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El espejo… reflejo de nuestras vicisitudes

Enviado por Felix Larocca


    Monografias.com

    Para la mitología los temas cruciales de nuestras existencias son asuntos de la mayor importancia.

    Ser atractivo y gustar a los demás no es ser narcisista — es ser humano…

    ¡Pobres aquéllos quienes no siendo atractivos, tienen que vivir, ésta, nuestra "vida temporal", en una mi-seria de angustias!

    Nuestra reflexión siempre ha sido un referente importante en la construcción de la identidad, incluso al-gunas teorías hablan de la "fase del espejo" cuando el infante logra el reconocimiento de que quien realiza los movimientos es el mismo que reconoce en el cristal.

    Este período del desarrollo implicaría un aspecto de la consolidación de la identidad importante del que no nos despegaremos nunca.

    Algunos gatos, también lo poseen — nuestra Mimi lo demuestra. Narciso, como todos sabemos, moriría por ver su reflexión en el lago y Dorian Gray, lo encontraría en su famoso retrato. (Véanse mis ponencias al respecto, incluyendo: El Síndrome de Dorian Gray).

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    Mimi, se admira a sí misma

    En la asociación de nuestra identidad corporal siempre hay una imagen. Y, cada vez más esa imagen la hemos ido asociando a juicios de valor de índole narcisista. Entonces no importa reconocerse como grueso o delgado, alto o bajo, sino que estas características están asociadas social, cultural y personalmente a juicios de importe.

    Actualmente todos sabemos cuáles son los estándares de belleza que priman en nuestra cultura y cómo poco a poco han ido adquiriendo más trascendencia en los desarrollos personales. En todos los países las estadísticas indican que no sólo han aumentado las cirugías y las diferentes alternativas estéticas, no sólo en las personas adultas sino que también en los más jóvenes.

    Cada vez más, personas jóvenes recurren a solicitar intervenciones quirúrgicas de diferentes tipos, que intentan mejorar o enmendar defectos físicos que les atormentan — lo que no logran hacer, es perder de peso — pero ya éste es otro asunto.

    No existen antecedentes, genuinos, de estudios acerca de la formación de estos juicios de valor en el de-sarrollo de los niños. Sin embargo, desde la teoría y la práctica se piensa que es un aspecto que tiene mucho que ver con el desarrollo y el medio social en el que los niños se desenvuelven. Un niño de tres años por sí mismo no puede, desde el punto de vista del desarrollo cognitivo, distinguir a una persona linda o fea según lo que socialmente se entiende, sino más bien es un juicio ligado a la enseñanza y los afectos de que dispone.

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    El espejo sin reflexión…

    Como tampoco, un niño puede entender la abstracción de lo que la mentira significa, antes de su desa-rrollo del pensamiento abstracto se complete. Por ello, los niños, aunque no lo creamos, no mienten.

    Los niños ven que su madre es linda si existen afectos positivos que lo vinculan a ella. Es sabido que cuando el mismo niño se enoja con su madre, puede encontrar que ella es "muy fea", y aún "mala".

    Lo evidente es que en el inicio del desarrollo lo estético está ligado a lo afectivo. ¿Qué pasa entonces cuando los niños crecen y segregan al que no es atractivo, al que no es como yo pienso que el otro debe de ser? Este es un tema muy importante ya que no sólo se relaciona con el ideal estético sino que también se relaciona con el desarrollo emocional y con todos los prejuicios que priman en nuestras mentes.

    La identidad siempre se despliega conectada con lo emotivo. Si el niño crece con una contención afectiva adecuada, entonces estará más preparado para enfrentar los procesos de la integración de la identidad.

    La identidad no es sólo lo que nosotros creemos que somos, sino cómo creemos que nos vemos, quiénes creemos que somos para los demás, y el valor figurativo que ellos a nosotros otros asignan. Hay una di-mensión de la identidad que se relaciona con la apariencia exterior que terceros perciben, es decir, que no sólo se relaciona con un aspecto del mundo interno.

    ¿Qué pasa con la dimensión afectiva de la relación emocional con nuestro cuerpo?

    El cuerpo ha pasado a tener una gran importancia en la conformación de la identidad, en la autoestima y en otros aspectos de la vida como pareja, trabajo, actividades de negocios y políticas.

    Paralelamente la ciencia y la medicina se han ido perfeccionando, siendo posible cambiarlo prácticamente hasta lo irreconocible. Hoy día tornar muchos aspectos del cuerpo pasan por una decisión desde la volun-tad y lo económico — no desde lo posible.

    Entonces nos enfrentamos además a la omnipotente decisión de cambiar lo que evoluciona según la genética y los cuidados que le hemos dado a nuestro ser.

    El cuerpo evoluciona, el cuerpo y nosotros envejecemos y por ende cambia la distribución de lo muscular, de lo graso, de las facciones.

    Nos ponemos viejos y engordamos — algo que rehusamos aceptar.

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    Cirugía plástica

    Desde el comienzo, las cirugías estéticas han estado ligadas a revertir el envejecimiento. El tema interno es ¿qué se cree que se está deteniendo?, la persona puede llegar a sentir a través de estos procedimien-tos que se logran cambios internos. Aunque éstos pueden influir, no se trata de una relación directa en donde lo externo modifique lo interno.

    Aunque el proceso de lo "externo" modificando lo "interno" es un axioma en la neurociencia moderna.

    Desde la psicología y la psiquiatría parece ser que la respuesta sólo se encuentra en la integración de los aspectos reales con lo deseado, ¿quién soy yo y quién me hubiese gustado ser?, ¿cómo me veo y cómo creo que me debería ver?, ¿cómo he cuidado mi cuerpo?, ¿cómo voy envejeciendo?…

    ¿Cuándo seré obsoleto y — más penoso — cuándo y cómo moriré?

    La integración de la personalidad toda la vida oscila entre los aspectos reales y los deseados, en un co-mienzo con quien realmente soy y los deseos de ser la persona que los demás desean y lo que yo creo que los demás desean. Estos "juegos" internos están presentes desde el comienzo de la vida cuando em-pieza el desarrollo de la identidad, para llegar al anhelado estado de integración de la personalidad durante la adultez.

    Probablemente es este aspecto, la identidad durante la adultez, lo que permite ir elaborando los padeci-mientos sucesivos que implica el envejecimiento. Sin embargo, el aspecto más difícil es aceptar e integrar estos cambios del envejecimiento no sólo en el cuerpo externo, sino en la dimensión interna de la persona. (Véanse mis artículos acerca del envejecer).

    Tanto el crecimiento como el marchitar biológico requieren una afectividad sana y madura con aquellos aspectos idealizados y con los aspectos reales.

    Para poder tramitar los cambios a través del envejecimiento es necesario también ir aceptando los cam-bios internos de nuestra personalidad.

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    Bella, sí… pero no para siempre…

    En resumen

    Para muchos, el someterse a cirugías cosméticas, como igualmente dietar para ponerse flacos; para re-conocerse a ellos mismos como personas más apreciables, es una negación de la continuidad de la imagen corporal, que, como esquema neurológico, existe en el mismo hipotálamo cerebral.

    Por ello es tan importante.

    Cuando alteramos este esquema, los cirujanos que lo hacen y los dietistas que los asisten, no nos dicen (porque no saben), que muchas reacciones imprevisibles resultarán, muchas de ellas de naturalezas ad-versas.

    Pero, como nos afirma una vecina cuya cirugía de face lift para ser más joven, la envejeciera, ostensible y tristemente: "Yo me siento como una teenager — y eso, es todo lo que importa…"

    Otro ejemplo más de la negación de que Freud tanto hablara.

    Ahora, hablaremos de las complicaciones de la cirugía bariátrica…

    La complicación final de la cirugía bariátrica

    Dr. Félix E. F. Larocca

    La complicación final de la cirugía bariátrica es que no cura. No cura, porque no puede curar. Y no puede curar porque simplemente reduce el volumen del órgano que es blanco de la comida, pero falla en eliminar el origen del trastorno, como debiera hacer si curara.

    La cirugía bariátrica es paliativa y cosmética, pero, repetimos, no es curativa. Muchos quienes la han so-brellevado se sienten deprimidos y ansiosos como corolario final de la misma.

    Por supuesto, la obesidad es un problema en espera de esclarecimiento, ya que nadie sabe con certeza qué la produce, ni por qué posee una tendencia tan perversa a resistir los esfuerzos que tantos hacen pa-ra erradicarla o prevenirla. Por ejemplo, el ex-presidente Clinton, mostrando estrés en su semblante adusto, ahora nos expresa el deseo de prevenir la obesidad infantil en América, porque de pequeño fuera obeso. Pero, ¿dónde estaban sus metas cuando comía desaforadamente para combatir los estreses de una vida conflictiva? — vida azarosa que viviera desde su infancia más temprana.

    Tal vez, hoy lo hace, porque sus apetitos (entre tantos, los orales) resultaron en cirugía — cardiovascular — esta vez — y que, como buen político, desea sacar beneficios aún del acto del morir, si es que las circunstancias lo permiten.

    Pero, si no sabemos qué causa esta condición, que llamamos la gordura. ¿Cómo pretendemos eliminarla? Ésta siendo la misma razón, por la cual, hasta ahora, hemos fallado en nuestros esfuerzos para disponer de la misma.

    Sino para los gobernantes de los países del mundo, para la comunidad de científicos que laboramos con seriedad en su tratamiento, tratarla es un asunto de gran importancia y ayudar a sus víctimas es una ur-gente proposición.

    No está dentro del designio de esta ponencia describir en detalle las varias doctrinas que intentan explicar las causas de la gordura ni tampoco de criticar la gran variedad de métodos que se aplican inútilmente para combatirla. Aquí nos concentramos solamente en los resultados de una operación que hoy se utiliza de modo desesperado para quienes padecen la variedad mórbida de esta dolencia.

    Me refiero a la reducción del estómago.

    Primero es que es la reducción del estómago es una cirugía, y como tal, existen riesgos. Segundo es que destina al paciente a una vida de restricciones en el volumen de la ingesta, ya que disminuye la capacidad del estómago y desvía su cauce, obligando al paciente a tomar ciertos suplementos para combatir complicaciones posibles de orden nutricional.

    Tercero, y lo más importante, es lo que la cirugía no hace: que es resolver o eliminar las causas o la per-sistencia del hambre que produjera la gordura, en primer lugar. No lo hace porque el hambre no proviene del estómago, como muchos creen. Sabemos bien que esta hambre se origina en una porción del encéfalo llamada el hipotálamo cerebral, entre otros sistemas — ya lo sabemos — los cirujanos, son quienes no lo saben.

    Habiendo fallado en eliminar el hambre, el paciente se siente destinado a permanecer atascado en el fondo de una hondonada de la que no puede salir — esperando que la comida, de otrora abundante y placentera retorne — lo que ya nunca más será.

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    El fallo en eliminar el hambre resulta en que funciones asociadas y cuyos núcleos de control, asimismo residen en el hipotálamo, se activen resultando en estrés. El estrés, a su vez, estimula el hambre, lo que resulta en un círculo vicioso. El hipotálamo responde igualmente convirtiéndose en una máquina metabólica más eficiente, logrando captar como gordura lo poco que se logra comer. Esto resulta en una lucha interna sin treguas que colma al paciente con desasosiego y frustración.

    Lo que sigue después son los desarreglos comunes, que tantos hacen, y que pueden conllevar a compli-caciones serias, a corto, y a largo plazo.

    Entonces, ¿qué hacer?

    • Si la cirugía ya se ha hecho, quien la tuvo tendrá que aprender a vivir con sus limitaciones por todo lo que le quede de vida.

    • Infórmese, tan minuciosamente como pueda, de todos los aspectos que envuelve la cirugía que se hizo.

    • No olvide el factor de la mayor importancia: El factor emocional. Sin resolver el mismo, no tendrá acceso a la vida de flaco "bien ajustado" que deseaba.

    • Puede que necesite psicoterapia en manos diestras.

    • Si no se ha hecho la cirugía, y la contempla seriamente, sabiendo lo que sabe de los resultados de las dietas, pregúntese si no vale más la pena someterse a un régimen basado en un conocimiento profundo de sus estructuras físicas y psicológicas para afectar el órgano donde se origina todo — su hipotálamo — órgano que, gran parte de los "expertos" desconocen y que muchos no saben aun localizar. (Véase mi ponencia: La Opción de Hobson en monografías.com y en Psikis).

    En resumen

    Como dice, mi vecino, cirujano bariátrico muy exitoso: "no es físico, como piensan los pacientes, es emo-cional", demostrando su ignorancia. A lo que yo respondo, es físico, lo que pasa es que tú no sabes dónde encontrarlo.

    Bibliografía

    Suministrada por solicitud.

     

     

    Autor:

    Dr. Félix E. F. Larocca