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La presidencia Como Símbolo del Narcisismo Fálico Femenino: Una Exégesis Psicosexual (página 2)

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

Barack Obama, el senador de Illinois, antes del comienzo de la campaña electoral, era hombre, de color prieto y virtualmente un elemento desconocido en la política norteamericana. Ganar la presidencia, sería ambición imposible para él. Si bien, sus actividades públicas eran opacas y las de los Clinton muy transparentes, había cierta reserva histórica en la acción misma de juramentar un presidente americano que no fuera blanco.

Vesti la giubba…

¿Por qué?

De los prejuicios y sus significados para nuestro género ya he contribuido otras ponencias. Pero el hecho es que los blancos son, como personas, preferidos sobre los que no los son, por lo menos, en Norteamérica.

El NP

Lo importante aquí, en esta lección, es el entendimiento y las aplicaciones de las vicisitudes del Narcisismo Patológico (NP) como aparecen en mis escritos en monografías.com.

Hillary, para mí, y en mi opinión profesional, ha distorsionado la realidad — en su ambición ciega — y ha adoptado un estilo de pensamiento que linda en lo irracional y patológico.

Comencemos por el hecho de que tolerara, sin resquemor alguno, los desmanes indiscretos de un marido que no sólo le fuera infiel a ella como esposa y a su posición de primer mandatario, como tantos presidentes americanos, también lo han hecho. Sino que fuera infiel y mintió de tal manera que, casi le costaría la oficina misma en un juicio formal que tuvo lugar en el senado de ese país.

Pero, como a Clinton, por fortuna, le tocara ocupar el solio entre los dos de los presidentes Bush. El primero un paladín de la ineficiencia entronizada y el último lo peor que los Estados Unidos, como primer mandatario, ha tenido en su historia. Mientras que, para este último lograr esta gloria sin precedentes lo asiste Condoleezza Rice, mujer que, cuando se desarrolle este tema puede ajustarse asimismo a la categoría de la mujer fálica narcisista.

El modelo etológico de la hiena, como representante del poder fálico en el reino animal.

En su tratado acerca del estrés, Why Zebras don’t Get Ulcers, el erudito y distinguido neurocientífico, Robert M. Sapolsky, nos ofrece una descripción de la agresividad de la hiena moteada o manchada.

Hiena moteada

He aquí en resumen, lo que Sapolsky nos ilustra en sus páginas:

"Entre las hienas, las hembras son las dominantes en el orden social. Ellas son más musculares, más agresivas y están dotadas con cantidades mayores que los machos de una hormona masculina relacionada muy de cerca a la testosterona llamada androstenediona. Por los efectos andrógenos y características masculinas que resultan por el uso de dicha hormona, resulta, casi imposible, distinguir a simple vista el macho de la hembra en esta especie.

"Las hienas, como género, son pseudohermafroditas (véanse mis artículos al respecto en monografías.com). Estando están dotadas con un saco escrotal falso y con un clítoris eréctil que es casi indistinguible de un pene. Pariendo, por necesidad, a través de este órgano de ambigüedad extraordinaria.

"Entre los mamíferos sociales, los machos, usualmente, presentan erecciones del pene durante situaciones competitivas como signo de dominancia. Si dos animales están desplegando su dominancia, una erección es una expresión de fortaleza, lo que es común entre todos los primates.

"Pero, en las hienas (¡sorpresa!) una erección es una expresión de subordinación social. Cuando un macho es amenazado por una hembra intimidante el último tiene una erección que se traduce en: ‘no me ataques, sólo soy un pobre macho’".

Orígenes del narcisismo en el ser humano

Esta sección puede ser mejor entendida estudiando los artículos que, bajo mi rúbrica, en abundancia, se encuentran en monografías.com. Lo que nos interesa en este instante es enfatizar el hecho de que durante sus formulaciones acerca del desarrollo psicosexual de nuestro género, Freud hizo un ajuste del proceso cognitivo, acoplado a la primacía del órgano que era dominante y representativo de la fase en cuestión.

Durante el desarrollo de la fase fálica, el Padre del Psicoanálisis vio todo aquello que fuera grande, abultado, y prominente, o que simbolizara poder, como una alegoría fálica y por ende del narcisismo secundario. Automóviles costosos, posesiones extensas, medallas al heroísmo, bandas presidenciales, y otros aditamentos ornamentales son, en el psicoanálisis clásico, símbolos fálicos que sirven la misma función dinámica, tanto en hombres como en las mujeres. (Véase mi artículo Que el Hábito no Hace al Monje).

Cacto saguaro

Sabemos que existen hombres dominantes y mujeres que asimismo lo son. Ciertamente, las que ya mencionáramos como parte de este artículo se adaptan a esta categoría.

Pero, existen otras que históricamente mantuvieron su identidad de mujer intacta, a pesar de ser dominantes y asertivas. Pensemos en Santa Juana de Arco o en Santa Catalina de Siena, la última; cuyos actos desafiantes intimidaran al mismo Papa reinante, aún en tiempos de la Inquisición.

La dominancia, personal sabemos, de manera científica, que se determina en nuestro género por el balance de estrógenos y testosterona circulantes en la sangre de la persona estudiada.

Entonces, les presento al objeto de esta ponencia, a nuestra señora, reina del narcisismo fálico, Hillary Rodham Clinton, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos de América.

Conozcamos a Hillary

Para su campaña presidencial, Hillary dependió en haber sido elegida como miembro del Senado. Lo hizo de antemano, seleccionando el estado de New York, aunque ella no fuera residente del estado. Logró su propósito controversial por medio de la maña y del ardid, aunque al fin y al cabo no cometiera desmán alguno.

Luego, confiando en que con el prestigio e influencia que su marido había acumulado durante sus años en la Casa Blanca, asumió erróneamente, que un "morenito" desconocido, como Barack Obama, representaría un espécimen débil para oponerla por lo que se abandonó a la complacencia indiferente.

Asumió que lograría la candidatura sin esfuerzo alguno.

Confiada y presumida, nuestra arrogante y vana, representante insigne del NP, se arrojó a la arena electoral con la confianza de un animal alfa. Erguida, dedo apuntando al infinito y con una prepotencia marcada, que la caracterizaría, cuando hablara a las masas que, en su poder confiaban.

Por comparación, Obama aparecería más tranquilo y menos agresivo. Su poder, como el de otro político alto y delgado — Abraham Lincoln —- se basaba en otro símbolo del poder fálico: el poder de la palabra — lo que la mujer, en esta ocasión, no tuviera.

Como buena narcisista que fuera Hillary; asimismo se creería omnipotente e invencible (la tragedia de tantos dictadores caídos — narcisistas consumados), y, por dicha razón se sorprendió inmensamente cuando las derrotas en las elecciones preliminares comenzaran a acumularse.

El poder de la mentira

Que la mentira, como atributo, se asocia con los políticos es asunto cuasi axiomático. Que la mentira se asocia con el patronímico Clinton es incuestionable, como lo será para siempre con el de Richard M. Nixon.

Sus mentiras fueron tan enormes, que hoy, en la prensa norteamericana, se citan ejemplos abundantes de las falsedades que esta señora y su esposo han urdido para lograr esa presidencia tan codiciada por el mero asunto de la voracidad venal.

Ejemplos:

  • Como Bill, su marido, nunca sirviera en las fuerzas armadas de su país, aunque admitiera haber fumado marihuana — "pero, sin inhalar" — la candidata presidencial nos informa que trató de alistarse con los infantes de marina norteamericanos en el 1975. Lo que es una mentira.
  • Cuando conociera, de primera dama, al legendario Sir Edmund Hillary quien, con Tenzing Norgay, en 1953 ascendiera a la cima del Monte Everest, le dijo al celebrado montañista, que el nombre de "Hillary" le fue dado, por su madre, en su honor. Algo muy improbable, ya que ella nació en el año 1947.
  • Y entonces tenemos lo del fuego dirigido a ella como diana, proveniente de francotiradores (tan invisibles como poco certeros) cuando aterrizara en Somalia.

Pero, cuando se tratara de desatar la furia de una lengua viperina apuntada a su contrincante Obama su furor era sin límites.

Pero, aun así le continuó saliendo el tiro por la culata.

Hoy, esta señora amurallada en su caso único de Narcisismo Patológico (NP) y, por todo propósito derrotada en sus ambiciones presidenciales, se compara con un famoso boxeador en su crudeza, para justificar su posición fálica de no darse por vencida mientras que intenta asustar a la población de los Estados Unidos, sugiriendo que ella tiene más cojones (palabras de ella) que Obama para responder a cualquier acción hostil de un enemigo inventado.

Pero, no es todo

En respuesta a la hipotética posibilidad de que Irán lance, alguna vez, un ataque a Israel, esta "madre abnegada" amenaza como respuesta la obliteración del país musulmán. No importa que todos los habitantes de ese país mueran, porque el macho que en ella reside no va a "negociar" con el enemigo, como prometiera hacer (la "marica", imagino) que Obama, en su mente poco sofisticada y simple, representa.

Interludio

Antes de llegar a una conclusión técnica de este artículo, y para el estudio histórico de este período extraordinario, por su duración y por el costo astronómico, de la selección de un candidato a la presidencia de los Estados Unidos sería útil hacer un listado de los cinco errores fundamentales que Hillary cometió en su campaña.

Las brujas de Macbeth

Los cinco errores de Hillary:

  1. Asumir que lo poco cierto fuera inevitable. Hillary creyó en que su elección era un hecho garantizado por el destino, ya que la influencia de su esposo era enorme con los negros del país y con el partido Demócrata. Pero no era así. Por el contrario, para muchos; ella y Bill permanecieron como parte de establecimiento político arraigado, mientras que desconocieran que el pueblo deseaba un cambio de gobierno radical y total.
  2. Basar su campaña en lealtades compradas. Como buena burócrata, Hillary se rodeó de gente que le fueran fieles y devotas, sin admitir a nadie que no perteneciera a su círculo íntimo e inmediato. No hubo lugar para que se estableciera una pluralidad democrática en su entorno lo que alienó muchos de quienes le ofrecieran soporte al principio de la campaña. Sus estrategas más fieles ignoraron muchos de los signos obvios de que la campaña zozobraba y se hundía.
  3. Desdeñar los estados pequeños y los comités menores que controlan su partido. En ello falló, ya que pensaba en que los controladores del partido ignorarían la creciente popularidad de Obama a favor de la propia, por su empecinamiento en conquistar los estados con los electorados mayores.
  4. Confiar en los muy ricos. Obama levantó cantidades enormes de centavos que se convertirían en mega-dólares y, a la vez, en devotos seguidores que vieron el impacto que su asistencia minúscula añadida, significaba para su candidato. Clinton vivió para cortejar a los ricos de siempre, que de antes la soportaran, cuando se perfilaba como la vencedora.
  5. Y, al final, fue la raza de la tortuga y la liebre. Obstinada en su narcisismo y omnipotencia, siempre esperó que Obama sería víctima del tiempo. Algo que se tornó en contra de su campaña a la que tuvo, por falta de fondos, que prestar dinero repetidamente.

Clinton cometió otros errores más, incluyendo involucrar a su esposo e hija, en una campaña donde lo indecible se iba, inevitablemente, a mencionar: ¿En dónde estaban la madre y la hija, mientras el presidente de los Estados Unidos disfrutaba de los favores sexuales de Mónica Lewinsky?

En resumen

Cuando hemos escrito acerca de, y descrito, el NP muy pocas veces hemos tenido la oportunidad especial y heurística que estas elecciones nos han provisto. En la cual han contendido los candidatos más extraordinarios en los Estados Unidos:

Una mujer castrante y ambiciosa dotada con un narcisismo patológico ilimitado y un afro-americano sincero, con una humildad contagiosa.

Les presento a todos, a la futura Primera Pareja de los Estados Unidos.

¡Aplauso!

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

 

Autor:

Dr. Félix E. Larocca

Partes: 1, 2
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