Este artículo pretende contestar lo más eficaz y sencillamente posible la siguiente pregunta, basada en los estudios profundos del Génesis: ¿De qué manera prosperó el concepto del "alma humana inmortal" en épocas posteriores?
Siendo una creencia inicialmente religiosa, por estar conectada con el llamado "mundo de los espíritus", la noción de "alma humana inmortal" es filtrada racionalmente por Platón a través de la filosofía, para librarla de supuestas impurezas cognoscitivas procedentes del saber popular, la milotología, la fantasía religiosa, la superchería irracional y así por el estilo. El propio Sócrates parece encontrarse a medio camino entre la religión y la filosofía cuando expresa sus ideas acerca de la inmortalidad del alma, puesto que sostiene que ésta "se va a lo que se asemeja a ella, a lo invisible, divino, inmortal y sabio, y al llegar allá es feliz, queda libre del error, la insensatez y el temor […] y de todo otro padecimiento humano, y […] vive en verdad para siempre con los dioses" (ver Nota de la página 10 del artículo anterior, esto es, del G053: Alma platónica). En consecuencia, le corresponde a Platón dar un tinte más racional a los postulados de Sócrates, haciéndolos menos religiosos y más filosóficos. Sin embargo, el alcance de sus teorías acerca del alma inmortal iba a tener en el futuro una vitalidad fundamentalmente ligada a la religión, a una teología religiosa y a una dogmática eclesiástica sostenida por medio de construcciones racionales basadas en premisas irracionales.
Judaísmo.
El folleto ¿QUÉ NOS SUCEDE CUANDO MORIMOS?, impreso en 2006 por la Sociedad Watchtower Bible And Tract, páginas 13-16, explica en parte:
«El origen del judaísmo se remonta unos cuatro mil años hasta Abrahán. Los escritos sagrados hebreos empezaron a redactarse en el siglo XVI antes de la EC, y se completaron para la época en la que Sócrates y Platón daban forma a la teoría de la inmortalidad del alma. ¿Enseñaban esta doctrina las Escrituras Hebreas?
La "Encyclopaedia Judaica" responde: "Fue en el período posbíblico cuando arraigó una creencia clara y firme en la inmortalidad del alma […] y se convirtió en un pilar de las fes judía y cristiana". También afirma: "En tiempos bíblicos se veía a la persona como un todo. Así pues, no había una distinción marcada entre el alma y el cuerpo". Los primeros judíos creían en la resurrección de los muertos, lo cual "ha de diferenciarse de la creencia en […] la inmortalidad del alma", señala dicha enciclopedia.
Entonces, ¿cómo se convirtió la doctrina en "un pilar" del judaísmo? La historia nos da la contestación. En el año 332 antes de la EC, Alejandro Magno conquistó gran parte del Oriente Medio en una campaña relámpago. A su llegada a Jerusalén, los judíos lo recibieron con los brazos abiertos. Según el historiador judío del siglo I Flavio Josefo, incluso le mostraron la profecía del libro de Daniel, escrito más de doscientos años antes, que describía claramente las conquistas de Alejandro en el papel de "rey de Grecia" (Daniel 8:5-8,21). Sus sucesores siguieron adelante con su plan de helenización, inculcando en todo el imperio el idioma, la cultura y la filosofía de Grecia. Por consiguiente, era inevitable que se produjera una fusión de las dos culturas, la griega y la judía.
A principios del siglo III antes de la EC se empezó la primera traducción de las Escrituras Hebreas al griego, llamada la "Septuaginta". Gracias a ésta, muchos gentiles llegaron a respetar la religión judía y a conocerla bien. Algunos hasta se convirtieron. Los judíos, por su parte, se iban familiarizando con el pensamiento griego, y algunos se hicieron filósofos, lo cual era enteramente nuevo para ellos. Uno de tales filósofos judíos fue Filón de Alejandría, del siglo I de la EC.
Filón, que reverenciaba a Platón, intentó explicar el judaísmo desde el punto de vista de la filosofía griega. "Filón, al crear una síntesis única de filosofía platónica y tradición bíblica —dice el libro Historia del Cielo—, dejó el terreno abonado para los pensadores cristianos [y judíos] posteriores". ¿Y qué pensaba Filón del alma? El libro prosigue: "Para él, la muerte devuelve al alma a su estado originario, en el que se encontraba antes del nacimiento. Dado que el alma pertenece al mundo espiritual, la vida encarnada en un cuerpo no es sino un episodio breve y, a menudo, desafortunado". Otros pensadores judíos que creían en la inmortalidad del alma fueron el conocido físico del siglo X Isaac Israeli y el filósofo alemán del siglo XVIII Moses Mendelssohn.
Otro libro que ha influido mucho en el pensamiento y la vida judíos es el Talmud, que constituye un resumen escrito, con comentarios y explicaciones posteriores, de la llamada ley oral, recopilada por rabinos desde el siglo II de la EC hasta entrada la Edad Media. "Los rabinos del Talmud —dice la Encyclopaedia Judaica— creían que la existencia del alma se prolongaba más allá de la muerte". El Talmud habla incluso de que los muertos se ponen en comunicación con los vivos. La "Encyclopædia of Religion and Ethics" indica: "La creencia [de los rabinos] en la preexistencia de las almas probablemente se debía a la influencia del platonismo".
La Cábala, conjunto de escritos místicos del judaísmo posterior, llega al extremo de enseñar la reencarnación. Con relación a esta doctrina, la obra judía "The New Standard Jewish Encyclopedia" afirma: "Parece ser que la idea se originó en la India. […] En la Cábala surge primero en el libro Bahir, y luego, a partir del Zohar, fue aceptada habitualmente por los místicos y desempeñó un papel importante en las creencias y literatura hasídicas". En el Israel actual, la reencarnación se reconoce generalmente como una enseñanza judía.
De modo que la idea de la inmortalidad del alma penetró en el judaísmo por influencia de la filosofía griega, y la mayoría de sus ramas aceptan el concepto».
Cristiandad.
El folleto ¿QUÉ NOS SUCEDE CUANDO MORIMOS? prosigue: «El cristianismo auténtico comenzó con Cristo Jesús. Miguel de Unamuno, destacado erudito español del siglo XX, escribió respecto a Jesús:
"Creía acaso en la resurrección de la carne, a la manera judaica, no en la inmortalidad del alma, a la manera platónica […]. Las pruebas de esto pueden verse en cualquier libro de exégesis honrada". Unamuno concluyó: "La inmortalidad del alma […] es un dogma filosófico pagano".
¿Cuándo y cómo se infiltró este "dogma filosófico pagano" en el cristianismo? "The New Encyclopædia Britannica" señala: "Desde mediados del siglo II después de Cristo, los cristianos que habían recibido cierta educación en la filosofía griega empezaron a sentir la necesidad de expresar su fe en los términos de ésta, tanto para su propia satisfacción intelectual como para convertir a los paganos cultos. La filosofía que más les convino fue el platonismo".
Hubo dos de tales primeros filósofos que tuvieron una gran incidencia en las doctrinas de la cristiandad: Orígenes de Alejandría (185-254 EC) y Agustín de Hipona (354-430 EC). La "New Catholic Encyclopedia" dice de ellos: "Sólo con Orígenes en Oriente y san Agustín en Occidente se estableció que el alma es una sustancia espiritual y se formó un concepto filosófico de su naturaleza". ¿Sobre qué base formaron Orígenes y Agustín sus conceptos del alma?
Orígenes era discípulo de Clemente de Alejandría, "el primero de los Padres que adoptó de forma explícita la tradición griega del alma", según la "New Catholic Encyclopedia". Las ideas platónicas sobre el alma debieron de influir mucho en Orígenes. "[Orígenes] convirtió en dogma cristiano todo el conjunto de enseñanzas relativas al alma, que tomó de Platón", indicó el teólogo Werner Jaeger en la publicación "The Harvard Theological Review".
A Agustín se le considera en algunos sectores de la cristiandad el mayor pensador del mundo antiguo. Antes de convertirse al "cristianismo", a la edad de 33 años, Agustín se interesaba mucho en la filosofía y se había hecho neoplatónico (ver NOTA, a continuación). Tras su conversión, mantuvo sus ideas neoplatónicas. "The New Encyclopædia Britannica" dice de él: "Su mente fue el crisol en el que la religión del Nuevo Testamento se fusionó por completo con la tradición platónica de la filosofía griega". La "New Catholic Encyclopedia" admite que la "doctrina [agustiniana del alma], que prevaleció en Occidente hasta finales del siglo XII, le debía mucho […] al neoplatonismo".
En el siglo XIII, las enseñanzas de Aristóteles ganaban popularidad en Europa, debido en gran parte a la difusión en latín de las obras de doctos árabes que habían comentado extensamente los escritos de aquel filósofo. El pensamiento aristotélico impactó al erudito católico Tomás de Aquino, y las obras de éste lograron que las ideas de Aristóteles tuvieran mayor repercusión en las doctrinas de la Iglesia que las ideas de Platón. Pero esta tendencia no afectó al concepto de la inmortalidad del alma.
Aristóteles enseñó que el alma estaba inseparablemente unida al cuerpo y que su existencia individual no continuaba después de la muerte. También afirmó que si algo eterno existía en el hombre, era un intelecto abstracto e impersonal. Tal modo de entender el alma no armonizaba con la creencia de la Iglesia en almas personales que sobreviven a la muerte. En consecuencia, Tomás de Aquino modificó el concepto aristotélico del alma y aseveró que su inmortalidad puede probarse con la razón. De manera que la creencia de la Iglesia en la inmortalidad del alma siguió intacta.
En los siglos XIV y XV, a comienzos del Renacimiento, resurgió el interés en Platón. La célebre familia italiana de los Médicis incluso contribuyó a la fundación de una academia en Florencia para promover el estudio de la doctrina del filósofo. Durante los siglos XVI y XVII menguó el interés en Aristóteles. Y la Reforma, que tuvo lugar en el siglo XVI, no introdujo ningún cambio en la enseñanza del alma. Aunque los reformadores protestantes disentían en la doctrina del purgatorio, aceptaron la idea del castigo o la recompensa eternos.
De ahí que la enseñanza de la inmortalidad del alma esté presente en la mayoría de las confesiones de la cristiandad. Un filósofo estadounidense escribió al respecto: "De hecho, la religión, para la gran mayoría de los occidentales, significa inmortalidad, y nada más. Dios es el originador de la inmortalidad".
NOTA:
Agustín (de Hipona) se interesaba mucho en la filosofía y se había hecho neoplatónico, es decir, seguidor del neoplatonismo, una nueva versión de la filosofía platónica desarrollada por Plotino en la Roma del siglo III. Según la Wikipedia, el Neoplatonismo es un sistema filosófico que nació en la Alejandría del siglo III, y que fue enseñado en diferentes escuelas hasta el siglo VI. Es la última manifestación del platonismo antiguo, y constituye una síntesis de elementos muy distintos, con aportes de las doctrinas filosóficas de Pitágoras, Aristóteles, Zenón y, sobre todo, Platón, unidas a las aspiraciones místicas de origen hindú y judío.
El fundador de la doctrina parece haber sido Amonio Saccas. Plotino, su representante más importante, permaneció once años junto a él antes de profesar su doctrina en Roma a partir de 244. Su discípulo Porfirio redactó sus lecciones y las publicó, reunidas en seis Enéadas, y tomó la dirección de la escuela a fines del siglo III. Jámblico, que había sido el editor de Porfirio en Roma, fundó la escuela de Siria y enseñó en Apamea. Uno de sus discípulos, Edesio de Capadocia, fundó la escuela de Pérgamo.
La tradición filosófica del neoplatonismo se mantuvo en el siglo V; fue enseñada a partir del 400 en la escuela de Atenas, por Plutarco de Atenas, uno de cuyos sucesores fue Proclo. La escuela de Atenas fue clausurada en 529 por un edicto de Justiniano I; el diádoco Damascio y Simplicio de Cilicia se refugiaron en Persia. La escuela de Alejandría, que después de la muerte de Hipatia (415) se había alejado del neoplatonismo y que en el siglo VI había incluso llegado a ser un foco de resistencia a las doctrinas neoplatónicas, subsistió. Es reseñable como neoplatónico Sinesio de Cirene, del que nos han quedado como fuentes indirectas de la figura de su maestra Hipatia las cartas dirigidas a ella, así como otros manuscritos.
Alma aristotélica.
Aristóteles enseñó que el alma estaba inseparablemente unida al cuerpo y que su existencia individual no continuaba después de la muerte. Se acercó, más que sus predecesores, a la visión que paulatinamente está siendo desarrollada por la neurociencia actual. Esto testimonia que los mejores pensadores de todos los tiempos, por superdotados que fueran, poseían como mucho un entendimiento de la realidad en parte acertado y en parte desacertado.
Aristóteles, a diferencia de Platón, considera que el alma es un elemento material, que proporciona vida al cuerpo pero que no continua existiendo tras la muerte. Existió, pues, en el pensamiento griego un concepto que sería polémico debido a ser objeto de dos interpretaciones diferentes: el alma. Por una parte, tenemos la interpretación pitagórica, según la cual el alma es un elemento inmaterial que podemos considerar nuestro auténtico yo, y otra, la interpretación aristotélica según la cual el alma es un elemento material, que proporciona vida a un cuerpo, pero que ni es inmortal, ni tan siquiera inmaterial. La visión pitagórica será aceptada por Sócrates y Platón, mientras que la Aristotélica será aceptada por Epicuro y el resto de autores atomistas.
Una de las diferencias fundamentales del pensamiento de Aristóteles respecto al de Platón, la encontramos en la concepción del alma. Así, mientras Platón considera que el alma del ser humano es inmortal y puede vivir separada del cuerpo, ya que su estado natural es el mundo inteligible, alejado de la realidad sensible, Aristóteles retoma el concepto de Alma simplemente como aquello que posibilita la vida en un cuerpo, independientemente de si es material o no. Según Aristóteles el alma es material, y por lo tanto mortal, completamente alejado del pensamiento de Platón y del pitagorismo.
Además, Aristóteles no reflexionará sólo sobre el alma humana, sino que también lo hará sobre las diferentes "almas" del resto de seres vivos, ya que, en definitiva, Aristóteles tendrá un gran interés por la Biología. Ésta es otra de las diferencias fundamentales con Platón, que consideraba que la cuestión del alma era una cuestión puramente humana.
Alma tomista.
Tomás de Aquino nació en Roccasecca (Lacio), Italia, a finales de 1224 o inicios de 1225, y murió en la Abadía de Fossanuova, en la actual Provincia de Latina, el 7 de marzo de 1274. Fue un teólogo y filósofo católico perteneciente a la "Orden de Predicadores", y es el principal representante de la tradición escolástica, y fundador de la "escuela tomista de teología y filosofía". Es considerado santo por la Iglesia Católica. Su trabajo más conocido es la "Suma Teológica", tratado en el cual pretende exponer de modo ordenado la doctrina católica. Canonizado en 1323, fue declarado Doctor de la Iglesia en 1567 y santo patrón de las universidades y centros de estudio católicos en 1880.
La principal influencia recibida por Tomás de Aquino se encuentra en Aristóteles. De él toma la teoría hilemórfica, y sus aplicaciones en la antropología y epistemología, como la idea de que el alma y el cuerpo forman una única sustancia aunque se separa del filósofo griego al considerar que el alma es inmortal. De Agustín de Hipona recibe dos de sus causas que explican la existencia de Dios. De Platón toma su idea de "participación" para explicar la relación entre el ser y los seres, del mismo modo que Platón explicaba la relación de las ideas con las cosas. Recibe influencias del pensamiento musulmán, de Avicena, de quien toma la distinción de esencia y existencia y la vía de la contingencia, y de Averroes, de quien asume al menos algunos aspectos suyos en cuanto al problema de los universales, parte de su teoría del conocimiento, sobre el conocimiento divino de los seres particulares, sobre la inmaterialidad del primer motor, sobre Dios como acto puro y sobre el principio de individuación. La repercusión posterior ejercida por Tomás de Aquino ha sido inmensa y su doctrina fue prácticamente el pensamiento oficial de la Iglesia Católica durante muchos siglos.
Tomás de Aquino postula la existencia de 3 clases de almas: intelectiva, sensitiva y vegetativa. El "Alma Intelectiva" es para el teólogo el principio gracias al cual el hombre puede realizar los distintos tipos de actividades vitales. Las facultades que tiene como propias son el entendimiento y la voluntad. Es inmaterial e inmortal. El alma intelectiva o humana incluye dentro de sí al alma vegetativa y la sensitiva, por lo que faculta al hombre para las actividades vitales de la alimentación, crecimiento, reproducción, apetitos inferiores, conocimiento sensible y locomoción; pero lo propio de ella es permitir al ser humano actividades que no se encuentran en ningún otro ser vivo: el conocimiento y la volición o actos voluntarios. De todos los seres vivos, sólo el hombre es capaz de adquirir conocimiento intelectual de las cosas, y sólo él es capaz de tener conductas libres. Las actividades vitales propias del alma vegetativa y del alma sensitiva se ejercen mediante un órgano corporal –como el ver con el ojo, el oír con el oído, …– pero el alma humana es una substancia espiritual, substancia que no necesita de órgano corporal alguno, y tiene la capacidad de subsistir por sí misma. Esto es lo que ocurre con el entendimiento y la voluntad.
NOTA:
Es sintomático el hecho de que Tomás de Aquino teorice sobre la existencia de 3 clases de almas: intelectiva, sensitiva y vegetativa, según orden decreciente de excelencia. Expone que el ALMA VEGETATIVA es la que faculta para la alimentación, el crecimiento y la reproducción. Los vegetales poseen sólo este tipo de alma, y en los animales y el hombre está incluida virtualmente en cada una de sus almas. El teólogo católico cree que este tipo básico de alma (es decir, la vegetativa) determina el grado inferior de vida: la nutritiva, que tiende a la conservación del individuo, la aumentativa o de crecimiento, y la generativa cuyo objetivo es la conservación de la especie.
El teólogo denomina ALMA SENSITIVA a la dotada de funciones o capacidades para el conocimiento sensitivo, el apetito y la locomoción. Presente en los animales y virtualmente en el hombre, la cual tiene como facultades características la habilidad cognoscitiva inferior o sensación, la función apetitiva inferior en la que descansan los instintos y los deseos relacionados con el cuerpo, y la facilidad para el movimiento local. Este "alma sensitiva" incorpora implícitamente al "alma vegetativa".
De entrada ya, se muestra el carácter tremendamente especulativo y alejado de la ciencia experimental que posee este sistema filosófico y teológico tomista, así como por extensión todo otro cuerpo doctrinal de similares características (sea procedente de Sócrates, Platón, Aristóteles, Maimónides, Avicena, Averroes y así por el estilo, de todos los cuales parece haber "picoteado" el teólogo de Aquino). Sucede que, a la larga como mucho, no podrán menos que producir florituras de enajenamiento cognoscitivo y desubicación respecto a la realidad. Por ejemplo, recientemente, los naturalistas han informado la existencia de redes inteligentes en vegetales capaces de manipular poblaciones de animales para beneficio propio (ver G033: Polinizadores, y ver G034: Ecología vegetal). ¿Dónde colocamos ahora la excelencia para la supuesta "alma vegetativa" en estos casos: por encima o por debajo de muchas "almas sensitivas"?
Abundando en estos hallazgos nos encontramos con un número creciente de fenómenos inexplicables desde la simple óptica individual o de individuo (vegetal o animal), la cual parece ser la única visión disponible para el tomismo a la hora de establecer las características del "alma" inferior. Existe, hoy día, claros indicios de inteligencia poblacional y de ecosistema, la cual excede a las características individuales de los organismos participantes. Se encuentran curiosamente, en el ámbito vegetal, asociaciones de distintas especies de plantas que resuelven problemas a nivel de comunidad (siendo la resolución de problemas un rasgo propio de la inteligencia) y no de individuos. La misma cosa se ha descubierto en poblaciones animales (colmenas, enjambres, hormigueros) y en comunidades mixtas (asociaciones de vegetales y animales, en régimen de cooperación, tal como ocurrre con la actividad de la polinización). ¿Dónde colocamos ahora las supuestas "almas vegetativa y sensitiva" para estos casos, aparentemente ignorados por el tomismo? ¿Habría que introducir, para ser más exactos, creencias en "almas ecológicas o poblacionales"? ¿No llevaría esta forma de especulación a una especie de "filosofía animista", es decir, al concepto de un "alma de la naturaleza" (algo repulsivo para el tomismo, que consideraría aberrante la creencia animista típica de las tribus africanas, a pesar de que su elaboración filosófica no haría otra cosa que seguir el mismo tipo de tricotaje que el tomista, a saber, encontrar "almas" en todas las entidades autónomas y autorreplicantes que manifestaran cualidades sensitivas e inteligentes)?
Por otra parte, respecto a la visión tomista del "alma intelectiva", de la que se dice que incorpora virtualmente a las almas "sensitiva y vegetativa" del individuo, se observa una cierta analogía con la descripción actual del cerebro y sus funciones aportada por las neurociencias. Según éstas, el cerebro está estructurado en tres zonas o sistemas neuronales dispuestos uno encima del otro y unidos por multitud de conexiones nerviosas, lo que hace que interactúen entre ellos para procesos tales como la toma de decisiones. Estas zonas del cerebro humano son las denominadas bulbo raquídeo, sistema límbico y neurocórtex o corteza cerebral. A groso modo, corresponderían, respectivamente, a los asientos funcionales automáticos o vegetativos (el alma vegetativa tomista), emocionales o sensitivos (alma sensitiva tomista) y racionales o intelectivos (alma intelectiva tomista).
Hay que reconocer, sin embargo, que el esquema tomista del alma intelectiva exhibe una agudeza exraordinaria en cuanto a captar el esquema funcional y morfológico fundamental que hoy día los neurocientíficos atribuyen al cerebro humano. Pero es insostenible el concepto etéreo e inmaterial del "alma", debiéndose traducir "alma" por "mente" o funcionalidad cerebral integral para ser exactos. Evidentemente, por ser la mente dependiente del cerebro para su existencia, sucede que la muerte de este último supone consecuentemente la muerte de aquélla. Esta precisión, tan alejada del concepto del alma inmortal tomista, es una de las grandes aportaciones de la ciencia neurológica actual.
En esta línea, serían muchos los aprietos que enfrentaría la filosofía y la teología tomistas si empezáramos a querer contrastarla rigurosamente con los descubrimientos y hallazgos actuales. ¿Cómo es posible, entonces, que el concepto de alma humana inmortal, al que sin duda ha contribuido grandemente el tomismo, sea sostenido todavía por las iglesias de la cristiandad en calidad de dogma fundamental de fe?
Conclusión.
¿De qué manera prosperó el concepto del "alma humana inmortal" en épocas posteriores? Pues la respuesta parece radicar en la filosofía religiosa y en la teología de muchas religiones, que absorbieron para sí las especulaciones de los antiguos pensadores, las filtraron a conveniencia y luego mezclaron los conceptos, tanto filosóficos como religiosos, siendo el Tomismo un buen ejemplo de esta clase de potaje intelectual; finalmente, dieron a luz doctrinas religiosas en las que pervivió, con vitalidad renovada y dogmatismo férreo, la noción de "inmortalidad inherente del alma humana".
Autor:
Jesús Castro