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El sentido de la Filosofía del Derecho en la actualidad

Enviado por Mayda Hocevar

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    La pregunta por el sentido, en este caso es una pregunta que se recrea en el preguntar y que no está necesariamente orientada hacia la captura de una respuesta específica. Es más bien una pregunta que se inclina hacia lo que sostiene la manifestación de los problemas mismos. Preguntarnos por el sentido de la filosofía del derecho debería suponer

    la pregunta sobre el sentido del filosofar, el sentido del derecho o los derechos, y el sentido de la búsqueda de sentido, lo cual supondría una reflexión de fundamento orientada a la dilucidación de los elementos que rodean la pregunta o las preguntas inquietantes y en ultima instancia supondría un retroceso hacia quien interroga, hacia el sujeto que se pregunta (lo que Husserl designa como "dar el paso atrás"), más que una mera especulación acerca de los problemas. Puesto que todo preguntar depende de un contexto, voy a dibujar sutilmente el contexto desde el cual percibo la realidad que me rodea y desde el cual me es posible comprenderme.

    Antes que nada debo resaltar la antigua y tal vez anticuada escisión entre la discursividad o chismografía mental —tenga ésta pretensiones intelectualizantes y academicistas o no, y que se manifiesta de modo tanto interior como exteriorizada— y el plano de lo que real y más básicamente sentimos que somos.

    Me refiero a la supuesta escisión entre el discurso, con su teatralidad, y lo que íntimamente creemos que somos, que no es menos teatral. Se trata de una dualidad evidentemente superada a nivel de la retórica, pero profundamente real y existente a nivel de nuestras más originarias pulsiones. Y he ahí que la cuestión de los valores juega un papel importante. Vivimos, como dijo Elías

    Capriles1 el jueves, una inversión de los valores. De acuerdo a la mayoría de las tradiciones morales y religiosas (excluyendo en cierto sentido el calvinismo y el puritanismo) el lucro y la orientación de la vida hacia intereses puramente egoístas era considerado el peor de los males. Como anotaba Lino Rodríguez-Arias Bustamante2, no puede haber cambio social sin reestructuración del régimen de bienes; es imperativo minimizar el ánimo de lucro y enaltecer las ideas de servicio, solidaridad y bien común, enraizadas en la tradición comunitaria y al mismo tiempo libertaria propia del cristianismo primitivo. Como todos sabemos, Jesús preconizó la pobreza voluntaria

    y la vida comunitaria, sentenció "no poseerás oro, ni plata, ni cobre", y dijo que era más fácil para un elefante pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de los cielos. A su vez, los primeros padres de la iglesia y, más adelante, el mismo Tomás de Aquino (en la vexata quæstio de la propiedad privada), reconocieron que para el cristiano la propiedad privada no tiene sentido ni justificación. No obstante, Santo Tomás apeló a la costumbre como principio de legitimación o como mal menor —aunque, como anotaba Don Lino, siendo la propiedad una extensión de la personalidad humana, el mismo Tomás de Aquino reconocía que ella debía desaparecer cuando desapareciera el individualismo en favor de la comunidad—.

    Como señaló José Manuel Delgado Ocando3, actualmente nuestras sociedades están dominadas por el mercado y el Estado, que han sofocado los principios emancipatorios, haciendo que la representación substituya a la participación, el estado de bienestar a la solidaridad y la industria del ocio y del tiempo libre al lugar del placer y la felicidad. Como también anotaba muy acertadamente Don Lino, el derecho liberal funda el deber jurídico sobre el derecho subjetivo y se centra en el individuo en detrimento de la comunidad, girando en torno a la voluntad individual y en un cierto tipo de contrato; es necesario que este tipo de derecho sea substituido por un derecho fundamentado en el sujeto humano, no en tanto voluntad sino en su condición más esencial de miembro de una comunidad.

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    1Capriles, Elías. El nihilismo pseudopostmodernista Vs. la verdadera postmodernidad.

    Ponencia presentada en el III Encuentro Nacional de Profesores de Filosofía del Derecho y

    Disciplinas Conexas, celebrado en Mérida los días 16, 17 y 18 de octubre de 1997.

    2Rodríguez, Lino. En ponencia presentada en el III Encuentro Nacional de Profesores de Filosofía del Derecho y Disciplinas Conexas, celebrado en Mérida los días 16, 17 y 18 de octubre de 1997.

    3Delgado, José. Hacia una concepción postmoderna del derecho. Ponencia presentada en el III Encuentro Nacional de Profesores de Filosofía del Derecho y Disciplinas Conexas, celebrado en Mérida los días 16, 17 y 18 de octubre de 1997.

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    Todos necesitamos del ser que nos procura la mirada del otro que nos valora o desvalora y, así, estamos encadenados a los valores en que dicha mirada fundamenta sus juicios. El problema es la hegemonía de uno de los criterios valorativos que fuimos construyendo. La pasión desenfrenada del proceso de producción y consumo que, no está demás decir, está en la raíz de la destrucción de la base de la vida en el planeta, rige toda nuestra cultura social e individual. Los ciudadanos cegados y ensordecidos por sus imágenes y cánticos se enfilan dócilmente hacia los desfiladeros de la muerte —de la muerte de las posibilidades infinitas de lo humano y de la superación de lo que hasta ahora ha sido concebido como lo humano—. Cómo dice Humberto Eco en su Péndulo de Foucault, nadie ignora las cualidades psicagógicas de la música. Y la música que predomina en el entorno educa el alma, disponiéndola en la dirección del reino donde predomina la instrumentalizad sobre la intersubjetividad, y el irracional y desordenado desahogo de las pasiones nunca satisfechas y siempre frustradas, sobre la convivencia y el respeto hacia los que percibimos como otros —sean estos individuos, pueblos, razas, religiones— e incluso hacia nosotros mismos.

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