Imperativo territorial, identidad personal y los impactos de la anamnesis: Una iniciación…
Enviado por Felix Larocca
"¿Qué viene primero, las características ingénitas del ser humano, o la nutrición física y emocional que éste recibe de quienes lo alimentan física, intelectual, y emocionalmente?
"Nadie pretende conocer la respuesta, con la certidumbre necesaria, que resolvería este acertijo. Pero, ¿qué viene primero, el huevo o la gallina? "FEFL en Nature vs. Nurture: El Yin y Yang de la Teleología…
La mayoría de los seres vivos se encuentran en un estado de dependencia ecológica. Es decir, que hay una íntima relación entre sus destinos, sus posibilidades de desarrollo y la presencia de un entorno específico al que se encuentran adaptados.
Un lobo marca su territorio
Dentro de ese medio natural, al que deben sus modalidades de inclusión en la cadena evolutiva, y es en el que generan sus potencialidades, deben de sobrevivir — De lo contrario, las especies se estancan, degeneran o perecen.
Esta dependencia puede ser, por supuesto, más o menos acentuada.
En el reino animal, el etólogo Robert Ardrey la llamó, el "imperativo", o el "instinto territorial", o el "instinto sexual".
La existencia de este "imperativo" está hoy bien reconocida.
Se sabe, por ejemplo, que no son posibles las relaciones ordenadas entre los miembros de un grupo sin una clara definición del territorio de cada uno.
Se sabe también que la indiferenciación de los hábitats deteriora las relaciones sociales y provoca el aumento de la delincuencia y de los actos de violencia sin objetivo material concreto.
Robert Ardrey llega incluso a decir que "las investigaciones, actualmente en curso, no dejan la menor duda en cuanto, a la realidad de la existencia de un lazo fisiológico entre el comportamiento territorial y el instinto sexual". (Véanse: The African Genesis y The Territorial Imperative por R. Audrey).
El imperativo territorial, de acuerdo a este autor, es esencialmente defensivo, y en ello se distingue de las tendencias agresivas y expansionistas.
A éste se debe que una intrusión sea siempre rechazada con mayores probabilidades de éxito que las que se tienen en cualquier otro tipo de conflicto. "El hombre posee un instinto territorial, y si defendemos nuestro hogar y nuestra patria es por razones biológicas, no porque decidamos hacerlo, sino porque debemos hacerlo".
Expansionismo yanqui
De ahí el vigor y el fervor de las guerras de liberación y los levantamientos coloniales, que son los conflictos bélicos legítimos por excelencia.
Su fuerza se debe a que tienen raíces profundas, a que movilizan los poderes de la desesperación.
La actualidad ofrece ejemplos incontables del imperativo territorial en acción: guerra de Biafra, secesión de Pakistán, separación de los dos Congos, conflicto del Cercano Oriente y muchos más…
Por todo el mundo, las conflagraciones raciales/religiosas despiertan reivindicaciones entre ciertas regiones, mientras las hostilidades vibran inquietas.
La tendencia al poli-centrismo separa las Internacionales. Durante la última Guerra Mundial, el Ejército Rojo sólo se hizo verdaderamente ofensivo a partir del día en que Stalin, renunciando a apelar a su "conciencia de clase", pidió a sus tropas que defendiesen la Madre Rusia.
De la misma manera, al proclamar su derecho a su hegemonía nacionalista, los pueblos colonizados expresaban ante todo el deseo de ser dueños en su propia casa. En Vietnam, el himno del FNL se titulaba: La llamada del país natal.
El despertar de las regiones y el eterno renacer de los nacionalismos,
sean, tales aspiraciones fundadas o no, el hecho permanece: quienesquiera que sean y vivan donde vivan, los hombres sienten apego por una tierra que consideran suya y están dispuestos a luchar a la muerte por su independencia y supremacía.
Si la humanidad no fuera más que una gran familia indistinta, a nadie le importaría vivir aquí o allá; piensan quienes hoy proponen que no existan fronteras, sino que nos fusionemos como simple "seres humanos" tan indistinguibles entre nosotros como las entidades políticas, hicieran cuando emitieran el llamado para terminar la lucha entre colonizados y colonialistas.
La edad épica en la vida de los Estados considerada como la época de las "liberaciones nacionales" — está a punto de terminar — Haciéndolo, sin embargo, para renacer en seguida, bajo formas de dictaduras más sutiles y no tan discretas, como tantas existen.
Harmid Karzai
Como animal social, el hombre tiene una disposición instintiva a identificarse con quienes se les asemejan.
Esta característica, le hace en una reacción apriorista, supervalorar el grupo al que pertenece, y en una segunda mirada a racionalizar los fundamentos psicosociales de esa asociación preferencial.
Pero el ser humano no se satisface con identificarse, por la simple afinidad morfológica, a un grupo. Necesita también hacerlo dentro de ese grupo, es decir, puesto que es a la vez semejante y único, determinar su sitio y su individualidad.
El doble sentido del verbo identificarse viene a resumir esa doble disposición, sólo que lo hace en apariencia contradictoria: "Parecerse a" y "distinguirse de".
Es preciso, pues, que el individuo sea miembro de un grupo (y consciente de su pertenencia), pero también que esté claramente situado dentro de ese grupo (y juicioso de su personalidad).
De la misma manera, el grupo ha de integrarse en un conjunto mayor, que puede ser la especie, pero también debe estar claramente situado con relación a él.
Diversidad en la semejanza, diferencia en la repetición. (Como se expresa en mi artículo: La importancia de entretejer la historia personal: El hechizo fascinante de la coherencia del ego).
Ya no cabe dudar de la existencia de un nexo entre el entorno social, el ambiente ecológico y la personalidad.
La Conquista por Diego Rivera
Sin duda, es hecho extraño, y algo difícil de captar, que los seres humanos estén atados libidinosamente a la tierra que los ha visto nacer y con la que se fundirán cuando, sólo sobrevivan por las cosas de importancia que hayan hecho, y las que sus descendientes hayan conservado, transmitiendo sus memorias a generaciones futuras.
Ha podido afirmarse que el psiquismo de la estepa segrega de un modo natural la idea del hombre urbanizado, y que el psiquismo del desierto no incita a la organización social. (Véase: Instincts and their Vicissitudes por S. Freud). Dice el proverbio que cada romano lleva a Roma dentro de sí.
Movidos por el espíritu de aventura, históricamente los conquistadores de Europa y otros continentes todavía no han desistido de emprender viajes, de conquistas por todo el mundo, de lanzarse al descubrimiento de tierras desconocidas.
Lo que siempre hacen con la preocupación de instalarse en las nuevas "posesiones", transformándolo en algo que les perteneciese y que pudiesen llamar suyo.
Sólo aspiraban a descubrir lo nuevo para recrear en ello lo familiar.
El nuevo descubrimiento, desempeña un papel en el fenómeno psíquico de la identificación: piénsese en el sudista borracho que llora su güisqui con acentos de Dixie, en el perro que vuelve a la casa de la que le ha echado su amo, en el salmón del Pacífico que regresa, tras pasar años en el mar, al arroyuelo donde nació, e incluso en Domeniko Theotokopoulos adoptando, en España, el nombre de su Grecia natal: "El Greco".
Cuando llega a ser adulto, el adolescente vuelve a sentirse fusionado con la generación de hombres mayores a la que antes opusiera, porque lo que su resistencia para él representaba la idea de individualizarse, la que se solidifica luego de haberse despegado.
Cuando el hombre queda desconectado de sus orígenes, cuando vive a un ritmo que ya no es el propio, inmerso en estructuras que no les son indígenas, persiguiendo objetivos carentes para él de sentido, cuando ya no logra reconocer su herencia dentro de la niebla tenaz que forman el aturdimiento y las obsesiones, cuando se convierte en un extraño en su propio mundo, es cuando está, en el verdadero sentido, alienado. La mayor parte de las enfermedades mentales, si no todas, se reducen a alteraciones de la personalidad y es sin duda una enfermedad mental lo que provoca el desarraigo.
Inestabilidad permanente (política, económica, social) de las regiones y de los pueblos alienados, a quienes han robado su alma, y que vacilan a todas horas entre su propio ritmo, del que sólo les llega un eco sordo, y el que les han impuesto.
Comunidades cuyas identidades no son lo bastante fuertes para poder prevalecer en la lucha por la hegemonía, y cuyas constituciones, aunque todavía robustas, colapsan ante influencias que las desorganizan.
En sus Nuevas conferencias sobre el psicoanálisis, Freud observaba que entre los colonizados abundan los impulsos masoquistas.
Más tarde, numerosos autores han descrito los efectos devastadores de la colonización en el equilibrio mental de los pueblos conquistados.
¿Cómo no ha de sentirse el habitante del Irak, hombre alienado, desarraigado, inclinado a rechazar una existencia con la que ya no puede identificarse?
En ciertos pueblos llamados "primitivos", la aculturación ha provocado un debilitamiento del élan vital que equivale a un deseo de morir.
En nuestros días falta un marco para la afirmación del individuo. La patria es el territorio de un pueblo y la tierra de los padres. El pueblo no es un concepto abstracto, ni la patria una escuela filosófica. Se trata de realidades concretas.
Empero, y sin embargo, como nuestra época no repara en contradicciones, a veces asistimos a ese curioso espectáculo.
Movimientos de personas que dicen buscarse a sí mismos se entregan a corrientes ideológicas que les son extrañas.
Los mismos grupos que proclaman el derecho a la diferencia y hacen de su filosofía un caso particular, se alienan con segundas intenciones o sin ellas, a ideologías igualitarias, niveladoras, cuyos principios se oponen radicalmente a las ideas de diferencia y autenticidad.
Hay en esto último algo tan chocante como insostenible.
Confiar en la inevitable reacción es de una gran ingenuidad. Sólo las situaciones claras producen efectos definidos. Las demás van trampeando a base de medias tintas, de compromisos.
El paganismo sufrió al verse desafiado, pero murió cuando fue asimilado. La evangelización le habría debilitado, el sincretismo lo mató.
De manera semejante Luis XVI jugaba a la política de lo peor, y acabó bajo la cuchilla de le docteur Guillotin.
Hoy hay quienes apuestan por una Apocalipsis. Mientras que olvidan que la decadencia no es una plaga que acomete súbitamente, sino un cáncer que va royendo paulatina y silenciosamente.
La vieja historia del león devorado por las pulgas. La riqueza de la humanidad reside en la personalización de los individuos en el seno de su comunidad, la pluralidad es necesariamente dialéctica.
Podríamos ampliar el paralelismo. Una comunidad se encuentra siempre amenazada a la vez por el individualismo y el colectivismo. Reencontrar su personalidad supone para un individuo o una región tomar conciencia de lo que es, pero también de cómo y dónde está situado. La pertenencia forma parte de su definición.
Demasiados individuos y grupos pretenden creer que para conocerse les basta con buscar en qué ellos, difieren radicalmente de los demás, con determinar en qué son anti comunitarios, anti nacionales o asociales.
Semejante individualismo nada tiene que ver con la personalización. Por el contrario, la enmascara y la borra.
Nuestro destino en Latinoamérica, esencialmente en la región del Caribe, ha sido el vasallaje aceptado que nos supedita al yanqui.
Tomamos su música, su estilo de vestir, admiramos sus fantasías, terminando metamorfoseándonos en este mismo — pero sin lograr hacerlo enteramente, ya que tememos el efecto que su xenofobia tendrá en nosotros como reflexión de ellos.
Por ello, nuestros gobiernos se postran frente a sus desmanes y soportan sus incursiones barbáricas en el campo de la realidad y la decencia.
¿Qué razón pudiera tener una nación como la nuestra — república humilde y empobrecida por la rapacidad de sus políticos, economistas y banqueros — para enviar sus hijos a morir, por Bush y su camarilla enfermiza, en Irak?
¿Por qué implorar de hinojos que el FMI y el BM nos extirpen de la pobreza que nosotros invitamos con los desmanes de nuestros gobiernos?
¿Por qué tenemos que jugar el juego de las sillas musicales, vendiendo, readquiriendo y aceptando pérdidas monetarias incalculables? Cuando negociamos nuestra energía eléctrica con consorcios imperialistas sedientos — ansiosos de dilapidar nuestras áreas protegidas para que, construyendo hoteles, lograr destruir nuestras playas.
Nación a la que, no sé por qué, aun distinguimos con el nombre eufemístico de "La Madre Patria". (Véase mi lección: Los efectos Mentales y Físicos de los Apagones).
En una disparidad enorme, veamos la siguiente pregunta…
¿Por qué rehusamos el reconocimiento de que "ellos", los haitianos, son seres humanos, con imperativos territoriales idénticos a los que nosotros rendimos culto — sin lograrlo?
En resumen
Las sociedades y los individuos necesitan entretejer su historia personal para arraigarse en sus existencias y para medrar con arraigos provenientes de sus valores adoptados. (Véase mi ponencia: La importancia de entretejer la historia personal: El hechizo fascinante de la coherencia del ego).
No hay razón para que seamos como los demás son, ni para dejar de crecer de modo individualista.
Nuestra historia nos dice que el imperativo territorial se origina dentro de nosotros mismos.
Fin de la lección.
Bibliografía
Larocca, FEF: Nature vs. Nurture: El Yin y Yang de la Teleología… en monografías.com
Larocca, FEF: El Nacimiento del Yijadista en monografías.com
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca