El discurso peronista durante el exilio
Enviado por Guadalupe Rojo
INTRODUCCIÓN
Con el objeto de estudiar detalladamente el discurso de Perón en el exilio, procederé a clasificarlo en tres grupos. En primer lugar, la incitación a la violencia y la búsqueda de radicalizar al movimiento (discursos dirigidos al peronismo de resistencia). En segundo lugar, la estimulación a la juventud, en general. En este sentido, el mensaje de Perón era claro: los sectores juveniles (especialmente la JP, pero no exclusivamente) debían protagonizar y liderar el desarrollo político del país. Y por último, en tercer lugar, la tentativa de sumar adeptos ajenos al peronismo, desde una aproximación discursiva sutil hasta el uso directo y claro de léxico marxista, por ejemplo. Por lo general, los guiños de Perón apuntaban al pensamiento de izquierda, pero también fueron dirigidos a otros sectores, como el nacionalismo católico.
EL DISCURSO DURANTE EL EXILIO
En la primera categoría de mensajes, asoma reiteradamente la idea de revolución social y desprestigio de la vía democrática. Asimismo, se establecen las pautas necesarias para llevar a cabo la insurrección y los métodos pacíficos quedan absolutamente descartados. Naturalmente, la aparición de la violencia cotidiana resulta ineludible.
En enero de 1956, Perón enviaba las siguientes directivas generales:
"Hemos cometido el error de creer que una revolución social podría realizarse incruentamente.[…]
A nosotros ya no nos interesan las elecciones sino como un medio más para el logro de nuestros objetivos. Debemos estar decididos y prepararnos minuciosamente para una revolución social."
Sus palabras son lo suficientemente elocuentes; es evidente que la estrategia de Perón, tras su derrocamiento consiste en fomentar la ebullición en el escenario político argentino. Originalmente, se ocupa solamente de su movimiento que está en la etapa de Resistencia. Claro que hay que entender que el clima de exacerbación no es solamente producto de los mensajes del líder, sino que es el resultado natural de la combinación de un movimiento mayoritario abocado a la justicia social, oprimido por un gobierno dictatorial, que ejerce sobre el mismo, la propia violencia.
Durante mi entrevista con Víctor Melchor Basterra, comprendí que la clase obrera (especialmente la dirigencia sindical de bajo rango) vivió la Resistencia Peronista como una etapa intrínsecamente violenta, siendo perseguida, amenazada y reprimida.
"…el odio que había a esa expresión popular, buena o mala, pero una expresión que representaba a una parte importante de los argentinos. Cuando se produce el levantamiento de 1956, del General Valle …¿Cuál es la respuesta? Los fusilan. Los generales fusilan a un general, te imaginás que nunca sucedió eso …o sea el odio….Lo que se vivía en las fábricas, yo era muchachito cuando empecé a laburar en esa época, pero ¡las prepotencias de las patronales! porque, claro, estaba todo preparado para no dejar reaccionar ningún tipo de expresión política que tuviera que ver con el peronismo, todo era oculto…entonces las formas de reacción generalmente son, es como una olla a presión, la van levantando, le van metiendo todo todo todo hasta que a final no se aguanta más"
El 12 de junio de 1956, Perón le escribía a John William Cooke:
"El pueblo tiene que hacer guerra de guerrillas, que en la resistencia se caracteriza por la suma de todas las acciones. La suma de pequeñas violencias cometidas cuando nadie nos ve y nadie puede reprimirnos, representa en su conjunto una gran violencia por la suma de sus partes. Debemos organizarnos concienzudamente en la clandestinidad."
Nuevamente subyace la cuestión de la violencia como eje de la Resistencia. Sin embargo, esta vez aparece la idea explícita de hacer guerra de guerrillas como método de presión popular. Es probable que Perón no buscara con sus palabras provocar la inmediata obediencia de sus órdenes y que supiera que para mediados del `56 no iba a conseguir organizar un cuerpo guerrillero tan rápidamente. Pero sin duda, su intención era provocar un efecto determinado para encaminar a los sectores peronistas bajo un patrón de acción concreto. Más allá del objetivo de construir organizaciones armadas, lo importante era transitar el camino. El medio se convertía en un fin en sí mismo. Gradualmente se debía incorporar la lucha armada en la vida cotidiana. El hecho de mencionar a la clandestinidad en sus mensajes contribuye con el objeto de crear un mundo político paralelo al del gobierno de turno. En la misma línea se entienden las palabras de Perón hacia su delegado, el 3 de noviembre de 1956:
"Cuánto más violentos seamos mejor: al terror no se lo vence sino con otro terror superior"
El 17 de mayo de 1957, Perón orientaba sus planes hacia la sublevación:
" El Estado insurreccional de nuestra gente es excelente y espiritualmente está todo listo, nos falta la organización y la preparación indispensable (…) Necesitamos armas, explosivos…"
Si bien la revolución difícilmente estuviera al alcance de la mano, el mensaje de Perón para la sociedad argentina, en este caso, procuraba ser alarmante. ¿Qué frutos esperaba de sus palabras? Sensaciones, antes que nada. Los individuos que recibieran el impacto del discurso de Perón, no podrían dejar de desarrollar emociones respecto de la cuestión insurreccional. Como se explicó al principio del trabajo, a partir de la teoría de Carl Schmitt, se entiende el poder del mito revolucionario como fuerza motriz de la acción directa. Para que cientos de individuos decidan personalmente que el destino de su nación está en la lucha armada, debe existir previamente un impulso colectivo. La motivación, en el caso de la Resistencia peronista, vino desde el exterior, cartas o cintas grabadas con la voz del General instando a la insurgencia. Además, por supuesto, existían factores coyunturales que fomentaban la violencia y potenciaban la mística rebelde construida por Perón.
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