Fue una fiesta completa: no todos los días consigue uno seres de piel oscura, venidos de cualquier lado, dueños de un idioma desconocido, para descargar en ellos el racismo corriente. Todo bien: no le pasó nada al delfín, porque el oscuro visitante no estaba en celo, la rabieta de la joda fue compensada por mercancías y hasta pusieron música de percusión para que el otro compañero siguiera un poco el ritmo con su cuerpo.
Es sabido: el circo no tiene historia. Cuando uno va a ver a los payasos, éstos no se sacan la máscara o se quitan las pinturas para hablarnos de sus vidas y de sus alegrías o sufrimientos. Están ahí en ese momento, nos hacen reír y a otra cosa. Por eso, es un total contrasentido pedirle a un programa como Videomatch que se ponga a explicar, como lo hice al principio de esta nota, algo de Senegal y de por qué los dos ciudadanos senegaleses han terminado viviendo en Buenos Aires. El supremo animador está ahí para divertirnos a cualquier precio, lo demás, historias, humillaciones vividas a lo largo de la existencia, esfuerzo de adaptarse a una nueva ciudad, a una nueva sociedad, no cuentan para nada, servirían, en todo caso, como distractores y en el circo no hay tiempo que perder.
Me preocupa, me indigna, el "a cualquier precio". Alguien podría decir: "No es para tanto, casi seguro que todo estuvo arreglado desde el principio, además, si son migrantes, gracias a la broma han salido ganando bastante, fue solo una picardía…" Pero nada de esto, ni las risas grabadas, pueden ocultar las muestras de racismo nacidas de la espontaneidad del actor y de la alegría y los gestos del gran animador. Resuenan en ellas la situación vivida por una mujer que hace unos meses fue demorada en el aeropuerto de Ezeiza, porque con esa piel "no podía ser argentina", o las denuncias recientes sobre los jóvenes detenidos en la calle por "negritos", con todas las connotaciones que esto tiene. Habría que recoger historias menos divertidas de compatriotas en el exterior, para recordar lo que significa ser objeto de alguno de los "ismos" en relación con la nacionalidad o la raza.
Retomo lo de "fue solo una picardía". Vale la pena traer aquí versos del Martín Fierro:
Nace el hombre con la astucia Que ha de servirle de guía Sin ella sucumbiría, Pero sigún mi esperiencia Se vuelve en unos prudencia Y en los otros picardía.
Los pícaros coparon buena parte de la escena política y buena parte del escenario mediático de nuestro país. Anhelamos la continuidad de su retirada de la primera. De los medios será difícil sacarlos, se han legitimado largo tiempo, tienen a su favor la historia del rating y las reacciones ante cualquier resurrección del fantasma de la censura. Habrá que añadir a esto la necesidad de la gente de reírse, de salir del drama cotidiano gracias a estos circos. Pero nos cabe la tarea, desde el trabajo intelectual, desde la universidad, de alzar la voz ante los excesos. La astucia y la picardía tienen límites. Uno de ellos es el racismo.
Reflexiones sobre la inocencia del mensajero
"Con lo que me hicieron en ese programa empezó la crisis de mi gobierno".
Las palabras fueron pronunciadas el 17 de este diciembre de 2003 por el ex presidente argentino Fernando de la Rúa, en referencia a lo que le sucedió en el programa televisivo Videomatch, de diciembre de 2000. Afirmó que en esa oportunidad lo trataron con "deslealtad" y que desde entonces "la gente empezó a ver más cercana a la verdad esa imagen de mofa que la que le daba la realidad". Explicó que le dieron un nombre equivocado de la esposa del conductor –Marcelo Tinelli- (Laura por Paula) y que le armaron una salida falsa para ridiculizarlo: "El conductor no cortó la escena ni me acompañó.
Prepararon la escena y me empujaron a salir por otro sitio. Usaron la imagen repetidamente para descalificarme". Más tarde, en declaraciones al diario Clarín, agregó: "el tema no es el ex presidente con Tinelli, sino el rol de los medios de comunicación. Yo sentí el resentimiento de mi autoridad".
Las declaraciones dieron lugar a una verdadera fiesta para el conductor. Esa misma noche respondió al inicio de su programa, alentado por su coro de bufones con frases como "La culpa es tuya", "Vos quemaste a Sadam", "Vos hiciste el corralito", "Vos hiciste el impuestazo". En tanto, el ídolo mostraba la edición de un diario vespertino con títulos catástrofe: "Joda de Tinelli tiró a de la Rúa".
Entonces comenzó la fiesta: con un "voy a confesar", el conductor soltó lo siguiente: "yo pedí que le informaran falsamente el nombre de mi esposa, yo fui el que le pedí que confundiera mi programa con Telenoche y me felicitara por eso; yo pedí que corrieran la pared medianera del edificio para que no pudiera salir ("macho", comentario de uno de los bufones entre risas); es hora de sincerarse, soy el responsable; fui yo el que le dijo lo del impuestazo, le dije a Chacho (Alvarez) renunciá y Chacho renunció; yo hice que renunciaran los ministros, que le otorgaran poderes a Cavallo; le pedí que bajaran el 13 por ciento a los jubilados para hacerle una broma a mi suegro; yo fui el que hizo que el riesgo país se fuera a 1300 ("sos grosso", palabras de otro cortesano); yo le dije que decretara el estado de sitio; yo compré tres millones de ollas y sartenes y organicé el cacerolazo; yo di la orden de reprimir; yo le conseguí un helicóptero para que se fuera…" Y el cierre: "Fernando, llamame mañana y te digo qué hacer con las coimas; y la pastilla de esta noche, no confundás la amarilla con la roja". La euforia estalló con estas palabras y el conductor pasó a su rutina.
Pero ese no fue el final. A continuación del programa, en el noticiero del canal Telefé se volvió sobre el enfrentamiento. La locutora habló de las declaraciones de de la Rúa y de las reacciones del destacado conductor de ese mismo canal. Y terminó diciendo que el ex presidente fue al programa por su voluntad, como lo hicieron y lo siguen haciendo muchos políticos, para cerrar con las siguientes palabras: "otra vez se busca matar al mensajero".
Que el ex mandatario fue al programa por su voluntad no cabe duda, pero tampoco cabe dudar sobre la pésima asesoría que tuvo para hacerlo; las andanzas del grupo Sushie (sus hijos con algunos amigos) dejaron más de una huella en aquellos años.
Corresponde detenernos en lo que resuena de fondo en estos cruces. De la Rúa se inscribió con sus quejas en una tradición de por lo menos un siglo, expresada con toda claridad a comienzos de la Primera Guerra Mundial: la causa de ese horror fue, según creencia por demás difundida en aquellos años, la prensa: el hecho de dar a conocer el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo provocó, artículos van y artículos vienen, esa marejada de muertes. El segundo gran hito de tal mirada lo dio la propaganda nazi. Un país entero cambiado por la voz de un sujeto y la de su coro de agitadores. Las masas fascinadas iban hacia donde ellos querían y la consecuencia fue la Segunda Guerra Mundial. (Pocos escucharon las palabras de alguien que advirtió sobre el equívoco; me refiero a Wilhem Reich, quien publicó en 1932 su obra Psicoanálisis de las masas del fascismo, para explicar que si el discurso de Hitler y sus secuaces tenía ese éxito era porque los sectores medios alemanes lo hacían posible, a causa del autoritarismo en sus relaciones cotidianas…) Luego vino la avalancha de éxitos de la publicidad: otra vez las masas fascinadas, ahora por las mercancías. Llegamos así a los últimos veinte años del siglo pasado, cuando comenzaron a generalizarse las dudas sobre esa mirada tan estrecha; hoy no es sencillo insistir en el todo poder de los medios. La condición de posibilidad de su influencia está en la vida de la gente, en lo que la gente ya es. Eso, sin dejar de reconocer un círculo cada vez más estrecho de influencias.¿Exime de toda responsabilidad tal comprobación a los artífices cotidianos de la cultura mediática? Esa fue la tesis que disparó la locutora del programa periodístico: otra vez se intenta matar al mensajero. Por lo tanto, el mensajero, todo mensajero, es inocente.
La expresión utilizada por Telefé Noticias tiene varios siglos. Alude a la reacción de algún déspota frente a las malas noticias. Imaginemos a un soldado enviado desde el campo de batalla, su carrera desesperada para informar al gobernante y la reacción terrible de éste frente a un pobre ser que solo ha cumplido con su deber. Si se realiza una búsqueda en Internet, es posible encontrar más de mil sitios de páginas en español, en los cuales aparece la frase aplicada a distintas situaciones: el asesinato de periodistas en buena parte de los países latinoamericanos, el recuerdo de figuras fundamentales de la prensa en la Argentina matadas por la última dictadura, el intento de controlar los medios por parte de los equipos fieles a Bush, la represión a la prensa en regímenes capaces de reprimirlo todo…¿Qué relación tienen esos mensajeros con el programa y la figura de Marcelo Tinelli? Me resulta un exabrupto aplicar la expresión a alguien que poco ha aportado a una reflexión sobre los horrores vividos por el país a lo largo de los años 90: el desfonde económico, la farandulización de la política, el cinismo cotidiano, la corrupción sin márgenes, el empobrecimiento de más de la mitad de la población…
Nadie le pide al circo que se ponga reflexivo y cambie de estilo. Pero tampoco es válido asumir la actitud de inocente mensajero atacado. Que de la Rúa se equivoca al transferir sus problemas a un espectáculo circense, no quiere decir que no se lo haya manipulado y no se haya sostenido la burla por semanas y semanas. A la vez tiene razón el conductor: ni él ni Videomatch tomaron las medidas con las que nos bendijo el gobierno de la denominada Alianza. Pero de allí a su inocencia, a su total prescindencia de los hechos políticos vividos a partir de los años 90, hay un paso que no podemos aceptar. El conductor y su programa fueron totalmente coherentes con ese modelo de vida que emponzoñó las relaciones sociales, sobre la base del todo-vale y de-todo-me-puedo-reír. El inocente mensajero-empresario tuvo sus predilectos políticos y contribuyó a crear una atmósfera de irrealidad, una invitación a la joda mientras el país era quebrado moral y económicamente, en ese orden. Corresponde revisar los conceptos y la aplicación de los mismos: hay mensajeros y mensajeros, no es bueno para la comprensión de nuestra sociedad igualarlos a todos en la fiesta de la cultura mediática.
Daniel Prieto Castillo,
argentino, especialista en comunicación social.
Revista Chasqui Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para
América Latina (CIESPAL)
Weblog:
Web institucional: www.ciespal.net
Quito – ECUADOR
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