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La violencia como subsistencia: Ritos de iniciación en el encierro


     

    "…Muchos cuestionan mi fe en los jóvenes porque los consideran destructivos o apáticos. Es natural que en medio de catástrofes haya quienes intenten evadirse entregándose al consumo de drogas. Un problema que los imbéciles pretenden que sea una cuestión policial, cuando es el resultado de la profunda crisis espiritual de nuestro tiempo…"

    E. Sábato

     

     I.

    Quien ya conoce la ruta sabe con qué se puede encontrar, lógicamente hay imponderables e improvistos. Quien reingresa al instituto sabe manejarse entre los pares, con los profesionales. Conoce la cultura del encierro, el lenguaje "tumbero", como dirigirse a los empleados, como circular por el espacio institucional y conseguir beneficios.

    Ingresar por vez primera a una institución cerrada, no solo por muros, cerrada internamente por conceptos y culturas propias, es confrontarse con un universo complejo. Los profesionales que realizan la admisión, que es el primer encuentro con el joven, buscan no sólo saber qué le sucede, por qué ingresó, que transgresión cometió y como se posiciona en relación con esto (lo que generará el primer informe dirigido al juzgado) sino también alertar al ingresante acerca de lo que puede encontrarse en el adentro, a modo de cartel indicador, adelantarle la ruta que le espera. Seguramente esto no alcanzará, el cartel es interpretado por cada uno de diversa manera, cada cual hace lo que quiere y/o puede, pero no podemos cerrar los ojos y callar ante quien va a cruzar las rejas ya que ese tránsito no es sin consecuencias .

    Más allá de las rejas, del abordaje terapéutico, de los avatares de la justicia, está el edificio de máxima seguridad, la mirada controladora de los empleados (guardias), el hacinamiento de jóvenes en pequeñas celdas (imagine cada lector a varios adolescentes compartiendo un espacio reducido) y el tiempo sin condena , en la angustia del destino incierto.

    En este universo kafquiano, violento desde diversos aspectos, ingresan los adolescentes y el egreso es un fantasma. Este aparato normativizante deja sus marcas en la singularidad de cada sujeto y esto es lo que preocupa a los agentes institucionales, los Equipos Técnicos que se encuentran con el joven de carne, hueso, alma y palabra, con su familia, la realidad que escapa a toda sanción y teorización.

     

    II.

    Como en los pueblos arcaicos la ceremonia iniciática señalaba el pasaje del joven a la edad adulta, incorporándose al cuerpo social, los que ingresan por vez primera a un instituto de máxima seguridad, se enfrentan mediante la violencia, con el cuerpo de los ya ingresados.

    El que ingresa debe acoplarse al grupo ya establecido que tiene uno o dos lideres a lo sumo. Para integrarse tendrá que probar su fuerza con algún integrante que lo invitará a pelear, que le posibilitará ocupar un lugar de respeto o no. Si gana la pelea tendrá un espacio importante, el que no durará por siempre sino que se irá actualizando con nuevas peleas, fundamentalmente contra los ingresantes. Todo este accionar de cuerpos violentos y violentados estará acompañado por narraciones de actos transgresivos cometidos en el afuera (reales o ficticios) que le darán prestigio, cartel.

    Ya Sigmund Freud señalaba en "El malestar en la cultura" que el sujeto cede algo de su posible felicidad por seguridad, limita sus pulsiones, lo instintivo y se adapta a la sociedad, sustituye su poderío individual por el grupal, asegurándose así un lugar en la cultura. Señalando textualmente " …El resultado final ha de ser el establecimiento de un derecho al que todos – o por lo menos todos los individuos aptos para la vida en comunidad – hayan contribuido con el sacrificio de sus instintos, y que no deje a ninguno – una vez mas: con la mencionada limitación a merced de la fuerza bruta… ".

    Lo señalado es la base del establecimiento de la sociedad en su totalidad, pero que se puede extrapolar a la formación de otras comunidades como es la del encierro (cárceles, institutos de menores, etc.), instituciones en las que se agrupan acorde al lugar de residencia, cantidad de causas jurídicas, antigüedad en el lugar, etc., formando una pequeña comunidad.

    Lo individual queda oculto en lo grupal ("estamos todos presos" "acá somos todos de la villa X", etc.) y da seguridad e identidad taponando la causa personal, singular, que llevó a ese adolescente a cometer ese acto.

    "Somos presos", significante y modalidad de presentación, identidad y modo de sobrevivir ante los otros encerrados. Mascarada de preso que esconde al sujeto que acalla su padecimiento ante los pares, quedando apresado en un acto que determinó su internación, que si es la primera, lo incorporará a una comunidad que le dejará marcas difíciles de desprender. "…De este forma, cuando el interno egresa del instituto lo único que le resta es reincidir, porque el instituto hizo bien su trabajo, le puso el sello de delincuente, y entonces su acceso a la producción está imposibilitado por sus antecedentes…" .

    Recordemos, no está de más, que los "menores" no son presos y que los institutos no son cárceles, pero algo iguala, el encierro es vivido como ser preso, estar detenido en un lugar de permanente control es vivenciado como estar encarcelado, si no es así, que alguien se lo explique a las voces de este padecimiento.

    Pero sigamos pensando lo que acontece dentro. Aplastada la subjetividad, lo humano, queda resistir sin que "patee la reja " sin ponerse melancólico, depresivo y solamente esperar la libertad para volver a lo social.

    Determinados actos cometidos no son bien vistos: "chetear ", "carteristas ", "violín " y "robos simples". Dónde no se arriesgue la vida ( lo llaman "poner el pecho") quien no se juega su existencia, es un " preso malo" quedando marginados del resto; y las autoridades muchas veces necesitan "aislarlos" en sectores diferenciales, porque su vida corre mayores riesgos.

    Toda esta violencia legitimada, es como la suma de la violencia que cada uno lleva dentro y que ocasionalmente sale a la luz. En el caso de estos jóvenes inmersos en este ambiente particular, y siendo una de sus características la actuación, sin que medie la tramitación del pensamiento, es como si el actuar, lo impulsivo, saltara por encima de la barrera del pensamiento, irrumpiendo naturalmente lo violento y posteriormente se diera, en un segundo tiempo, el pensar. Así se desatan peleas entre dos o más, siendo la máxima expresión de esto los motines, donde suele ser una violencia indiscriminada.

    El desborde desde temprana edad reclama a un otro, adulto, que limite. Siguiendo a D.W.Winnicott: "… Así como en el robo (si tenemos en cuenta el inconsciente) hay un momento en el que el individuo abriga la esperanza de saltar hacia atrás, por encima de una brecha, y alcanzar algo que le reclama a un padre con pleno derecho, del mismo modo en la violencia hay un intento de reactivar un sostén firme, perdido por el individuo en una etapa de dependencia infantil… sin ese sostén firme un niño es incapaz de descubrir los impulsos, y los únicos impulsos disponibles para el autocontrol y la socialización son los que se descubren y asimilan… ".

    La violencia, la actuación, el robo, etc., son muchas veces las únicas herramientas disponibles. Es lo que experimentó y asimiló.

     

    III.

    No exponer la vida, no poner el pecho en donde pueda impactar el disparo del arma, no es robar. Exponer la vida es su forma de vida, el riesgo como modo de existir, vivir en el límite donde la vida se roza con la muerte. Dónde la vida es algo de muerte, pareciera que la vida cobra consistencia. Esto da prestigio entre los pares y contribuye a ser respetado y estar tranquilo en el encierro.

    A partir de lo expuesto podríamos preguntarnos: Al no tener valor la propia vida ¿qué valor tendrá la de los otros?

    El rito de iniciación en el encierro está signado por la violencia. El pelear como subordinación del deseo singular al grupal, el encuentro del cuerpo singular ingresante, con los cuerpos encerrados. Con la violencia institucional se va trasmutando el adolescente que transgredió en "menor" encerrado. Es el caso de tantos jóvenes que ingresaron por primera vez y con cada reingreso, nuevas marcas, más tatuados, baleados y con un idioma cada vez más "tumbero".

    Metamorfosis, que a modo de gruesas capas reforzadas por las causas penales y los reingresos, cubren al joven con el ropaje de "preso" o lo va acercando a la modalidad delictiva como única forma de vida, siendo la Unidad Penal, la Cárcel de mayores, un destino ineludible. ¿Dónde quedó aquel primer llamado, las primeras transgresiones? ¿ Y el intento de que esa violencia emanada esperara ser significada, acotada por un adulto?

    La transgresión cometida en el afuera que es marca en el cuerpo social, termina, cuando es atrapado el que la cometió, marcando el cuerpo singular del transgresor, pero no solamente por la sociedad afectada y los representantes de ella que sancionan al acto, sino por los pares, que mediante la fuerza física y la historia "delictiva" forman una masa uniforme intentando barrer con la diferencia. Quien ingresa al instituto y no se integra, es desintegrado. A golpes o generándole miedos que desencadenen en que el joven no salga de su celda ( otra forma de violencia) se hace el cuerpo encerrado y el instituto de menores se torna antesala de la cárcel.

    Esa violencia es necesario desarticularla, para que surja desde allí cada sujeto indiscriminado o estigmatizado bajo los significantes que lo encubren ("preso", "joven delincuente", "algo habrá hecho", "menor") confrontándolo con su propia historia, únicamente despojándose de estos ropajes sociales,institucionales, podrá conectarse con su vida, comprender el sentido de su acto y poder así, si es su deseo, no repetirlo, saliendo del automatismo normativizante.

    Efecto de las ausencias tempranas: de padres en posición de serlo, de afectos, límites y de las presencias posteriores: drogas, pares con características similares, ambientes violentos, el sujeto va formando su estructura, su singularidad, reconociéndose en lo que realiza, es en lo que hace, como quien dice .soy artista., aun ejerciendo otros roles. La obra queda contenida en el ser. Pero en el .soy ladrón, chorro., también hay un obrar contenido en el ser. El que hace y haciendo va encontrando su constitución, su identidad, fusionando el Ser con el Hacer (transgresión como confirmación93) entonces la tarea puede tornarse muy compleja ¿se puede, corresponde, cambiarle la identidad?. Esto es naturalmente cedido por su antepasado y confirmado en su crecimiento, en su medio, ¿es anti- social?.

    Pero hay una gran mayoría de jóvenes que no se identifican con su actuar ligado a lo transgresivo, sino que lo realizado es como la carta en la botella lanzada por un náufrago, quien emite un mensaje dirigido a un otro, pidiendo ayuda, demandando atención. Desanudado este mensaje se abre la posibilidad de empezar a preguntarse por el Ser (transgresión como llamado94) acto cometido que contiene una historia que es necesaria transitar y entonces, mas allá de la responsabilidad del sujeto, se esconden otros sentidos, pero en este caso no da identidad, sino que viene allí donde el sujeto quiere anunciar algo por lo que padece.

    Todo niño actúa, así se va estructurando, pero no siempre hay un adulto que se interese por ese actuar y que vaya acotándolo en lo real, interactuando. No siempre aparece ese adulto que vaya significando su accionar, aplastando el puro impulso incorporando al naciente al mundo simbólico, social, poblado por acciones prohibidas, que hay que reprimir, porque sino serán reprimidas por autoridades externas. La subjetividad se va estructurando y cuando estamos frente a un joven internado, en conflicto con la Ley, habría que ir pensando qué lugar ocupó en el deseo de los padres cuando fue constituido, cómo fueron significadas sus acciones primeras, si se lo limitó cuando el niño buscaba un orden, porque desde esta base se encadenan los movimientos siguientes.

     Sigmund Freud plantea: "…La autoridad del padre o de los padres introyectadas en el Yo constituye en él el nódulo del Super Yo, que toma del padre su rigor, perpetúa su prohibición del incesto… ". La autoridad paterna, sus prohibiciones, va formando parte del psiquismo del niño, quien empieza a experimentar que hay cosas a las que no se pueden acceder, en algunos casos las fallas en este ordenamiento no deja en claro que hay cosas a las que hay que renunciar.

    Dentro de los institutos de "máxima seguridad" cuando las miradas adultas tampoco aparecen, como le sucedió tempranamente al niño, se van unificando las violencias individuales como un llamado generalizado, siendo su máxima expresión los intentos de suicidio y los motines, donde la violencia puede dejar de ser intento de que alguien aparezca a poner orden, para transformarse en un sin espera.

     

    Lic. Pablo Melicchio