En la noche del 30 de septiembre de 1962, la 69 Brigada de Submarinos de la Flota del Norte salía hacia una larga travesía; cada una de las cuatro embarcaciones diesel que la integraban estaba armada con 22 torpedos, uno de ellos con carga nuclear. La Brigada integrada por las naves B-4, B-36, B-59 y B-130, se encontraba en una situación extremadamente difícil. Los submarinos partieron durante la madrugada del 1ro. de octubre, con intervalos de 30 minutos; se separaron de la base flotante y comenzaron la travesía hacia los puntos de destino de sus itinerarios. Se alejaron en medio de completa oscuridad, sin conectar sus luces de navegación y observando un riguroso silencio de radio. Se desplazaban silenciosamente con la ayuda de sus motores eléctricos; los motores diesel solo fueron arrancados después de salir de la bahía. Los sobres que contenían el itinerario de despliegue de la brigada fueron abiertos al salir del golfo de Kola, solo entonces los capitanes de las embarcaciones supieron que el objetivo final de la travesía era el puerto del Mariel, no lejos de La Habana, aún cuando nunca concluirían dicha travesía. El gráfico de desplazamiento establecido era tenso, sin posibilidades de realizar ningún tipo de maniobras durante el trayecto, con tramos de control y una velocidad promedio de nueve nudos, la que era elevada para un submarino diesel. Se mantuvieron sumergidos durante casi toda la travesía, aunque con frecuencia había que emerger durante cierto tiempo para recargar las baterías de acumuladores. Durante estos periodos podían ser descubiertos con mayor facilidad, por lo que preferían hacer esta operación navegando a la profundidad de periscopio y utilizando el dispositivo de snorkel. También emergían en algunas ocasiones al pasar los puntos de control establecidos, desde los que era necesario informar utilizando los medios especiales para las comunicaciones secretas. La dirección de las naves era realizada por el Estado Mayor Principal de la Marina de Guerra. Desde que se acercaban a las islas Bermudas para ocupar sus posiciones de combate, la brigada había chocado con una fuerte resistencia de los medios antisubmarinos pertenecientes a la Marina de Guerra de los Estados Unidos, los que contaban con una superioridad numérica abrumadora. Como resultado de una prolongada y tenaz persecución, que no permitía subir a la superficie durante días y días para efectuar la recarga de las baterías de acumuladores y ventilar debidamente los compartimientos, las embarcaciones B-36 y B-59 tuvieron que emerger y mantenerse en la superficie durante varias horas, mientras se recargaban las baterías, rodeadas de barcos de guerra, helicópteros y aviones norteamericanos. El B-130 también fue perseguido inicialmente, pero después se pusieron fuera de servicio sus tres motores diesel, por lo que tuvo que abandonar la campaña y ser auxiliado por medios de la Flota del Norte. Los submarinos eran del modelo 641 y, al parecer, no habían sido probados totalmente en condiciones complejas, por lo que durante la travesía se pusieron de manifiesto serios defectos técnicos, pues no estaban suficientemente acondicionados para efectuar una navegación tan prolongada en condiciones de elevadas temperaturas del agua y el aire, así como en presencia de una incrementada salinidad del mar. Además de la creciente presión exterior, ejercida por las fuerzas antisubmarino norteamericanas, se dificultó al máximo la situación existente en el interior de las embarcaciones. La temperatura alcanzó los 60-65º C en los compartimientos de los motores diesel y eléctricos, así como en los compartimientos de los acumuladores, mientras que en los compartimientos ubicados hacia los extremos de la nave la temperatura era de alrededor de 40-45 grados, de modo que el personal se desmayaba con frecuencia cuando trabajaba en los compartimientos de temperaturas más elevadas. Además, las reservas limitadas de agua no permitían distribuir más de 250 gramos al día por persona, y esto, en condiciones de fuerte sudoración y deshidratación, conducía a que el personal enfermara de miliaria (fiebre caracterizada por erupciones de pequeñas ampollas, semejantes a los granos de mijo) en una variante supurante especialmente desagradable. Los hombres casi no ingerían alimentos, por lo que las pérdidas de peso llegaron a ser de hasta un tercio aproximadamente.
Mientras tanto, aquel 1ro. de octubre se completó el regimiento de infantería motorizada destinado a la región oriental, en un punto situado no lejos de la ciudad de Holguín, y el sistema de defensa antiaérea de la Agrupación de Tropas Soviéticas estuvo listo para el combate en su totalidad, aunque se mantenía la prohibición de irradiar al espacio con los distintos medios, lo que solamente podría hacerse por orden superior. El 2 de octubre llegaron, en el barco mercante "Krasnograd", los seis cohetes R-12 restantes para el regimiento que se emplazaba en Candelaria-San Cristóbal; dos de ellos eran de instrucción. Ese mismo 4 de octubre de 1962 el barco mercante "Indiguirka" llegó al puerto de Mariel transportando 36 ojivas nucleares para los cohetes de alcance medio R-12, doce para los cohetes tácticos "Luna" y una parte de las destinadas a los cohetes alados tácticos tierra-tierra FKR, además de seis bombas nucleares de aviación. La descarga de las municiones nucleares se realizó en un muelle aislado de la bahía, donde fueron adoptadas rigurosas medidas de seguridad. Se descargaron durante tres noches consecutivas, junto con los medios necesarios para garantizar su disposición combativa. Por el día se descargaban los medios especiales y los medios de transporte de la unidad de las tropas técnico-nucleares perteneciente a la Marina de Guerra, la que fue ubicada en la zona del Mariel. Simultáneamente, en otros muelles de la bahía se desarrollaban intensos trabajos de descarga de otros medios, tales como huacales con aviones, contenedores con cohetes antiaéreos, tanques y cualquier cosa, lo que contribuía a enmascarar la "apacible" actividad que se efectuaba con las municiones nucleares. El traslado de las mismas se efectuaba en pequeñas columnas de hasta 20-25 carros, las que solo se movían durante el día con el objetivo de disminuir la posibilidad de que se produjeran accidentes. Las municiones eran instaladas sobre camiones militares cubiertos con lonas, como regla, los que abundaban en las carreteras de Cuba en aquella época. Con fines de enmascaramiento en esos camiones también se cargaban medios de la economía, los que se colocaban de forma que quedaran bien visibles a través de la parte trasera del camión; además, se tomaban medidas para darles el aspecto de transportaciones militares comunes a estas caravanas, teniendo en cuenta que en todas las carreteras del país se encontraban prácticamente sobrecargas con movimientos similares. Mientras se desarrollaba esta conversación, en el puerto de Bahía Honda descargaba sus bártulos el primer viaje del tercer regimiento de cohetes de alcance medio, el que había llegado en el barco mercante "Metallurg Barden" y se emplazaría en Santa Cruz de los Pinos-San Cristóbal, en la provincia de Pinar del Río. Al día siguiente llegó al puerto de Mariel la motonave "Orenburg" con siete cohetes de combate R-12 para el regimiento que había comenzado a llegar a Cuba. En esos momentos había 28 cohetes de este tipo en la Isla. Mientras tanto, para esta fecha todas las municiones nucleares habían sido concentradas en las regiones de ubicación de las tropas, guardadas en los depósitos previstos y puestas bajo una protección segura, con lo que culminaba la etapa más compleja y muy peligrosa para la ejecución del aseguramiento técnico-nuclear de la Operación "Anadyr": el traslado de las municiones a un territorio distante diez mil kilómetros de sus bases permanentes, el cual se encontraba sometido a la exploración aérea norteamericana y a la actividad de sus agentes clandestinos, prácticamente en estado de guerra.
Comenzó entonces la etapa de mayor importancia en el aseguramiento técnico-nuclear de la Operación "Anadyr", su objetivo consistió en la comprobación detallada de las cargas de combate nucleares con la ayuda de los medios de medición especiales, poniéndolas posteriormente en estado de conservación y preparación para su entrega para el empleo combativo si era ordenado por el mando superior. Como la presencia del arma nuclear en Cuba tuvo el objetivo de evitar la realización de las acciones combativas, las misiones planteadas a partir de ese momento fueron las de garantizar la seguridad nuclear, el establecimiento de un riguroso régimen de acceso a las municiones, que excluyera la posibilidad de realización de acciones no sancionadas, así como el enmascaramiento multilateral de los almacenes nucleares para evitar su detección por el enemigo. Uno de los problemas que hubo que solucionar, en lo relacionado con la conservación de las municiones nucleares en Cuba, fue el referente al clima, pues aquellas requerían una humedad relativa inferior al 50 % y temperaturas no mayores de 20ºC. Sin embargo, en las obras subterráneas en que se mantuvieron las cargas nucleares la temperatura habitualmente no era inferior a los 25ºC y la humedad se mantenía permanentemente por encima del 80 %.
Mausoleo donde radican los restos de los soviéticos caídos en Cuba.
Hubo que emplear sustancias especiales absorbentes de la humedad, las que en combinación con el embalaje hermético garantizaban un bajo nivel de humedad en los contenedores de conservación. No obstante, el peligro principal para las municiones estaba representado por la existencia de temperaturas del medio ambiente superiores a los 20ºC, ya que, teniendo en cuenta el calentamiento natural del material nuclear como consecuencia del proceso espontáneo de división de los núcleos, un gran calentamiento externo podría alterar el ajuste físico del dispositivo nuclear, reduciendo los plazos de garantía para su explotación. Empleando equipos de aire acondicionado y cajas con hielo en los locales de almacenamiento se pudo mantener en ellos una temperatura inferior a los 20º C.
Operadores especialmente asignados controlaban durante las 24 horas las variaciones de la temperatura y la humedad existentes en los depósitos, de modo que se pudieran tomar oportunamente las medidas preventivas que permitieran evitar hechos desagradables. Aquel fue un tiempo de grandes preocupaciones y alarmas en general, y afortunadamente no se produjeron sucesos extraordinarios de ninguna clase con el material nuclear, el cual se mantuvo en Cuba durante dos meses. Las mejores evidencias de que no se produjeron catástrofes de cualquier índole con las municiones nucleares almacenadas, son los saludables habitantes de los alrededores de los puntos de conservación de las mismas y sus descendientes.
En las bases técnicas coheteriles de los regimientos, las cargas nucleares debían conservarse en las obras "20-S", las que no llegaron a terminarse y equiparse a tiempo. En ellas las municiones también debían conservarse por tiempo prolongado, así como el equipamiento tecnológico y los aparejos especiales, se realizarían los trabajos reglamentarios periódicos y su preparación preliminar para el empleo si fuera necesario. En los refugios ubicados directamente en los grupos de combate de los regimientos coheteriles solamente estaba prevista la conservación de las municiones por cortos intervalos de tiempo, desde que la situación requiriera su presencia allí, con el fin de garantizar que el tiempo de lanzamiento fuera el establecido de dos horas y media, a partir del momento en que se recibiera la orden de disparar, después de lo cual se dispondría de dos horas y diez minutos para la preparación final de las cargas, su traslado hasta los cohetes, el montaje en los mismos y su colocación en posición vertical en las rampas de lanzamiento, con lo que quedarían 20 minutos para introducirles las tareas de vuelo hasta los blancos designados y para abastecerlos con el combustible y el oxidante necesarios.
La operación "Anádyr" sería, según uno de sus principales ejecutores, el General Anatoli Gribkov, la mayor operación de esa naturaleza "emprendida por las fuerzas armadas de la Unión Soviética y en general en la historia de Rusia al trasladarse más de cuarenta mil efectivos allende al océano". El total de fuerzas trasladadas en sólo setenta y seis días incluyó la movilización de 85 barcos que dieron 185 viajes, una división coheteril que contaba con dos regimientos de alcance intermedio, los denominados R-14 y tres de alcance medio, losR-12, que en total debían disponer de cuarenta rampas de lanzamiento para sesenta misiles. Había además cuatro regimientos de infantería motorizada, tres de ellos con nueve cohetes tácticos del tipo Luna con la misión de abatir a la flota norteamericana. Dos regimientos alados de corto alcance, con 80 cohetes que podían alcanzar sus blancos a una distancia de 150 kilómetros. La fuerza aérea FKR a contaba con 60 aviones MIG, 42 bombarderos ligeros, un regimiento de helicópteros y un escuadrón de aviones de transporte. Se desplegaron dos divisiones de cohetes antiaéreos SA-75, con 144 rampas de lanzamiento que podían abatir blancos a 27 kilómetros de altura, con un alcance máximo de 35 kilómetros. Dos batallones radiotécnicos permitían detectar la aviación enemiga. Las fuerzas navales estaban compuestas por 12 lanchas KOMAR artilladas con dos cohetes con alcance de hasta 40 km, un regimiento de cohetes tierra-mar, 7 submarinos equipados con 21 cohetes R-13, a los que se les podía colocar ojivas nucleares. En total fueron trasladados a Cuba 43 000 soldados y oficiales.
La enorme agrupación de fuerzas y medios no pudo ser descubierta durante su ejecución por los servicios de inteligencia norteamericanos y los de la OTAN. Todo el personal y los equipos se desembarcaron en siete puertos cubanos: Santiago de Cuba, Nuevitas, Casilda, La Habana, Bahía Honda, Cabañas y Mariel, desde donde fueron trasladados a sus destinos finales sin ser detectados.
El 22 de octubre de 1962, John F. Kennedy, presidente de Estados Unidos anunciaba al mundo que, habiendo comprobado por su gobierno la existencia de "armas estratégicas ofensivas" (misiles con carga nuclear) en la República de Cuba, instaladas secretamente por la Unión Soviética, denunciaba este hecho como una amenaza a "la paz y la seguridad" del continente americano y declaraba una cuarentena naval sobre la isla: primero, todo barco que se dirigiera a Cuba sería inspeccionado y obligado a retroceder si traía carga de "armas ofensivas"; segundo, se aumentaba la vigilancia sobre la isla y se reforzaba militarmente la base de Guantánamo; tercero, se declaraba la movilización y el estado de alerta de las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Bibliografía Básica.
Gribkov, Anatoly y Smith, William: "Operación ANADYR". Generales estadounidenses y soviéticos relatan la crisis de los cohetes en Cuba. Editado por Alfred Friendly, hijo. Edition q, inc. Chicago, Berlín, Tokio y Moscú, 1991
Esin V. I.: "Operación Anadyr: Acontecimientos, Recuerdos y Documentos", Editorial TSIPK, Moscú, 1997.
Jiménez, Ruben G.: "Octubre de 1962. La mayor Crisis de la Era Nuclear". Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2003
Autor:
Blas Nabel Pérez
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