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El exilio y la deportación (página 3)


Partes: 1, 2, 3

Por él llegamos a una barrera muy similar a las de los pasos a nivel y que llamaban "CONTROL". Sin la autorización de aquellos soldados nadie podía pasar más adelante.

Se adelantó el oficial, le hizo ver algo, levantaron la barrera y notamos que según pasábamos nos iban contando.

Así continuamos marchando hasta un recodo del camino. Al pasarlo vimos surgir ante nosotros dos cosas que helaron la sangre de nuestras venas. A todo lo largo y ancho del camino había un inmenso terreno que varios presos con trajes rayados verticalmente y gorro del mismo color y rayas, fondo blanco y rayas grises, laboraban la tierra vigilados por soldados S.S. con el dedo en el gatillo dispuestos a disparar el fusil contra ellos si intentaban huir o desobedecer la orden de trabajar sin descanso.

Más hacia la derecha se elevaba una fortaleza de aspecto siniestro que provocó en nuestros cerebros la angustia y confusión presumible.

FERMIN

¿Pero con qué derecho nos traen a estos lugares sin habernos juzgado ni condenado ningún tribunal, ni haber cometido ningún delito?

COMPAÑERO

¿Qué mayor delito que amar la libertad y haberla defendido contra quienes atentaron contra ella en España?

ANDRES

Recuerda lo que dicen las escrituras: cuando Pilatos dio a elegir al pueblo entre Barrabás, vulgar ladrón sin sentimientos humanos, y Jesús de Nazaret, hombre que predicaba el amor entre los hombres, el pueblo aceptó la libertad de Barrabás que no la merecía y condenó a Jesús de Nazaret a morir crucificado. ¡Esto fue lo absurdo que sucedió y esto es lo que sucederá con nosotros!

Absorto en estas reflexiones no me di cuenta del camino recorrido sino que ya habíamos llegado frente a la puerta de entrada de aquella fortaleza.

Hicimos alto y mi curiosidad hizo que extendiera mi vista y vi sobre mi derecha y entre unos árboles frondosos una amplia jaula y dentro un águila llamada imperial, que es el emblema alemán de su poder. Sobre la izquierda había una pancarta con grotescos presos marchando al paso gimnástico y un letrero que decía: "CARACHO WEG" (marchad deprisa, era nuestra interpretación, aunque más bien era: camino del carajo).

Obedeciendo a los gritos, empujones y golpes que les propinaban los soldados, e instigados por los perros que amagaban continuamente con morderles, penetran en el Campo de Concentración y las imágenes van desapareciendo con los textos superpuestos de los actores etc.

FIN

Recordando Mauthausen

Han pasado ya muchos años –me contaba Félix Pablo Escribano Cano- pero hay aventuras que las recuerdo como si fueran de ayer.

Félix había sido deportado a MAUTHAUSEN en el tristemente famoso convoy de los 927, en 1940, donde también fueron mis tíos y primos. Ahora vivía solo en París en un humilde piso donde le visitamos en varias ocasiones mi esposa y yo. Tenía ya ochenta y tres años. Recordaba sobre todo las penurias soportadas durante los casi cinco años que vivió en el campo de exterminio. A menudo soñaba y se despertaba sobresaltado con las pesadillas de estar reviviendo sus aventuras. Pero también recordaba anécdotas sucedidas allí y que contrastaban con las enormes calamidades de todos los días. Esos "festejos" eran celebrados por los prisioneros con desorbitada alegría. A veces había competiciones de boxeo, partidos de fútbol, conciertos, teatro y hasta cine, pero destinados a la diversión de los SS. En una ocasión organizaron una parodia de una corrida de toros, aunque sin toros ¡claro! Participaron activamente los españoles obteniendo trajes de toreros, disfrazándose de "manolas", de guardias civiles, músicos, etc., al más puro estilo andaluz. Las pelucas las realizaron a partir de chirloras obtenidas por los carpinteros, cepillando maderas. El toro lo simulaban dos españoles debidamente caracterizados y en el que destacaba su miembro viril que no era otra cosa que un enorme y rojizo nabo. El festejo fue todo un éxito. El torero remató magistralmente la faena y fue premiado con la concesión de las dos orejas y el rabo. Bueno, del rabo ¡no! El trofeo en su lugar fue el llamativo miembro. Lo cortaron como requería el ritual y a continuación el maestro lo mostró al público y lo lanzó hacia la zona de los espectadores donde estaban los jefes SS y sus esposas. La casualidad quiso que fuera a caer en el regazo de una de ellas que lo recibió con un gesto de asco, rechazándolo con una aparatosa sacudida de su vestido. Esto provocó la risa general y en especial la de su marido, hasta tal punto que no podía contenerla. Entró en una crisis de risas, carcajadas y espasmos que le llevaron a la muerte a los pocos minutos. Los prisioneros y en especial los españoles, se quedaron atónitos y temerosos de las previsibles consecuencias que esto podía acarrearles, pero afortunadamente no se produjeron represalias es esta ocasión.

Pinceladas de la deportación

Entre las diversas historias y anécdotas ocurridas en el Campo de Concentración que me relataba mi tío, había algunas como la que transcribo a continuación y de la que fue principal protagonista un español, que por haberse quedado sin los compañeros con los que había formado un comando y sin osar ofrecerse para integrarse en otro comando, vagaba de un lado para otro, escaqueado, a la espera de lo que decidieran hacer con él. Quizás por ello mi tío tituló su relato como "EL PROMENENT nº 1" puesto que en francés "se promener" significa pasearse, o sea que le consideraron como el as de los paseantes. Así pues, con ese título Fermín redactó el siguiente artículo:

"El Negro en la Cantera de Mauthausen era no solamente el controlador de los trabajos, sino que también el ordenador de las represalias contra los presos. Con graduación de teniente, Bachmayer había depositado en él toda su confianza dándole la más amplia autoridad en el ejercicio de sus funciones. Era muy difícil, por no decir imposible, que se hiciera algo en la Cantera que no lo controlara de lejos o de cerca "El Negro".

Sanguinario e imperativo, lo mismo tenía flema para matar presos que para fumar un cigarrillo. Sin embargo…. Sin embargo hubo un español, el Promenente nº1, que, enviado a trabajar a la Cantera en uno de los Comandos afectados a ella, cuando se rompían filas para empezar a trabajar, rehuía el bulto y unas veces con una carretilla, otras con una pala al hombro y otras con una escoba, llegó a pasar desapercibido durante un año, en el que no hizo otra cosa que dar vueltas y revueltas por la Cantera sin un control efectivo para su persona y acción.

Un día, "El Negro" paró su atención en él, porque muy pocas veces se veía un preso con un útil bien en el hombro o en la mano, sin ser acompañado y "El Negro" le había visto ya otra vez así. Sin decir nada a nadie le vigiló durante la hora que faltaba para formar los Comandos y subir a hacer el Appel a la Plaza de Mauthausen.

Durante esa hora le vio ir de una parte a la otra sin que nadie le mandara ni sin que él obedeciera a más órdenes que las de su propia voluntad.

Al día siguiente y apenas se había roto la formación en la Cantera para ir cada Komando al lugar de trabajo destinado, el Promenente nº1 fue al lugar donde tenía escondida la pala y la escoba y comenzó su diaria faena de promeneur.(paseante). Pero no había contado con la argucia del "Negro" que, siguiéndole muy disimuladamente, iba tras sus pasos. A eso de las diez de la mañana "El Negro" decidió dar fin a aquella comedia.

-¡Eh, tú! Le dijo. ¿A qué Komando perteneces?

-Al del "Gitano", contestó nuestro hombre.

-Entonces voy a llamarle para que me diga por qué razón vas de un lado para otro desde hace más de tres horas, le dijo "El Negro" con ironía.

-Es que…..

-¿Qué? ¿Querías decir algo?

-Sí, señor, contestó con decisión el español.

-Pues habla pronto, porque tengo ganas de saberlo todo, dijo "El Negro".

-Es que….. la verdad, señor, es que yo, aunque estoy destinado a la Cantera, no tengo un Komando mas que para formar cuando venimos a ella y cuando regresamos al Campo.

-¡Cómo! ¿Cómo?, preguntó "El Negro" cada vez más extrañado. ¿Dices que tú no tienes nadie que te controle? Y…. ¿cuánto tiempo hace que estás haciendo ese papel?

-Hace casi un año, señor, contestó el español.

Cosa extraña, "El Negro" empezó a soltar la carcajada con tal gana que, pasada la euforia de reír, le dijo:

-¿Sabes tú cuál es el castigo que merece tu acción? ¡Sí, sí!, no te hagas el ignorante.

-No, señor; no me hago el ignorante. Yo no tengo otro recurso que aceptar el castigo que usted me imponga.

– Hombre, mira. A mí me gustan los hombres que son francos y tú eres uno. Por esta vez, tú, que te has burlado en mis propias barbas de disciplinas y castigos, vas a ser salvado de ellos. Y como no quiero arrepentirme mañana de lo que hoy hago, te enviaré a un Komando de trabajo del interior del Campo y así te evitarás que te cuelgue si te vuelvo a ver otra vez por la Cantera.

Y nuestro hombre al día siguiente fue destinado a un Komando de limpieza entre las barracas de los soldados de las SS.

Una mañana se encontraba limpiando una de las calles que forman entre unas y otras barracas, con más hambre que frío y eso que hacía mucho, porque nevaba y hacía viento.

Al mirar hacia el interior de una barraca sintió algo así como si le retorcieran las tripas: encima de la mesa había un plato con dos hermosos huevos fritos, un trozo de pan y una botella de cerveza.

Nuestro hombre miró a una y otra parte por si venía alguien, ya que en la habitación en que estaba puesta la mesa con el pan, la cerveza y los huevos no había nadie.

En un abrir y cerrar de ojos entró por la ventana, cogió el pan, metió en él los dos huevos y se fue a comérselos en un lugar más tranquilo y seguro.

¿Qué había pasado? La barraca era donde el Jefe del Campo de Mauthausen, Bachmayer, acostumbraba a ir todos los días a desayunar y aquel día, en la precipitación por la llegada del Comandante General Franz Ziereis, lo dejó intacto para cuando volviera.

Al día siguiente, el Promenente nº 1, con el estómago un poco más en armonía para con la vida, volvió a pasar por la misma barraca y volvió a ver otros dos huevos sobre un plato, el trozo de pan y la botella de cerveza.

Al igual que el día anterior, saltó por la ventana y se llevó consigo el rico desayuno. A la vuelta de Bachmayer, éste algo extrañado al preguntar a su asistente por el almuerzo y saber que se lo habían preparado como siempre, sin que él lo hubiera catado, se propuso averiguar qué era lo que sucedía a este respecto.

Al día siguiente, el Promenente nº 1 volvió a acercarse por aquella barraca que con tanta facilidad y buen alimento le nutría. Encima de la mesa y como en días anteriores, se encontraban los conocidos manjares. Saltó por la ventana y cuando iba a echar en el pan los huevos fritos, una mano, como si fuera un garfio, le hizo dejar sobre la mesa lo que con tanta rapidez había tomado. Un sudor frío invadió su cuerpo y rostro al reconocer en el que le tenía atenazado al Jefe del Campo de Mauthausen, Bachmayer.

¡Ah! ¿Spanisch?, le dijo mirándole el triángulo donde entre un azul cielo llevaba una S.

– Sí, señor, contestó más muerto que vivo el Promenente nº 1.

-¿Por qué te has introducido aquí y has robado lo que no es tuyo?

– ¡Porque tenía hambre, señor!

– ¡Conque tenías hambre! ¿eh? Y yo ¿no tengo hambre?, preguntó Bachmayer.

– Sí, señor, pero usted puede mandar que le den algo de comer y yo no tengo quien me dé otra cosa que la gamela de nabos una sola vez por día.

Le hizo gracia a Bachmayer el desparpajo de la respuesta o le dio pena aplicarle otro castigo más que dos patadas en el trasero y el clásico ¡Haus! para que saliera por donde había entrado.

No lo sé, pero el promenente nº 1 se vio libre de aquel implacable asesino, sin más castigo que el expresado.

Tres días después el Promenente nº 1, al que ya habían tomado el número de preso, era enviado a un Komando de los 41 que tenía Mauthausen distribuidos por todo el Danubio y nunca más supe de él."

En mi libro LA COLINA DE LA MUERTE se detallan las memorias que mi tío me transmitió sobre su permanencia en dicho campo. Tengo que añadir que Félix, mi tío Fermín y su hijo José (el "Peque" como se le conocía) fueron grandes amigos. Félix (apodado el "Pión" por su carácter protestón) trabajó allí como peluquero. Fermín en el comando de peladores de patatas y su hijo José en el comando Poschacher

A continuación dos URL´s curiosas:

http://www.myspace.com/video/rid/111723083

http://www.myspace.com/video/rid/111722948

 

 

 

Autor:

Oscar Luengo

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