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Estados y empresas en la búsqueda de la hegemonia económica mundial

Enviado por Ana Esther Ceceña

Partes: 1, 2

    1. Hegemonía económica y contradicción estado-capital.
    2. División del trabajo y producción estratégica

    1. Introducción

    Los últimos años han sido escenario de un desplazamiento de las fronteras tecnológicas, espaciales y sociales del proceso de valorización del capital. La reestructuración capitalista ha implicado una redefinición del mercado mundial, de la división internacional del trabajo, de las formas organizativas de la producción, de sus bases tecnológicas, de la amplitud y profundidad de la proletarización, de la elasticidad del ejército industrial de reserva y, por supuesto, de las formas de la competencia y de la contradicción estado-capital en la gestión de la reproducción global. La complejidad del entramado productivo y reproductivo, profusamente expresada en la detallada y abundante división social del trabajo y en la diversidad del espectro proletario, supone no sólo relaciones técnicas o productivas distintas, sino también relaciones sociales inter o intra clase más complejas y contradictorias.

    La crisis puso en entredicho las bases de la dominación capitalista y con ello promovió nuevamente la competencia por mejores opciones tecnológicas, por desarrollar redes productivas más eficientes, por una mayor identificación y control de los recursos estratégicos mundiales y por una relación de mayor poder negociador frente al proletariado.

    La posición de Estados Unidos ha variado desde el final de la segunda guerra con la emergencia de Japón y la unificación de los países europeos. Muchos han sido los vaticinios acerca del debilitamiento de la capacidad hegemónica de esta nación, hasta el extremo de plantear su superación por parte del complejo Japón-Cuenca del Pacífico. Efectivamente la evolución de algunos indicadores macroeconómicos abonan en favor de esta idea, sin embargo, un punto de partida indispensable, que no siempre es considerado por los analistas de la economía mundial, consiste en precisar qué se entiende por hegemonía, cuáles son sus sujetos y cuáles sus elementos determinantes.

    2. Hegemonía económica y contradicción estado-capital

    Hablar de hegemonía conlleva una serie de complicaciones que van desde el contenido necesariamente multifacético del concepto hasta la falta de rigor con que ha sido utilizado en la teoría[1].

    De entrada, nosotros delimitaremos nuestra propuesta al terreno estrictamente económico, aunque dejando sentada la importancia que concedemos a la superioridad militar en la gestión de la supremacía económica, así como al desarrollo de las fuerzas productivas que genera la dinámica bélica del control del mundo. La hegemonía refiere, no obstante, una articulación compleja de todos los niveles de la gestión social en la búsqueda por convertirse en propuesta de validez universal.

    Adoptando el sentido original del concepto en tanto capacidad de liderazgo, pero desde la perspectiva de la construcción de consensos planteada por Gramsci[2], la hegemonía económica estribaría en la capacidad para determinar el paradigma tecnológico sobre el cual se asienta la reproducción material global y para establecer los modos de su implantación generalizada, así como en la posibilidad creada desde la propia tecnología para apropiarse el plusvalor generado en la sociedad mundial.

    Sin embargo, uno de los problemas que de aquí derivan es el de los sujetos de la hegemonía. Se habla indistintamente de hegemonía del capital trasnacional o hegemonía de Estados Unidos, por ejemplo, sin detenerse a examinar el diferente ámbito y estatuto teórico que tienen esas dos formas de representación del capital. Mientras el espacio del estado lo coloca en posición de promover las mejores y más amplias condiciones de valorización de sus capitales, pero privilegiando la gestión nacional, es decir, buscando la supremacía de la nación en el mundo, el capital individual personificado en la empresa como base esencial de producción de plusvalor, busca la ventaja tecnológica y organizativa en su campo específico, incrementando así sus ganancias. El estado asume la representación del capital principalmente ante el conflicto entre clases antagónicas, y hacia el exterior de la nación, mientras que el capital individual procesa, mediante la competencia, el desarrollo de las fuerzas productivas como espacio de apropiación privada, sustento de la superioridad o dominio económico frente a su propia clase. Bajo la forma de empresa el capital no reconoce fronteras políticas, culturales o geográficas: sus fronteras están marcadas por su capacidad productiva, por su capacidad de convertir todo espacio en un espacio real de valorización. Bajo la forma de estado, expresada históricamente como estado nacional, sus fronteras emanan de su capacidad para apropiarse los recursos mundiales, frente a y en detrimento de otros estados nacionales, abriendo el espacio para el despliegue de sus capitales y disputando su lugar como eje vertebrador del proceso general de reproducción[3].

    El estado se constituye como síntesis de los diferentes niveles de expresión social y de las diferentes contradicciones de clase, como elemento cohesionador de la sociedad atomizada, y, por tanto, sólo el estado puede presentarse como portador de un proyecto social global, que busca articular a la sociedad mundial. La percepción de la división social del trabajo se construye a través del estado como espacio de aglutinación que trasciende las fuerzas desagregadoras de la competencia, por ello, el sujeto de la hegemonía es el estado nación, aunque ésta se construya fundamentalmente sobre la base del liderazgo económico que impulsan sus capitales. 

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