En la novela con respecto al tratamiento del tiempo se ignora toda linealidad y se descompone esa apariencia de quietud en una pluralidad de presentes, pasados y porvenires acaban existiendo simultáneamente. Ello es una tentativa de contar las cosas como son que es casi siempre como la recordamos o imaginamos; pues en la conciencia no existe linealidad absoluta del tiempo. Ello se puede ejemplificar cuando la hija de Petrus, dueño del astillero, viene a reclamar sus derechos como novia de Larsen, pues el autor en un primer capítulo solo hace referencia al hecho y a las consecuencias del mismo, pero es solo después unos capítulos más avanzado el argumento cuando recrea con lujos y detalles lo sucedido realmente. También el inicio de la novela no se corresponde con el inicio de los acontecimientos, este solo se revela ya empezada le historia.
Esta pluralidad fragmentaria del libro que se evidencia desde la estructuración del índice (varios capítulos con el mismo título y en ocasiones coinciden en un capítulo diferentes títulos), nos sugiere que es así como se perciben de verdad las cosas, con una mezcla de conocimiento, de olvido y de imaginación. La casualidad, las discontinuidades, las historias reveladas a medias, como los amoríos de Larsen con la esposa de Gálvez, con la hija de Petrus; Angélica Inés, y con la sirvienta de esta, Josefina, las informaciones tardías que al cabo del tiempo dan sentido a la historia ya contada como la enfermedad de Angélica I., a la cual se hace referencia en el capítulo: Santa María II, y luego son recordados los hechos que la causaron en su niñez en Santa María IV, lo referente al Chamamé y su relación con la vida nocturna de Gálvez (El astillero, pp 155-165), y el documento falsificado por Petrus en manos de Gálvez, mencionado en el capítulo El astillero III La casilla III y tema que luego vuelve a reaparecer y a determinar la historia en El astillero IV, equivalen en literatura a esas líneas y manchas de la pintura que solo llegan a existir como paisajes o rostros en la retina y en la imaginación visual del espectador: Es en nuestra imaginación donde acaban de construirse las historias, solo así se descubren las resonancias interiores entre historias y personajes.
Es evidente, además, la visión novelística múltiple, la movilidad del punto de vista narrativo, la visión simultánea, en varios estadíos narrativos y temporales, pues como ya hemos expuesto con anterioridad la novela está compuesta por fragmentos. La historia es narrada por un personaje-testigo, un narrador intradiegético, o sea, Onetti alinea sistemáticamente un yo narrativo legal, supuestamente autobiográfico, que se encarga de transmitir y captar los rasgos de la trama social circundante con limitadas prerrogativas, trama que como ya dijimos llega con frecuencia fragmentada, interpuesta, demorada, ambigua y condicionada por la contrafigura autora.
En resumen, podemos afirmar que no hay intriga propiamente dicha, nada definitivo llega nunca a anudarse ni a desanudarse, como es el caso del final del libro donde quedan expuestas dos opciones lo que en ambas el héroe siempre muere. Símbolo del deterioro, de la tradición del tiempo, del paraíso perdido que está en la posibilidad mítica del amor, la huida y la inocencia, pero al decir de Eduardo Tijeras[4]es solo eso, una posibilidad mítica.
Como cimiento a todo ese mundo de ilusiones muertas, de personajes solitarios, fracasados, inmersos en un ambiente de fatalismo, de pesimismo, de desmoralización; la novela se desarrolla en recintos clausurados y en ocasiones la acción queda encerrada en la noche, ejemplo: largas reflexiones de Larsen sobre su funcionalidad como gerente de un astillero en ruinas dentro de una oficina también en ruinas, veladas de Larsen, Kunz, Gálvez y la mujer de este último en la miseria de su casucha, conversación entre el protagonista y el doctor Díaz Grey donde queda reflejada toda la desesperanza y desinterés del inútil gerente: no hay sorpresas en la vida, tiene razón; por lo menos para los hombres de veras, nuestra manera de vivir es una falsa. (El astillero, pág-105).
El autor logra desnudar intimidades a través de monólogos y demostrar la realidad desde diferentes perspectivas y planos espaciales y temporales, ello a través de meandros introspectivos donde se manifiesta la resignación, la derrota del ser humano: Lo único que queda por hacer es precisamente eso: cualquier cosa, hacer una cosa detrás de otra, sin interés, sin sentido, como si otro le pagara a uno por hacerlas y uno se limitara a cumplir en la mejor forma posible, despreocupado del resultado final de lo que hace. Una cosa y otra y otra cosa, ajenas, sin que importe que salgan bien o mal, sin que importe lo que quiere decir. (El astillero, pág-74).
También en su afán de mostrar esos personajes fracasados, aislados, solos, se hace admirable, desaforado y trágico el sueño de Jeremías Petrus de edificar un puerto y gran astillero en las orillas cenagosas del río: Espero que todo marche bien en el astillero. Estamos al borde del triunfo, cuestión de días. ( El astillero, pág-111), como el sueño de Larsen: enumeraba las pequeñas tareas que había cumplido durante aquel invierno, como para convencer a un indiferente testigo, de que la desguarnecida habitación podía confundirse con el despacho de un Gerente General de una empresa millonaria y viva y su mantenida voluntad de suponer un centenar fantasma de obreros y empleados. (El astillero, pág-142). Ambos personajes memorables por la vehemencia con que se atreven o cuidarlos y a llevarlos a cabo, imperturbables frente a la realidad, incluso frente a la desgracia, el ridículo y la ruina.
Onetti a todos sus cuentos y novela logra ubicarlos en un mismo espacio imaginario. Presenta en una narración el porvenir o el pasado de un personaje que conocimos ya en otra, ejemplo: el doctor Díaz Grey que apareció en La vida breve (referencias que ocasionan resonancia en la memoria de los personajes y lectores), también en Tan triste como ella donde hay una falta absoluta de referencias exteriores y hasta de nombres, con una simple información de apariencia neutral (descripción de una casa apartada, rodeada de muros, alejada del agua de las playas que había bautizado el viejo Petrus) logra situar al lector en uno de los paisajes de Santa María donde se construyó el fracasado astillero, nos devuelve entero el recuerdo de El astillero , también con Larsen se completa la caracterización de un personaje que apareció en Juntacadáveres. Hay una polifonía de voces y narraciones que se van agregando las unas a las otras, revelándose como por sí mismas en el proceso de la invención.
De forma general sus personajes están dentro de un mundo de ficción que solo contiene algunos datos de la realidad maltratada. No rehuyen la vulgaridad cotidiana, ni las muletillas del coloquialismo vernáculo, sino que se mueve en un plano que tiene de irreal, de alucinado, hay una formación onírica de la existencia, como ya han señalado los críticos.
El autor parece ver en la raíz misma del ser humano la inevitabilidad de su autodestrucción, de su propio derrumbe. Larsen se crea un sueño, se inventa una realidad que el mismo sabe que no existe ni existirá y que lo llevará a su fracaso. Es reflejo de una fatalidad genérica toda esta narración donde la realidad esta envuelta en una atmósfera tan densa de imaginación que no se ve el fondo, donde Larsen no es una figura aislada, un individuo, sino el Hombre, es todos nosotros, es también el propio Onetti; que ha reflejado artísticamente su actitud solitaria, corroída, melancólica, deshecha, diagnóstico de la derrota total. Aunque a la vez, con la opción de otro final, donde la muerte llega igual pero después, hay un instinto de piedad hacia ese ser humano que para Onetti siempre es derrotado: Siempre fue así: es mejor que tocar madera o hacerse bendecir; cuando la desgracia se entera que es inútil, empieza a secarse, se desprende y cae. (El astillero, pág-74).
Bibliografía
– Heras León, Eduardo. com, (2001): Los desafíos de la ficción (técnicas narrativas). Casa Editorial Abril. Ciudad de La Habana.
– Anderson Imbert, Enrique (1954): Historia de la Literatura Hispanoamericana II. Editorial Félix Varela. La Habana, 2003.
– Grande, Félix: «Onetti» en Cuadernos Hispanoamericanos 529/30, julio-agosto 1994, Instituto de Cooperación Iberoamericana. [ICI].
– De la Peña, Pedro J.: «Onetti y la realidad del silencio» en Cuadernos Hispanoamericanos 416, febrero 1985, ICI.
– Tijeras, Eduardo: «Cuentos de Juan Carlos Onetti» en Cuadernos Hispanoamericanos 532, octubre 1994, ICI.
– Quiroga Clérigo, Manuel: «Onetti el (incansable) lector» en Cuadernos Hispanoamericanos 555, septiembre 1996, ICI.
– Onetti, Juan Carlos: El astillero, Casa de Las Américas. La Habana.
Autor:
Madelaine Guerrero Vázquez
[1] Confróntese Anderson Imbert, Enrique: Historia de la Literatura Hispanoamericana II, Editorial Félix Varela, La Habana, 2003.
[2] Véase De la Peña, Pedro J.: "Onetti y la realidad del silencio", en Cuadernos Hispanoamericanos 416, febrero 1985, Instituto de Cooperación Iberoamericana.
[3] ibidem
[4] Ver Tijeras, Eduardo: "Cuentos de Juan C. Onetti" en Cuadernos Hispanoamericanos 532, octubre 1994, Instituto de Cooperación Iberoamericana
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