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Sexualidad y Comer: Proceso y Función

Enviado por Felix Larocca


  1. Función y proceso
  2. La cita ideal
  3. Los lóbulos prefrontales y sus actividades
  4. Patricio
  5. El cuento de las plumas
  6. La moraleja, entonces…
  7. Bibliografía

En un artículo que publicara hace unos años reflexioné acerca de los vínculos que existen entre la pornografía, el deseo por el consumo de la comida rica y los apetitos sexuales, metas ansiadas de los comodones, que medran en medio de un mundo incomprensible que llamamos "civilización".

Función y proceso

Para el ser humano y algunas otras especies, es posible, además de la cópula reproductiva, la práctica del sexo por el mero propósito del placer derivado. También es posible para nuestro género comer para satisfacer apetitos del paladar sin fines de alimentación, o para expresar la inmoderación y no para sobrevivir. (Véase mi artículo: TOC y el Onanismo de Nando en monografías.com).

He ahí donde reside la intranquilidad

Primero hagamos la obligatoria visita al mundo de la neurociencia para desarrollar nuestro tema de manera heurística, en su sentido pedagógico.

Nuestros cerebros poseen regiones de función automática que se expresan sin reflexión ni previo juicio. Funciones que nos garantizan el equilibrio necesario para mantener la vida y permitirnos medrar y reproducirnos antes de nuestra muerte como destino final.

Entre las funciones a las que aquí hago mención se encuentran el instinto de comer, para alimentarnos; y el instinto sexual, para la reproducción de nuestro género. Ambos poseen connotaciones teleológicas y ontológicas, como asimismo poseen las filogénicas y las ontogénicas.

Los sistemas que nos garantizan la supervivencia; por vía refleja e involuntaria, forman una red de intercomunicaciones orgánicas complejas que están bajo la dirección del hipotálamo, pero que también involucran los centros del placer y de aquellos neurotransmisores que nos elevan la autoestima mediada por la actividad de la serotonina.

En otras palabras, que el placer se asocia con la supervivencia misma.

Cuando el bebé recién nacido toma del seno materno, aprende, de modo instintivo, el beneficio del sabor dulce que es característico de la leche humana. Aprende asimismo el aprecio de un gusto que no se relaciona en modo alguno con el de azúcares refinados que tantos daños, a muchos, les ocasionarán en el futuro.

Encontramos lo dulce por la primera vez en la leche de nuestra madre.

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Ectasy in Excelsis por Tiziano

A medida que progresan en su desarrollo la mayoría de los seres humanos pierden la capacidad de digerir la leche y con ello comienzan a explorar otros alimentos de sabor y textura más amplia para sobrevivir — ya que siendo animales omnívoros — nacimos programados para la alimentación diversificada.

Nuestros entornos controlan nuestras preferencias culinarias, ya que lo que nos queda en la proximidad de nuestras aldeas dictaban nuestras comidas, a menos que la necesidad nos hiciera migrar.

El ser omnívoros en nuestra manera de alimentarnos nos favoreció porque nos permitiría adaptarnos a las condiciones más heterogéneas para lograr el fin de nuestra subsistencia.

Nuestra reproducción es asimismo vinculada a nuestro nivel de nutrición. Sabemos por la experiencia que los niños mejor nutridos son quienes alcanzan el desarrollo más temprano para la tarea de la fecundación. Aquellos desnutridos, como quienes de las disorexias sufren, carecen de la libido sexual y la capacidad de la fertilidad normal. (Véanse mis trabajos y los de Rose Frisch al respecto).

Nuestros instintos se incitan cuando se exponen a la percepción de estímulos que evocan en nuestras mentes experiencias placenteras.

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Olemos un manjar apetitoso y muy pronto deseamos probarlo. Igualmente ocurre con la experiencia de la visión de un placer sensual. Nos estimula a pensar en la actividad correspondiente. (Véanse mis artículos: La Pornografía y los Trastornos del Comer y Los Trastornos del Comer: Una Tesis Evolucionaria Adaptada en monografías.com).

Tenemos lo que se conocen como neuronas de espejo, que producen la necesidad de practicar actividades que nuestros coetáneos practican. Nos reímos y todos ríen, bostezamos y todos bostezan, comemos y todos comen.

También estimulamos nuestros apetitos tanto sexuales como gastronómicos cuando presenciamos o ensayamos actividades que nos recuerdan la función que está potencialmente involucrada en la acción.

Mascar el chicle mímica el comer sin haber comido, lo que resulta en el hambre. Los chistes y la literatura de tonos picante y la pornografía despiertan el deseo por la actividad sexual, sea ésta solitaria o acompañada.

La cita ideal

La cita ideal es aquella que estimula todos los sentidos. La visión del ser apetecido, que no falla de estimularnos si ella o él se presentan deseablemente atractivos. Las fragancias de los perfumes con sus efectos de estimular las feromonas sexuales. La ingestión de comida y bebida en mutuo contacto visual y proximidad física. Los sonidos de la música sensual, cálida y provocadora. El contacto con la piel del ser ansiado y las descargas hipotalámicas de las hormonas correspondientes para facilitar el encuentro reproductivo.

Es algo poderoso, porque quien nos habla es La Naturaleza en su lenguaje dinámico.

Por razones similares, puede decirse que un encuentro con la comida que nos apetece sigue un curso de acción y de progresión paralela a la que hemos descrito en la situación del romance. Cuando sigue este curso lo que desencadena es el deseo de comer por comer y por ninguna otra razón. Lo que resulta es que se engorda, que tengamos que ponernos a dieta restrictiva o exponernos al uso de maniobras destructivas para contrarrestar el abuso a nuestro cuerpo a que lo hemos sometido.

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Hombre y simio…

Los lóbulos prefrontales y sus actividades

Estas son las áreas de evolución más reciente en nuestro cerebro. Las que están en cargo de evaluar lo adaptador de cualquier acto y las que calculan las consecuencias de los mismos.

Para la mayoría de las personas estas regiones funcionan bien. Pero cuando existen condiciones de desarrollo inmaduro, de ausencia de la capacidad de regulación estética, ética o moral, o cuando sus funciones se alteran con el uso de las drogas (el azúcar entre tantas), lo que resulta es que lo que se activa con el fin de lograr nuestro objetivo natural, no es natural porque nos causa embarazo (en el sentido más inconveniente) o nos hace engordar.

En sumario:

Ya pueden apreciar cómo la pornografía y la gastronomía son actividades de espejo. Y asimismo pueden ver cómo se usan los instintos como proceso, vía el uso del juicio que nos avalan los lóbulos prefrontales y como función, vía la respuesta desenfrenada del placer buscado por el placer mismo.

Seamos escrupulosos, como nos instan a ser nuestros cerebros de desarrollo más reciente, usando los aditamentos del conocimiento de la ciencia y la medicina; para que logremos vivir y adaptar mejor a las exigencias de nuestra existencia.

Para ilustrarlo mejor, nos despedimos con la historieta que sigue…

La enuresis, las plumas del pato… y un fábula breve con moraleja

Dr. Félix E. F. Larocca

Antes de que conozcan a nuestro visitante Patricio, quisiera decirles algo acerca de uno de los pioneros de la Psiquiatría Infantil Norteamericana.

Se trata del Profesor Richard Jenkins, quien dirigiera por muchos años el programa de esa sub-especialidad en la University of Iowa Medical School.

Persona humilde, práctica y con tendencia a la timidez. Sin aspavientos, el Dr. Jenkins esculpió un nombre insigne en los anales de la psiquiatría y, especialmente en la de adolescentes y niños.

Su obra: Behaviors Disordes in Children and Adolescents se considera un texto clásico.

En la parte que describe la enuresis, este maestro del entendimiento del infante nos aconseja: "La enuresis es un accidente fortuito e intrascendente de la niñez normal…"

Patricio

Patricio y yo nos conocimos cuando él cumplía trece años. El menor de seis hijos era un poco mimado porque la mamá había tenido un parto difícil con un remate muy penoso — el día en que el bebé nació un hermano del papá murió accidentalmente.

Patricio creció en una atmósfera donde, debido a que sufría del asma y de múltiple alergias, lo sobreprotegían. Era tímido (véase mi artículo La Timidez en el Mundo Animal) sufriendo arrebatos de llanto con poca incitación. Era olvidadizo y sus notas eran pobres. Me vino a ver porque aun mojaba la cama por las noches, algo que a, su edad, a sus padres preocupara.

La enuresis (término médico para la incontinencia vesical nocturna) no era lo que me atrajera la atención clínicamente, cuando lo viera, sino que, durante el examen directo, confirmé que el niño sufría de un trastorno afectivo (término médico para lo que antes llamáramos "depresión").

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Una indicación para la enuresis es el uso del Tofranil (o imipramina), el cual decidiéramos administrar inmediatamente, en dosis muy bajas con incrementos graduales. La enuresis cesó en dos noches, para retornar transitoriamente en ocasiones de agitación o estrés. (Véase: La Enuresis en mi artículo: Donde se Aprende Acerca de la Personalidad Histriónica, que aparece en monografías.com).

La familia notaba con deleite que Patricio había dejado de ser tímido, volviéndose más sociable y exhibiendo que le era muy difícil sentirse ofendido, llorar fácilmente o aparecer con semblante triste. La previa falta de memoria y poca atención a los menesteres escolares se transformaron en diligencia y apuro por la obtención de buenas notas. En la terapia, en la que en ocasión me veía, decía: "es increíble, yo no sabía lo que fuera sentirse mejor… y todo una pildorita…"

El cuento de las plumas

El hijo de un amigo muy cercano, nacido en una granja de Iowa, tuvo (como la mayoría de sus familiares) que usar lentes correctivos para poder ver desde muy temprano en su vida. Frisaba en los seis años de edad, cuando el paquete que contenía los lentes recetados la semana anterior arribara en el buzón de su casa.

David, el nombre de este niño, se puso su nuevo accesorio y salió a inspeccionar el suelo del entorno familiar. Todos oyeron, con sorpresa cuando el niño exclamó: "¡no sabía que los patos tienen plumas!"

David vivía en un mundo borroso, pero no lo captaba, porque este era el único mundo que conociera desde que nació.

Mauricio es otro caso, en el cual a los tres años, hubo que removerle una úlcera del estómago causada por el estrés. Este niño tampoco sabía de lo que no fueran sólo humores tristes y la desidia total. (Véase la Depresión Precoz y mis varios artículos en este tema en la niñez).

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La moraleja, entonces…

Durante el proceso del desarrollo humano hay que estudiar las diversas facetas que existen para poder comprenderlo. Una de ellas es la del desarrollo afectivo. Ésta compila una amplia variedad de comportamientos que están modulados por la serotonina. Cuando esta última es baja el niño sufre lo indecible, porque no puede expresar lo que siente, ya que la dilación en la capacidad de abstracción y de verbalizar no se lo permiten. Por ello es que de antes no se concebía que la depresión, en los niños, pudiera existir. Hoy sabemos que sí, que existe.

Desde que yo presentara mi tesis acerca del Tofranil en el año 1959, esta medicina, acompañada de la psicoterapia, ha ayudado a un sinnúmero de personas.

La moraleja es, como dijera Petronius: (66 DC): "El médico es sólo un terapeuta de la mente…"

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F. Larocca