- Apropiación de la histeria
- Apropiación de la historia
- Entre la sugestión y la resistencia: hacia la transferencia
- Condiciones necesarias de la técnica: a modo de conclusión
El presente ensayo busca reflexionar sobre los límites que se plantea desde su constitución el método psicoanalítico de Freud, entendido como modo de intervención e investigación. En este sentido se aborda el problema desde dos dimensiones: la histeria, cuadro psicopatológico asociado por excelencia al descubrimiento freudiano; y la historia, biografía del paciente y su particular comprensión desde el psicoanálisis. Desde estas coordenadas se pondrán en discusión dos núcleos conceptuales (agrupados para el presente trabajo) centrales para la técnica del psicoanálisis, a saber la sugestión, la transferencia y la resistencia por una parte; la neutralidad y la asociación libre por otra.
APROPIACIÓN DE LA HISTERIA
¿Qué entendemos por la dimensión de la histeria desde la obra de Freud? Para él supone un encuentro patológico de importancia práctica, en el Hospicio de la Salpêtrière, en el marco de sus estudios sobre neuropatología (Freud, 1956[1886]). En este contexto se familiariza con los postulados de la escuela francesa sobre el tema, particularmente a través de Jean-Martin Charcot. Este autor venía dedicando su trabajo desde hacía años al problema de la neurosis, en particular de la histeria (Freud, 1956[1886]). Desde la neuropatología la neurosis supone una enfermedad de los nervios, siendo la histeria "apenas un rótulo de significado relativamente circunscrito; el estado clínico a que se lo aplica se singulariza en términos científicos sólo por unos rasgos negativos, poco estudiados, y estudiados a disgusto, sobre los que por añadidura pesan unos muy difundidos prejuicios" (Freud, 1950[1886]). Es decir, agrupaba una serie de rasgos distintivos (estigmas histéricos según Charcot) de corte somático dentro de los que se contaban grandes ataques, anestesias, perturbaciones de la vista, etc. En gran medida Freud debe a Charcot la circunscripción de la histeria en un marco de genuina enfermedad desmarcándose de connotaciones simuladoras o fraudulentas.
Su interés en la histeria resulta evidente ya que al poco tiempo le dedica un artículo buscando definirla, describir su sintomatología, su evolución y posible tratamiento. Siguiendo los postulados de Charcot para Freud la histeria toma forma como una alteración de la excitación nerviosa, cuyo excedente se distribuye por representaciones concientes o inconcientes. Las intervenciones apuntan a una redistribución de las excitaciones (Freud, 1888). Ya en este artículo refiere como método muy eficaz de trabajo la hipnosis de Breuer que reconduce al enfermo al origen del malestar haciéndolo confesar (Freud, 1888), con consecuente efecto catártico.
Los descubrimientos que Freud realiza consecutivamente en el campo de la histeria van circunscribiendo la teoría al tiempo que se perfecciona el método de intervención/investigación. Se pasa de pensar la enfermedad desde el órgano o su función a concebir un malestar del sistema nervioso en su conjunto (Freud, 1890). La comparación de las parálisis conversivas muestran que las histéricas, a diferencia de las orgánicas, se comportan como si la anatomía no existiera (Freud, 1893), al tiempo que la escucha corrobora el cariz psíquico y simbólico del síntoma. Se homologa desde la histeria una clínica de la defensa a las neurosis obsesiva y fóbica (Freud, 1896). Eventualmente se suceden el descubrimiento y formalización de lo inconciente, la doctrina de la represión y la existencia de una sexualidad infantil, encontrando el psicoanálisis los pilares básicos de su cuerpo teórico (Freud, 1923[1922]). Dicho recorrido va aparejado de complicaciones clínicas que movilizan la modificación de la teoría para poder dar cuenta de los distintos fenómenos psicopatológicos que, desde la histeria, fue progresivamente abordando el psicoanálisis. Ejemplo paradigmático de esto es la hipótesis del narcisismo primario y la noción de libido narcisista (Freud, 1914-1) que permiten dar cuenta en cierto aspecto de la psicosis. Luego las neurosis narcisistas se entenderían, desde la segunda tópica, como producto de un conflicto entre el Yo y el Superyó (Freud, 1924[1923]).
En este sentido podemos decir que la dimensión de la histeria comporta el abordaje particular que Freud realiza sobre un cuadro previamente descrito y bautizado, desde ciertas coordenadas de formación, que rinde como frutos el perfeccionamiento de un método particular de investigación y tratamiento que permite la re-inscripción de la histeria en el marco de la teoría psicoanalítica.
APROPIACIÓN DE LA HISTORIA
La historia individual del sujeto constituye un tema fundamental desde los albores del desarrollo freudiano. La teoría traumática de la seducción, como explicación etiológica de las neurosis, postula un estricto nexo entre el trauma ocasionador (escena de seducción) y la sintomatología, en el campo de lo psíquico (Breuer, Freud, 1893-95), siendo relevante para la adquisición de una neurosis u otra si tal trauma histórico fue vivido de forma pasiva, en la histeria, o activa, en la obsesión (Freud, 1896). Sin embargo esta teoría es abandonada por cuanto Freud encuentra un sinfín de eventos traumáticos que debieron sustentarse en la realidad desde la multiplicidad de padres perversos (Freud, 1950[1897]). Por otra parte, en lo inconciente no se distingue un signo de realidad que permita distinguir la verdad de la ficción investida afectivamente; en consecuencia incorpora la dimensión de la fantasía sexual (Freud, 1950[1897]) reformulando radicalmente el problema de la historia y su valor de verdad. El psicoanálisis no concibe la verdad histórica del trauma en su dimensión real, la concibe en su dimensión simbólica por medio de la incorporación del registro afectivo; se desplaza el valor etiológico de la neurosis desde lo general a lo particular.
En este sentido la historia se enlaza con el cumplimiento de deseo: la verdad histórica del individuo es la verdad de sus modos de satisfacción pulsional, de lo cual dan testimonio sueños, fantasías y síntomas "dentro de una concatenación que puede abarcar también otras formaciones psíquicas" (Freud, 1900). De esta forma el síntoma, en tanto formación de lo inconciente, ocupa un lugar simbólico en relación a los traumas en la medida que es sustituto del retorno asociativo de dichas vivencias traumáticas (Freud, 1908). En tal sentido el síntoma cumple un deseo de forma efectiva en la medida que es realización de una fantasía inconciente, al servicio también del cumplimiento de deseo (Freud, 1908).
¿Por qué la preponderancia del cumplimiento de deseo? Porque la pulsión se encuentra esencialmente insatisfecha, buscando constantemente su satisfacción. Si hay algo que caracteriza la prohibición cultural del incesto, y por ende el complejo de Edipo, es que existen objetos prohibidos a los que no se puede tener acceso sexual. Casualmente, y de ahí que resulte tan complejo, dichos objetos son los primeros objetos de satisfacción pulsional. "Empieza a anhelar a su propia madre en el sentido recién adquirido y a odiar de nuevo al padre como un competidor que estorba ese deseo; en nuestra terminología: cae bajo el imperio del complejo de Edipo" (Freud, 1910-1).En este sentido existe un núcleo inconciente reprimido primordialmente que determina desde la sobreinvestidura del lenguaje (Freud, 1915) aquello prohibido: lo que no se puede decir. Parte de la historia es indecible para el individuo, en la medida que comporta un saber intolerable sobre su deseo.
Sin embargo existen retoños (representaciones) inconcientes de lo reprimido originariamente que buscan retorno a la conciencia pulsando por su satisfacción. En caso de ser efectivo tal retorno, el recuerdo (huella mnémica) puede producir un desprendimiento afectivo más intenso para la conciencia que la vivencia efectiva antaño reprimida. Por lo tanto la dimensión histórica en el psicoanálisis considera la función del wiederkehr o retorno de lo reprimido, y del nachträglich o efecto a posteriori. En otras palabras la historia ejerce sus efectos resignificando su propio pasado, el cual opera con actual vigencia.
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