Descargar

El Gran Hotel Viena en la literatura de ficción (página 2)


Partes: 1, 2

Es en ese contexto de inmigrantes indeseados, conspiraciones y crímenes que aparece la referencia a un misterioso "Castillo" cordobés

"(…) construido por un médico de la ciudad de Rosario hace unos diez años (1933). Cuando él murió —relata un personaje—, al no tener descendientes en su testamento lo donó a la municipalidad del lugar con todas las obras de arte que se encuentran dentro del edificio, inclusive dejó dinero para su mantenimiento. La municipalidad no aceptó el legado y vendió hace muy poco tiempo por un precio irrisorio la propiedad a una empresa alemana, aunque a nombre de un testaferro. Gente del lugar nos ha informado que es un centro de operaciones del Eje. Tiene enormes antenas con las que pueden transmitir a todo el mundo. Lo llaman Castillo por el aspecto exterior. Está en lo alto de la sierra y desde allí controla todo el poblado (…)".[13]

Hasta aquí podríamos identificar al "Castillo" con el Eden Hotel de la localidad de La Falda. Su ubicación elevada, las sierras cercanas, las antenas de onda corta y la referencia a un testaferro (que los rumores siempre sindicaron era Juan Duarte, cuñado de Perón) nos estarían indicando que el centro de operaciones nazis en la sierra cordobesa no era otro que el emprendimiento hotelero de los hermanos Eichhorn, nazis declarados y amigos personales de Adolf Hitler.

Pero a poco de avanzar en la descripción de la fortaleza, las cosas cambian y se empieza a operar un extraño sincetrismo en el que podemos identificar los rasgos inequívocos del Gran Hotel Viena (y su historia).

Escribe Barredo:

"La historia del castillo la conocían todos en el pueblo. El médico que lo construyó lo hizo como homenaje a la localidad por el papel jugado en la recuperación de la salud de su esposa".[14]

Según la historia oficial de Miramar, un empresario alemán —Máximo Palhke— fue el constructor e inversor del Gran Viena. La información recabada en el pueblo indica que es desembolso total fue de 25 millones dólares (a valores actuales) y que la principal motivación del germano fue la de "agradecer al pueblo y la laguna de Mar de Chiquita" por haber sanado a su hijo y su mujer de ciertas dolencias cutáneas y pulmonares, destacando así las propiedades curativas de la balnearioterapia, tan de modo en la década de 1930.[15]

La alusión a ese acto de desinteresado agradecimiento a la naturaleza está por completo ausente en la historia del Eden Hotel y constituye, por el contrario, el dato folclórico más llamativo en la historia del Gran Hotel Viena. Además, éste también disponía de antenas muy altas capaces de transmitir mensajes a Europa y recibir desde el otro lado del Atlántico "información confidencial".

La metáforas del "castillo" es de por sí interesante y se aleja del Eden Hotel (más parecido a un lujoso palacio que a una austera fortaleza de la Edad Media). Por el contrario, el Gran Viena se acerca bastante a esa descripción. Visto a la distancia, semeja una fortaleza inexpugnable, con anchos muros y columnas de concreto que lo aíslan del entorno, separándolo del resto del pueblo. Si bien no es un "castillo" en sentido literal, el espíritu de ese tipo de construcciones se asocia más al Hotel de Miramar que a la ostentosa mansión de La Falda.

Asimismo, hay otro dato que nos da Barredo en la novela que acerca el mundo imaginario de su obra al universo construido por Max Palhke. Dice un personaje en Oro, Plomo y Pasiones:

"En estos días [al castillo] lo están refaccionando, llegan camiones cargados con materiales, pero desde afuera no se percibe ningún cambio".[16]

Es de notar que el Gran Viena se construyó en etapas y que para el período en el que transcurre la novela (1943-1945) se estaban llevando a cabo ampliaciones en el edificio, todas ellas —según la tradición oral— a buen resguardo de la curiosidad y chusmerío del pueblo de Miramar.

Además, siguiendo al locutor en la novela nos enteramos que:

"Tiene [el castillo] guardias permanentes con perros, reforzaron los alambres de púas… pusieron una serie de luces para señalar cuando alguien se aproxima… Un radioaficionado captó transmisiones en alemán…viene gente extranjera y se queda una semana o dos (…)".[17]

Todos estos comentarios coinciden con el Viena y nos acercan a las historias que siguen circulando en torno al viejo hotel.

Una que llama poderosamente la atención es aquella que nos cuenta de la existencia de enigmáticos soldados, armados y uniformados de verde, vigilando celosamente el predio; evitando las miradas curiosas (todo bajo las órdenes de un alemán llamado Martin Kruegger o Karl M. Krueger).

Antiguos pobladores nativos de Miramar relatan que estos "guardias de seguridad" solían alcanzar una posición panóptica desde la altísima torre de agua del hotel, moderno mangrullo que permitía distinguir el arribo de indeseables.

¿Para qué necesitaba el hotel una custodia armada en un pueblo aislado de solo 1400 habitantes? Nadie lo sabe. ¿Qué protegían? ¿A quién protegían? Tampoco hay una respuesta clara y, como de costumbre, cuando eso ocurre la imaginación suele dispararse. Una actitud lícita en el campo de la literatura (incluso necesaria y fundante en el oficio de escritor) pero improcedente entre los historiadores, obligados a hablar de lo que realmente ocurrió con sólidas pruebas entre las manos.

L. Barredo puede darse el lujo —como novelista— de imaginar los sucesos que se desarrollaron dentro del "Castillo" y convertirlo en una guarida (tapadera) de nazis dispuestos a reinaugurar un IV Reich. Nosotros en cambio, nos quedamos con preguntas abiertas y las tímidas especulaciones que circulan de boca en boca cuando se recorre el sitio (hoy devenido en Museo).

PALABRAS FINALES

La sombra de la svástica sobrevuela muchos sitios aislados de nuestro país. En algunos casos su tamaño es más grande de lo que debería ser, exagerado por los mitos, la ideología o la mera fantasía. Pero nada de eso excluye que la realidad histórica deba obviarlos.

Esa lacra humana estuvo y están entre nosotros. Se camuflaron t camuflan todavía. Ya no usan uniformes negros con calaveras y tibias cruzadas en sus gorras. Algunos manejan taxis, regentean empresas, instalaciones agropecuarias o institutos de enseñanza, al tiempo que reivindican la seguridad de los años setenta y el patriotero nacionalismo de aquellos iluminados Mesías que guiaron ala Patria en pos de una sociedad católica, obediente y ordenada (como Dios manda).

Siguen estando. No son muchos, pero resultan peligrosos.

¿Hay "Castillos", como el cordobés de la novela, en nuestro país?

Seguramente. Y siguen representando lo mismo de antes: discriminación, racismo, censura, fanatismo, terror y muerte.

¿Quién quiere "castillos" de ese tipo?

 

 

 

 

 

 

 

Autor:

Fernando Jorge Soto Roland

Profesor en Historia por La Universidad Nacional de Mar del Plata.

[1] Véase: Soto Roland, Fernando Jorge (2009). Gran Hotel Viena, Uruguay, edición digital en http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/gran_hotel_viena.htm

[2] Miramar, provincia de Córdoba, frente a la Laguna de Mar Chiquita o Mar de Ansenuza en lengua de los sanavirones (antiguos aborígenes de la región).

[3] Gusmán. Luis (1999). Hotel Eden. Buenos Aires, Editorial Norma.

[4] Para la historia del Eden Hotel véase: Ferrarassi, Alfredo J. (2006). Hotel Eden y Pueblo La Falda, Córdoba, Edición del Autor.

[5] Barredo, Leandro (1998), Oro, Plomo y Pasiones, Buenos Aires, Editorial Corregidor.

[6] http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/hitler_y_los_misterios_del_gran.htm

[7] Barredo, Leandro op.cit. p.187.

[8] Ibidem p.187.

[9] Ibidem p. 75.

[10] Ibidem p. 31.

[11] Ibidem p. 51-52

[12] Ibidem p. 32.

[13] Ibidem p-166-167.

[14] Ibidem p.173.

[15] Nota: Esta historia de agradecimiento desinteresado encuentra su contraparte en las hipótesis que sospechan de que toda la empresa fue un gran lavado de dinero nazi. Véase: http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/apostillas_a_la_historia_del_gran_hotel.htm

[16] Barredo, Leandro, op.cit. p. 173.

[17] Ibidem p.173

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente