era el reconstituyente de moda en aquella época.

    De trato encantador con las damas, entre las que contaba con grandes simpatías y afectos por sus modales caballerescos, amenizaba sus charlas con ellas con reseñas plenas de colorido sobre arte, en especial de música, que lo emocionaba profundamente, de pintura, de la cual era un gran conocedor y amante, o de teatro, que siempre fue una de sus aficiones predilectas desde niño. Y, en más de una ocasión, obsequiaba a sus gentiles oyentes con una taza de sabroso chocolate humeante, preparado con sus propias manos.

    En cierta ocasión el propietario de un restaurante cubano de Nueva York ofreció un almuerzo en honor a Martí. Aunque la comida era sencilla, el dueño pidió prestada una magnífica vajilla que incluía hasta enjuagatorios.

    Al final de la fiesta, uno de los comensales al encontrar un pedazo de limón en su enjuagatorio y no estando acostumbrado a tal práctica, pensó que se trataba de una limonada y se la bebió. Sus vecinos comenzaron a sonreírse, pero Martí, percibiendo la ofuscación del hombre, con toda seriedad alzó su enjuagatorio y se bebió el contenido.

    Allí mismo en Nueva York, durante su largo exilio en Norteamérica, conocía en qué restaurante, a precio económico, podía degustarse una comida italiana, húngara o de cualquier otra nacionalidad pero principalmente la italiana, variada y barata, acompañada de vino de Chianti. Llegó a convertirse en un verdadero gourmet para sus amigos. Pero a Martí no le complacía comer solo y prefería ir siempre acompañado de algún amigo.

    Comer solo es un robo, solía decir, expresando con ello que lo consideraba ''un placer robado al comensal ausente. Con esta misma filosofía no solo invitaba a los amigos a comer en un modesto restaurante, donde servían, bien hechas, comidas típicas de distintos países, sino por igual a la casa donde residía, y que no faltaban tertulias que incluían una taza de café criollo y la lectura de algún que otro verso de sobremesa.

    Con respecto a la nutrición y la higiene de los alimentos y su relación con la salud de las personas, expresó:

    "Comer bien, que no es comer ricamente, sino comer cosas sanas, bien condimentadas, es necesidad primera para el buen mantenimiento de la salud del cuerpo y de la mente".

    José Martí y las bebidas alcohólicas

    Hay quienes mencionan desdichadamente el apócrifo y derogatorio mote de "Pepe ginebrita", éste fue obra difamatoria de sus enemigos; los que lo repiten hoy en día exhiben su ignorancia y superficialidad al hablar.

    Martí se vio envuelto en muchas polémicas en su vida pública. Los choques de ideas políticas, debido a la natural discrepancias que estas conllevan, fueron mínimos comparados con otros grupos y personas en similares circunstancias.

    Tanto en Martí como sus asociados en la guerra primó la discreción, respeto y cordura sobre las emociones. Estas discrepancias eran naturales, clarificadoras e inevitables entre creyentes de una causa común. Una gran virtud de su pensar es que contemplaba la independencia como un paso a dar inicial y correctamente en el camino a la democracia. Su separatismo era constructivo; veía en él la piedra de cimiento de una sociedad libre.

    Son varios artículos periodísticos donde el Héroe Nacional de la República de Cuba, se refiere a los problemas que afectan la salud humana. Uno de ellos es la adicción al alcohol.

    Alerta Martí sobre los peligros que acarrean para la salud del adicto, para sus familiares y para la sociedad en general el uso desmedido de bebidas alcohólicas.

    Podemos apreciar como el apóstol de la independencia de Cuba maneja en sus trabajos conceptos científicos relacionados con los niveles de alcoholemia en el individuo adicto, capaces de conducirlo a una grave intoxicación; al coma e incluso puede llegar a provocarle la muerte.

    En sus escritos sobre la salud aboga por la prevención como aspecto fundamental para eliminar este daño. A la vez Martí duda sobre la verdadera efectividad que tenían los tratamientos utilizados por aquellos tiempos para curar el alcoholismo.

    Cobraría original significación en ese entonces y está vigente hoy y siempre, aquella máxima de Martí que dice: "la medicina verdadera es la que precave".

    En el siglo XIX, el uso de las drogas no era sancionado por la ley ni criticado por la mayoría de las personas como hoy. Un dato revelador, por ejemplo, es que entonces había varias bebidas alcohólicas que tenían un fuerte contenido de cocaína, siendo la más famosa de ellas el Vino Mariani. Su inventor, Ángelo Mariani, fue un químico de Córcega que mezcló el fruto de la vid francesa con el extracto de la hoja de la coca. La densidad de cocaína que tenía este compuesto era de 6 a 7 miligramos por onza y su consumo estaba tan generalizado que el mismísimo Papa León XIII mandó hacer una medalla de oro para honrar a su inventor. No es extraño entonces que la bebida fuera alabada, al mismo tiempo, por sus propiedades medicinales y por llevar la "felicidad" a muchos hogares. Ni que se utilizara regularmente como una especie de tónico, un preventivo ante las epidemias de catarro y un reconfortante para las largas convalecencias. Precisamente este vino era la bebida favorita de Martí y además es válido destacar que nunca probó la Coca Cola.

    Martí gustaba de saborear el café con miel, condimentado con anís o nuez moscada o los rústicos manjares que su pueblo le brindaba en cada "almuerzo cariñoso", Se complacía en conocer cada planta, cada árbol con sus propiedades. Deja constancia de los alimentos y de los remedios naturales acopiados por la sabiduría campesina, indispensables para curar a los heridos combatientes.

    En una de sus travesías, se topa con madrazas respetables como esa Nené con veinte hijos o la mulata Mercedes, "de vejez limpia". Todas ellas lo hospedan, lo alimentan a él y a los patriotas, recién pilado y colado el café, granado el arroz blanco con su acompañamiento de huevos fritos o pollo y viandas. Todos, hombres y mujeres de trabajo, se aprontan para la guerra y preparan sus armas y Martí va descubriendo su América y saboreando sus frutos.

    Se deleita con el decir de los paisanos: "La frase aquí es añeja, pintoresca, concisa, sentenciosa: y como filosofía natural".

    Nuestro Apóstol dijo sobre el café:

    El café es un jugo rico, fuego suave, sin llama, sin ardor, que aviva y acelera toda la ágil sangre de mis venas.

    El café tiene un misericordioso comercio con el alma, dispone los miembros a la batalla y a la carrera, limpia de humanidad el espíritu, aguza y adereza las potencias, ilumina las profundidades interiores y la envía en jugosos y precisos conceptos, a los labios.

    Dispone del alma a la recepción de los misteriosos visitantes y a la audacia, grandeza y maravilla.

    Cuando arribó a la guerra de Cuba pudo disfrutar la rica comida de los campesinos orientales, con carnes, viandas y dulces del país, como hace constar repetidamente en su Diario de campaña.

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