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Reino de Dios y la economía en la Biblia (página 2)

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Cabe decir que, además de este punto "curioso", resulta aún más llamativo el "motivo/momento" de la Revelación Divina a Israel, que según nuestro autor se da "precisamente cuando la sociedad (israelita) adopta forma humana; la sociedad se transforma y deviene humana en la medida en que descubre al verdadero Dios" (p. 117).

La "transformación económica" parece ser -para nuestro autor- no sólo "un elemento esencial del proceso total", sino también el "lugar de la manifestación soberana de Dios", quien "siempre con una paciencia verdaderamente amorosa, recondujo a Israel al buen camino, al camino de la revelación definitiva del reino de Dios, sobre todo mediante los profetas. Y siempre las motivaciones económicas fueron decisivas" (p. 11 ).

(II) En una segunda sección, desarrolla, sólo como "ejemplo" de esta "transformación" del sistema económico motivado por Dios, "Las repercusiones económicas del año jubilar", es decir: "las implicaciones económicas del año jubilar en el Antiguo Testamento (p. 117). El texto legislativo del capítulo 25 del libro del Levítico, perteneciente a la "ley de la Santidad" (Lv 17-36), le sirve de base a nuestro autor para explicar el mecanismo propio del "modelo económico" en el pueblo de Israel: la regulación del derecho sobre la tierra, de los préstamos (sin usura), del trabajo como servicio por la deuda contraída y de la "superación" de las situaciones de "crisis económico-financieras" por la praxis regular de los jubileos.

Este "modelo financiero" -explica nuestro autor- no tiene "paralelos económicos" en la historia: ni la aplicación de la "seisacteia" griega, ni la ley del "anduraru-misarum" (liberación-igualdad) de Mesopotamia, ni las "técnicas" de las "sociedades segmentarias" africanas se le pueden igualar, porque en Israel nunca se da "el desmantelamiento de la libre actividad económica en beneficio de un sistema burocrático-estatal" (p. 11 ). Ellas, como "paralelos históricos", evidencian la realidad del "modelo económico israelita" y su puesta en praxis por el pueblo elegido.

Para terminar esta sección, nuestro autor hace notar que "demostrar que esta alternativa está en la Biblia" ha sido su única intención. Y que "su eventual realización actual es ya otra cuestión" (que no abordará en esta sección -ni en la última-).

(III) Finalmente, en la tercera sección: "El Nuevo Testamento y la economía", como dice nuestro mismo autor, "intentará demostrar que el Nuevo Testamento no suprime la temporalidad (ni la dimensión económica) del reino de Dios" (p. 120).

Recuerda dos cosas: (a) El tema de "la resurrección de los muertos y la esperanza en el más allá (no aparece recién en el Nuevo Testamento)… se encuentra ya en los últimos libros del Antiguo Testamento… con el libro de Daniel, el de Isaías, los Salmos y los libros de los Macabeos". (b)

La universalización (de Israel) acontece como figura en la "peregrinación de las naciones" (p. 11 ): "Dios quiere transformar todas las sociedades del mundo ofreciéndoles una alternativa social en el pueblo de Israel". Por lo tanto, lo novedoso del Nuevo Testamento consistirá en que "el tiempo de la espera" ha pasado y se ha iniciado ya aquello "que hasta ahora era esperado al final de los tiempos… el fin de los tiempos ya está aquí, ya ha comenzado. Jesús lo formula así: "El reino de Dios está cerca… la auténtica meta del Jesús histórico consiste más bien en llevar a Israel a su forma definitiva" (p. 11 ).

Así entendida la "dimensión económica" del Reino de Dios en su "temporalidad histórica" -y su alcance social que de ella misma se desprende-, se puede reconocerla ya presente en la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén descrita por los Hechos de los Apóstoles: "… entre ellos no había ningún necesitado" (Hch 4, 34). Pero con una salvedad: "Ciertamente –dice nuestro autor- como a menudo se dice el texto de Lucas no parece suponer una comunidad de bienes. Evidentemente no se suprime la propiedad privada. Pero estos discípulos se comportan de una forma radicalmente nueva: lo nuevo es la comprensión de la comunidad como nueva sociedad de Dios y signo de nuevas posibilidades sociales propiciadas por Dios" (p. 11 ).

Esta "nueva realidad económica" –dice nuestro autor- no sólo se limita a la "integración de los ricos con sus mayores o menores posibilidades económicas en las nuevas comunidades y en la nueva realidad vital que éstas representan" sino que también genera "un nuevo estilo de vida en relación con el trabajo y el dinero", pues desde el momento en que uno, ya sea rico o no, se decidía por Cristo "decidía también ponerse a trabajar", actividad reservada hasta entonces para "las mujeres y los esclavos, eventualmente también los mercaderes pobres y los labradores" (p. 11 ).

Nuestro autor sostiene aquí que se da un auténtico y radical cambio de "relación" –sean comerciales o no- entre amos y esclavos: "se trataban como hermanos y hermanas y comían juntos". Entre cristianos las relaciones comerciales "tomaron nueva forma pues se basaban en la confianza mutua".

Todo esto originó "una profunda transformación de la actividad económica desde dentro". Y por paradójica que parezca –nos dice-, ésta nueva forma económica fue una de las causas de la decadencia -en los siglos III y IV- de la pureza del cristianismo primitivo: "Así, llegó un momento en que muchos hombres se integraron en la Iglesia sin una auténtica fe y una verdadera conversión con lo que se iniciaba lo que hoy se denomina como "giro constantiniano"… a la larga y desde el punto de vista financiero resultaba más rentable ser cristiano que no serlo" (p. 11 ).

Nuestro autor muestra (no desarrolla) finalmente un modelo económico excepcional presente en el evangelio, cuya exigencia -por Cristo- es "dejar casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda" para poder recibir ya en este tiempo "el ciento por uno: casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda si bien con persecuciones y además la vida eterna en el tiempo venidero" (Mc 10,29+)".

Esta frase –concluye- "implica otro modelo de economía como momento integrador del reino de Dios" (p. 11 ).

Hacemos notar que existen tres ideas, dos en esta sección y una en la última conclusión, que deben ser bien argumentadas y explicadas para ser bien entendidas:

"Lo que Jesús anunciaba era el "cuándo" del advenimiento del reino de Dios, no necesitaba decir nada sobre el "cómo": pues esto lo conocían ya todos sus oyentes por la Biblia y no era preciso añadir nada" (p. 11 ).

"La parábola de la cizaña conduce directamente a los anuncios de la pasión que Jesús hace ya siendo plenamente consciente de que es el "Hijo del hombre": el gran símbolo del reino de Dios que viene de arriba (Dn 7)" (p. 11 ).

"También la "doctrina social católica" ha de ordenarse a la economía de nuestro actual sistema global, y de ahí su extraordinaria importancia. Pero debería estar secundada por una doctrina social "cristiana". Evidentemente ningún teólogo u obispo se ha planteado tan siquiera la posibilidad de tal empresa. De hecho, la falta de experiencias en este sentido dificulta también no poco semejante proyecto." (p. 11 ).

Decimos finalmente que nuestro autor quiere relacionar la noción de "transformación económica" hecha por el hombre -situado históricamente- con la de "Salvación y Reino de Dios en la tierra", pero termina otorgando a dicha "transformación económica" (temporal) la capacidad de ser medio de Salvación: la "economía" y su desarrollo en la historia sería –según sostiene nuestro autor desde el comienzo de su intervención- el "lugar" en el cual el hombre se juega su salvación eterna:

"Como persona transformada, el hombre puede actuar con nueva vitalidad en los otros ámbitos del mundo. Estos, y por tanto también toda la actividad económica, son medios de los que el hombre se sirve para merecer su salvación eterna. La economía tiene su propia y natural finalidad. En la medida en que el hombre respeta sus propias leyes y actúa de manera éticamente correcta, se está ganando la salvación eterna. Evidentemente, de esta forma se produce una clara separación entre la acción eclesial y el mundo de la economía, por más que la economía sea el ámbito en el que el hombre haya de ganar o perder la eternidad." (p. 112)

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