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La presidencia Como Símbolo del Narcisismo Fálico Femenino: Una Exégesis Psicosexual

Enviado por Felix Larocca


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    Desde la época del caudillo y del tirano, que tanto abundaba en nuestros países latinoamericanos, nos hemos acostumbrados a que el presidente, el macho alfa soberano que se asienta en el solio de nuestros países, sea macho. Pero, macho, en todo el sentido cabal y vulgar de esta palabra. Tan macho que, cuando, en elecciones pasadas para la República Dominicana, se puso en duda la masculinidad de un candidato, el oponente — conocido por sus asperezas "masculinas", su apodo bravucón, y carencia de tacto y pulimento cultural, se hacía en público la pregunta retórica que esperaba destruiría al oponente: "Es verdad que él es pájaro?"

    Pájaro siendo, en la vernácula dominicana, lo equivalente al hombre homosexual. Lo triste para el atacante insensato fue que sus ataques burdos resultaran en que el "pájaro" presumido le propinó al macho una paliza electoral.

    Eva y la serpiente

    Sabemos, y lo sabemos bien, el asunto de que la orientación sexual en nuestro género se determina dentro del ambiente intrauterino y que los machos de nuestra especie son más machos por ser menos mujeres. Algo que hemos descrito en muchas lecciones que abundan dentro de los espacios provistos por monografías.com y psikis.cl.

    En un artículo previo, no hace mucho tiempo, celebrábamos con entusiasmo la posibilidad de que en noviembre del 2008 este continente, desde el norte hasta el sur, tendría como presidentes tres mujeres. En los Estados Unidos, la Argentina y Chile, puestos en orden por la extensión territorial de cada país.

    Mis escritos nunca han sido ajenos a rendir tributo al sexo de Eva (me refiero a la personaje bíblica y no a la amante de nadie). Y, cuando lo he hecho, con mis palabras, he lamentado con tristeza la muerte trágica de Benazir Bhutto (véase mi artículo al respecto en psiks.cl) mientras que he elogiado con encomio las vidas insignes de Indira Ghandi y de Golda Meier entre otras tantas representantes del sexo femenino, a cuyo valor ejemplar he rendido tributo merecido.

    Así que, cuando se promulgara la ambición presidencial de Hillary Rodham Clinton, no titubeé en darle a su ambición política todo mi soporte tanto moral como personal.

    Estaba equivocado, y esa es la razón para escribir esta ponencia acerca de ella y de su personalidad vana y narcisista.

    Veamos…

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