Iglesia, Sindicatos y Trabajadores Católicos en la Semana Trágica (Buenos Aires)
Enviado por Javier Alejandro Gullo
- Iglesia, Sindicatos y Trabajadores Católicos en la Semana Trágica (Buenos Aires)
- Bienaventurados los pobres, los que sufren, pues de ellos es el reino de los cielos
- La semana trágica y los obreros católicos
- Abordaje de conclusiones preliminares
La relación entre Teoría y Práctica represiva de la Iglesia y los Sindicatos Católicos en el marco de la Semana Trágica de Enero de 1919
"Cualquier ciudadano que pase por la ciudad de Buenos Aires creerá que se encuentra en un país donde la agitación popular ha suprimido todo control y poder"
(Palabras del diputado Agote en el Congreso, el día en que los talleres Vasena fueron ocupados por sus obreros)
Cuando la Primera Guerra Mundial finalizó, en 1918, la Rusia Zarista había dejado de existir. En su lugar se había erigido el primer Estado Socialista perdurable. Poco tiempo después, en Alemania las esquirlas de la guerra preparaban el terreno para que la acción de los trabajadores bajo el liderazgo de la Liga Espartaquista colocara las tierras de Hegel y de Marx al borde de una nueva revolución proletaria triunfante. La Italia de posguerra desarrollaría un proceso revolucionario semejante. Sin embargo, emparentar automáticamente los conceptos Guerra y Revolución parecería un tanto arriesgado. En todo caso, la guerra -una guerra de las magnitudes de la primera gran guerra del siglo XX- funcionó como catalizador de una serie de contradicciones económicas y sociales existentes previamente al conflicto bélico. En los tres países europeos mencionados se habían conformado organizaciones obreras de tendencias revolucionarias, para ser más precisos, partidos políticos que seguían los lineamientos de la Primera Internacional socialista. Su tendencia internacionalista y revolucionaria se había destacado ya en los inicios de la guerra mundial, cuando el partido socialista italiano se negó a votar en el parlamento los créditos de guerra, mientras que los miembros de la Liga Espartaquista -desprendimiento del partido socialdemócrata, por ese entonces ya imbuido en la estrategia reformista de la segunda internacional- hacían lo propio condenando la guerra interimperialista. En Rusia la revolución truncada de 1905 había establecido ya un antecedente de lo que sería luego el triunfo bolchevique de octubre de 1917. La crisis de hegemonía desatada por los condicionamientos de la guerra, estableció la condición de posibilidad para que los partidos obreros revolucionarios se presentaran como una alternativa de poder real.
Sin embargo lo dicho, la única revolución triunfante -en el período tratado- fue la rusa. En el caso alemán la acción represiva del estado, conjugada con los titubeos y, en ciertos aspectos, contrarrevolucionarios movimientos de piezas del partido socialdemócrata apagó el incendio desatado. En Italia, la burguesía encontró en el rápido ascenso del partido fascista, y su violencia hacía la clase trabajadora –muy movilizada por entonces- y el socialismo, la respuesta para suprimir la amenaza revolucionaria. La Iglesia, El Vaticano, sellaría en Letrán, la alianza con el fascismo en pos de establecer un nuevo orden que alejara el fantasma socialista. Reconocemos pues que ante las contradicciones inherentes a la "ampliación democrática" y el proceso de consolidación de las relaciones sociales de producción capitalistas -o lo que en suma es lo mismo: La aparición material y política, y la práctica consciente y colectiva de la clase trabajadora-, la burguesía elaboró una serie de tácticas para suprimir el conflicto que giraron en torno a la permeabilidad política frente a aquellos actores que no presentaban amenazas -como ocurriera con "los respetables" partidos socialistas reformistas- y la aplicación de la violencia contra aquellos elementos "incontrolables"; Tácticas no solo llevadas a la práctica en Europa sino también, y por supuesto, en América y la Argentina. Asimismo el apoyo a la creación de sindicatos que bogaban por la alianza de clases y elementos rompehuelgas, configuraron otra vía, alternativa, a la aplicación de la violencia del Estado, que intentaba de este modo evitar la confrontación directa entre el Estado y los trabajadores y generar un consenso aparencial. Así, en la medida en que el desarrollo de las fuerzas productivas, producto de la competencia capitalista, profundizaba la división social del trabajo, provocaba el ensanchamiento de la clase obrera y el empeoramiento de sus condiciones de existencia, el surgimiento de organizaciones obreras y la modificación del carácter de las mismas se presentó como una consecuencia ante esta nueva realidad material. La contradicción entre capital y trabajo, la lucha de clases, inició otra etapa en la que el reconocimiento consciente de los sujetos colectivos en cuestión derivó en enfrentamientos constantes.
De tal modo, por ejemplo en los Estados Unidos, luego de la crisis de 1890, se inició una nueva fase de crecimiento económico veloz, caracterizado por la fusión empresarial, y un rápido ascenso al sistema de gran industria que echó por la borda las pretensiones de los pequeños productores y su organización sindical, la "Order of knights of labor", originando nuevas asociaciones de carácter revolucionario, tal como fuera, la I.W.W frente a la cual, la burguesía aplicó varias de las medidas represivas ya mencionadas y tendió lazos hacía la conciliadora A.F.L.
Como dijéramos, aunque sin pretensiones de realizar generalizaciones impertinentes, el proceso de consolidación de un capitalismo maduro en la Argentina trajo aparejados conflictos semejantes, y por ende un accionar similar de la estrategia de dominación burguesa. En la medida en que las fuerzas productivas se desarrollaron desde fines del siglo XIX, y se arribó lentamente hacía la mecanización de las industrias, los pequeños talleres, al igual que en los Estados Unidos, ya no tuvieron oportunidad de competir en el mercado capitalista. Las posibilidades para un obrero de convertirse en un pequeño patrón fueron cada vez más improbables, se avanzó pues hacía la subsunción real del trabajador al capital. La división del trabajo profundizó los conflictos de clase y consolidó el surgimiento de organizaciones cooperativas de la clase obrera. El nacimiento de la F.O.R.A, su desdoblamiento entre anarquistas y sindicalistas, son un ejemplo de ello. La acción de la clase obrera, evidente ya desde el mil novecientos, movió los anquilosados mecanismos políticos "oligárquicos". La reforma de 1912, evidencia, una vez más, la consecuencia política de las contradicciones establecidas por la consolidación del capitalismo argentino. Fue pues, un intento de incorporación al juego político de aquellos sectores relegados del poder, así el triunfo del Radicalismo, y la participación en el legislativo del partido socialista, se presentan como una recarga social del estado, un intento de establecer un nuevo consenso frente a la amenaza obrera que sin embargo no modificaría en absoluto los rumbos económicos del país. Amenaza que de igual modo sería tratada, "cuando la situación lo ameritara", con la herramienta distintiva del Estado: La violencia.
Sin embargo en la Argentina también existieron otros instrumentos de control, dominación y represión, que han sido poco estudiados por la historiografía. El cometido de este trabajo es analizar uno de esos instrumentos en un marco de directo enfrentamiento de clases: Las organizaciones de trabajadores católicos y el papel de la iglesia en el proceso de la semana trágica.♠
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