Resumen
En el presente trabajo se fundamenta el papel primordial que ocupa el arte durante los primeros años de la revolución, no solo desde la creación de diferentes instituciones sino desde la perspectiva de sus diferentes manifestaciones, esencialmente el séptimo arte.
Palabras claves: revolución, cultura, intelectuales, ideología, cine, comunicación
Introducción
El triunfo de la Revolución Cubana, el primero de Enero de 1959 posibilitó una reestructuración radical de todos los campos sociales en nuestro país; el ambiente ideológico y cultural no estuvo exento a estos cambios.
Desde el propio año 1959 se produce una Revolución Social que priorizaría el papel de la cultura como forma de educar a las masas. Para ello era imprescindible contar con el apoyo de la intelectualidad, estos serían los encargados de realizar una cuidadosa labor de transformación cultural que propiciara la sustitución de los valores ajenos a la realidad imperante.
Dentro de este proceso de cambio y transformación en busca de la conformación de un nuevo ideal social, la intelectualidad, asumió diferentes posturas.
Desarrollo
En el plano internacional, el triunfo revolucionario constituyó un ejemplo y trajo consigo una renovación total de la superestructura ideológica de toda la sociedad, produciéndose así una revolución social como única vía de mantener la victoria alcanzada.
Con el triunfo revolucionario se desintegra el aparato estatal burgués y se toman una serie de medidas para crear el nuevo Estado que respondería a los intereses del pueblo, integrado por los diferentes sectores que participaron en la lucha, dirigidos por la vanguardia revolucionaria. Poco a poco se iría fortaleciendo el aparato estatal revolucionario sobre las bases de unir a todas las fuerzas populares y revolucionarias.
Para lograr esto se pone en marcha el cumplimiento del programa del Moncada, ajustándose a las necesidades reales del país, se efectuaron una serie de medidas económicas, políticas y sociales, cuyo objetivo principal era elevar el nivel de calidad de vida del pueblo sobre la base de rescatar la soberanía nacional, eliminar el subdesarrollo y establecer la justicia.
Las medidas de beneficio popular comienzan desde los primeros meses del año 1959, medidas que buscaban elevar el nivel cultural de la población dada la importancia conferida a la cultura en el ámbito ideológico de la nueva revolución. Importancia que Fidel enfatiza en sus discursos cuando expresa la necesidad de que se produjera una Revolución Cultural dentro del proceso revolucionario, como mejor alternativa de educar a las masas e ir creando en ellas, por esta vía, una conciencia de clase que les permitiera enfrentar la tarea de transformar la sociedad en una superior y más justa.
Se crea el Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográfica (ICAIC), dirigido por Alfredo Guevara, siendo el cine la forma más eficaz de difundir e incentivar la labor revolucionaria, la Imprenta Nacional de Cuba, dirigida por Alejo Carpentier.
Luego, se funda la Casa de las Américas, bajo la dirección de Haydee Santamaría, importante centro cultural que promovería la literatura tanto cubana como latinoamericana y se encargaría de crear estrechos puentes de intercambio cultural con otros países de América.
Se da una desarticulación de las viejas instituciones y se sustituyen por otras nuevas, en la prensa también surgen nuevos periódicos como lo fue Revolución y su suplemento cultural Lunes de Revolución, la revista Cine Cubano y una organización clave en este proceso como lo fue el Consejo Nacional de Cultura.
Una de las medidas más importantes que tomó la revolución fue la puesta en marcha de la Campaña de Alfabetización, la implementación de un plan de becas que incluyó institutos tecnológicos agrícolas industriales y escuelas de arte. Se nacionalizan los medios masivos de comunicación, aunque no se puede dejar de mencionar la incansable lucha de la revolución con la prensa de derecha.
Dentro de esta prensa de derecha se encuentra El Diario de la Marina, Información, Prensa Libre y otra de posición centro derecha como Bohemia, que tergiversaban la situación real del país, expandiendo una campaña de mentiras a países de América Latina y el Caribe.
El objetivo era hacer creer a estos pueblos que el gobierno cubano quería exportar la Revolución, realmente era necesario hacerla mundial, pero no precisamente con el sentido que le daban a la misma.
Se le brinda apoyo al Ballet de Cuba, a la Orquesta Sinfónica y a la Biblioteca Nacional. Dentro de este proceso de cambio y transformación en busca de la conformación de un nuevo ideal social, juega un rol fundamental la intelectualidad cubana, que asumió diferentes posturas frente al debate cultural de los primeros años de revolución.
La irrupción de la intelectualidad al ambiente ideológico que imponía la Revolución fue controversial.
La intelectualidad en Cuba se movía bajo un fuerte debate, en relación a un profundo dilema ético, que se vincula a todo el movimiento de ideas de esta etapa. Se movían entre la necesidad de ser fieles a la revolución y por otra parte criticarla.
Como se puede evidenciar sucede entonces una contradicción entre su condición individual como intelectual y su deber, el deber para con la revolución. Contradicción avalada por Ambrosio Fornet cuando dice: "El intelectual está obligado a ser crítico de si mismo e instrumento crítico de la sociedad."[1]
El llamado séptimo arte, durante esta etapa y fundamentalmente por la creación antes mencionada del ICAIC, ocupa un lugar primordial dentro del acontecer no solo artístico sino ideológico en nuestro país.
Si por revolución entendemos el cambio de todo aquello que el momento histórico exija cambiar, comprenderíamos por qué en este contexto el cine se volvía un instrumento de inmensa importancia dentro del nuevo proyecto social en su doble carácter de arte e industria.
En cuanto arte, el cine es el que más accesible le resulta al gran público y quizás también el que más profundamente le influye prefijando no solo patrones de gusto estético sino incluso conductuales, estereotipos y opiniones.
Así le considera desde muy temprano el cineasta Tomás Gutiérrez Alea: "El cine, como manifestación de la cultura de un pueblo, es la actividad más comprometida con intereses ajenos a la cultura. Es por lo tanto la actividad que refleja más rudamente los factores reales que condicionan una sociedad."[2] De ahí también su importancia desde el punto de vista ideológico.
El cine cubano, con Alfredo Guevara en la primera línea, se enfrentaba a una compleja problemática, romper con los esquemas que había impuesto el colonialismo cultural y acercar al público, dentro del cual se encontraba el deformado por gustos esencialmente comerciales, al arte y a la realidad que se estaba viviendo.
Y aquí se comprenden las causas del creciente rigor artístico en la selección de los filmes programados; porque mientras más lograda esté la obra de arte más profunda y duradera será la influencia que puede ejercer en la conciencia de las personas que entren en contacto con ella.
El quehacer intelectual de estos años influye también en la producción musical y junto a sus máximos dirigentes, promueven la idea de una intelectualidad comprometida con su momento histórico que fuera capaz, a través de la música, de apoyar la forja de la conciencia social.
El valor del proceso revolucionario encuentra en el arte una expresión creativa. La canción protesta, como se le solía llamar al movimiento vinculado a las canciones de corte social y político, y que más tarde se constituyó en Cuba como la Nueva Trova, insistió en la necesidad e importancia de una canción que hiciera pensar y que reflejara los problemas, contradicciones y sueños de la Revolución Cubana.
A tono con esto surge también en estos primeros años de revolución, el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (GESI), vinculado a este movimiento, como paso pionero en el esfuerzo de revolucionar el contenido y la forma de la expresión musical dentro de la cultura cubana.
Como forma artística, la música es portadora de una ideología más o menos evidenciada en el hecho artístico, quiéralo o no el artista, por lo que se hizo énfasis en la necesidad de una canción que fuera expresión de los sentimientos y las emociones de tipo político y sociales de nuestro pueblo.
Aunque la música es en sí neutra, apolítica, posee connotaciones ideológicas estrechamente vinculadas al lugar, tiempo y coyuntura histórica en que surge, y de acuerdo a distintos códigos que los músicos y los pueblos se van creando: una música puede esgrimirse como símbolo de la identidad nacional y de resistencia. (3)
Conclusiones
La Revolución de forma rápida y efectiva, debía canalizar la difusión del ideal que defendía, por lo que se hacía necesaria la creación colectiva de todos los grupos sociales. Esta forma no sería otra que la propaganda revolucionaria a través de los medios de difusión y las distintas manifestaciones del arte para forjar una cultura de masas capaz de educar política y culturalmente al cubano sobre la base del nuevo ideal.
Se trataba entonces de no sólo utilizar la vía de promoción a través de panfletos y discursos, se necesitaban acciones concretas por parte del gobierno revolucionario.
De ahí que en el ámbito cultural, se puede decir que los sesenta marcan una época donde existió un movimiento dirigido a una mayor liberación humana, donde las artes no solo en los casos señalados del cine y la música sino el arte en todas sus expresiones jugaron un papel primordial, en respuesta al ideal social de la revolución.
Referencias bibliográficas
(1) Fornet, Ambrosio. "El intelectual en la Revolución". En: Revolución, Letras, Arte. Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1980.p.35
(2) Gutiérrez Alea, Tomás. "El cine y la cultura." Año 1, No. 2 P.6
(3) Leonardo Acosta. Música y descolonización. Editorial Arte y Literatura, Ciudad de La Habana, 1982
Autor:
Lic. Leticia Rojas Viera
[1] -Fornet, Ambrosio. “El intelectual en la Revolución”. En: Revolución, Letras, Arte. Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1980.p.35
[2] Gutiérrez Alea, Tomás. “El cine y la cultura.” Año 1, No. 2 P.6