Descargar

Mitología Nórdica 2. Odín y Frigg


Partes: 1, 2
Monografía destacada
  1. Introito
  2. El Valhalla
  3. Los Fieros Guerreros Berserks
  4. El Manantial de Mimir
  5. Odin y Vafthrundir
  6. Geirrod y Agnar
  7. La Leyenda de Starkad
  8. Los Muchos Nombres de Odín
  9. Las Runas
  10. La Cacería Salvaje
  11. Irmin
  12. Frigg, esposa de Odín
  13. La Joya Robada y la Invasión de los Gigantes
  14. Fulla
  15. Hlin
  16. Gna
  17. Lofn, Vjofn y Syn
  18. Gefjon
  19. Eira, Vara, Vor y Snotra
  20. Tannhauser y Holde
  21. Eastre, la Diosa de la Primavera
  22. Bertha, la Dama Blanca

Introito

El más alto y más sagrado de los dioses de las razas nórdicas era Odín, Wottan o Woden. Él era el espíritu omnipresente del universo, la personificación del aire, el dios de la sabiduría y la victoria universal, y el líder y protector de príncipes y héroes. Ya que se suponía que todos los dioses eran descendientes suyos, se le apellidó Alfoedr (padre de todo) y entre los más ancianos y principales de ellos, él ocupaba el asiento más elevado en Asgard. Conocido como Hlidskjalf, este asiento no era sólo un trono elevado, sino también una torre de vigía, desde la cual él podía observar todo el mundo y ver de un solo vistazo todo lo que sucedía entre los dioses, gigantes, elfos, enanos y hombres.

edu.red

Nadie, excepto Odín y su esposa y reina Frigg, tenían el privilegio de poder usar este asiento y cuando lo ocupaban solían mirar hacia el Sur y el Oeste, el objeto de todas las esperanzas y excursiones de las naciones del Norte. Odín era representado generalmente, como un hombre anciano alto y vigoroso, y o bien con cabellos rizados y oscuros, o bien con una larga barba gris y cabeza calva. Estaba ataviado con vestiduras grises, con una capucha azul y su cuerpo musculoso estaba envuelto con un amplio manto azul salpicado de gris, un emblema del cielo con sus nubes.

edu.red

En su mano, Odín portaba generalmente la infalible lanza Gungnir, la cual era tan sagrada que un juramento realizado sobre su punta nunca podría ser roto y en su dedo o brazo llevaba el maravilloso anillo Draupnir, el emblema de la fertilidad, cuya belleza no tenía comparación. Cuando se sentaba sobre su trono, o se encontraba pertrechado para la batalla, en cuyo caso descendía hasta la Tierra para participar en ella, Odín llevaba su casco de águila. Sin embargo, cuando deambulaba tranquilamente sobre la tierra con apariencia humana, para ver lo que hacían los hombres, se ponía generalmente un sombrero de ala ancha, con el cual tapaba su frente para ocultar el hecho de que sólo tenía un ojo.

Dos cuervos, Hugin (pensamiento) y Munin (memoria), se posaban sobre sus hombros cuando él se sentaba sobre su trono y les enviaba al ancho mundo cada mañana, esperando ansiosamente su regreso al anochecer, momento en el que ellos le susurraban al oído las noticias de cuanto habían visto y escuchado. De esta manera, se encontraba bien informado sobre todo lo que acontecía en la Tierra.

A sus pies se acurrucaban dos lobos o sabuesos de caza, Geri y Freki, animales que eran sagrados para él y considerados de buen agüero cuando se cruzaban en el camino. Odín siempre alimentaba a estos animales con sus propias manos, con carne que se servía delante de él. Él mismo no necesitaba ningún tipo de comida para su sustento y rara vez probaba nada excepto el hidromiel sagrado.

Cuando se sentaba ceremoniosamente solare su trono, Odín descansaba sus pies sobre un banquillo de oro, obra de los dioses, cuyo mobiliario entero y utensilios estaban siempre hechos de tal metal precioso o de plata.

Además del magnífico Glasheim, donde se encontraban los doce asientos que ocupaban los dioses cuando se reunían en asamblea, y Valaskjalf, donde se encontraba su trono, Hlidskjalf, Odín poseía un tercer palacio en Asgard, situado en medio de la maravillosa arboleda Glasir, cuyas relucientes hojas eran de oro rojo.

El Valhalla

Este palacio, llamado Valhalla (morada de los caídos), tenía quinientas cuarenta puertas, lo suficientemente anchas como para permitir el paso de ochocientos guerreros de frente y sobre la entrada principal se encontraba una cabeza de jabalí y un águila, cuya penetrante mirada llegaba hasta los rincones más lejanos del mundo.

Quinientas puertas y cuarenta más

Cero creo que hay en Valhalla.

Ochocientos guerreros

al mismo tiempo

pasarán por cada puerta

para combatir al lobo.

Las murallas de esta formidable construcción estaban confeccionadas de relucientes lanzas, tan bien pulidas que iluminaban todo el lugar. El techo era de escudos dorados y los asientos estaban decorados con finas armaduras, el regalo del dios a sus invitados. Largas mesas proporcionaban amplio espacio para los Einherjar, guerreros caídos en batalla, los cuales eran especialmente favorecidos por Odín.

Las antiguas naciones del Norte, que consideraban la guerra como el más honorable de los oficios y el valor como la virtud más grande, adoraban a Odín fundamentalmente como dios de la batalla y la victoria. Ellos creían que siempre que una batalla fuera inminente, él enviaba a sus ayudantes especiales, las doncellas del escudo, la batalla o del deseo, las llamadas valkirias (electoras de los caídos), las cuales escogían de entre los guerreros muertos a la mitad de ellos y los transportaban en sus veloces corceles a través del palpitante puente del arco iris, Bifrost, hasta el Valhalla.

Recibidos por los hijos de Odín, Hermod y Bragi, los héroes eran conducidos hasta el pie del trono de Odín, donde recibían los elogios debidos a su valor. Cuando alguno de sus predilectos era traído de esta manera hasta Asgard, Valfoedr (padre de los caídos), como se llamaba también a Odín cuando presidía sobre los guerreros, se levantaba de su trono y se dirigía hasta la gran puerta de entrada para darle la bienvenida personalmente.

Además de la gloria de tal distinción y el disfrute de la amada presencia de Odín día tras día, más placeres esperaban a los guerreros del Valhalla. Se les proporcionaba espléndidas diversiones en las largas mesas, donde las bellas valkirias, tras haberse despojado de sus armaduras y haberse ataviado con blancas túnicas, les presentaban sus respetos con diligente cortesía.

Estas doncellas, que, según algunas autoridades eran nueve, les llevaban a los guerreros grandes cuernos rebosantes de hidromiel, además de enormes cantidades de carne de jabalí, con los cuales banqueteaban magníficamente.

La bebida popular del Norte era la cerveza, pero los antiguos nórdicos consideraban que era una bebida demasiado ordinaria para la esfera celestial. Por tanto, imaginaban que Valfoedr mantenía sus mesas con abundantes suministros de hidromiel, el cual era proporcionado diariamente por la cabra Heidrun, la cual pacía continuamente las tiernas hojas y ramitas de Lerald, la rama más elevada de Yggdrasill.

La carne con la que se festejaban los Einherjar provenía del jabalí divino Sehrimnir, un animal prodigioso, muerto diariamente por el cocinero Andhrimnir y hervido en la gran caldera Eldhrimnir; aunque todos los invitados de Odín poseían gran apetito y comían hasta la saciedad, siempre había grandes cantidades de carne para todos.

El jabalí siempre revivía antes de que llegara la hora de la siguiente comida. Esta renovación milagrosa de los suministros no era el único prodigio que ocurría en el Valhalla. Se contaba que los guerreros, tras haber comido y bebido hasta la saciedad, cogían sus armas y se dirigían hasta el gran patio, donde luchaban entre ellos, reviviendo las hazañas que les habían hecho famosos en la Tierra e infringiéndose temerariamente terribles heridas, las cuales, sin embargo, sanaban completa y milagrosamente tan pronto como sonaba el cuerno que anunciaba la cena.

Y los grandes paladines

de este círculo de Odín

combaten cada jornada

y eligen quién va a morir.

Después de luchar, cabalgan

y en paz se sientan al fin.

Ilesos y felices, al sonido del cuerno y sin guardarse rencor mutuo por las crueles estocadas dadas y recibidas, los Einherjar regresaban alegres hasta el Valhalla para reanudar su festín en la amada presencia de Odín, mientras las valkirias se deslizaban elegantemente para llenar constantemente sus cuernos o sus vasos favoritos, las calaveras de sus enemigos, mientras los escaldos cantaban sobre las guerras o sobre agitadas incursiones vikingas.

Ya que tales placeres eran los más elevados que la fantasía del guerrero vikingo podía imaginar, era natural que todos los guerreros adoraran a Odín y que en sus años jóvenes se dedicaran a su servicio. Ellos juraban morir con las armas en la mano, si era posible, e incluso llegaban a herirse ellos mismos con sus propias lanzas cuando sentían que la muerte se les acercaba, si habían sido lo suficientemente desafortunados como para escapar de sus garras en el campo de batalla y se veían amenazados con la posibilidad de una "muerte de paja", como solían denominar a la que llegaba por vejez o enfermedad y les sorprendía en el lecho.

En recompensa por tal devoción, Odín cuidaba con particular esmero de sus favoritos, concediéndoles regalos, como una espada mágica, una lanza o un caballo, los cuales los hacían invencibles hasta su última hora, momento en que el dios aparecería para reclamar o destruir el regalo que había concedido, mientras las valkirias transportaban a los héroes hasta el Valhalla.

Los Fieros Guerreros Berserks

Cuando Odín participaba en la guerra, solía montar en su corcel gris de ocho patas, Sleipnir y portar su escudo blanco. Su lanza, arrojada por encima de las cabezas de los combatientes, era la señal para comenzar la contienda, tras lo cual se precipitaría en medio de las filas emitiendo su grito de guerra: "¡Odín os tiene a todos!". A veces usaba su arco mágico, el cual podía disparar hasta diez flechas a la vez, cada una de las cuales abatía a un enemigo invariablemente.

También se suponía que Odín inspiraba a sus guerreros favoritos la famosa "Cólera de la Furia", que les permitía, aunque estuvieran desnudos, sin armas y acosados gravemente, realizar grandes hazañas de valor y fuerza y continuar con prósperas vidas. Estos guerreros se denominaban berserks (plural bersekit, "camisa de oso"); fueron una raza de guerreros odínicos célebres por su ardor combativo. El berserk es una figura frecuente en las sagas nórdicas.

Los hombres de Odín iban al combate

sin cotas de malla,

rabiosos como perros o lobos,

mordiendo sus escudos

fuertes como osos o toros.

Mataban a la gente, y ni el fuego

ni el hierro hacía mella en ellos

(Edda de Snorri)

edu.red

El Manantial de Mimir

Para obtener la gran sabiduría por la que es tan famoso, Odín en los albores del tiempo, visitó el manantial de Mimir (Memoria), la fuente de todo ingenio y sabiduría, en cuyas profundidades se reflejaba claramente incluso el futuro y buscó al anciano que lo vigilaba para que le dejara tomar un trago. Pero Mimir, que conocía bien el valor de un favor tal, rehusó concederlo, a menos que Odín consintiera en darle uno de sus ojos a cambio. El dios aceptó sin dilaciones y se arrancó uno de sus ojos, el cual Mimir lo guardó como garantía, hundiéndolo en las profundidades de su manantial.

Bebiendo abundantemente de las aguas, Odín se hizo con el conocimiento que ansiaba, sin lamentar jamás el sacrificio que había hecho, pero en memoria de aquel día arrancó una rama del árbol sagrado Yggdrasill, que daba sombra al manantial y fabricó con ella su lanza Gungnir.

Otra historia, precisamente en el Hávamál, se relata cómo Odín robó el hidromiel poético al gigante Suttung, Para ello sedujo a la hija del gigante, Gunnlod.

Dudo si habría logrado escapar

de los salones de los gigantes,

si no hubiese usado a la buena Gunnlod,

a la que estreché entre mis brazos.

Odín, creo, juró por su anillo de los juramentos.

¿Cómo se puede confiar en su palabra?

Dejó a Suttung sin hidromiel con una estafa

y a Gunnlod con lágrimas.

Los vikingos reverenciaban especialmente un juramento sobre anillo (uno hecho sobre un anillo sagrado, en honor al anillo Draupnir). Sin embargo, Odín lo violó, faltando a su palabra y a la ley de tal juramento. Según los versos que siguen, Odín no robó en realidad el hidromiel al gigante Suttung, sino a Fjalar, uno de los enanos que hicieron la bebida de la sangre de Kvasir.

Snorri le añade un prólogo a la historia. Los enanos Fjalar y Galar, habían hecho el hidromiel, pero Suttung lo cogió en compensación por la muerte de su padre y de su madre, el gigante Gilling y su esposa. Los enanos habían invitado a Gilling a una excursión en bote. Éste volcó y Gilling cayó. La mujer del gigante lloraba copiosamente, tanto, que Fjalar no pudo aguantar más los gritos, así que la instó a que buscara consuelo yendo a la puerta y mirando en el lugar donde había ocurrido la tragedia.

Ella estuvo de acuerdo y mientras estaba de pie, Galar le tiró una piedra de molino en la cabeza y la mató. Suttung se ofendió y planeó la venganza. Cogió a los enanos y los llevó en barco hasta un peñasco que estaba sumergido por la pleamar. Allí los amenazó con abandonarlos salvo que pagasen por las muertes y ellos aceptaron darle el hidromiel. Él se lo llevó a casa y se lo confió a su hija Gunnlod.

Odín decidió coger a hidromiel. Mientras caminaba hacia la fortaleza de Suttung, llegó a un campo donde nueve trolls estaban segando. Eran los labradores de Baugi, el hermano de Suttung. Como eran trolls, no eran demasiado inteligentes y estaban usando guadañas sin afilar. Odín les ofreció afilar las herramientas y los esclavos quedaron sorprendidos de lo mejor que segaban ahora. Le preguntaron si podían comprarle la piedra de afilar y el dios se la arrobó y todos se lanzaron a cogerla. Con la confusión y las guadañas afiladas, se cortaron las gargantas unos a otros y murieron.

Odín continuó su camino hacia la granja. Baugi estaba trastornado por haber perdido toda su fuerza de trabajo, pero Odín le ofreció hacer todo el trabajo a cambio de un trago del hidromiel de Suttung. Se presentó a sí mismo como Bolverk, lo que debió haber puesto en guardia aun gigante, pues significa Malvado. Sin embargo, todo lo que Baugi hizo fue señalar que no tenía control sobre el hidromiel de su hermano, pero aceptó ver lo que se podía hacer para ayudar a Odín a satisfacer su deseo.

Bolverk trabajó todo el verano como un esclavo y cuando llegó el invierno le pidió a Baugi su paga. Éste le llevó ante Suttung, pero el gigante se negó a darle un solo trago del hidromiel. Sin embargo, Baugi y Bolverk se compincharon para conseguir algo de hidromiel y juntos hicieron un agujero a través de las rocas para alcanzarlo. Bolverk se convirtió en una serpiente y reptó por el agujero.

El relato ilustra algunos de los atributos menos atractivos de Odín: su despreciable astucia y oportunismo, su habilidad para cambiar su forma, su propensión a los nombres falsos y a los disfraces, su recurso a la traición. Para una visión más positiva, tendría que verse su pretensión de ser un dios del conocimiento. Su modo de conseguir la sabiduría es mediante el sacrificio (un ojo como pago por beber de la fuente de Mimir, colgando de un árbol para lograr las runas). Podía hacer hablar a los muertos, podía preguntar a los sabios, usar todos los poderes del seidr (un tipo de magia particular y poco concisa), tenía los cuervos, Hugin y Munin.

Odin y Vafthrundir

El Vafthrundismál es un registro de una competición de destreza y ciencia entre el dios y el gigante Vafthrundir, famoso por lo profundo de sus conocimientos. El poema comienza con una conversación entre Odín y su esposa Frigg, donde éste le pide un consejo que no está dispuesto a aceptar. ¿Debe visitar al gigante para averiguar cuánto sabe? Frigg espera que su esposo regrese a salvo y éste emprende su viaje disfrazado de viajero. Cuando es llevado ante el gigante, se presenta con el falso nombre de Gagnrad.

Vafthrundir le interroga brevemente y le considera como hombre de conocimientos y le propone una competición: se probarán mutuamente sus habilidades. Quien pierda, perderá su cabeza. Entonces Gagnrad empieza preguntándole al gigante sobre los orígenes del mundo, la naturaleza de los dioses y el fin de todas las cosas. El gigante responde con destreza, hasta que Gagnrad hace trampa con su última pregunta: ¿Qué le susurró Odín al oído de su hijo Balder cuando el dios muerto estaba siendo puesto en la pira funeraria? Sólo Odín sabía la respuesta, por lo que el gigante se da cuenta de que había sido burlado.

Ningún hombre sabe lo que en tiempos tan remotos

le dijiste a tu hijo al oído.

Condenado a morir,

me he puesto a narrar mis viejos cuentos

y a contar el destino de los dioses.

Ahora sé que luchaba con Odín,

el sabio entre los sabios.

Geirrod y Agnar

Otro poema sapiencial es el Grímnismál. Habla de dos jóvenes príncipes, Agnar de diez años y Geirrod de ocho. Salieron a pescar y el viento los empujó mar adentro. Naufragaron en la costa cercana a la pequeña choza de un granjero, Estuvieron con él y su esposa ese invierno y el granjero le tomó especial cariño a Geirrod. Cuando llegó la primavera, el granjero le dio algunas instrucciones privadas.

Cuando el barco llegó de regreso a su país, Geirrod, que estaba en la proa, saltó a tierra y empujó el barco mar adentro, dejando abandonado a su hermano mayor en él. Geirrod fue a casa y se encontró con que, mientras habían estado fuera, su padre había muerto y le había tocado ser heredero, creciendo para convertirse en un príncipe insigne. El heredero legítimo, Agnar, abandonado a la deriva, desembarcó en un lugar desolado, ocupándose de él unos gigantes que vivían allí.

Este conflicto entre los dos hermanos provocó peleas en lugares más altos, ya que Odín era el padrino de Geirrod, mientras que Frigg lo era de Agnar. Un día la pareja estaba sentada en su trono contemplando lo que pasaba en el mundo, cuando él comentó con sorna: "Mira a tu ahijado Agnar. Está engendrando un hijo con una giganta en una cueva. Entre tanto, mi ahijado Geirrod es un rey gobernando su país". Frigg replicó rápidamente: "Geirrod es un miserable, tan tacaño en sus fiestas que tortura a sus huéspedes si cree que han venido demasiados". Esto era una calumnia y riñeron por ello. Odín apostó a su mujer que podía demostrar que aquella acusación tan grave era falsa.

Se disfrazó y fue a la casa de Geirrod. Pero Frigg, más astuta que su marido, envió a un mensajero a Geirrod previniéndole del extraño extranjero que había entrado en su país. Geirrod fue engañado y apresó a Odín, quien se envolvió en una capa azul oscuro y dijo llamarse Grimnir. Cualquiera de las dos cosas debería haber puesto sobre aviso al rey de haber sido más listo. Geirrod quería más información. Grimnir permaneció en su derecho de guardar silencio, por lo que Geirrod lo torturó. Hizo dos grandes hogueras y dejó a Grimnir allí durante dos días tan abrasado que su capa se quemó.

Geirrod tenía un hijo de diez años a quien, sin ningún tacto, había llamado Agnar, como su hermano. El joven Agnar se compadeció de Grimnir y le trajo un cuerno lleno de bebida. El agradecimiento de Grimnir y la profecía de que Agnar sería recompensado con el trono abre el poema. Grimnir muestra luego el alcance de su saber nombrando las cortes de los diferentes dioses, los animales sobrenaturales que habitan su mundo, hablando de la creación del firmamento y de los tesoros de los dioses, cosas éstas que deberían indicar a la audiencia su identidad real. Acaba prediciendo la muerte de Geirrod a espada y pronunciando su nombre.

Las consecuencias vienen en prosa: "El rey Geirrod estaba sentado con su espada medio desenvainada. Cuando oyó que su visitante era Odín, saltó, queriendo sacar a Odín del fuego. Su espada resbaló de su mano. Su pie tropezó y cayó de cabeza sobre la espada. Esta lo atravesó y murió. Luego Odín desapareció. Y Agnar reino durante muchos años".

La Leyenda de Starkad

Starkad, en latín Starcaterus, era hijo de Storvik. En sus inicios, la leyenda es como sigue. Starkad era un gigante monstruoso provisto de cuatro pares de brazos; raptó a una muchacha, cuyo padre apeló a Thor para liberarla. El dios mató al raptor y devolvió a la muchacha a su casa. Estaba encinta y dio a luz a un hermoso muchacho de cabellos negros y extraordinaria fuerza. Fue llamado Storvik, se casó con una princesa de Halogaland, y tuvo un hijo al que llamó, según la costumbre, al igual que su abuelo, Starkad.

El rey Harald de Agdes mató a Storvik y, siendo muy pequeño, Starkad fue educado al mismo tiempo que Vikadr, hijo de Harald. Luego, Herthjof, rey de Hordaland, mata a Harald y se lleva a los niños como botín; los entrega a un tal Grani (de hecho, Odín disfrazado), quien los educa en la isla Fenhring.

Starkad se hizo grande y fuerte, ayudó a Vikadr a reconquistar su reino. Pero Odín había decidido que Vikadr tenía que serle sacrificado y había elegido a Starkad para hacerlo. Cierta noche Grani se lleva al héroe a un claro donde están sentadas once personas, mientras un sitial permanece vacío. Grani, que resulta ser Odín, lo ocupa y abre la sesión. Se trata de decidir el destino de Starkad.

Entonces, Thor y Odín se oponen. A cada suerte nefasta de Thor, Odín responde con una suerte benéfica. Starkad no tendrá hijos, pero tendrá tres vidas; cometerá un crimen en cada una de ellas, pero tendrá las mejores armas y vestidos; no tendrá tierra ni señorío, pero poseerá bienes muebles; nunca considerará que tiene bastante, pero tendrá éxito y vistoria en cada combate; será herido en cada uno de ellos, pero tendrá el don de la poesía y la improvisación; olvidará todo lo que ha compuesto, pero gustará a los nobles y a los grandes. Thor tiene la última palabra: Starkad será detestado por la gente humilde. El destino del héroe seguirá su curso. Starkad comete tres fechorías…

Los Muchos Nombres de Odín

Snorri, esta vez como Tercero en el Gylfaginning, dice que Odín es el más viejo y el más eminente de todos los dioses, estando al control de todo. Los otros dioses le obedecen como los niños a sus padres. Tercero también le llama Alfoedr, Padre de Todo, pero también le llama Valfoedr, Padre de los Caídos, Hangagud (Dios de los Ahorcados). Haptagud (Dios de los Cautivos), Farmagud (Dios de la Carga) y, añade, Odín se dio aún más nombres en su visita al rey Geirrod. Tercero cita luego una lista de versos del poema Grímnismál: "Me llamo a mí mismo Grim/y Gangleri,/ Herjan, Hialmberi,/Thekkr, Thridi/Thunn, Unn,/Helblindi, Har,/Sann, Svipall,/ Sanngetal…".

Y continúa así durante dieciséis líneas más. No sorprende que Gangleri le respondiese: "Le has dado un montón de nombres. Qué cantidad de conocimientos ha de tener un hombre para ser capaz de decir con exactitud de dónde procede cada uno de estos nombres".

Lo que de hecho necesita un hombre es haber sido instruido en los rudimentos de la etimología nórdica, al menos para algunos de los nombres. Los nombres muestran diferentes facetas del carácter de Odín o algo de la diversidad de sus actividades: el dios terrorífico y espantoso, el que podía controlar los vientos, el dios de la guerra y dador de la victoria, el dios de la magia, el dios siniestro, el dios en cuya palabra no se puede confiar. El hecho de que Odín practicase seidr, que podía poner en duda su masculinidad, podría conducir al nombre de Iálkr. Las muchas historias en las que Odín viaja disfrazado explicaría nombres como Grímr y Sidhottr. Nombres como Bileygr, Blindi y quizás Hár recuerdan que Odín era tuerto, porque dio un ojo a cambio de un trago del manantial de Mimir, fuente de sabiduría y sentido común.

Las Runas

Odín fue quien inventó las runas, el primer alfabeto que utilizaron las naciones nórdicas, cuyos caracteres, que significaban misterio, fueron al principio utilizados para la adivinación y conjuros poderosos, aunque posteriormente sirvieron para hacer inscripciones. Ya que la sabiduría podía ser obtenida sólo a costa de sacrificio, el mismo Odín relata que estuvo suspendido nueve días y noches del árbol sagrado Yggdrasill, contemplando las inconmensurables profundidades de Niflheim, sumergido en profundos pensamientos, llegando a herirse a sí mismo con su lanza, antes de adquirir el conocimiento que deseaba.

Sé que colgué del árbol azotado por el viento

nueve noches completas,

atravesado por la lanza y a Odín entregado,

yo mismo a mí mismo.

Ningún hombre sabe

de qué raíces ha nacido este árbol.

No me dieron pan, ni a beber del cuerno;

miraba hacia abajo;

levanté las runas, las subí bramando,

di de nuevo en la tierra.

Cuando dominó completamente su conocimiento, talló runas mágicas sobre su lanza Gungnir, sobre la dentadura de su caballo Sleipnir, sobre las garras del oso y sobre otras incontables cosas animadas e inanimadas. Y ya que había permanecido suspendido sobre el abismo durante tanto tiempo, se le consideró entonces como la divinidad de los que eran condenados a ser colgados.

La Cacería Salvaje

Odín, como dios del viento, era representado también cabalgando velozmente a través del aire, sobre su corcel de ocho patas, lo cual originó el más antiguo de los acertijos del Norte ("¿Quiénes son los que cabalgan hacia la Cosa? Tres ojos tienen entre los dos, diez pies y una cola: así viajan por las tierras?"). Y ya que se suponía que las almas de los muertos eran arrastradas por las alas de la tormenta, Odín era venerado como el líder de todos los espíritus incorpóreos.

En esta condición, se le conocía generalmente como el Cazador Salvaje y cuando la gente oía el rugido del viento se echaba a gritar ruidosamente en su temor supersticioso, creyendo que le habían visto y oído pasar seguido de su séquito, cabalgando todos ellos sobre corceles jadeantes y acompañados de sabuesos que ladraban. Y el paso de la Cacería Salvaje, conocida también como la Cacería de Woden, la Multitud Furiosa, los Sabuesos de Gabriel (por un rey sueco) o Asgardreia, era considerado un presagio de tantos infortunios como la pestilencia de la guerra.

Se pensaba que si alguien era lo suficientemente sacrílego como para unirse al griterío salvaje con burla, sería arrebatado y arrastrado junto con la desvaneciente multitud, mientras que aquellos que se unían al griterío con implícita buena fe; serían recompensados con el regalo inmediato de una pata de caballo que sería arrojada hasta ellos desde arriba, la cual, si era guardada cuidadosamente hasta el amanecer, sería transformada en un lingote de oro.

Incluso después de la llegada del cristianismo, el folclore nórdico aún temía la llegada de una tormenta, declarando que era la Cacería Salvaje quien surcaba a través de los cielos. El objetivo de esta cacería espectral variaba con frecuencia y era o bien un jabalí visionario o bien un caballo salvaje, doncellas de pedio blanco o las ninfas de la madera, llamadas Doncellas del Musgo, que se creía que representaban las hojas en otoño que se caían de los árboles y eran llevadas con el ventarrón invernal.

En la Edad Media, cuando el culto a las viejas deidades paganas había sido olvidado parcialmente, el líder de la Cacería Salvaje ya no era Odín, sino Carlomagno, Federico Barbarroja, el rey Arturo o alguien como el señor de Rodenstein o Hans von Hakelberg, los cuales, en castigo por sus pecados, eran condenados a cazar por siempre en los reinos aéreos.

Ya que el viento soplaba con más fuerza durante el otoño y el invierno, se suponía que Odín prefería cazar durante esas estaciones, especialmente durante el período comprendido entre Navidades y la Duodécima Noche, y los campesinos siempre se cuidaban de dejar el último haz de grano en el campo, para que sirviera de alimento a su caballo.

La Cacería Salvaje, o la Multitud Furiosa de Alemania, se conocía como Herlathing en Inglaterra, por el mítico rey Herla, su supuesto líder; en el norte de Francia como Mesnée d´Hellequin, por Hel, la diosa de la muerte, en la Edad Media con el nombre de la Cacería de Caín o la Cacería de Herodes, llevando tales nombres porque se suponía que sus líderes eran incapaces de encontrar descanso debido a los perversos asesinatos de Abel, de Juan Bautista y de todos los Santos Inocentes.

Irmin

En algunas regiones de Alemania, Odín era considerado idéntico al dios sajón Irmin, cuya estatua, el Irminsul, cerca de Paderborn, fue destruida por Carlomagno en el año 772. Se decía que Irmin poseía un pesado carro de bronce, sobre el que cruzaba el cielo por la senda de la Vía Láctea, la cual era más conocida por los antiguos alemanes como la "Vía de Irmin".

Este carro, cuyo ruido ensordecedor era a veces perceptible al oído de los mortales en forma de truenos, nunca abandonaba el cielo, donde aún puede ser visto en la constelación de la Osa Mayor, que en el Norte también se conoce como la de Odín, o la de Carlos, el Carro.

Frigg, esposa de Odín

Frigg, hija de Fiorgyn y hermana de Jord, según algunos mitólogos, es considerada por otros como la hija de Jord y Odín, con el que posteriormente se desposó. Este matrimonio causó tal regocijo general en Asgard, donde la diosa era muy amada, que tras el acontecimiento se convirtió en costumbre celebrar siempre su aniversario con un festín y canciones y tras ser declarada patrona del matrimonio, siempre se brindaba a su salud, junto a la de Odín y Thor, en los festines de boda.

Frigg es la diosa de la atmósfera, o mejor dicho, de las nubes y como tal era representada con vestimentas blancas u oscuras, de acuerdo a su humor un tanto variable. Era la reina de los dioses y sólo ella tenía el privilegio de sentarse sobre el trono Hlidskjalf, además de su esposo. Desde allí podía observar todo el mundo y ver lo que estaba sucediendo y, según la creencia de los antiguos nórdicos, ella poseía además el conocimiento del futuro, aunque, sin embargo, nadie podía persuadirla para que lo revelara, probando de esta manera, que las mujeres eran igualmente capaces de guardar importantes secretos.

edu.red

Era generalmente representada como una mujer alta, bella y majestuosa, coronada con plumas de garza real, el símbolo del silencio o del olvido, y vestida con atavíos blancos, con un cinto de oro en su cintura, del cual pendían un montón de llaves, como símbolo distintivo del ama de casa nórdica, de quienes ella era su patrona especial. Aunque aparecía a menudo junto a su esposo, Frigg prefería permanecer en su propio palacio conocido como Fensalir, el lugar de las nieblas o del mar, donde manejaba diligentemente su rueca, hilando hebras de oro o tejiendo extensas telas de nubes de brillantes colores.

Para realizar su trabajo, usaba una maravillosa rueca enjoyada que de noche brillaba de forma intensa en el cielo, como una constelación, conocida en el Norte con el nombre de "La Rueca de Frigg", mientras que en otros sitios era denominado al mismo conjunto de estrellas, el "Cinto de Orión".

La elegante diosa invitaba a su palacio Fensalir a esposos y esposas que hubieran llevado vidas virtuosas durante su estancia en la Tierra, para que pudieran disfrutar de la compañía de su cónyuge incluso después de la muerte y nunca tener que ser separados de nuevo. Frigg era por tanto considerada como la diosa del amor conyugal y maternal, y era venerada especialmente por las parejas casadas y los padres afectuosos. Sin embargo, esta elevada labor no absorbía por completo sus pensamientos, pues se dice que ella era muy aficionada a los vestidos y, siempre que aparecía ante la asamblea de los dioses, su indumentaria era suntuosa y favorecedora y sus joyas eran elegidas con gran gusto.

La Joya Robada y la Invasión de los Gigantes

El amor de Frigg por los ornamentos la llevó en una ocasión por el mal camino, pues en su ansia de poseer una joya nueva, robó en secreto una pieza de oro de una estatua que representaba a su esposo, que acababa de ser colocada en su templo.

El metal robado fue confiado a los enanos, con instrucciones de fabricar con él un maravilloso collar para su uso. La joya finalizada era tan resplandeciente que acentuó aún más los encantos de la diosa y aumentó el amor de Odín por ella. Sin embargo, cuando este descubrió el robo del oro, convocó enfurecido a los enanos y les ordenó que le revelaran quién había osado tocar su estatua. Reacios a traicionar a la reina de los dioses, los enanos permanecieron obstinadamente, en silencio y, viendo que no lograría obtener ninguna información de ellos, Odín ordenó que la estatua fuera situada sobre la entrada del templo y que fuera puesta a trabajar para que ideara runas que le conferirían el poder del habla y le permitiría denunciar al ladrón.

Cuando Frigg oyó esto, se estremeció de miedo e imploró a su asistenta favorita. Fulla, para que ideara algún remedio de protegerla de la ira de su esposo. Fulla, que siempre estaba dispuesta a servir a su señora, vertió inmediatamente, regresando pronto acompañada por un horrible enano, el cual prometió procurar que la estatua hablara sólo si Frigg se dignaba a sonreírle de buena gana. Tras haber sido concedido tal favor, el enano corrió hasta el templo, infundió a los guardias un profundo sueno y, mientras se encontraban inconscientes, bajó la estatua de su pedestal y la rompió en pedazos, para que nunca pudiera llegar a revelar el robo de Frigg, a pesar de los esfuerzos de Odín de dotarle de habla.

Odín se enfureció terriblemente, al descubrir el sacrilegio por la mañana, tanto que abandonó Asgard y desapareció llevándose consigo todas las bendiciones que solía repartir entre dioses y hombres. Según algunas autoridades en la materia, sus hermanos se aprovecharon de su ausencia para asumir su forma y asegurarse su trono y su esposa, sin embargo, aunque se parecían a él exactamente, no fueron capaces de reimponer las bendiciones perdidas y permitieron que los gigantes del hielo, o Jotuns, invadieran la tierra y la envolvieran con su frío. Los pérfidos gigantes estrujaron las hojas y los brotes de las plantas hasta que todas se marchitaron, desnudaron los árboles, amortajaron la tierra con un gran cobertor blanco de nieve y hielo, y la cubrieron con impenetrables nieblas.

Pero al final de siete fatigosos meses, el verdadero Odín se apiadó y regresó y cuando vio todo el mal que se había flecho, echó a los usurpadores, obligó a los gigantes de hielo a relajar sus garras sobre la tierra y a liberarla de sus ataduras de hielo, esparciendo de nuevo todas sus bendiciones y alegrando toda la tierra con la luz de su sonrisa. En calidad, de reina de los dioses, Frigg estaba rodeada por varias asistentas:

Fulla

Frigg tenía, como sus propias asistentas especiales, un número de hermosas doncellas, entre las cuales se encontraba Fulla (Volla), su hermana según algunas autoridades, a quien le confiaba su estuche de joyas. Era Fulla siempre la encargada del atavío de su señora. Tenía el prizniegio de calzarle sus zapatos de oro, la atendía en todas partes y era su confidente. A menudo le aconsejaba sobre la mejor manera de ayudar a los mortales que imploraban la ayuda de la diosa.

Fulla era ciertamente muy hermosa y tenía largos cabellos dorados, que ella dejaba sueltos sobre sus hombros, sujetos sólo por una redecilla o cintillo de oro. Ya que sus cabellos eran emblemáticos del grano dorado, este cintillo representaba el atado de las gavillas. Fulla era conocida también como Abundia o Abundancia, en algunas regiones de Alemania, donde era considerada como el símbolo de la plenitud de la Tierra.

Partes: 1, 2
Página siguiente