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La Didakhé de los primeros cristianos

Enviado por Agustin Fabra


    PREFACIO

    El manuscrito de la Didakhé o Doctrina del Señor a las naciones por medio de los Doce Apóstoles (según el Códice de Jerusalén) es el escrito cristiano no canónico más antiguo del que se tiene conocimiento.

    Fue redescubierto en 1875 por el arzobispo griego Filoteo Bryennios en Constantinopla, Turquía.

    Aún cuando el autor de la obra es desconocido, se considera a la Didakhé como una perla preciosa de la primitiva literatura cristiana, anterior incluso a alguno de los libros canónicos.

    La presente obra es copia de la traducción original del escrito griego de la Didakhé al español, hecha por el sacerdote español D. Ruiz Bueno en 1965. Las anotaciones al final del texto están hechas por el sacerdote Luis Mariotti, de la Comunidad San Pablo en Guatemala, en 1991.

    West Palm Beach, Fl. Septiembre del 2009

    Presentacion

    El texto y el autor

    La Doctrina del Señor a las naciones por medio de los Doce Apóstoles, conocida como La Doctrina de los Doce Apóstoles y corrientemente llamada por su nombre griego Didakhé, es el más antiguo escrito cristiano no canónico, anterior incluso a algunos libros del Nuevo Testamento, y está considerado como una perla preciosa de la primitiva literatura cristiana y el hallazgo más valioso que en este terreno se ha realizado en los tiempo novísimos.

    Los testimonios antiguos que hablan de esta obra son muy numerosos (1) y dada su importancia algunos autores la consideraron divinamente inspirada, como cualquiera de los libros de la Escritura.

    Durante varios siglos el manuscrito de la Didakhé había desaparecido hasta que en 1875 el arzobispo griego Filoteo Bryennios lo descubre y lo edita en Costantinopla, Turquía, ocho años después con el título Doctrina de los Doce Apóstoles y después se le llamó Didakhé ya que esta palabra en griego significa doctrina.

    No se conoce al autor de la obra aunque se supone que es un judío-cristiano de Siria o de Palestina, profundamente lleno del espíritu nuevo del Evangelio. El autor toma su enseñanza a la vez del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, si bien se guía generalmente por alusiones o por reminiscencias más que por citas literales. Escribe en un tono sorprendente de aseveración, sin reservas, restricciones o vacilaciones en lo que afirma o manda.

    La lengua de la Didakhé es de una sencillez y evidencia inmediata. El estilo es típicamente catequético, aquel en que se enseñó primero la doctrina cristiana y se proclamó la Palabra Divina. Ningún artificio retórico o ficción literaria. Cada palabra lleva algo del alma cristiana, profunda y grave, pero a la vez ferviente y elevada, del anónimo autor que la redactó en el año 70 d.c.

    La división

    La enseñanza de este libro es muy elemental y accesible a todos. Se trata de una enseñanza de iniciación a la vida cristiana para catecúmenos convertidos al Señor.

    Podemos distinguir cuatro partes fundamentales:

    I. La doctrina de los dos caminos: el de la vida y el de la muerte (capítulos del 1 al 5).

    Es una instrucción de carácter práctico y moral, previa al bautismo. El camino de la vida es esencialmente el camino del amor a Dios y al prójimo. El camino de la muerte es el del pecado y de los vicios paganos.

    II. Un esbozo de la celebración de la Eucaristía y del bautismo, con un capítulo intercalado sobre el ayuno y la oración (capítulos del 7 al 10). Esta segunda parte tienen el incomparable interés de introducirnos en la vida íntima de una comunidad cristiana salida recientemente de manos de los apóstoles.

    III. La vida comunitaria (capítulos del 11 al 15). Se habla de las relaciones de la comunidad con los apóstoles, los profetas y los maestros, con avisos y cautelas para distinguir a los verdaderos de los falsos, acerca de cómo proveer su sustento, de cómo celebrar el día del Señor y sobre la elección de obispos y diáconos.

    IV. La venida del Señor: La venida gloriosa del Señor o Parusía (capítulo 16) que comporta la resurrección de los muertos. El cristiano debe vigilar y prepararse espiritualmente.

    Los ministerios eclesiales

    La Didakhé nos presenta algunos aspectos importantes acerca de los ministerios eclesiales y de la ordenación jerárquica de la comunidad. Los apóstoles, los profetas y los maestros, carismáticamente inspirados y movidos por el Espíritu Santo, ocupan un lugar importante en la obra de evangelización y edificación de la Iglesia.

    1.- Los apóstoles: No son ya los Doce, sino los que habían convivido con Jesús y los suyos desde el bautismo de Juan hasta la Ascensión y podían dar testimonio en cualquier lugar de su resurrección (Hechos 1:21). Reciben este nombre Pablo y Bartolomé (Hechos 14:4-13 y Corintios 9:1 y siguientes), Andrónico y Junias (Romanos 16:7). Son evangelizadores ambulantes con la misión de poner los cimientos mismos de la vida cristiana. La comunidad tiene que recibirles como al Señor mismo, según el mandato evangélico (Mateo 15:7). Ellos han de ser absolutamente desinteresados; si piden dinero o buscan favores personales, son falsos apóstoles.

    2.- Los profetas: Hablan en el Espíritu y mantienen vivo en la comunidad el fuego del primer entusiasmo de Pentecostés. A ellos les incumbe la instrucción, la exhortación, el consuelo de los hermanos. Son ministros de la Palabra bajo una peculiar iluminación, impulso y calor del Espíritu Santo.

    Los profetas son objeto de una especial veneración. Atentar contra su autoridad cuando hablan en Espíritu es un pecado irremisible, como si se cometiera contra el Espíritu Santo, cuyo instrumento es el profeta. Sin embargo es preciso distinguir entre el verdadero profeta y el falso profeta (1 Juan 4:1). El verdadero profeta tiene las costumbres del Señor: es manso, tranquilo, humilde, apartado de la maldad y de los deseos mundanos. No habla cuando quiere, sino cuando el Espíritu del Señor le inspira y del modo que Dios mismo quiere. En cambio el falso profeta es altanero, amigo de los primeros puestos, desvergonzado y charlatán, apegado a sus ideas y al dinero.

    3.- Los maestros: Bajo la acción del Espíritu enseñan e ilustran en la comunidad la doctrina revelada. Presentan y explican los contenidos morales y doctrinales de la fe cristiana, basándose en los datos de la Escritura (Hechos 13:1 y 1 Corintios 12:24). Ellos, como el trabajador, también merecen su sustento.

    Independientemente de esos tres cargos, siempre ha de haber hombres que den gracias cuantas quieran (capítulo 10, #7), que hablen y que oren en espíritu. Para ello es necesaria una ordenación jerárquica que regule, modere y encauce las efusiones carismáticas.

    a.- Obispos: Son los vigilantes, ministros estables en la comunidad, constituidos mediante la imposición de manos y destinados por la misión del Espíritu Santo a guardar el depósito divino de la Palabra y a pastorear la Iglesia de Dios. Ellos también sirven en el ministerio de los profetas y maestros (capítulo 15).

    La Didakhé no menciona a los presbíteros. En realidad antiguamente obispo y presbítero se identificaban (Hechos 20:16-18). El obispo era un presbítero con una especial misión de vigilancia y presidencia en la comunidad.

    b.- Diáconos: Son los colaboradores inmediatos de los obispos en la predicación, la celebración de los sacramentos y las obras de misericordia.

    La enseñanza fundamental

    En la Didakhé encontramos las afirmaciones fundamentales de nuestra fe. Las exhortaciones morales suponen un contenido teológico muy claro, aunque no expresado de manera sistemática.

    1.- Dios Trinidad: El Bautismo se administra en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Dios es Padre, nuestro Hacedor, el Dueño soberano. El primer deber del hombre es amarle y servirle con todo el corazón. Jesús es el Señor, el Maestro, el Siervo de Dios, el Camino al Padre, el Juez universal. El Espíritu Santo inspira y actúa en los profetas. El pecado contra el Espíritu no tiene remisión.

    2.- La Iglesia: Es la universal congregación de los santos, que se reúne para el culto divino y la caridad fraterna. En ella todos somos hermanos y participamos de los mismos bienes espirituales. La Didakhé insiste mucho en la unidad y unicidad de la Iglesia. Además, no es una comunidad amorfa, sino organizada con ministerios carismáticos y ministerios estables de tipo sacramental.

    3.- La vida cristiana: Comienza con el bautismo, administrado por inmersión o infusión, en el nombre de Dios Trinidad. Se alimenta con la oración sostenida por el ayuno y con la Eucaristía o Fracción del Pan, que se celebra el Día del Señor (domingo). Para el Didakhé la Eucaristía no es una comida cualquiera; es un sacrificio (Thusía), prefigurada ya en Malaquías (1:11). Es una comida y bebida espiritual, fuente de vida eterna. De ella pueden participar sólo los bautizados en el nombre del Señor, reconciliados con Dios y sus hermanos.

    La Didakhé alude probablemente a otros dos sacramentos. Habla del óleo de la unción (capítulo 10, #8). No está claro si se trata de la unción de la Confirmación o la Unción de los enfermos de la que habla Santiago (5:14-15). Además por dos veces alude a confesión de los pecados: en relación con la oración, para que sea digna y agradable a Dios (capítulo 4, #14), y en relación con la celebración eucarística, a fin de que vuestro sacrificio sea limpio (capítulo 14, #4).

    ¿Se trata de una acción sacramental?. Es difícil determinarlos ya que la Didakhé no es un tratado de teología sistemática, sino una obra catequética.

    4.- La vida nueva: El cristiano que ha renacido mediante la fe y el Bautismo vive una vida totalmente nueva. Ha abandonado el camino del pecado y del vicio, que conduce a la muerte, y recorre el camino de la santidad, que conduce a la vida. En tal camino de santidad el cristiano no puede prescindir de la comunidad: buscarás todos los días los rostros de los santos, a fin de recrearte con sus palabras (capítulo 4, #2). El testimonio de amor y de unión en la comunidad primitiva tiene una fuerza atractiva especial. La comunidad entera evangeliza (Hechos 3:11 y siguientes).

    5.- La esperanza cristiana: La fe y el amor que caracterizan a la nueva vida del cristiano, son acompañados por la esperanza. El cristiano sabe que la figura de este mundo pasa y que el Señor vendrá con gloria para dar la recompensa a sus fieles. El invoca su venida en la celebración eucarística y se prepara con la conversión y la vigilancia, porque no sabéis la hora en que ha de venir vuestro Señor (capítulo 16, #1).

    Conclusión

    A continuación transcribimos el texto completo de la Didakhé y observaremos que estas páginas nos ponen en comunión con nuestros hermanos de la primera generación cristiana. Es maravilloso experimentar nuestra fe de cristianos del siglo XXI enlazada sin ruptura de continuidad con la fe de esos desconocidos hermanos nuestros del siglo I, que en Siria o Palestina pudieron aún haber oído a los Apóstoles y verles partir el pan, dando gracias con las palabras y gestos de Jesús en la Ultima Cena y haciendo realidad perenne el mandato del Maestro cuando dijo: Haced esto en memoria mía.

    LOS DOS CAMINOS

    CAPITULO UNO

    1. Dos caminos hay, uno de la vida y otro de la muerte; pero grande es la diferencia que hay entre estos dos caminos. (2)

    El camino de la vida

    2. Ahora bien, el camino de la vida es éste: En primer lugar, amarás a Dios que te ha creado; y en segundo lugar, a tu prójimo como a ti mismo (3). Y todo aquello que no quieras que se haga contigo, no lo hagas tú tampoco a otro (4).

    La perfección evangélica

    3. Mas la doctrina de estas palabras es como sigue:

    Bendecid a los que os maldicen y orad por vuestros enemigos, y aún ayunad por los que os persiguen. ¿Pues qué gracia tiene que améis a los que os aman? ¿No hacen también eso mismo los gentiles? Mas vosotros amad a los que os aborrecen y no tendréis enemigos (5).

    4. Abstente de los deseos carnales y corporales.

    Si uno te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la izquierda y serás perfecto. Si uno te fuerza a ir con él por el espacio de una milla, acompáñale dos. Si alguien te quitare el manto, dale también la túnica. Si alguien te quita lo tuyo, no lo reclames, pues tampoco puedes.

    La limosna

    5. A todo el que te pida, dale y no se lo reclames, pues el Padre quiere que a todos se dé de sus propios dones.

    Bienaventurado el que da conforme al mandamiento, pues es inocente. Mas ¡ay del que recibe!, porque si recibe por necesidad, será inocente; mas el que recibió sin necesidad, tendrá que dar cuenta del por qué y para qué recibió. Será puesto en prisión y no saldrá de allí hasta pagar el último ochavo.

    6. Y aún sobre esto fue dicho: Que tu limosna sude en tus manos, hasta que sepas a quién das (6).

    CAPITULO DOS

    El segundo mandamiento

    1. El segundo mandamiento de la Doctrina es éste:

    2. No matarás. No cometerás adulterio. No corromperás a los niños. No fornicarás. No robarás. No te dedicarás a la magia ni a la hechicería. No matarás al hijo en el seno de su madre, ni quitarás la vida al recién nacido. No codiciarás los bienes de tu prójimo.

    3. No perjurarás. No levantarás falsos testimonios. No calumniarás ni guardarás rencor a nadie.

    4. No serás doble ni de pensamiento ni de lengua, pues la doblez es un lazo de muerte.

    5. Tu palabra no será mentirosa ni vacía, sino cumplida por la obra.

    6. No serás avariento, ni ladrón, ni fingido, ni mal intencionado, ni soberbio. No tomarás mal consejo contra tu prójimo.

    7. No aborrecerás a ningún hombre, sino que a unos les corregirás, a otros los compadecerás; por unos rogarás y a otros amarás más que a tu propia alma (7).

    CAPITULO TRES

    Apártate del mal

    1. Hijo mío, huye de todo mal y de cuanto se asemeja al mal.

    2. No seas iracundo, porque la ira conduce al asesinato. No seas envidioso, ni disputador, ni acalorado, pues de todas esas cosas se engendran muertes.

    3. Hijo mío, no te dejes llevar de tu deseo, pues el deseo conduce a la fornicación. No hables deshonestamente ni andes con ojos desenvueltos, pues de todas estas cosas se engendran adulterios.

    4. Hijo mío, no te hagas adivino, pues eso conduce a la idolatría; ni encantador, ni astrólogo, ni purificador, ni quieras ver ni oir estas cosas, pues de todo ello se engendra la idolatría (8).

    5. Hijo mío no seas mentiroso, pues la mentira conduce al robo. No seas avaro ni vanaglorioso, pues de todas estas cosas se engendran robos.

    6. Hijo mío, no seas murmurador, pues la murmuración conduce a la blasfemia. No seas arrogante ni de mente perversa, pues de todas estas cosas se engendran blasfemias.

    Haz el bien

    7. Sé más bien manso, pues los mansos poseerán la tierra.

    8. Sé compasivo, sin malicia, tranquilo, bueno y temeroso en todo el tiempo, de las palabras que oíste.

    9. No te exaltes a ti mismo ni consientas a tu alma temeridad alguna. No se juntará tu alma con los soberbios, sino que conversarás con los humildes y con los justos.

    10. Recibe como bienes las cosas que te sucedieren, sabiendo que sin la disposición de Dios nada sucede (9).

    CAPITULO CUATRO

    La comunidad cristiana

    1. Hijo mío, acuérdate noche y día del que te habla la palabra de Dios y hónrale como al Señor, porque donde la gloria del Señor es anunciada, allí está el Señor.

    2. Buscarás todos los días los rostros de los santos, a fin de recrearte con sus palabras.

    3. No fomentarás la división sino que pondrás en paz a los que contienden (10). Juzgarás con justicia, sin miramiento de personas, para reprender las faltas.

    4. No dudarás si será o no será (11).

    Liberalidad en el dar

    5. No seas de los que alargan la mano para recibir y la encogen para dar.

    6. Si adquieres algo con el trabajo de tus manos, de ello como redención de tus pecados.

    7. No dudarás si das o no, ni murmures cuando des, pues has de saber quién es el buen recompensador de tu limosna.

    8. No eches de tí al necesitado, sino comunica en todo con tu hermano y de nada digas que es tuyo propio. Pues si en los bienes inmortales os comunicáis ¿cuánto más en los mortales? (12).

    La familia cristiana

    9. No levantarás la mano a tu hijo o de tu hija, sino que desde la juventud les enseñarás el temor del Señor.

    10. No mandarás con aspereza a tu esclavo ni a tu esclava, que esperan en el mismo Dios que tú, no sea que pierdan el temor del Dios que está sobre unos y otros. Porque no viene a llamar con miramiento de personas, sino a aquellos a quienes preparó su espíritu.

    11. Por vuestra parte, vosotros, esclavos, someteos a vuestros señores como a representantes de Dios, en reverencia y temor (13).

    Últimos preceptos

    12. Aborrece toda hipocresía y todo cuanto no agrada al señor.

    13. No abandones los mandamientos del Señor, sino guarda lo que recibiste sin añadir ni quitar cosa alguna.

    14. Confiesa en la reunión tus pecados y no te acerques a la oración con mala conciencia (14). Este es el camino de la vida.

    CAPITULO CINCO

    El camino de la muerte

    1. El camino de la muerte es este:

    Ante todo, es camino malo y lleno de maldición. En él se dan muertes, adulterios, robos, fornicaciones, concupiscencias, idolatrías, magias, hechicerías, rapiñas, falsos testimonios, hipocresías, doblez de corazón, engaño, soberbia, malicia, arrogancia, avaricia, deshonestidad en el hablar, celos, temeridad, altivez y jactancia.

    2. ¿Quiénes lo siguen?:

    Este camino lo siguen los perseguidores de los buenos, los aborrecedores de la verdad, los amadores de la mentira, los que no conocen el galardón de la justicia, los que no se adhieren al bien ni al recto juicio y los que vigilan, no para el bien, sino para el mal.

    Síguenlo otros, sí; aquéllos de quienes está lejos la mansedumbre y la paciencia, los amadores de la vanidad, los que sólo buscan su recompensa, los que no se compadecen del pobre, los que no trabajan por el atribulado, los que no reconocen a su Creador, los matadores de sus hijos, los corruptores de la imagen de Dios, los que arrojan de sí al necesitado, los que oprimen al atribulado, los abogados de los ricos, los jueces inicuos de los pobres y los pecadores en todo.

    Apartaos, hijos, de todas estas cosas (15).

    CAPITULO SEIS

    Vía media

    1. Vigila para que nadie te extravíe de este camino de la Doctrina, pues te enseña fuera de Dios.

    2. Porque si, en efecto, puedes llevar todo el yugo del Señor, serás perfecto; mas si no puedes todo, haz aquello que puedas.

    3. Respecto de la comida, guarda lo que puedas; mas de lo sacrificado a los ídolos, abstente enteramente pues es culto de dioses muertos (16).

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