Racionalidad: ¿de qué estamos hablando? No hay racionalidad sino más bien racionalidades. La racionalidad no adopta una forma única, sino que podemos hablar de una racionalidad científica, filosófica, jurídica, técnica, económica, militar, religiosa… “La racionalidad o irracionalidad de las acciones o instituciones no puede ser medida de forma absoluta y atemporal, sino que siempre tiene que ser evaluada en función de algo, tienen que existir unos criterios sobre los que podamos basarnos para determinar su racionalidad. Si se dice que una acción es racional, a continuación habrá que aclarar con arreglo a qué criterio.”
Primera aproximación: Observemos que se habla de acción racional, de conducta racional, de discurso racional, de argumentación racional… Propuesta: la racionalidad, en sentido amplio, se refiere a las formas de acción, deliberación y argumentación a partir de intereses y de valores (por parte de un sujeto individual, institucional o colectivo).
Por tanto, dos condiciones: adecuación y realismo Para poder emplear el adjetivo “racional”, exigiremos que se cumplan ciertas condiciones de adecuación en esas actividades humanas. Lo “racional” es adecuado (en un sentido que queda por precisar). En ciertos contextos pediremos consecuencia, coherencia, consistencia… Por otra parte, además de esa adecuación a los fines y valores que se persigan, parece claro que la racionalidad exige cierta clase de respeto por la realidad (también esto requiere precisión ulterior).
A partir de diferentes intereses y valores, diferentes racionalidades Como está claro que hay diferentes clases de intereses y de valores, resulta comprensible que a partir de diferentes intereses y valores, se sigan diferentes racionalidades. Un famoso ejemplo: “Puede resultar racional preferir la destrucción del universo a sufrir un rasguño en la mano.” Hume, Tratado sobre la naturaleza humana, libro 2, parte 3, capítulo 3. Bueno, si el valor supremo es mi integridad física…
Un ejemplo: el rasguño en el dedo de David Hume Una racionalidad de esta clase es la que –en cierto modo– presupone y fomenta el mercado capitalista. Pero ¿cabe quedarse ahí? Hay otra racionalidad social, compartida, que surge por ejemplo de la interacción dialógica entre los seres humanos… De forma general, insistamos en que hay diversas racionalidades.
De manera que… Así que la pareja de adjetivos racional/ irracional se refiere a la forma adecuada/ inadecuada (en un sentido que queda por precisar) en que perseguimos nuestros fines y buscamos realizar nuestros valores. Y en qué medida en esas búsquedas respetamos la(s) realidad(es). Valores y fines se hallan estrechamente relacionados. Los valores (más generales) pueden pensarse, desde cierta perspectiva, como conjuntos de fines (más particulares).
Una estructura antropológica fundamental: los seres humanos actuamos representándonos fines (en un grado incomparable con los demás animales). La línea Aristóteles/ Tugendhat, que me parece tan fecunda…
Una cuestión normativa por partida doble Por tanto: la racionalidad tiene que ver con la realización de un valor, sea éste el que fuere (y de forma adecuada o “racional”, o bien inadecuada o “irracional”). Observamos que se trata, de alguna forma, de una cuestión doblemente normativa. Lo normativo aparece tanto en el valor que se persigue, como en la forma adecuada o inadecuada en que lo hacemos. Un terreno indiscutible, por tanto, para la filosofía práctica… Pero también habría un sentido de “racionalidad” más sencillo, anterior a lo normativo.
Dos sentidos de “racional” 1. Racional en sentido descriptivo (lo opuesto a “no racional” o “arracional”): disponer de ciertas capacidades cognitivas de alto nivel, como abstracción, categorización, inferencias lógicas, relaciones causa-efecto… En este sentido la racionalidad no nos singulariza como especie: hay racionalidad animal (en los chimpancés, los delfines, etc). Cf. la ponencia de Antonio Diéguez sobre “Racionalidad animal” en el curso de la Universidad de Málaga “Hombres y animales: ¿qué hemos aprendido de Darwin?”, Ronda, 12 al 16 de julio de 2010. 2. Racional en sentido normativo (lo opuesto a “irracional”): lo que se ha alcanzado o realizado mediante un uso apropiado de la razón (recordemos el requisito de adecuación). Aquí la carga valorativa va dentro del “uso apropiado”, claro.
Una cuestión de fondo: ¿Hay también valores últimos que sean más adecuados o inadecuados? ¿Hay una “racionalidad de los valores”? ¿O bien nos las habemos con un politeísmo de valores en última instancia inconmensurables, como pensaba Max Weber? He tratado este asunto, ofreciendo una respuesta parcial, en el capítulo 2 de La habitación de Pascal, titulado “Hacia una teoría de la racionalidad ecológica”.
La “irracionalidad ética del mundo” Ramón Alcoberro sobre Weber: “Con la creciente intelectualización, el hombre moderno deja de creer en poderes mágicos. Pero al perderse el sentido profético se encuentra forzado a vivir en un mundo ‘desencantado’. Lo que [Weber] denomina ‘irracionalidad ética del mundo’ procede del antagonismo de valores ligado a la intuición fundamental de la infinita diversidad de la realidad misma. Por lo demás, el mundo moderno experimenta una gran dificultad para producir nuevos dioses o nuevos valores. La humanidad, o al menos la occidental, se halla en grave peligro de pasar de la irracionalidad ética a la ‘glaciación ética’; el supuesto politeísmo de los valores en una sociedad moderna no es más que la fachada bajo la que se oculta un indiferentismo hacia los valores, que ya no se confrontan entre sí. Bajo este pluralismo lo que sucede es una pura uniformización.” INTRODUCCIÓN A MAX WEBER (1864-1920) en http://www.alcoberro.info/V1/weber.htm
Otro arranque: racionalidad desde la antropología filosófica de Tugendhat Lenguaje proposicional humano, con tres importantes características: 1 Las unidades significantes elementales de este lenguaje son oraciones predicativas. Constan de un predicado (un “término general”) y uno o más términos singulares. 2 Estas oraciones (y otras más complejas) aparecen en varios modos, básicamente el asertórico y el práctico (imperativos y oraciones que expresan deseos e intenciones). 3 Las oraciones pueden ser negadas, y esto significa que los interlocutores, tomando posición con un “sí” o un “no”, pueden comportarse respecto de las oraciones (y de este modo uno respecto del otro). Ernst Tugendhat, Egocentricidad y mística, Gedisa, Barcelona 2004, p. 18.
Razones y racionalidad Tanto en la reflexión práctica como en la teórica se pregunta qué habla a favor y en contra de lo dicho en una oración: aquello por lo que se pregunta de esta manera son razones. La capacidad de reflexionar y deliberar, es decir, de preguntar por razones a favor y en contra, es lo que se denomina racionalidad. Quizá podríamos precisar: racionalidad deliberativa.
“Obligados a ser racionales” Reparemos en que la posibilidad de preguntar por razones se debe a la estructura semántica de las oraciones asertóricas de nuestro lenguaje. Porque vivimos en las estructuras del lenguaje proposicional, podemos preguntar por razones. Y no sólo eso, tenemos que hacerlo. En tal sentido, podríamos decir –parafraseando al “estamos obligados a ser libres” de los existencialistas– que estamos obligados a ser racionales (en el sentido de que no podemos dejar de preguntar por razones).
Alice in Wonderland “¿Podría decirme, por favor, qué camino debo seguir?- preguntó Alicia -Eso depende, en gran parte, del sitio adonde quieras ir – repuso el gato.” Y podríamos completar: y depende, asimismo, del conjunto de valores que lleves contigo en tu mochila.
En el origen, como tantas veces, Aristóteles ¿En qué consistirá el “uso apropiado de la razón”? En la Ética a Nicómaco el pensador griego asume una racionalidad mínima de los seres humanos que les lleva a intentar conseguir, con sus acciones, los objetivos que se proponen a través de los medios disponibles. Los seres humanos somos agentes en un sentido fundamental: somos la causa de nuestro propio comportamiento. Somos el principio y la génesis de nuestras acciones “como un padre lo es de sus hijos” (EN 1113b). Una reconstrucción de la filosofía aristotélica de la acción en Eduardo Rabossi, “La filosofía de la acción y la filosofía de la mente”, en Manuel Cruz (coord.), Acción humana, Ariel, Barcelona 1997, p. 5-8.
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