El segundo proceso descrito por Moscovici (En Jodelet, 1993) es el de Anclaje, donde se desarrolla el componente pragmático de la representación, aquí el significado y la utilidad serán las bases a partir de las cuales se llevará a la praxis la representación. En el anclaje, se van a articular las tres funciones básicas de la representación (Jodelet, 1993): "La función cognitiva de integración de la novedad, función de la interpretación de la realidad y función de orientación de las conductas y las relaciones sociales" (P. 486).
Hay varias modalidades (proteiforme) en que se presenta el anclaje. La primera de ella es el anclaje como asignación de sentido, donde la representación se inserta en la vida de un grupo particular y dota de ciertos rasgos al fenómeno representativo.
El segundo es el anclaje como instrumentalización del saber, en este proceso el núcleo figurativo (estructura gráfica) se constituye como marco interpretativo, de evaluación y clasificación de los individuos y los grupos. El tercero, denominado anclaje y objetivización, hace referencia a la interacción entre los dos procesos, alrededor del núcleo figurativo. Los sujetos desarrollan interpretaciones y conductas diferentes dependiendo de la finalidad que se persiga; se generan de esta forma elaboraciones hipotéticas que buscan explicar el funcionamiento del pensamiento. Esta modalidad nos presenta una función básica de la representación como es el de la integración cognitiva de la novedad, donde las representaciones tendrían el papel de sistemas generadores.
La última modalidad de presentación del anclaje es la de anclaje como sistema de enraizamiento en el sistema de pensamiento, que alude a que las representaciones novedosas siempre se inscriben en representaciones preexistentes que las dotan de un carácter tanto innovador como rígido en el mismo sistema. Moscovici denomina esta característica "polifasia cognitiva" (En Jodelet, 1993.P. 490). La representación social al insertarse en un sistema de conocimientos preestablecidos, tiene el poder de modificarlos y cambiar la cosmovisión y marco interpretativo de los sujetos. Además las representaciones sociales novedosas se hacen familiares en virtud de su clasificación o alineamiento con las ya existentes.
Otras características de las representaciones sociales es contar con una organización y jerarquización de la información. Abric y Guimelli (En Aguirre, 2003) proponen que toda representación social posee un núcleo central y un sistema periférico. Aguirre (2003) define el núcleo central como " un sistema estable y coherente de creencias, actitudes y valores, en el que se manifiesta el consenso históricamente determinado" (P.7) y el sistema periférico que puede ser entendido como esquemas de pensamiento social que tienen la finalidad de interpretar las diferentes situaciones sociales de interacción e indican normas y prescripciones en la acción y el pensamiento. El núcleo periférico es el mediador entre lo real y el sistema central. Dada su flexibilidad y tolerancia a las contradicciones permite que la representación se adapte a las particularidades individuales y a las heterogeneidades del grupo.
Una de las características y funciones de la representación social es la de modular e influenciar las acciones de los individuos. Las prácticas de crianza como acciones concretas que permite la socialización de los individuos se someten al impacto que tiene una representación social determinada en un grupo social específico.
Las interacciones entre padres e hijos son relaciones complejas, parte de estas interacciones están enmarcadas en situaciones que exigen el uso de autoridad, la corrección de conductas incorrectas del niño o de supresión de comportamientos peligrosos. Dentro de este tópico uno de los elementos más importantes a analizar es el uso de castigo como forma de disciplina que despliegan los padres ante sus hijos.
Es dentro de la familia, como núcleo primario de las interacciónes padre-hijo, que ocurre lo que Musitú, Román y Gracia (1988)[4] denominan el ejercicio del control parental, que se ha definido como el grado en que los padres tratan de influir en la conducta del niño, este control puede o no ejercerse por medio del poder parental.
Según Echeverri (1998) "La familia es el principal agente trasmisor de las normas, de los valores y de las identidades individuales y sociales; es el ámbito fundamental para la consolidación de afectos (…)" (P. 51). De esta manera, la familia como grupo institucionalizado (Por su importancia social) posee una dinámica encaminada a suplir las necesidades no sólo físicas de las nuevas generaciones, sino también aquellas que tienen que ver con su subsistencia en una sociedad, con el comportamiento de acuerdo a reglas y con el entrenamiento en habilidades sociales, de supervivencia, etc.
Las funciones esenciales de la familia se pueden resumir así (Acosta, citado en Aguirre y Duran, 2000)[5]: provisión de medio de subsistencia, de apoyo emocional, espacios de desarrollo personal y de exploración en primera persona del mundo, creación de ambientes seguros, provisión de modelos, entrenamiento y comprensión de las normas sociales y patrones culturales, trasmisión de conocimientos e información, arbitramiento y asesoramiento en la toma de decisiones. Esto refleja que la familia no es sólo la proveedora de medios de subsistencia; sino que proporciona a los individuos elementos más importantes como los son la trasmisión de reglas sociales, morales, la identificación y el apoyo emocional para un efectivo desempeño emocional cognitivo y social.
Las familias desarrollan por medio de acciones explícitas e implícitas la socialización de los hijos y niños pequeños, para lograr la incorporación de estos a la sociedad: las dinámicas propias de cada familia determinan en gran medida las creencias, hábitos, explicaciones, posiciones frente a la realidad que adoptan los niños.
Las familias están expuestas a las influencias de la sociedad de los niños en la que se desarrollan, la forma en la que orienta la socialización de los niños está claramente determinada por las exigencias e ideales del medio específico; así como por los cambios que acontecen en la sociedad (Aguirre en Aguirre y Durán, 2000). Además, se debe considerar que las familias no son instituciones sociales aisladas; sino que se insertan en redes sociales más amplias como otras familias, los vecindarios, las escuelas, las localidades; etc., que finalmente se insertan en la cultura y la sociedad.
Las prácticas de crianza determinan la forma en las que las generaciones más jóvenes se socializan en un contexto cultural dado, es decir que las actividades que efectivamente se realizan los adultos en su vida diaria son para que los niños las incorporen al ambiente y lo modifiquen, determinando el curso del proceso por el medio del cual el niño desarrollará los implementos y competencias antes descritos.
Las prácticas de crianza se deben diferenciar de las pautas y de las creencias. Las pautas (Celam, Selac, Unicef, 1994[6]son lo que los padres piensan que es correcto hacer respecto a la crianza de sus hijos, las creencias, por su parte, son las explicaciones o justificaciones de las pautas y de las prácticas, es decir el marco más amplio en el que se insertan estas acciones o ideas. Estos tres elementos se conjugan en el proceso real de crianza de los niños y hacen parte de un todo.
Las prácticas son acciones que se expresan siguiendo modos culturalmente moldeados y aceptados que los padres o cuidadores mantienen aún por fuera de la cultura de origen, estas prácticas se expresan públicamente o de manera privada en las familias. Como las prácticas de crianza son esencialmente culturales, la cultura difunde y moldea las prácticas de los padres, por medio de su legitimación o su desecho.
Las prácticas están relacionadas con los ideales de crianza que están determinadas por las concepciones de infancia y de niño (El niño como adulto en miniatura, el niño como ser carente de intelecto y de conciencia y el niño como individuo en plenos derechos). Además de las prácticas se modifican en virtud del ambiente y las exigencias específicas del medio, ya sean condiciones de pobreza, violencia, inseguridad o inmigración.
Autor:
J.J. Corredor B.
Ángela Gómez Fonseca
[1] Aguirre, E (2003). Representaciones sociales y Análisis del Comportamiento Social. Texto en preparación. Departamento de Psicología. Universidad Nacional de Colombia.
[2] Jodelet, D. La representación social: Fenómenos, concepto y teoría. En Moscovici, S. (1993). Psicología Social. Tomo II. Barcelona: Paidós.
[3] Banchs. M. (2000). Aproximaciones Procesuales y Estructurales al estudio de las Representaciones Sociales. Papers On Social Representations. Vol. 9. 1-3. 15.
[4] Musitú, G. Román, J. y Garcia, E. (1988). Familia y Educación. Prácticas educativas de los padres y socialización de los niños. Barcelona: Labor.
[5] Aguirre, E. Durán, E. (2000). Socialización: prácticas de crianza y cuidado de la salud. Bogotá: Centro de estudios sociales. Universidad Nacional de Colombia.
[6] Celam, Selac, Unicef (1994). Estudios de práctica de crianza. Bogotá: Kimpres Ltda.
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