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Racionalidad – La económica y las otras (página 2)

Enviado por Pablo Turmero


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Racionalidad sustantiva (fines)/ racionalidad instrumental (medios) “Para todos consiste el bien en dos cosas: en elegir acertadamente la meta y el fin de las acciones, y en encontrar las acciones que conducen a ese fin.” Aristóteles, Política, 1331b Volveremos sobre esta cuestión.

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Pero hay versiones menos exigentes… “El comportamiento es sustantivamente racional cuando es apropiado para alcanzar metas dadas dentro de los límites impuestos por las condiciones y restricciones dadas” Herbert Simon, “De la racionalidad sustantiva a la procesal”, en Filosofía y teoría económica (F. Hahn y Martin Hollis, comps.), 1976, p. 133. Aquí Simon (el gran economista) llama “sustantiva” a la racionalidad sociológica (o práctica) que enseguida analizaremos.

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La tradición sociológica principal La teoría sociológica de la acción, en lo que Salvador Giner llama la “corriente principal” de la tradición sociológica, asume que la interpretación de Aristóteles que antes evocamos es certera. “Entiendo por tradición sociológica por antonomasia o principal la que toma en consideración la subjetividad (información e inferencias sobre estados mentales) al tiempo que estudia datos externos a la conciencia”. Giner, “Intenciones humanas, estructuras sociales: para una lógica situacional”, en Manuel Cruz (coord.), Acción humana, Ariel, Barcelona 1997, p. 38.

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Un principio mínimo de racionalidad práctica Desde luego en la acción humana entran en juego emociones, creencias y otros factores “arracionales “ o “irracionales”. Pero nos hace falta –para poder entender y analizar la conducta humana– postular aristotélicamente un mínimo principio de racionalidad “en el modesto y probabilístico sentido de que los seres humanos suelen actuar de acuerdo con la situación tal y como la perciben” (Giner, op. cit., p. 39). Racionalidad, en este sentido, significa sólo congruencia entre la acción, las creencias, los fines deseados y los recursos a disposición. O si se quiere decir de otra manera: congruencia entre medios y fines según las creencias y las condiciones externas (la “circunstancia” orteguiana).

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Acción humana Recordemos brevemente algunas nociones básicas de teoría de la acción. Sólo una parte del comportamiento humano es acción humana según Max Weber: aquel comportamiento al que se atribuye un significado. Quedan así fuera de la acción humana las conductas puramente reactivas, no intencionales, y los procesos biológicos a los que los sujetos no atribuyen significado.

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Acción social, siempre según Weber La acción social es aquella parte de la acción humana que está referida al comportamiento de los otros: el agente organiza su comportamiento de acuerdo con la expectativa de que los otros se comporten de cierta manera. Casi todo el comportamiento humano es acción social.

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Cuatro tipos de acción social según Weber: 1. Acción racional-instrumental (zweckrational, acción orientada por fines; se juzga según criterios de eficacia). 2. Acción orientada por valores (wertrational, despreocupada por los fines). 3. Acción tradicional (acciones guiadas por normas sociales, hábitos, costumbres…). 4. Acción emocional (guiada por emociones y pasiones como la envidia, el amor, la ambición…).

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De manera análoga, Jon Elster: “Para cualquier conducta dada, por lo general es útil examinar sucesivamente las hipótesis de que fue generada por la racionalidad centrada en el resultado, por las normas sociales o por una emoción.” Jon Elster, Egonomics. Análisis de la interacción entre racionalidad, emoción, preferencia y normas sociales en la economía de la acción individual y sus desviaciones. Gedisa, Barcelona 1997, p. 33. Pero, de forma interesante, ¡ha desaprecido la racionalidad según valores de Weber! Habrá que volver sobre esto…

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El criterio de racionalidad con arreglo a fines según Weber Retengamos entonces los dos grandes tipos de racionalidad según Weber: Zweckrationalität y Wertrationalität. Racionalidad con arreglo a fines y racionalidad según valores. “Actúa racionalmente con arreglo a fines quien oriente su acción por el fin, medios y consecuencias implicadas en ella; y para lo cual sopese racionalmente los medios con los fines, los fines con las consecuencias implicadas y los diferentes fines posibles entre sí.” Max Weber, Economía y sociedad, FCE, Madrid 1993 [edición original en 1922], p. 20 y 21

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Racionalidad formal e instrumental Observemos que la racionalidad con arreglo a fines es una racionalidad formal: no incluye ningún contenido concreto, sólo presenta un esquema vacío donde incorpora cada agente sus fines propios. Se trata además de una racionalidad instrumental: la razón no tiene nada que decir sobre los fines que se persiguen, trata sólo de los medios para alcanzar esos fines.

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Antecedentes de este concepto de razón: Hobbes… “Cualquier orden de cosas en que hay lugar para la adición y la sustracción, hay lugar para la razón; y allí donde no hay lugar para la adición y la sustracción, la razón no tiene absolutamente nada que hacer. (…) Porque la razón, en este sentido, no es otra cosa que un calcular”. Thomas Hobbes, Leviatán, Alianza Editorial, Madrid, 1997 [ed. original en 1651], p. 50. En este caso se trata de calcular cuál es la mejor utilización de los medios (dados) para alcanzar los fines (dados).

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…y Hume “La razón es y sólo puede ser la esclava de las pasiones y no puede pretender otro oficio más que servirlas y obedecerlas”. David Hume Tratado de la Naturaleza Humana, [1739], Orbis, Madrid 1984, p. 617. La razón no tiene nada que decir sobre los fines que se persiguen, es sólo un instrumento para alcanzar los fines.

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Racionalidad económica según el economista Oskar Lange “La obtención del máximo beneficio en la empresa capitalista se realiza a través de la aplicación de cierto principio general de comportamiento que se llama principio de la racionalidad económica, o también simplemente principio económico. Se trata del principio general del comportamiento racional, en las condiciones en que el fin y los medios de la acción están cuantificados.”

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Racionalidad como eficiencia “Este principio enseña que el grado máximo de realización del fin se obtiene actuando de forma tal que por un gasto dado de medios se obtenga el grado máximo de realización del fin, o que por un grado dado de realización del fin, se gaste un mínimo de medios.” Oskar Lange: capítulo 5 de Economía Política, vol. 1. Fondo de Cultura Económica. Como se ve, aquí prevalece la idea de racionalidad como eficiencia.

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Racionalidad como transitividad de las preferencias Pero por otra parte racionalidad, en el análisis económico moderno, significa algo muy preciso y muy restringido: transitividad de las preferencias. Si prefiero A a B, y si prefiero B a C, entonces prefiero A a C. Las preferencias individuales que gozan de esta propiedad pueden ordenarse en órdenes de preferencias, a menudo representables –y representados– por funciones de utilidad con las cuales puede operarse matemáticamente.

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Quizá la cosa no sea tan fácil como parece… Un ejemplo tomado de la web http://fractalteams.com/ebook_falacias/logica-irracional-del-ser-humano.html Lucía acaba de terminar un master en bioingeniería en Valencia y se encuentra en la situación de decidir entre tres opciones. Opción 1:buscar cuanto antes un empleo en Valencia, lo que le proporcionaría ingresos y una nómina para comprarse un coche. Opción 2: Una empresa le hace una oferta de trabajo en Alicante, lo que la obligaría a cambiar de residencia. El trabajo corresponde a la rama alimentaria y no a la rama médica que corresponde a sus expectativas, pero es de incorporación inmediata y, según le parece a Lucía: bien remunerado. Opción 3: la universidad le propone realizar unas prácticas de seis meses en el departamento de I+D de un laboratorio pionero en investigaciones médicas.

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Comparando las opciones de dos en dos, prefiere la opción uno a la segunda porque disponer de un coche es su ilusión desde que se sacó el carné, y le proporcionaría una ansiada libertad de movimiento. La segunda supondría mudarse a Alicante y alejarse de su familia y de su novio. Puesto a tener un trabajo, que sea en Valencia. Entre la segunda y la tercera, prefiere la segunda, porque es comparar el modesto importe de una beca con un sueldo en Alicante que considera generoso.

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¡Preferencias no transitivas! Sin embargo, entre realizar prácticas en un laboratorio pionero que le puede proporcionar experiencia y prestigio, y trabajar en una empresa (aún no encontrada) haciendo un trabajo aún no definido por un sueldo aún desconocido, prefiere aceptar la beca que buscar trabajo en Valencia, es decir, la tercera opción antes que la primera. Por lo que tenemos opción 1 > opción 2 > opción 3 > opción 1 “Para que nuestras preferencias sean siempre transitivas necesitamos capacidades de razonamiento de las que carecemos”. Kwame Anthony Appiah, Experimentos de ética , Katz, Buenos Aires/ Madrid 2010, p. 71.

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Mercados de “competencia perfecta” Estas son, en efecto, las idealizadas condiciones de los “mercados de competencia perfecta” sobre los que se centra el análisis económico estándar (marginalista): Libre concurrencia. Ningún agente puede influir en el mercado. El número de compradores y vendedores es muy alto y las cantidades producidas o demandadas por cada uno de ellos son tan pequeñas en relación con el total que su influencia sobre los precios es inapreciable.

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Homogeneidad del producto. Para que haya libre competencia es necesario que el consumidor sea indiferente a comprar el producto de una empresa o de otra, por tanto los productos tienen que ser exactamente iguales; sólo así se hará realidad que si una empresa pusiera el precio por encima del establecido por el mercado, los consumidores dejarían de comprarlo. La homogeneidad debe incluir todas las condiciones de venta tales como garantías o financiación.

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Información y racionalidad de los agentes. En los mercados de libre competencia los agentes económicos conocen los precios de todos los productos y factores, sus características y la existencia de posibles sustitutos. En el momento de decidir entre diferentes alternativas, los consumidores elegirán aquellas que maximicen su utilidad y los productores las que maximicen sus beneficios.

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Debido al coste de adquirir más información, llega siempre un momento en que renunciamos a seguir investigando (aunque ello pueda tener como consecuencia una decisión incorrecta). Por otra parte, para que la decisión sea la correcta, además de información se necesita racionalidad: cierta capacidad para analizarla y valorarla.  Los agentes deben poder adoptar decisiones que satisfagan sus preferencias. El análisis económico estándar considera que los gustos y preferencias están dados, son transitivos e invariables (al menos a corto plazo).

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Racionalidad económica estándar Así, como explica Kolm, “el ideal del economista no es sólo reducir los hechos [económicos] a ‘comportamiento’ de individuos, sino también ‘explicar’ esos actos por las elecciones de dichos individuos, y estos mediante la aplicación de sus ‘preferencias’ sobre sus medios y con sus conocimientos. Se asume que esas preferencias representan los gustos y deseos de los individuos, y se los describe formalmente mediante un orden que clasifica las alternativas de la elección.”

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“Ésta [la elección] consiste en detenerse sobre el ‘elemento máximo’ preferido a todos los otros posibles. Es el famoso ‘comportamiento maximizador’, cumbre de la ‘teoría de la utilidad’, que representa y define al agente sedicentemente ‘racional’, avatar moderno y culminación del Homo economicus tras dos siglos de abstracción teórica y despojamiento de todos los rasgos no necesarios.” Serge-Christophe Kolm, Philosophie de l’économie, Seuil, París 1986, p. 85.

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