Introducción.
La cultura española es el resultado de un largo proceso sociocultural que encontró orígenes desde las primeras poblaciones que en la Península Ibérica se asentaron. La variedad étnica y cultural produjo, junto al tiempo y las circunstancias históricas, lo que hoy conocemos como la cultura española, extendida y consolidada no solo en la región de España, sino en otras de Iberoamérica y el Caribe como ingrediente inseparable a sus culturas. Por ello, es preciso entender que como en otras latitudes, la formación cultural de la Península Ibérica necesitó la consolidación de sus raíces, para luego encontrar la identidad que la sostiene viva.
Desarrollo.
Sucesos histórico-culturales.
Desde la etapa prehistórica, España, también conocida desde la antigüedad (según manuscritos griegos) como Iberia, fue una región sometida tanto a las invasiones como a las migraciones humanas, lo cual permitió la entrada de varios grupos étnicos. De tal modo, los diferentes pueblos o razas que se dieron cita en esta península contribuyeron en diversa escala a forjar el carácter y la civilización española que hoy estudiamos.
Así se puede referir a los celtas (por el norte), los iberos (por el sur), los fenicios (desde el medio oriente), cartagineses (norte de África), griegos, romanos, germanos (godos, visigodos, vándalos) y árabes, también conocidos como moros o musulmanes. Todos dejaron huellas importantes que más allá de su existencia, fueron relevantes por su permanencia en la sociedad y según el criterio de historiadores, una gran parte de las contribuciones de esos grupos se debe más bien al elemento nativo, que con frecuencia convivió o se incorporó al elemento invasor.
Los íberos fueron los primeros habitantes del territorio español, tenían poblados amurallados, construidos en zonas elevadas, cuyas casas eran rectangulares y se alineaban formando calles. Se organizaban en tribus que generalmente eran gobernadas por un rey, la mayoría de sus pobladores eran agricultores, ganaderos y también artesanos. Fabricaban espadas de hierro como instrumento para las constantes guerras, así como recipientes de cerámica o tejidos de lana y lino para su uso doméstico. En las actividades comerciales con las colonias fenicias y griegas, utilizaban su propia moneda para los intercambios, hecho que los hizo avanzados en el orden económico.
Por otro lado, los celtas vivían en poblados amurallados y elevados aunque sus casas, llamadas castros, eran de planta circular y estaban distribuidas de manera desordenada. Se organizaban en tribus y se abastecían entre ellos, por ello eran poco comerciantes y se dedicaban, sobre todo, al trabajo de los metales, a la ganadería y un poco al cultivo de cereales. Dejaron huellas culturales en la música y en los bailes, uno de ellos es la gaita gallega, conocido instrumento musical, así como el baile de la jota gallega, de identidad crucial en el folclor español.
Las hullas culturales de los fenicios fueron primordiales dentro del proceso de formativo, cuyos pobladores fundaron Gádir y Málaka, difundiendo el alfabeto fonético, el urbanismo, la religión y el comercio. Entre sus aportes se identifica el trabajo artístico con la escultura, la moneda, la cerámica y la introducción de la vid y el olivo.
Los cartagineses fueron herederos de los fenicios. Dominaron toda la costa sur tras derrotar a los griegos y tartesios, quienes acabaron enfrentándose a los romanos por el control peninsular.
La cultura romana fue una de las piezas fundamentales en la formación de la cultura española ya que sus costumbres y en general su forma de vida fue ingrediente para las civilizaciones posteriores. Durante más de 600 años la península formó parte del imperio romano, en él los pueblos peninsulares acabaron asimilando su lengua, su organización social, política y cultural, a este proceso se le denominó romanización. El proceso se inició con los legionarios (los soldados romanos) quienes transformaron los poblados de los celtas e íberos en ciudades romanas, y además, impusieron como idioma el latín, reemplazando a las lenguas que se hablaban en España, excepto el euskera que se mantuvo.
También, la mayor parte de la población de dicha región adoraba a los dioses romanos, hasta que en el año 380 d.C. el cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio.
En cuanto al arte, se debe acotar que los romanos eran excelentes constructores. Sus construcciones eran muy sólidas ya que utilizaban el cemento y el hormigón (mezcla de piedras, cemento y arena). Además, decoraban los suelos y paredes con pinturas o mosaicos realizados con pequeñas piezas de piedras o cristales de colores.
En referencia a su legado, se puede constatar que fue amplio en planos sociales y culturales: se conservan en la actualidad arquitecturas y obras públicas (el acueducto de Segovia), así como aportes cruciales en las leyes (derecho romano), es considerable su contribución en el idioma (Latín) como base del castellano y otros elementos que hoy son cruciales para la cultura hispánica.
Es necesario conocer que los visigodos dominaron en España durante tres siglos, desde el año 410 hasta el año 711. Aunque los reyes y la mayoría de los nobles trazaban sus linajes a los invasores del norte, la clase administrativa y la intelectualidad provenían de la cantera nacional: el hispano-romanismo, manifiesto con el gran florecimiento filosófico y teológico de la época, cultivado en las "academias eclesiásticas"[1] de San Isidoro de Sevilla, San Leandro, San Ildefonso, San Julián y los Concilios de Toledo, apoyado por la población indígena en su totalidad. Cabría afirmar entonces que la raza visigoda gobernaba y luchaba, pero no controlaban a través de sus ideas.
Es imposible escribir la historia de España sin reconocer la influencia de la cultura árabe, así como aquellos sucesos que la llevaron a las tierras de Iberia. Eran llamados moros o musulmanes (término que respondía al nombre de la religión a la que eran devotos: el islam) y su presencia sobre estas tierras se debió a las prácticas de invasiones. Los invasores venían en números bastante bajos, por ello, en años y siglos siguientes se mezclaron con los habitantes de la Península.
Una gran parte de la producción intelectual y artística de la zona musulmana debe ser atribuida sin lugar a dudas al elemento étnico local, que con frecuencia abrazó lalengua y la religión de los invasores por pura conveniencia. Por esta razónno es correcto hablar de civilización o cultura árabe, sino más bienmusulmana.La conquista del país en este sentido se desarrolló con una rapidez increíble, sin oposición. Una tras otra las ciudades más importantes fueron cayendo tras la complicidad de las comunidades judías, al abrir las puertas de las fortalezas y ciudades.
Los musulmanes en un principio no fueron con intenciones de quedarse, sinocon el propósito de saquear el país. Y quizá fuera esta la razón por la que no hubo una gran oposición popular. Simplemente, se esperaba que una vez obtenido el botín, las hordas conquistadoras regresarían al África. No obstante, los planes cambiaron rápidamente y los musulmanes llegaron a permanecer en España durante siete siglos, tras lo cual floreció el arte mozárabe, que dio lugar a la convivencia de elementos latino-góticos y arábigo-orientales, que en pintura, tanto en fresco como en miniatura, se caracterizó por utilizar elementos formales del arte musulmán, como los detalles arquitectónicos y las plantas y animales africanos, hasta el punto de representar a personajes de la iconografía cristiana con atuendos de corte oriental.
Las continuas tensiones entre musulmanes y cristianos tuvieron como consecuencia la reconquista comenzada ya en el siglo VIII con la resistencia cristiana en el norte de España y a través de los siglos con el avance de los reinos cristianos hacia el sur al culminar con la conquista de Granada y con la expulsión de los últimos moros en 1492. Durante este periodo los reinos y principados cristianos se desarrollaron notablemente, incluyen los más importantes, el Reino de Castilla y el Reino de Aragón. La unión de estos dos reinos a través del matrimonio en 1469 de la Reina Isabel I de Castilla y el Rey Fernando II de Aragón condujo a la creación del Reino de España.
El conflicto judío en la España medieval ha sido estudiado por incontables historiadores. En decenas de publicaciones se ha tratado de profundizar sobre las razones por las que los "Reyes Católicos"[2] promulgaron en 1492 su expulsión.
Toda circunstancia histórica y más de esta trascendencia, es fruto de múltiples matices y en ocasiones de secretas causas. De forma simplificada, se puede decir que "la Corona española"[3] tomó la decisión de expulsar a los judíos no convertidos con motivo de evitar las disensiones y odios internos que estos condicionaban.
Tras las revueltas populares contra los judíos durante el siglo XIV y XV se habían saldado un tanto las contradicciones con el bautizo de muchos de los judíos de la época, pasando a ser lo que se denominó judío – conversos. Pero los recelos no cesaron, pues muchos de ellos, convertidos por presión y no por elección sincera, seguían realizando prácticas y ritos no cristianos. Si la inquisición se ocupó de "enmendar"[4] a los judíos conversos, los judíos no convertidos también tenían problemas de aceptación que generaban agitación y malestar social, por lo que el destino que se les supo dar fue el destierro.
El descubrimiento de América, constituye una página fundamental para la historia universal y en ella el papel de España como Metrópoli colonizadora fue primordial.
Tras haber errado por varias cortes europeas tratando de conseguir apoyo financiero para su proyecto, el de encontrar una ruta hacia Oriente por Occidente, Cristóbal Colón había ofrecido sus servicios a los reyes de Castilla. De ese modo podrían adelantar a los portugueses en la carrera hacia las Indias sin quebrantar los compromisos que les impedían navegar allende de las islas Canarias. El dictamen de un grupo de expertos fue adverso, pese a lo cual Colón buscó apoyos en los círculos más allegados a la reina Isabel que le permitieron llegar a lo que equivocadamente tomó por el extremo oriental de Asia.
Aunque la decepción debió de ser enorme cuando al averiguar que, en lugar de las opulentas islas de las especias, lo que se había descubierto eran unas tierras salvajes, pronto se comprendió la oportunidad de colonizar y explotar económicamente todo un nuevo continente.
Durante los siguientes siglos, España como una potencia colonial se alza como la más importante nación europea en la escena mundial. De tal modo, la literatura y las bellas artes florecieron de manera muy significativa durante este periodo.
El siglo XVII fue, en el ámbito español, de un esplendor sin parangón, debido a que permitió este tiempo el alejamiento de las ataduras provenientes de la Edad Media. El Renacimiento del siglo XVI fue la puerta de entrada para que en los 100 años que corrieron de 1600 a 1700, la sociedad pudiese zafarse del viejo molde que implantaba métodos rígidos de comportamiento y actuación, especialmente impuestos por la Iglesia.
Al romper estos viejos moldes se permitió salirse de la rigidez de las estructuras lineales e imprimir nuevas formas de movimiento especialmente en el campo de las artes, donde podrían ser la pintura, escultura y arquitectura. Este adelanto de imprimir movimiento, rescatar las formas celestiales por medio de la ornamentación, y el paso de lo estático a lo dinámico se contempla como el estilo barroco, que es un estilo moderno que deja atrás al manierismo del siglo precedente.
El Barroco que se presenta en diferentes manifestaciones artísticas incluida la literatura en sus dos vertientes culteranismo y conceptismo, permite arraigar a la sociedad de entonces a un nuevo estilo de vida, en el que se adapta y acepta vivir bajo situaciones en constante cambio.
El gran florecimiento literario español del siglo XVI fue medular y estuvo representado por el desarrollo de la novela; entre la cual se destacan las de caballería, la picaresca y la pastoril, aunque al parecer la temática morisca incorporó junto a elementos puramente históricos algunos componentes de ficción.
En parte, como una prolongación de la épica del Romancero de los siglos XIV y XV, las novelas de "caballerías"[5] tuvieron en el siglo XVI, – a partir del desarrollo de la imprenta – una importante difusión; y en cierto modo inauguraron una modalidad novelística, consistente en la llamada "novela por entregas" en que la publicación separada de sus capítulos y consiguiente creación de la intriga acerca de la continuación, ha llegado hasta nuestros tiempos bajo la forma de los teleteatros.
La picaresca[6]fue, en buena medida, una respuesta literaria a las novelas de caballerías; a partir de los antecedentes medievales, especialmente La vida del lazarillo de Tormes de autor anónimo, publicado hacia 1554.
La literatura española del Renacimiento y Barroco fue crucial para el desarrollo artístico de la región. En este período se desarrollaron artistas y obras medulares para la literatura no solo española sino internacional ya que fue un periodo de creación literaria que abarcó aproximadamente desde las obras iniciales de Góngora y Lope de Vega, en la década de 1580, hasta bien entrado el siglo XVIII. El siglo más característico del barroco literario español fue el XVII, en el que alcanzan primacías prosistas como Baltasar Gracián y Francisco de Quevedo, dramaturgos como Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca y Juan Ruiz de Alarcón o la producción poética de los citados Quevedo, Lope de Vega y Góngora. El lugar más destacado de este período literario español lo ocupó El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes y Saavedra, obra cumbre denotada cual una consagración de la novelística del Siglo de Oro y que constituye para el idioma castellano –más allá de su aspecto literal- la culminación literaria de su identidad idiomática.
Conclusión.
La variedad cultural que caracterizó el proceso formativo de dicha sociedad es el único argumento que permite comprender la dimensión pluricultural de la cual fue objeto la región ibérica española. El asentamiento en ella de disímiles sociedades, cada una dueña de sus raíces y bienes entrañables, consolidó este mosaico cultural que no por variado en su conformación dejó de tener su propia identidad.
Cuando se habla hoy día de una cultura hispánica, se aborda uno de los más sólidos e indelebles paradigmas de la historia universal. Es la cultura hispánica, en su conformación histórica y cultural, tan rica como su idioma: el español o castellano.
BIBLIOGRAFÍA
COLECTIVO DE AUTORES: Selección de Lecturas de Arte General. Editorial Félix Varela, La Habana, 2010.
El mundo hispano. Disponible en: http://www.espanolsinfronteras.com (Consultado: 15 de marzo de 2012).
GUERRA VILABOY, Sergio. Historia mínima de América. Editorial Félix Varela, La Habana, 2001.
Grandes Hitos Culturales de la Historia de la Humanidad. Disponible en: http://www.slideshare.net, Consultado el 12 de febrero de 2012.
La descolonización. Disponible en: http://www.portalplanetasedna.com.ar/sucesos02.htm (Consultado en: septiembre de 2011).
Autor:
Santiago Guerra Rodríguez
[1] Academias eclesiásticas: Centros encargados de formar a los que poseen vocación cristiana, sobre todo al sacerdocio. En ellas se desarrollaban las ciencias, el arte y el pensamiento filosófico, aunque mantenían los principios religiosos.
[2] Reyes Católicos: La Reina Isabel I de Castilla y el Rey Fernando II de Aragón.
[3] La Corona española: Hace referencia al reinado formado por los reyes católicos Isabel I de Castilla y el Rey Fernando II de Aragón.
[4] Se utiliza el término “enmendar” para referir el perdón y la aceptación hacia los judíos convertidos al cristianismo.
[5] Novelas de caballerías: es un género literario en prosa que en su argumento narra las hazañas o proezas de un caballero.
[6] La novela picaresca es un género literario en prosa, muy característico de la literatura española que surgió en los años de transición entre el Renacimiento y el Barroco durante el llamado Siglo de Oro de las letras españolas. Nació en contraposición a las narraciones idealizadoras como las epopeyas, los libros de caballerías, la novela sentimental o la novela pastoril.