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Uriana y el Rey (Cuento infantil) (página 2)


Partes: 1, 2

Pasaron varios días, y Uriana se fue calmando, pero no se resignaba a asumir aquel papel de esposa, ya que ella no amaba a aquel hombre. Era libre de irse, pero no sabía cómo.

A medida que se fue tranquilizando, Uriana empezó a soñar cosas que parecían descabelladas para ella, pero que cuando se las contaba a los seres que vivían con ella, y que por su tamaño empezó a llamarlas Personitas, porque éstas seguían sin decirle sus nombres, ellos la miraban como esperando a que descubriera o consiguiera algún significado a sus sueños.

Lo primero que soñó fue que ella estaba en un sitio celestial y vestía una gran túnica, como las guardadas en su ropero. En ese sitio, Uriana era como una especie de Diosa que cataba los manjares y comidas que se producían en aquél. A medida que ella probaba aquellos alimentos de sus sueños, grababa en su recuerdo el sabor de ellos, y las recetas le eran dictadas por una voz desconocida.

Cuando despertó al día siguiente, les contó a las Personitas que vivían con ella el sueño que había tendido. Ellos la invitaron, por señas, ya que seguían sin hablar, a cocinar esos manjares, y se miraban unos a los otros esperando que aceptara. Así lo hizo, y las Personitas corrieron a buscar al rey para que viera lo que pasaba.

El rey hizo acto de presencia, su cara mostraba alegría, y esperaba alguna reacción por parte de Uriana, pero nada pasó. Durante varios días, Uriana se encargó de preparar aquellos alimentos que parecían manjares de Dioses y que sólo ella sabía hacer. Las Personitas y el rey lo comían con deleite, pero siempre esperaban que algo más sucediera, pero nada pasaba.

Después, Uriana comenzó a tener un sueño repetido: en éste, ella veía un ser color violeta que emitía unos rayos del mismo color. Ella enloquecía de amor ante aquel ser, pero cuando se le acercaba para tocarlo y besarlo, él se alejaba.

Cuando Uriana contaba ese sueño, las Personitas volvían a correr en busca del rey y le pedían a ella que narrara el sueño de nuevo para que él lo escuchara. Cuando Uriana lo hacía, veía, nuevamente, la misma reacción de ansiedad primero, y de tristeza después cuando ella terminaba de contarlo.

Así transcurrió un tiempo, Uriana pasaba su vida buscando la forma de encontrar el camino que la había traído hasta ese lugar, tratando de entender su situación, y tratando de descifrar la alegría que le producía tanto a las Personitas como al rey, sus sueños; y a la vez, la ansiedad que demostraban esperando una respuesta de ella, y la tristeza porque no la había.

A medida que fue pasando el tiempo, Uriana comenzó a tomarles verdadero cariño al rey y a las Personitas que vivían con ella, pero seguía sin enamorarse del él; a pesar de lo hermoso y lo caballero que éste era.

El tiempo seguía pasando, las Personitas comenzaron a entristecer, ya que Uriana no se casaba con el rey, y ellos seguían siendo esclavos. El rey los trataba muy bien, pero les faltaba su libertad para ser felices.

Uriana no entendía por qué el rey tenía a unos esclavos que los trataba casi como si ellos fueran unos reyes también, y no les daba su libertad. Tampoco entendía por qué su libertad dependía de ella.

Un día, mientras las Personitas trabajaban, Uriana los observaba y se dio cuenta de que no solamente estaban tristes, sino que parecía como si toda esperanza de vida escapaba de ellos. Uriana, conmovida por la situación, fue a hablar con el rey y le dijo:

– Acepto ser tu esposa, pero no te amo.

Luego añadió:

– Me caso contigo por amor a las Personitas porque no quiero que sean infelices. Cuando Uriana dijo todo aquello, el rey resplandecía de alegría. La noticia corrió por toda la casa, y las Personitas iban de un lado a otro, transmitiendo la noticia con gestos. Los ojos de aquellas personas volvieron a brillar como hacía tiempo no ocurría.

El rey, sin embargo, le dijo a Uriana:

– Aún estás a tiempo de retirar tu aceptación. A esto, Uriana respondió:

– Hago este sacrificio como un gesto de amor hacía las Personitas porque les he tomado verdadero cariño. A ti te aprecio y te admiro, pero no te amo. Te quiero como quiero a los otros seres que viven conmigo, pero que no estoy enamorada de ti.

Ante esta confesión, el rey entristeció un poco, pero no dijo nada.

Las Personitas hacían todos los preparativos de la boda con una gran alegría. Unos días antes, le pidieron a Uriana que volviera a cocinar los alimentos con los cuales ella soñaba para el día de la boda. Ella lo hizo con agrado. Le preguntaron, a través de la forma como se comunicaban con ella, si seguía soñando con el ser violeta, y ella entristecida le dijo que sí, pero que no lograba alcanzarlo cuando lo quería besar y tocar.

Las Personitas pasaron más de una semana corriendo de un lado a otro como si se les acabara el tiempo, hasta que todo estuvo listo para el día de la boda. El día llegó. El rey y Uriana vistieron sus mejores galas. Tanto ella como el rey lucían hermosos con sus trajes. Igualmente, las Personitas se vistieron ese día con unos trajes brillantes de colores muy llamativos. A Uriana le pareció que el color de esas ropas era muy inusual para una boda, pero pensó que era una costumbre de la tribu y no se cuestionó más al respecto. Una de las Personitas, cuyo rostro parecía el de más edad, fungió de autoridad superior y fue quien los casó.

Cuando la máxima autoridad preguntó a Uriana si aceptaba al rey por esposo, ella dudó un momento, y las Personitas se alarmaron ante su duda. Uriana los observó a todos con gran cariño y mirando a la autoridad superior, contestó:

  • Sí, lo acepto.

Al pronunciar esas palabras, las Personitas, cuyo color era difícil de describir, comenzaron a transformarse: la piel fue adquiriendo una tonalidad del color de la tierra; sus cuerpos seguían siendo pequeños, pero estaban un poco más erguido que antes. Sus rostros empezaron a cambiar: los rasgos de éstos semejaban a los duendes que Uriana había visto en los libros de cuentos de hadas que leía en su ciudad cuando era niña. Los trajes brillantes y coloridos que se habían puesto para la ocasión se veían ahora más hermoso que antes de la boda, y la felicidad que había en sus rostros era, realmente, indescriptible. Uriana abría sus ojos llena de sorpresa sin emitir ninguna palabra. Las Personitas se abrazaban unas a otras de pura felicidad. Se reían y lloraban de pura emoción, y Uriana percibió que eran más hermosas que antes.

Uriana, toda asombrada, miró al rey; éste, finalmente, le explicó lo que ella necesitaba saber:

– Esas Personitas son gnomos de la tierra que habían habitado, por muchos años, en la ciudad de donde yo provengo. Hizo una pausa y continuó:

– No todo el mundo los podía ver, pero yo los veía desde que era muy niño, y de tanto verlos, pasaron a ser mis amigos más preciados.

Mirando a Uriana añadió:

– Un día cuando ya yo era mayor de edad, quise casarme, pero que no lograba enamorarme de nadie. Los gnomos quisieron jugarme una broma y con sus poderes mágicos me hechizaron para que cuando yo viera a uno de ellos, creyera que se trataba de un ser humano como yo, y me enamorara; y luego, me quitarían el hechizo para que me desenamorara.

Ante aquella confesión, Uriana asombrada preguntó:

– ¿Y… qué pasó?

El rey le respondió:

– Lo que los gnomos no habían previsto era que yo podía llegar a enamorar tan fuertemente de ese gnomo, que difícilmente podían quitarme el hechizo, porque ellos no tenían tanto poder como para disolver un embrujo como aquél. Sin tener mucha conciencia de las consecuencias de no pensar bien en sus actos, los gnomos me hechizaron, y me colocaron a uno de sus congéneres frente a mí. Yo me enamoré, inexplicablemente, de aquel ser. Los gnomos no lograban, después, quitarme el encantamiento, y asustados, llamaron al Maestro de los gnomos, pidiéndole ayuda, pero éste les dijo:

– Las cosas no se ganan fácilmente, y ustedes deberán pagar por ese acto tan irresponsable que han cometido con su mejor amigo.

El rey le contó a Uriana que los gnomos, que lo habían embrujado, dijeron que ellos estaban dispuestos a pagar por sus actos, pero que no querían que el rey siguiera enamorado de aquel ser que no era su congénere y con el cual no se podía casar. El Maestro de los gnomos les preguntó que si estaban seguros de lo que decían, y ellos dijeron que cualquier cosa, pero que no querían que el rey siguiera enamorado del gnomo. Diciendo esto, el Maestro de los gnomos dijo con una voz grave:

-¡Se levanta el encantamiento al rey! ¡Él recordará el acto irresponsable de ustedes, pero no seguirá enamorado del gnomo!

Acto seguido, mirando a los gnomos que habían hechizado al rey, agregó:

– En cuanto a ustedes, sus cuerpos se transformaran, y su aspecto de gnomo cambiará y semejará a la de un ser humano. Su tamaño seguirá siendo el mismo, pero el color de su piel será indefinido. Perderán el poder de la palabra y volverán a ser como eran antes cuando que el rey consiga esposa. Esa esposa deberá ser alguien muy especial que esté dispuesta a sacrificarse con un gesto de amor hacía ustedes. Con ese gesto de amor, ustedes quedarán liberados del hechizo que he depositado en sus esencias. Dicho eso, los gnomos dejaron de ser ellos y se transformaron en las Personitas que Uriana conoció.

El rey también le explicó a Uriana que una vez que el embrujo se levantara, los gnomos podían volver al mundo subterráneo a donde ellos pertenecían, y que si ella lo deseaba podía regresar a su ciudad natal, ya que ella no tenía por qué quedarse, sino lo quería.

Uriana le preguntó, entonces, al rey cómo había ella llegado a ese pueblo, y el rey le explicó que los gnomos, en su desesperación por volver a su mundo subterráneo, le habían ofrecido ayudarlo a buscar esposa. Le dijeron, además, que ellos habían consultado al Maestro de los gnomos con respecto a ello, y éste les había informado que solamente un ser muy especial podía casarse con una persona tan extraordinaria como lo era el rey. Los gnomos le informaron al Maestro de los gnomos que en sus paseos cuando ellos salían de su mundo subterráneo, habían visto que en una de esas ciudades vivía una joven llamada Uriana y que ellos creían que esa era la esposa apropiada para el rey. Los gnomos pidieron permiso al Maestro para adormecer a Uriana y traerla a la ciudad del rey, con la firme esperanza de que ésta supiera leer el corazón de éste y se enamorara de él.

El Maestro explicó a los gnomos que sólo con el consentimiento del rey, se podía hacer algo como eso, pero añadió:

– Si esa joven no se enamora del rey, él tendrá que dejarla libre.

Los gnomos dijeron de inmediato:

– ¿Y si el rey se enamora de ella?

A esa pregunta el Maestro respondió:

– Cada quien es dueño de sus actos, y si él acepta la oferta de ustedes para devolverles su libertad, y la joven no se enamora de él, deberá resignarse y tendrá que dejarla ir; ése será su sacrificio para liberarlos a ustedes.

El rey le relató a Uriana que cuando los gnomos le informaron eso, él sintió pena por éstos porque sabía que ellos no eran felices en el mundo de él, y que esa era la razón por la cuál él había aceptado. Le dijo, también, que él se había enamorado de ella desde el primer momento que la había visto, pero que si ella no lo estaba, era libre de macharse cuando lo quisiera, que ese sería su sacrificio por la felicidad de los gnomos; y que éstos, antes de macharse a su mundo subterráneo, deberían explicarle a ella cómo regresar a su ciudad natal, porque él tampoco sabía cómo podía hacerlo.

Los gnomos se acercaron a Uriana y le explicaron lo que tenía que hacer para regresar a su ciudad natal, le pidieron perdón por haberla raptado; y a la vez, le agradecieron su gesto de bondad para con ellos al aceptar casarse con el rey, pero estaban inquietos por saber si Uriana se quedaría o no.

Uriana les respondió que aún no sabía qué hacer, por cuanto no entendía si ella amaba al rey o no. Les habló sobre su temor a equivocarse porque no estaba segura si el rey era la persona que ella podía amar y elegir como esposo. Los gnomos la besaron, se despidieron de ella y le suplicaron que buscara dentro de su ser para que encontrara las respuestas a sus preguntas.

Antes de retirarse a su habitación, Uriana les preguntó a los gnomos:

– ¿Por qué ustedes y él mismo rey se sorprendían, se angustiaban y se entristecían cuando contaba mis sueños? A esa pregunta, los gnomos contestaron:

– Aún no es tiempo de responder.

Llegó la noche y Uriana se durmió. Aquella noche volvió a soñar con aquel ser que irradiaba rayos color violeta. Esta vez, el sueño era más real que otras veces. De pronto, en del sueño, y sin saber cómo, Uriana llamó por su nombre a aquel ser, diciéndole:

– Agustín, ¿eres tú?

Al pronunciar aquel nombre, pudo ver la cara del ser con toda claridad y se dio cuenta de que era la cara del rey.

Ante aquel descubrimiento, volvió a preguntar:

– ¿Te llamas Agustín?

El ser respondió:

– Si, mi nombre es Agustín.

– Pero, ¡tu cara es la del rey! – añadió Uriana toda asombrada.

El ser le dijo:

– Sí, yo soy el rey, y mi nombre es Agustín.

Uriana despertó sobresaltada, se levantó y se fue al bosque que rodeaba la casa. Meditó sobre su sueño y concluyó que era un sueño, y nada más.

Pasaron varias horas, hasta que notó la presencia del rey. Girando su cabeza, preguntó:

– ¿Cuál es tu nombre?

El rey respondió:

– Agustín, me llamó Agustín.

Uriana, se inquietó ante la revelación del nombre del rey que coincidía con el nombre del ser de sus sueños.

Uriana volvió a preguntar:

– ¿Por qué nunca me habías dicho tu nombre?

– Porque tú debías buscarlo en tu interior, respondió el rey.

– ¿Por qué me lo dices ahora? – Preguntó Uriana.

– Porque a través de un sueño, se me dijo que ya tu habías descubierto mi nombre. – Respondió el rey

Uriana no quiso irse de inmediato de aquella casa porque había preguntas todavía sin responder, y porque en el fondo sentía que disfrutaba la compañía del rey. Los gnomos ya se habían marchado, y aquél estaba más solo que nunca.

Pasaron varios días, y Uriana se fue dando cuenta de que la presencia del rey era ya casi indispensable para ella. Empezó a experimentar un sentimiento diferente en su corazón hacía aquel hombre.

Un día, estando ella en el bosque que rodeaba la gran casa, mirando al rey desde lo lejos, se dio cuenta de que lo que ella sentía por él era igual a lo experimentado con relación a aquel ser color violeta de sus sueños. Cuando tuvo conciencia de ello, notó que del pecho del rey irradiaban unos rayos del mismo color que los de aquel ser con el que ella soñaba, y que ella trataba de besar y tocar, pero que no podía lograr. . Entonces supo que amaba al rey y dijo en voz alta:

– ¡Lo amo, amo al rey, amo a Agustín!

Al decir esas palabras, salieron del interior de la tierra los gnomos que ella llamaba Personitas.

Los gnomos saltaban de alegría ante la noticia del amor de Uriana por Agustín, el rey. Los gnomos gritaban, la abrazaban y le dijeron:

– Como de tu corazón brotaron las palabras de amor hacía el rey, ahora si te podemos explicar el porqué de nuestras reacciones a tus sueños.

Los gnomos le contaron a Uriana que el Maestro de los gnomos les había dicho que ellos sabrían si ella era la esposa adecuada para el rey, por los sueños de ella. Le explicaron que los Dioses le habían dicho al Maestro que la esposa del rey tendría la capacidad de descubrir el nombre de éste por medio de un sueño, de preparar manjares celestiales, cuyas recetas eran entregadas por los mismos Dioses. Que ella se enamoraría, primero, de la esencia del rey, la cual vería a través de sus sueños, por medio de rayos de color violeta; y que luego, se enamoraría de su persona.

Le contaron a Uriana que cuando ella narraba sus sueños, ellos esperaban que pronto se diera cuenta de su amor, pero que al ver que ella seguía sin enamorarse de él, se empezaron a angustiar y se entristecían por la situación. Le dijeron que a pesar de que ellos querían su libertad para volver al mundo subterráneo, también querían la felicidad del rey, porque él era un noble de corazón y era su amigo.

Le contaron, también, que cuando ellos quedaron fuera de su mundo subterráneo a causa de la broma que ellos le había jugado al rey, éste había decidido separarse de su reinado para asumir el papel de conductor de aquellas Personitas que habían quedado a la deriva y que no sabían qué hacer en un mundo que no les pertenecía. Relataron que el rey Agustín había decidido por voluntad propia separarse de sus hermanos y padres para dedicarse a ellos, y que había decidido vivir en esa ciudad abandonada sólo para protegerlos de los maltratos que recibían de los humanos.

Le narraron, también, que esa casa en la que ellos vivieron con ella, había sido construida por el rey para que los albergara a ellos. Le dijeron que el rey quiso hacer un castillo igual al que él tenía en su ciudad natal, para que ellos vivieran en él, pero que nunca lo pudo hacer, ya que no contaba con las personas que lo supieran construir. Las personas que podían construir el castillo, y que vivían en la ciudad natal del rey, estaban disgustadas con los gnomos porque por culpa de ellos, el rey se había ido de su ciudad. Agregaron que, finalmente, ellos y el rey habían hecho esa casa.

Explicaron a Uriana que el rey se puso muy triste por no poder hacer el castillo que él quería para ellos, y que cuando se dio cuenta de que no iba a ser realidad su sueño, dijo en voz alta:

– ¡No importa, será una casa y no un castillo, pero todas las personas de buen corazón lo percibirán como un castillo!

Le narraron a Uriana que cuando el rey dijo aquellas palabras, el Maestro de los gnomos exclamó desde el interior de la tierra:

– ¡Qué se cumplan tus palabras!

Ésa era la razón por la cual ella percibió la gran casa como un castillo cuando llegó a ella y la vio por primera vez.

Le narraron a Uriana que el rey no le importó dejar todo su confort por ellos; de ahí, la desesperación que ellos tenían por lograr la felicidad de éste.

A medida que Uriana escuchaba aquello, su corazón comenzó a irradiar los mismos rayos violetas que el ser de sus sueños. Cuando los gnomos observaron aquello, corrieron a buscar a su amigo el rey y le contaron la buena nueva. Agustín corrió en busca de Uriana, y a medida que se acercaba a ella, esos rayos violetas que brotaban del pecho de Uriana se unieron a los del rey, y ella no tuvo ninguna duda de que realmente amaba al rey.

Agustín se la llevó a su verdadero reinado. La familia del rey y sus súbditos enloquecieron de felicidad cuando supieron que el hechizo hacía los gnomos había sido levantado. Todos apreciaron y reconocieron la nobleza espiritual de Uriana.

Uriana fue en busca de su familia a su ciudad natal. Éstos pensaron que nunca más volverían a verla porque en la ciudad natal de ella, se había corrido la voz de que había sido raptada por unos seres tan raros, ¡qué no tenían, ni siquiera, color en la piel! Su familia la había buscado por mucho tiempo, pero como no aparecía la habían dado por muerta.

Hicieron, luego, la gran boda real en el castillo del rey. Mientras ésta se celebraba, los gnomos aparecieron con las mismas vestiduras de cuando Uriana y el rey se casaron bajo la autoridad del gnomo que representaba la máxima autoridad en el mundo de ellos, pero las únicas personas que los vieron fueron Urania y Agustín.

Muchos años después cuando Agustín y Uriana tuvieron hijos, éstos también podían ver a los gnomos que vivían en el subsuelo y se hicieron amigos de ellos, al igual que Agustín, el rey.

DEDICATORIA: ESTE CUENTO ESTÁ DEDICADO, MUY CARIÑOSAMENTE Y COMO REGALO DE NAVIDAD, A AGUSTÍN DE LA POZA.

 

Datos de la autora:

Nila Mendoza de Hopkins

nació en Maracaibo, Venezuela. Profesora Emerita de la Universidad del Zulia. Magíster en Lingüística Aplicada, Universidad de Lancaster, Inglaterra. Profesora invitada para dictar la cátedra Metodología en la Enseñanza de Idiomas con Propósitos Específicos en la Universidad de Concordia, en Canadá. Conferencista y panelista invitada a la Universidad de Puerto Rico en el I Congreso Bilateralidad Cerebral e inteligencias Múltiples.

Panelista y conferencista invitada sobre las estrategias de aprendizaje, en Cuba, en 1995. Publicaciones nacionales e internacionales relacionados con la Lingüística Aplicada. Actualmente, imparte la Cátedra Competencia Comunicativa en Lengua Escrita del Español, como profesora invitada en La Universidad Católica Cecilio Acosta (UNICA).e-mail:

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