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Historia de México

Enviado por van_escalona


Partes: 1, 2

  1. Anexión de Texas
  2. Intervención de Estados Unidos
  3. Retorno de Santa Anna
  4. Anexión de Nuevo México y California
  5. Malestar de México
  6. Cambio de táctica norteamericana
  7. Ocupación de la Ciudad de México
  8. Tratado de Guadalupe Hidalgo
  9. Consecuencias de la Guerra
  10. Bibliografía

Entre las amargas experiencias que México tuvo que padecer durante sus años de formación, tal vez la más dura fue la guerra con los Estados Unidos, entre los años de 1846 y 1848. Su derrota militar fue absoluta, padeció la primera ocupación de su capital y perdió aproximadamente la mitad de su territorio original. Sin embrago, esta experiencia dejó algunos resultados positivos, pues contribuyó a que los mexicanos maduraran su sentimiento de nacionalidad. Las causas de esta guerra han sido objeto de muchas especulaciones. Pero, sin duda, las raíces del conflicto se encuentran en el desarrollo diferente que tuvieron las sociedades mexicana y norteamericana, cuyas características hacia la mitad del siglo XIX hacían inevitable su encuentro y la derrota de la primera. Desde sus orígenes, el pueblo norteamericano se caracterizó por sus afanes expansionistas. La compra y la conquista se habían establecido como principios perfectamente legales para la adquisición de tierra; así, desde la fundación de las primeras colonias hasta el rompimiento de las hostilidades con México, su territorio se había extendido de una pequeña franja en la costa del Atlántico hasta los límites con Texas, Nuevo México y California.

Diversos elementos contribuyeron a crear este carácter; en primer lugar, su población estuvo integrada por las constantes oleadas de inmigrantes europeos – predominantemente anglosajones – deseosos de mejoramiento económico, y por consiguiente hambrientos de tierras. En segundo lugar, la realización de su anhelo tuvo que vencer problemas como los presentaba la naturaleza misma, las tribus indígenas y la existencia de otras colonias europeas, todo lo cual afirmó más su deseo de expansión. Para 1840 estos elementos habían determinado la sorprendente movilidad de la sociedad norteamericana. Pero también para estas fechas el problema entre el norte y el sur – que siempre existió en los Estados Unidos – se había agudizado. Por lo tanto, la política se había convertido en un juego de compromisos, y uno de ellos fue la guerra con México. En cada uno de los bandos había quienes se opusieron a la guerra, pero en fin de cuenta en todos existió el deseo de expansión. El norte ansiaba un puerto en la costa del Pacífico para comerciar con Asia; el su fortalecer su posición esclavista, y el oeste quería más tierra.

Además de todo estos, otra característica de los Estados Unidos en la década de 1840 fue un profundo nacionalismo y una gran fe en su sistema político. Estos elementos combinados propiciaron la aparición de la teoría del Destino manifiesto. El origen de esta teoría se remota al pensamiento puritano del siglo XVII, pero se empezó a caracterizar con tal nombre en 1845, cuando John O´Sullivan acuñó este término. En el Destino manifiesto se han incluido una amplia gama de conceptos; pero en aquellos años sé él interpretaba como la designación providencial para extender al área de la libertad, o bien como un derecho especial para poseer territorios de los cuales otros pueblos no sacaban provecho alguno. Todo esto, pensaban, era en última instancia en bien de la civilización y la humanidad. Estas ideas llegaron a la casi totalidad de los norteamericanos. Por su parte, México presentaba un panorama bastante diferente. Su sociedad era definitivamente tradicionalista y estática. Las prolongadas luchas, primero por la independencia y después por la organización política, habían conducido a la bancarrota, al pesimismo y a la inexistencia de un sentimiento de nacionalidad.

El territorio del norte estaba abandonado y todos los intentos para colonizarlo habían fracasado rotundamente. La escasez de población y la falta de dinamismo social impedían la movilidad de los mexicanos, a pesar de que eran conscientes de su riqueza potencial. Además, las relaciones diplomáticas entre México y los Estados unidos habían sufrido durante la primera década del siglo XIX un progresivo deterioro. Los principales problemas habían surgido en relación con la cuestión de límites y las constantes presiones del gobierno de los Estados Unidos para obligar a México a vender parte de su territorio. Hubo problemas también por la actitud de los diplomáticos, quienes, cuando no se involucraban en la política interior, hacían arrogantes declaraciones en contra de México.

Pero uno de los problemas más decisivos lo constituyó el de las declaraciones de ciudadanos norteamericanos por daños ocasionados en sus propiedades. Este problema se resolvió parcialmente en 1842, cuando, después de varias convenciones, México se comprometió a pagar las indemnizaciones correspondientes. Pero dada su mala situación económica, México no pudo cumplir con lo estipulado en tal tratado.

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