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La justicia posthumanista del comunismo platónico y la afirmación de la existencia del ser nato. Una reconciliación con los poetas

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    Algunos han logrado no ceder al envilecimiento al que nos somete la sociedad capitalista del consumo conspicuo y el pensamiento cero. La resistencia tiene muchos nombres: amor, música, literatura, ciencia creativa, ejercicio físico, cuidado de los otros, atención a los niños, los ancianos y los enfermos. Todo lo relacionado con el verdadero ocio (1) y lo opuesto al tiempo libre para las compras en el maravilloso mundo de los tenderos. Ocupémonos un poco en lo que sigue de los espacios entre semejante contradicción que son los que nos llevan a un pensamiento posthumanista.

    La clave de un pensamiento postdialéctico está en no pertenecer por completo al conflicto. Una suerte de autocensura platónica ante la zafiedad y mezquindad de la política y del poder es en este punto necesaria, un distanciamiento, poder reemplazar la televisión por la filosofía y la poesía, el negocio por el ocio, el interés por el desinterés, la rabia y la frustración por la plenitud y la generosidad. El conflicto puede ser desarmado por falta de antagonistas, por un movimiento antisistema sin crédulos que quieran formar parte de su máquina devoradora. Y no es necesario esperar a que surja ningún Estado perfecto para que se produzca el fenómeno hoy ya abundante de la renuncia a detentar el poder y la dominación: "si llegara a haber un Estado de hombres de bien, probablemente se desataría una lucha por no gobernar" (Platón Rep.347d). Existe en estos momentos una comunidad anónima y en engrandecimiento continuo que no quiere el poder ni el dinero, que ha comprendido que eso es mayor penuria que la pobreza. No se actúa bien por coacción ni por inteligencia sino tan sólo por alegría y ganas de vivir.

    Ya Epicuro se refugió en la comunidad de amigos ante el fin de las ciudades griegas y el advenimiento del imperio macedónico. No es posible contrarrestar el mal con sus mismas armas, no pueden quienes se enfrentan a las mentiras de la prensa generar desmentidos con la misma abundancia y efectividad que existen en los mass media. El empeño de Prometeo, el afán del león que lucha contra los lobos a favor de los corderos, el filantropismo bienintencionado, cuando no el falaz e hipócrita humanitarismo; fracasan en su empresa a causa de sus principios soteriológicos, esto es, de su doctrina de salvación. Por eso hoy en día se nos quiere convencer de que un ejército que va a la guerra no es una máquina de dolor y destrucción, sino una especie de ONG que lleva armas de adorno consagrada a salvar a los otros de sus propios demonios.

    Marx y Engels hicieron notar muy claramente que no ya esa derecha corrupta y asesina que representa hoy el Pinochet (con cuentas millonarias en el corazón del Imperio) y que antaño se encarnó en Bismarck, Hitler, Franco y Mussolini; sino la propia socialdemocracia de ayer y hoy se pierde en una hipócrita doctrina de salvación universal de corte netamente etnocentrista. De la derechista coexistencia pacífica entre patrono y obrero, como refleja el imaginario final del Fritz Lang de Metrópolis, hasta el humanitarismo actual que combate los síntomas sin aplicarse a las causas no hay mucha distancia. Porque o se sumergen los implicados en el conflicto o mejor será apartarse de la dialéctica y habitar otros mundos inalienables por la usurpación de la máquina y por la hegemonía del dinero y el poder. Respecto a la participación plena en el conflicto ya se nos advirtió con suficiente claridad antaño:

    "En cuanto a nosotros, teniendo en cuenta todo nuestro pasado, sólo nos queda un camino. Durante casi cuarenta años hemos insistido en que la lucha de clases es la fuerza motriz esencial de la historia, y en particular que la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado es la máxima palanca de la revolución social moderna; por ello nos es imposible colaborar con gentes que desean desterrar del movimiento esta lucha de clases. Cuando se constituyó la Internacional formulamos expresamente el grito de combate: la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma. Por ello no podemos colaborar con personas que dicen que los obreros son demasiado incultos para emanciparse por su cuenta y que deben ser libertados desde arriba por los burgueses y pequeñoburgueses filántropos" (Carta de Marx y Engels a Bebel, Liebknecht, Bracke y otros. Londres, mediados de septiembre de 1879).

    La línea revolucionaria frente al reformismo socialdemócrata se caracterizó antaño por no pretender salvar a los demás desde arriba, filantrópicamente, sino por formar parte, como cualquier otro, de una multitud de individuos singulares igualmente capaces de arte, de ciencia o razón, de justicia o de verdad. Ante semejante postura se trataría entonces no tanto de dar el pescado sino de enseñar a pescar, no tanto de dar las ideas sino de en compañía pensar y no tanto de otorgarles sus tierras o la libertad y la democracia sino de no ceder a quitárselas, dejándoles en paz.

    Pero hoy en día la lucha de clases ha cambiado radicalmente y la distinción entre los países desarrollados y los que no lo están obligan a una reflexión nueva y otra vieja simultáneamente. Ciertamente los análisis del marxismo clásico siguen plenamente vigentes en gran parte del planeta, donde la huelga, la lucha sindical y la dicotomía "burgueses frente a proletarios" tiene un sentido análogo al que detectó Marx en la Europa del siglo XIX. Pero en la Europa del siglo XXI y en el Imperio hegemónico americano el análisis marxiano tiene que ser renovado, ya que huelgas, sindicatos y lucha de clases no tienen ya el mismo sentido, ni siquiera analógico, con sus conceptos homólogos del pasado. Se abren así ahora dos frentes de conflicto muy bien diferenciados, uno bien conocido y que viene de lejos, otro nuevo y necesitado de análisis y reflexión.

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