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Recordando a Max

Enviado por ANA LUISA MOLINA


    1. Instinto versus autismo
    2. Un nuevo miembro de la familia
    3. Enfrentando a la muerte
    4. Las mañanas a orillas del mar
    5. Pasear solos.
    6. Otra vez frente a la muerte
    7. Una nueva etapa en nuestras vidas
    8. Nuevamente los tres juntos
    9. Viviendo feliz
    10. Despedida a un gran amigo

    INSTINTO VERSUS AUTISMO

    Darle una mascota a nuestros hijos es enseñarle una manera de amar responsable y real. Para un

    autista es la oportunidad de abrir su corazón hacia alguien mas débil, frágil y dependiente que el.

    UN NUEVO MIEMBRO DE LA FAMILIA

    Era una hermosa navidad de hace 11 años, el mayor de mis sobrinos recibió de regalo un precioso cachorrito, estaba escondido en el closet pues mi hermana no quería animales en casa, todos esperaban el momento de la Noche Buena y de la entrega de regalos para presentar formalmente al nuevo integrante de la familia.

    A la hora de abrir los regalos bajaron al nuevo huésped. Era un precioso doberman de un mes con un gran listón rojo atado al cuello, nos miró con cara vivaz y se quedó sentadito quieto dentro de su canastita para que nosotros lo admiráramos. Ya era un hecho, el pequeño nos había robado el corazón.

    Fue mi misma hermana quien eligió el nombre MAX .

    A Gino mi hijo autista de 10 años no le había parecido la idea, a el le daban muchos nervios los animales, y ni pensar que lo lamiera, pero el perrito no se le acercó por lo que Gino siguió disfrutando de sus regalos sin hacerle el menor caso.

    Fui yo el problema realmente, me parecía maravilloso lo quería tener en brazos y acariciarlo y fue el centro de mi atención por muchos días, cosa que al pequeño Gino no hizo mucha gracia.

    Mi sobrino acercaba al pequeño Max, al principio Gino le rehuía pero luego terminó por aceptar su presencia, quien diría que con los años se volverían inseparables

    Pasaron los días y Max demostró ser un animalito muy inteligente y obediente, bastaba colocar el palo de escoba cruzado y Max no pasaba dentro de la casa, pese a las prohibiciones de mi hermana todos nos agenciábamos para tenerlo dentro de casa, Ginito ya se había acostumbrado a su presencia aunque no lo tocaba

    Max también había demostrado ser un perrito independiente y con carácter, si alguien le levantaba la mano el animalito ladraba, y cuando lo castigaban por ensuciar el mordía pero sin hacer daño era solo un toque con sus dientes para demostrar que no estaba conforme

    ENFRENTANDO A LA MUERTE

    A Max no le gustaba mucho la calle, el primer mes lo sacamos a pasear y en la noche empezó a arrojar sangre por todas partes y cuando llegué del trabajo lo encontré muy mal.

    Llame al veterinario y me dio el diagnóstico PARBOVIRUS, Max iba a morir. Toda la noche estuvo en el veterinario con suero y con muchos dolores, yo nunca había acompañado a nadie al hospital, pero tenía costumbre de pasar las noches en vela pues Gino nunca dormía una noche completa. Pero nos sorprendió por su apego a la vida el animalito luchó y fuera de todo pronóstico lo tuvimos en casa a los pocos días feliz y muy juguetón.

    LAS MAÑANAS A ORILLAS DEL MAR: Instinto versus autismo

    A los seis meses decidí bajar caminando a la playa con Ginito y Max, nosotros habíamos iniciado una rutina de ejercicios para Gino que luego se convertiría en un programa de control de conductas por medio de la actividad física, la verdadera razón era que había una persona desequilibrada que nos había tomado antipatía en la playa y varias veces había intentado agredirnos. Max era lo suficiente imponente para disuadir a cualquiera y con su entrenamiento podía inclusive atacar para defendernos.

    Era una época muy difícil y el autismo de Gino era terrible, pataletas, llantos nocturnos todas las noches se iniciaba una nueva pesadilla, por lo que había optado por bajar caminando a la playa y hacer que se relaje, luego descubrí que haciendo ejercicios las noches se tornaban pacificas y los días transcurrían sin pataletas, Gino estaba dispuesto a aprender y se había convertido en un muchachito mas obediente y colaborador. Así se inició una nueva etapa en nuestras vidas, bajar a diario a la playa y convertirnos en atletas, es decir el deporte como un medio de vida.

    Había visto los meses de crecimiento de Max su viveza y su capacidad de aprender y me gustó la idea de probar con Gino esa nueva experiencia. Max había sido entrenado y sabía obedecer ordenes, claro que las ordenes eran palabras cortas en alemán, pero el idioma no me importaba, Gino no hablaba así que lo que tenía que aprender Max era a obedecer sin palabras y a aceptar los gestos de Gino (que yo misma no sabía interpretar muchas veces) pero para el amor no existen obstáculos y si los dos se empezaban a aceptar y a querer la comprensión iba a caer por su propio peso.

    Y nos aventuramos, caminamos los 3 kilómetros hacia la playa, Gino tuvo que aprender a llevar la correa del acelerado animalito, tal para cual, dos caracteres muy parecidos, fuertes, independientes, hiperactivos y con una energía y ansia de libertad que debía ser definitivamente canalizada.

    Los dos debían entrenar para convertirse en compañeros, para aprender a aceptarse y a colaborar el uno con el otro.

    No fue muy fácil al comienzo, los dos querían estar físicamente pegados a mi, si era sentados sobre mis piernas mejor, cada vez que Max desobedecía Gino gritaba y le quería pegar, y cada vez que sucedía eso el perrito le daba un mordisco y ladraba cosa que desequilibraba Gino. Era lo mas parecido a una pelea entre hermanos celosos y la mejor forma de frenarlas fue dándoles responsabilidad a los dos, SE IRIAN A

    PASEAR SOLOS.

    Al regresar yo les demostraría a ambos (a mi hijo y al perro) que cada uno tenia un lugar junto a mi y les podía dar cariño y atención a los dos.

    Los primeros paseos fueron de espanto, el perro no entendía las ordenes de Gino, y el gordo acostumbrado a que yo le adivine todo quería obligar con violencia al animalito (que no aguantaba ni las pulgas), nuevamente las batallas campales y yo al comienzo en el centro, luego observado de lejos, con mucha confianza y mas oración.

    A los pocos días las cosas mejoraron, Gino aceptó muy bien la responsabilidad de guiar a Max, mas de una vez jaló la correa y evitó que Max fuera atropellado cuando quería correr hacia la playa sin ver los carros, y Max mas de una vez defendió a Gino de algún perro vago o de una persona que le quería robar o que se le acercaba con sabe Dios que mala intención..

    Fueron muchos meses de entrenamiento los tres solos en la playa en pleno invierno que dieron muchos frutos. Gino aprendió en carne propia lo que siente alguien cuando el otro no lo obedece (eso le repetía siempre para que se diera cuenta como me sentía yo cuando corría desbocado detrás de un heladero), también aprendió que la corrección con violencia genera violencia (en este caso mordiscos, Max no le hacia daño solo lo babeaba pero eso era para Gino realmente asqueroso) y sobre todo a hacerle mucho cariño sin importarle los nervios que le daba tocarlo.

    Max aprendió a no lamerlo cuando Gino le hacía cariño, a no morder cuando le caía un golpe o el fuerte abrazo del oso y a empujar con su cabeza la mano de Gino cuando quería algo . Lo mas gracioso es que conmigo no valía lo de las lamidas y regresaba llena de baba de perro de pies a cabeza, pero a Gino nunca mas.

    Me parecía maravilloso como cuando terminábamos nos sentábamos en la arena y Max hacía un hueco debajo de mis piernas y se echaba ahí, nadie podía notar que había un gigantesco doberman debajo de mis piernas, también jugaba con piedras, eso aprendió de Gino que le encantaba armar torres con las piedras de la playa, sus bloques gigantes.

    Gino y Max ya eran compañeros, los dos esperaban con ansia los largos paseos y el arduo trabajo de horas en la playa, pero al final sentados en la arena los tres abrazados o jugando ( los juegos favoritos de Max de que tiren cosas para que las recoja y las devuelva le encantaban a Gino) o corriendo y sobre todo comiendo eran toda la recompensa que mis dos engreídos preferían.

    OTRA VEZ FRENTE A LA MUERTE

    Lamentablemente las idas a la playa y el invierno húmedo de Lima hicieron que Max vuelva a enfermar,, pero al perrito no podía darle gripe, ni nada simple.

    Nuevamente al llegar del trabajo lo encontré mal y nuevamente al veterinario, el diagnostico: DISTEMPER, con vacunas y todo Max iba a morir.

    Me sentí desolada,

    Pero otra vez el aguerrido Max aferró sus dientes a la vida con la misma fuerza con que mordía sus huesos y lo tuvimos de vuelta mas sano y mas vivo que nunca.

    UNA NUEVA ETAPA EN NUESTRAS VIDAS

    Pero no lo lleve mas a la playa, ya no podía estar mucho tiempo con el porque Gino y yo debíamos seguir bajando a la playa.

    Por esa época ya habíamos empezado a dar clases a otros niños con autismo y a muchos les dábamos clases en sus casas o en la playa, la rutina de Gino y el control de conductas funcionaba con cualquier persona, dimos clases a niños especiales, personas deprimidas o con cáncer.

    Pero eso si cada niño que iba a casa tenía que conocer a Max y jugar con el, la verdad es que lo preferían a el y tenían locas a las mamis por que los llevaran donde Max, no solo verme a mi.

    Luego decidiría iniciar una nueva etapa en la vida de Gino, el atletismo de competencia, que no tuvo muy buenos resultados. Lo que si dio buenos resultados fue un ejercicio totalmente diferente LAS PESAS, el anaeróbico fue una nueva experiencia que nos llevó muchos años y que le dieron a Gino muchas medallas de oro.

    En esa misma época habíamos contactado con una institución y habíamos trabajado el programa de control de conductas convirtiéndose en un programa a nivel mundial y ayudando a muchos niños de muchos países y dándole a Gino muchos amigos y una vida de llena cariño.

    Pero que pasó con Max?

    Max había encontrado en el menor de mis sobrinos todo su capacidad de amar, dicen que los animales escogen quien es su dueño, pues el escogió y estaba feliz, se convirtió en un animal precioso, super fuerte y super fiero, realmente poderoso, pero nunca perdió la ternura con Gino y con nuestros chicos.

    Después de unos años mi sobrino trajo a casa un pequeño pitbull IRON se convirtió en el hijito de Max, el perro lo cuidaba, dejaba que destruya todo a su paso, le enseñaba a pelear y justamente en eso se convirtió sus vidas en un constante enfrentamiento para demostrar su poderío, muchas peleas con otros perros, nunca entre ellos, largos paseos, siempre juntos los tres, una vida feliz

    Gino y yo no perdimos la costumbre de salir ahora con los dos perros a pasear, cuando nos íbamos a la playa Gino con su tamaño (1.80mtrs) tomando la correa con Max, yo con Iron éramos una imagen imponente, recuerdo una vez que los lleve a la playa y solté a Iron para que corriera como Max lo hacía conmigo (olvidé que Max y Gino lo habían hecho por años juntos) y el perro emprendió la carrera hacia la pista, yo salí como rayo olvidando a Max y a Gino que se quedaron sentados junto al mar sin saber que pasaba, recordé todas las veces que Ginito salía corriendo como alma que lleva el diablo hacia los heladeros, que espanto, que le diría a mi sobrino (su perro adorado), tal fue mi desesperación que le grité a dos muchachos que lo cogieran, los chicos me respondieron ES UN PITBULL, pero mi cara sería mas brava que la raza de estos feroces perros, pues los chicos lo interceptaron y le pude colocar la cadena, aprendí la lección: nunca mas descuidarme ni con perro ni con hijo ajeno.

    Lamentablemente mi sobrino no encontraba trabajo y tomó la decisión de viajar para vivir en USA

    De un día al otro la felicidad de Max se quebró, su amo ya no estaba y a Iron lo regalaron porque el perro no podía ver otro animal porque lo destrozaba, pensaron inclusive regalar a Max, pero ahí yo intervine y me hice cargo desde ese día del gran Max (inclusive limpiar sus necesidades y comprarle la comida y las medicinas.

    Lo sacaba varias veces al día y lo acostumbré a ensuciarse en una bolsa plástica para que yo recoja sus heces sin morirme del asco.

    Max no soportó el sufrimiento de perder a quienes mas amaba y enfermó, era una verdadera lástima ver al imponente animal tirado en el piso sin comer y gimiendo.

    Otra vez la historia de llegar del trabajo (yo trabajo hasta las 12 de la noche) y encontrar al perro mal, esta vez lo tuve que bajar arrastrándolo desde el tercer piso, pensé que se iba a morir en la casa, pero Max nuevamente nos sorprendió, lo llevé a mi cuarto. A Gino casi le da ataque al ver que Max iba a convivir con nosotros, su cuarto era algo así como un territorio donde solo yo tenía derecho de estar y nadie podía tocar nada, ya había tenido que despedir a una empleada, inclusive prefería limpiarlo el mismo antes que alguien le desordenara su habitación.

    Luego de muchos intentos de regresar a Max a su casa cuando mejoró, le decoré su casa, compré muebles tomar sol junto con el, por votación unánime (los vecinos llamaban a la policía por su aullidos y sus ladridos) Max se mudó definitivamente a mi cuarto.

    Las primeras semanas soporté pero el perro era inmenso y yo llegaba a las 12 de la noche para dormir y levantarme temprano y Max no me dejaba hacerlo.

    Pasó a dormir al cuarto de Gino, el resto del día si paseaba por nuestros cuartos pero definitivamente prefería mi cama, no la suya (algo que a mi me volvía loca) casi muere mi pobre hijo cuando colocamos la camita de Max en su cuarto, Max le quitaba los juguetes (cosa que me parecía justa porque Gino le quitaba los suyos), la consigna sería compartir, nadie es totalmente dueño de nada.

    Al final llegamos a la decisión mas Salomónica, el vestidor sería de Max en las noches, en las mañanas todo de todos.

    Era precioso llegar al medio día y hacer los tres siesta hasta que me iba a trabajar y los dejaba a los dos abrazados viendo televisión. Ya no me iba con la angustia de dejar a Gino ahora se quedaba acompañado.

    NUEVAMENTE LOS TRES JUNTOS

    La estadía de Max en mi habitación nos ayudó mucho a compartir muchas cosas con Gino (se había acostumbrado a no compartirme con nadie)

    Sobre Max tuve que re entrenarlo para comportarse dócilmente y no fieramente como había estado acostumbrado, hasta su mirada dura cambió, se volvió un perro faldero tamaño familiar. El engreimiento y el vivir con nosotros hizo salir un Max que no conocía, se dejaba hacer de todo por los chicos .

    Gino tuvo que hacerse cargo del perro, darle de comer, sacarlo a pasear, yo lo sacaba a las 12 de la noche y lo hacía correr, cuando le soltaba la cadena recobrara toda su fiereza por lo que nunca soltaba la cadena.

    Max y Gino se convirtieron mas que compañeros, cuando yo me enojaba con alguno de ellos el otro se sentaba junto y ambos me miraban, hasta que yo terminaba por sonreír.

    Cuando Max ladraba Gino se irritaba y le hacía cariño para que se tranquilizara, todas las mañanas Gino salía al parque a que Max paseara, Gino iba dando gritos, la verdad es que nunca supe quien paseaba a quien.

     

    VIVIENDO FELIZ

    Pasaron años viviendo tranquilos con Max, a veces se enfermaba, inclusive por correr en la playa con nosotros había tenido un derrame y había perdido la visión de un ojo, pero seguía siendo un animal excepcionalmente fuerte y hermoso

    Todos los amigos de Gino que trabajaban con el como instructores de actividad física o los alumnos y sus hermanos iban a casa para estar con Max, íbamos a pasear o jugaban en casa.

    Max me ayudó con pequeñitos autistas que le temían a los perros y otros que tenían demasiado confianza y le querían meter los dedos a los ojos o pegarle. La figura de Max era tan imponente que a todos les enseñábamos que a Max con mucho cuidado, que a los perros no se les debe acercar la cara al hocico, ni jalarles la cola, porque si no son conocidos pueden ocasionar una desgracia.

    Con otros que tenían problemas motores, el llevar la correa y sentir la fuerza de Max y tener que dominar el movimiento de su mano para mantenerla sujeta. Con los mas inquietos era Max quien daba la calma, los chicos corrían y jalaban la correa pero Max no avanzaba si yo no daba la orden así lo jalaran.

     

    Max no era un animal tranquilo, había veces en que pasaba un perro o una moto y ladraba, los chicos aprendieron a dominar a Max en esos momentos y a perder el miedo a sus ladridos que sonaban como truenos.

    El pobre Max aprendió con el tiempo a lamer en seco sin baba, no se como hacía pero los sensibles autistas estaban fascinados en especial Gino.

    El último año fue difícil para Max, no controlaba sus esfínteres y Gino se volvía loco por tener que limpiar lo que ensuciaba (la vaca se olvida cuando fue ternera, así lo hacia Gino conmigo de chiquito), Gino tuvo que hacerse cargo de todo para que cuando yo llegara estuviera todo en orden

    Pero solo ese era el problema del perro, por lo demás seguía corriendo, super fuerte y pasando sus crisis se reponía y volvía a ser el mismo.

    Lo llevé al veterinario le dio antibióticos y mejoró por unos días.

    Mas un día me di cuenta que no podía orinar y me asusté. El perro estaba adolorido, pero fuimos al parque , jugamos y estuvimos juntos hasta que me preocupé.

    Esa mañana estaba sin orinar toda la noche, tomé el primer taxi rogando por que mi perro saliera de esto sin problemas y lo llevé al veterinario, en el carro el perro estaba animado, ladraba y se movía feliz por estar conmigo y con Gino de paseo otra vez.

    Cuando llegamos al veterinario le tomamos radiografía y le dije que lo bañaran que yo regresaban le hice cariño y me fui.

    Al poco rato el veterinario me dijo que las cosas estaban mal que Max tenía miles de piedras en los riñones y que no creía que se salve, volé al veterinario ya sin Gino.

    Me dijo que tomara la decisión, le dije que el le había salvado la vida tantas veces que el perro iba a resistir.

    Me dijo que tenía que quitarle la comida de perros pues dejaba residuos en los riñones a algunos perros adultos y que tendría que comprar una comida carísima, quitarle la uretra y reconstruirla que orinaría por una bolsa, y le dije que ya, que no importaba, que Max había luchado siempre por sobrevivir y que yo le debía el esfuerzo y cualquier gasto, me dijo que iba a ser lo posible.

    Me fui a trabajar con la seguridad que Max saldría de esta y que como las veces anteriores iba a ser un gran susto.

    A las tres horas me llamó el veterinario muy afligido (le había salvado la vida a Max tantas veces desde el mes de nacido hasta ahora que tenía 13 años), había encontrado tantas piedras que no podía sacarlas y me dijo que aprovechando la anestesia de la operación de iba a inyectar algo para dormirlo para siempre. Que debía tomar la decisión

    DESPEDIDA A UN GRAN AMIGO

    Fue la decisión mas horrible que he tomado en mi vida, por primera vez en una vida llena de decisiones valientes e inflexibles, yo sola ante el autismo de mi hijo, saliendo adelante, dejando profesión, amores y amigos, siempre fuerte y demostrando que podía con mi fe en Dios resolver todos los problemas de mi vida y de los demás, siendo responsable de toda una comunidad de familias con jóvenes especiales, no pude enfrentar esto, quise tener un compañero en mi vida, un hombre machista que me diga que tenía que obedecer y callar.

    Cuando vi a Max en la sala de operaciones dormido con tubos, tan hermoso y fuerte pensé que era una pesadilla, que la vida no puede ser tan injusta, quería regresar a casa, mi perro lo llevé caminando y le dije que iba a regresar y ahora debía decidir que no lo despierten, el que había luchado por sobrevivir siempre ahora estaba en mis manos y tuve que fallarle, que dejarlo morir, ni siquiera me pude despedir de el.

    No sabía que le iba a decir a Gino cuando regrese, ni a mi sobrino al que no había podido localizar, hasta ahora que escribo lloro por mi cachorro precioso, por aquel compañero que cuando todo estaba en mi contra se echaba junto a mi y colocaba su cabeza o con su inmensa lengua lamía mis lagrimas porque no me podía ver llorar.

    Han tenido que pasar muchos meses para que yo pueda escribir esta historia, hasta ahora me parece que voy a abrir la puerta del cuarto y ese imponente animal va a mirarme con sus ojos llenos de amor, extraño esos paseos y toda su compañía, en el fondo de mi corazón siento que le fallé y no me gustaría que volviera a pasar con nadie que dependa de mi.

    Y Gino? El es mas fuerte que yo, pasó la pagina y siguió viviendo un poco triste pero muy valiente como Max nos había enseñado, eso si no quiere tener ningún perro. Pero fue muy importante para su vida aprender que aunque las cosas y las personas no estén en el momento que las deseamos no debemos de dejar escapar nuestra felicidad y que el fallecimiento de alguien que significa mucho en tu vida es un motivo para agradecer a Dios la oportunidad que su amor nos haya tocado.

    Luego de un mes del fallecimiento de Max en casa nacieron los cachorritos de los beagles de mis sobrinos, Gino no les mostró interés alguno, ya no tiene nervios pero ya no quiere querer tanto a un animalito, bueno a mi me ayudó mucho pero no son míos.

    La vida continúa y cada amanecer nos da la oportunidad de descubrir una nueva forma de amar, el autismo a veces protege de muchos sufrimientos como lo hizo con Gino, pero doy gracias a Dios por acercar 13 años de mi vida a ese animalito que solo me dio amor y alegría y le enseñó a mi hijo el significado de la responsabilidad, de la camaradería y de compartir su vida con amor, es mucho mas de los que algunas personas aportan en nuestras vidas.

    Gracias por compartir esta linda historia de amor.

     

     

    ANA LUISA MOLINA