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Teoría de la virtud (página 2)


Partes: 1, 2

El deber moral sólo se refiere a una parte «mínima», pero necesaria, de la vida en común. Sería igualmente un sinsentido limitar la complejidad y riqueza de una forma de vida, sea individual o colectiva, a la estricta racionalidad de la justicia de nuestras normasinstituciones.

TEORÍA DE LA CONSECUENCIA

Esta teoría justifica la conducta con base en las consecuencias que ella tiene. Como esta teoría tiende a maximizar la utilidad lograda por el conjunto de la sociedad, suele llamársela utilitarismo. Fue propuesta por el filósofos inglés de los siglos XVIII y XIX Jeremy Bentham, y defendida de manera brillante por otro británico del siglo XIX, John Stuart Mill. Para fijarla en nuestra memoria recordemos que estos filósofos insisten en la evaluación de las consecuencias como criterio para decidir sobre el valor de una acción. Por eso también se ha llamado a esta clase de teoría consecuencialísimo

No puede negarse que en la mayor parte de los casos esta teoría contribuye a aclarar cualquier problema ético. La teoría sugiere las siguientes preguntas, todas esclarecedoras:

¿A quién o quiénes afectará esta acción?

¿En qué medida afectará a cada uno?

¿Qué efectos favorables y desfavorables tendrá para cada parte?

¿Cuál será el balance de bien y mal entre todos los afectados?

Se ha señalado como un defecto esencial de esta teoría la dificultad inherente del cálculo de consecuencias, que puede ser demasiado complicado e incluso imposible de concluir en el tiempo de que disponemos para decidir.

Además, en algunos casos la aplicación de esta teoría por sí sola puede llevarnos a posiciones moralmente inaceptables. Baste como ejemplo considerar la siguiente situación, que corresponde de cerca a gran cantidad de casos reales que han reportado los periódicos este mismo año: en un país relativamente aislado conviven una mayoría muy homogénea, que se encuentra en el poder, y una minoría, también homogénea, de otra cultura. La teoría utilitarista justificaría el sacrificio de la minoría en favor de la mayoría, de conformidad con el cálculo de unidades de felicidad, lo que repugna al sentido humanista. Por ejemplo, la mayoría podría decretar la prohibición del uso del idioma de la minoría o la práctica de su religión. Así pues, la teoría consecuencialita no puede usarse como la única arma para decidir nuestros problemas morales.

La segunda manera de contestar a la pregunta "¿cuándo es buena la conducta x?" sería la siguiente:

La conducta x es buena si es compatible con el respeto a la persona humana, bien

La conducta x es buena si no considera a las personas solamente como medios, bien

La conducta x es buena si puede ser erigida en máxima para todos los seres humanos.

En el fondo todas estas respuestas son filosóficamente equivalentes: significan que la conducta en cuestión es generalizable, que yo trato a los demás como yo quisiera que ellos me trataran a mí, es decir, como fines en sí mismos, como personas dotadas de libertad y responsabilidad.

Dado el entrecruce de los dos criterios de clasificación, se producen entonces las siguientes cuatro distintas teorías:

  • Consecuencialísimo de la regla: actos buenos son los que autoriza una regla justificada por sus consecuencias.

  • Consecuencialísimo del acto: actos buenos son los justificados por sus consecuencias.

  • Deontologismo de la regla: actos buenos son los que autoriza una regla justificada por el respeto a las personas.

  • Deontologismo del acto: actos buenos son los justificados por el respeto a las personas.

Estas cuatro doctrinas han sido defendidas con mucho entusiasmo por mentes muy preclaras. Sin embargo, los especialistas en ética contemporáneos coinciden en preferir la teoría deontológico del acto entre todas ellas. Estoy de acuerdo. Una moralidad elevada al nivel racional entra en conflicto con el dogmatismo implícito en el concepto de reglas éticas: la codificación de la ética puede conducir a su esterilidad práctica o, lo que es peor, a una manipulación de los "fieles" por una "casta sacerdotal" (o tal vez por una "clase política", para usar una expresión popular que por todas estas razones desearía ver desaparecer del léxico costarricense). Codificar la moral puede ser una ayuda solamente en cuanto pone a la disposición de la población una riqueza de importantes ejemplos. Pero esa función se cumple mejor con una compilación de casos, sin intención normativa sino solo demostrativa. Lo esencial es preservar la capacidad de decisión libre y directa de cada persona.

CONCLUSIÓN

Las teorías éticas no sólo pueden diferir por sus conclusiones prácticas, sino que también pueden ofrecer explicaciones muy distintas de lo que sea la razón práctica (compárense, por ejemplo, la explicación de la racionalidad práctica que ofrece Kant con la que ofrece Hobbes) y de aquello en que consista la mejora global del hombre5. En ambos puntos están sumamente influenciadas por lo que constituye el horizonte cultural de la época. Es imposible, por ejemplo, que un pensador antiguo, sumergido en una concepción biologista y organicista de la realidad humana, ofrezca una interpretación instrumentatista de la razón, ni una visión liberal de lo que constituye el bien del hombre. Ello justifica que, en principio, establezcamos una cesura entre el discurso ético de la antigüedad clásica y el de la modernidad, lo que no entraña, desde luego, que no existan entre ellos, en cuestiones importantes, grandes homologías, ni mucho menos que las ideas antiguas, por ejemplo acerca de la felicidad o la excelencia humanas, resulten irrelevantes para el pensamiento moderno

BIBLIOGRAFÍAS

  • www.filosofias.unam.com

  • www.google.com

  • Eticas para todos

– Garrett Robbinsons

 

 

 

Autor:

Catherine B. de Castillo

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