- Resumen
- Enfermedad cerebrovascular
- Biomodelos
- Tratamiento de la isquemia cerebral
- Neuroprotección
- Referencias-Bibliografía
Resumen
Las enfermedades cerebrovasculares son la tercera causa de muerte en el mundo desarrollado; se consideran la primera causa de discapacidad y de demencia vascular y afectan a un 50% de la población mayor de 60 años, por lo que constituyen en la actualidad un problema de salud y una urgencia médica. En la actualidad se le concede una especial atención a la recanalización precoz de la arteria obstruida, a la protección del tejido cerebral metabólicamente comprometido y a la limitación del daño debido a la reperfusión. La presencia de una región de penumbra isquémica y el tiempo en que esa región se deteriora irreversiblemente constituyen los elementos claves de las investigaciones en la neuroprotección. Los modelos de isquemia cerebral en animales han contribuido al desarrollo del conocimiento de este problema. Se han ensayado muchos agentes neuroprotectores en estos modelos y muy pocos rebasan los criterios de eficacia y seguridad en ensayos clínicos. Esta realidad impone cambios de enfoque que pueden traducirse en la búsqueda y evaluación de neuroprotectores endógenos, la terapia combinada de trombolíticos y neuroprotectores, el aumento del período de ventana terapéutica y la eliminación de errores metodológicos que subyacen en el diseño de los ensayos preclínicos y clínicos.
Introducción.
Entre las enfermedades neurológicas con mayor estimado en el mundo, se encuentran las enfermedades cerebrovasculares (ECV). Estas son la tercera causa de muerte en el mundo desarrollado y son la primera causa de invalidez y de demencia vascular, por lo que se consideran una urgencia médica (Annual Health Statistics report, 1999; Hill & Hachinski, 1998). Afectan a un 50% de la población mayor de 60 años. La mortalidad por estas enfermedades se incrementa exponencialmente con la edad, duplicándose cada 5 años (Miranda, 2004). Atendiendo al tipo de accidente vascular puden ser hemorrágicas o isquémicas.
Un accidente cerebrovascular ocurre cuando se interrumpe el suministro de sangre a una parte del cerebro o cuando un vaso sanguíneo en el cerebro se rompe, derramando sangre. De la misma forma que se dice que una persona que sufre una pérdida de flujo sanguíneo al corazón tiene un ataque cardiaco, puede decirse que una persona con una pérdida de flujo sanguíneo al cerebro o una hemorragia repentina en el cerebro tiene un "ataque cerebral" o sufre un accidente cerebrovascular o ictus (Miranda, 2004).
Algunas personas están sometidas a un riesgo mayor de sufrir un accidente cerebrovascular que otras. Entre los factores de riesgo imposibles de modificar figuran la edad, el género, la raza/etnicidad, y un historial de accidentes cerebrovasculares en la familia. En cambio, otros factores de riesgo de accidente cerebrovascular, tales como la alta presión sanguínea o el uso de cigarrillos, pueden ser modificados o controlados por la persona sometida a dicho riesgo (Lainez & Santoja, 1999). El accidente cerebrovascular ocurre en todos los grupos de edades, desde los fetos en el vientre materno hasta las personas más longevas y este riesgo aumenta con la edad.
El género de la persona también contribuye al factor de riesgo. Los hombres tienen 1.25 veces más probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular las mujeres; sin embargo, un mayor número de mujeres mueren debido a estas patologías. En otras palabras, aún cuando las mujeres sufren menos accidentes cerebrovasculares que los hombres, la incidencia aumenta después del climaterio y la mortalidad aumenta. (Accidente Cerebrovascular, 2002).
El accidente cerebrovascular parece estar generalizado en algunas familias. Los miembros de una familia pudieran tener una tendencia genética a factores de riesgo del accidente cerebrovascular, tales como una predisposición heredada a la hipertensión o a la diabetes. La influencia de un estilo de vida común entre los miembros de la familia pudiera contribuir también al accidente cerebrovascular familiar (Hachinski, 2000).
La estrategia del tratamiento de la isquemia cerebral en su fase aguda tiene dos objetivos principales: restauración del flujo sanguíneo cerebral (reperfusión) y la limitación del daño neuronal (neuroprotección) (Lainez & Santoja, 1999). La orientación terapéutica más importante en estos pacientes con infarto cerebral consiste en mejorar el flujo sanguíneo cerebral y reducir o bloquear las consecuencias metabólicas a nivel celular y subcelular (Rodríguez, Galvizu, Alvarez, 2002).
Los aspectos más importantes relacionados con el tratamiento de la ECV aguda son los concernientes a qué tejido isquémico es el blanco del tratamiento, así como a cuándo existe la probabilidad de que este tejido responda al tratamiento. Estos conceptos interrelacionados acerca de la zona isquémica potencialmente reversible y de cuándo la misma podría responder a una variedad de modalidades terapéuticas son las bases de los esfuerzos actuales dirigidos a desarrollar tratamientos efectivos para la ECV aguda. Uno de los objetivos principales de las investigaciones en esta área, es desarrollar fármacos que intervengan en la cascada isquémica y reduzcan la cantidad de tejido dañado. De este modo se podrá obtener un mejor resultado clínico, traducido no sólo en sobrevida, sino también en la calidad de vida de los pacientes que sufren eventos vasculares agudos (Accidente Cerebrovascular, 2002).
En modelos animales de isquemia se han evaluado fármacos que han demostrado ser útiles en la reducción del área de necrosis. Se ha confirmado en estos modelos, que si se inicia la terapia al mismo tiempo que la isquemia, y antes de la reperfusión, se obtiene un beneficio mayor. Esto se alcanza sólo cuando la terapia se inicia a las pocas horas del inicio de la isquemia (Hachinski, 2000).
Muchos agentes neuroprotectores se han estudiado, por ejemplo, barredores de radicales libres, antagonistas ácidos, hipotermia, barbitúricos, bloqueadores de calcio, factores de crecimiento, y se han investigado otros por años. Aunque muchos de estos agentes evidencian efectos terapéuticos en estudios preclínicos con modelos de isquemia (ratas, ratones, o gerbos), ninguno de éstos ha probado concluyentemente efectos correspondientes en humanos (Fisher, Finklestein, Furlan, Goldstein, Gorelinck, 1999). Las causas probables por las cuales esto sucede son variadas, como son la elección del modelo animal específico donde se planea evaluar el agente farmacológico, la ventana terapéutica, y la dosis empleada.
Una de las mayores dificultades que enfrenta el desarrollo de un neurofármaco para su aplicación es que llegue al SNC, es decir, que sea permeable a la barrera hematoencefálica (BHE). Una estrategia lógica para encontrar una solución a esta dificultad pudiera ser el uso de las mismas moléculas que el cerebro utiliza ante diferentes injurias con el objetivo de mantener la homeostasis (García Salman, 2004; Dirnagl, Simon, Hallenbeck, 2003). Generalmente los productos neuroprotectores sintetizados son para se administrarlos por vía intracerebroventricular y parenteral. No obstante a esto es estudian en la actualidad la vía intranasal por grupos de investigadores que han demostrado un eficiente acceso al SNC de muchos neurofármacos por esta vía.
Enumerar los elementos clínicos y fisiopatológicos de la enfermedad cerebrovascular isquémica que deben ser tenidos en cuenta para la modelación de esta patología en animales y demostrar la actualidad de estos modelos en los estudios de la neuroprotección, constituye el objetivo de este trabajo.
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