Potencia y limitación van juntas Hay que reparar en que para cada capacidad humana, potencia y limitación van de la mano. Junto con lo que podemos hacer se nos da lo que no podemos. Pensemos por ejemplo en la percepción: el mundo se nos entrega a través de nuestro aparato sensorial y nuestro sistema neurológico, “filtros” que son el resultado final de una historia de azares y de presiones selectivas que comienza hace millones de años.
Ahora bien, se trata a la vez de filtros –determinados estímulos sensoriales son captados, otros ignorados— y de dispositivos constituyentes –la información del entorno es procesada y organizada de cierta manera particular, y no de otra— que finalmente nos proporcionan cierta experiencia del mundo “construida”, “fabricada” por el tipo peculiar de animal consciente que somos los humanos. Lo importante aquí es reparar en que poder ver, oír, gustar, etc. es a la vez capacidad y limitación: poder ver como ven los humanos (y vivir por eso en la clase de mundo donde viven los humanos), y no como el jaguar, la lamprea o la araña.
Límite y libertad La democracia es el régimen de la autolimitación, decía con harta razón Cornelius Castoriadis. El límite es el elemento constitutivo de la libertad. Ésta existe porque, a través de la política y las leyes, los seres humanos ponemos límites a nuestra convivencia.
Hacer de la necesidad virtud La vida humana, en su dimensión acaso más esencial, es hacer de la necesidad virtud. Lo cual podemos parafrasear como: aceptar los límites y constricciones dentro de los cuales se desenvuelve mi vivir concreto, y dentro de ellos abrir espacio –o mantenerlo abierto— para la vida buena.
Una cuestión adicional: contextualidad del agente Los agentes sociales, y los agentes morales, somos –ya se indicó– un subconjunto del conjunto de los seres humanos. En cuanto tales, somos seres corpóreos que vivimos en contextos sociales (y ecosistémicos) concretos. Seres, de entrada, encarnados y situados espacio-temporalmente. Se ve enseguida que estos rasgos de nuestra condición pueden entrar en conflicto con las exigencias de imparcialidad y universalidad de muchas teorías éticas… Para la exigencia de imparcialidad véase por ejemplo James Rachels, Introducción a la filosofía moral, FCE, México DF 2007, p. 32-37.
Conflictos con las exigencias de imparcialidad Pensemos por ejemplo en el utilitarismo/ consecuencialismo: por exigencia de imparcialidad completa, tendríamos quizá que renunciar a bienes como la amistad… En nuestras nociones morales cotidianas, desde luego, está presente el interés por las personas y sus circunstancias concretas.
“Los críticos [del consecuencialismo] han hablado de la negación por parte del consecuencialismo de la relatividad del agente; no se nos permite distinguir entre lo que sería lo mejor desde un punto de vista totalmente imparcial, y lo que nosotros, como inquilinos de una perspectiva parcial, podríamos o no hacer. (…) Descartando la relatividad del agente (…) el consecuencialismo estaría reñido con algunas intuiciones morales profundamente arraigadas.” Christopher Belshaw, Filosofía del medio ambiente, Tecnos, Madrid 2005, p. 111.
Por ejemplo, en el contexto del debate sobre el especismo o prejuicio de especie “Una preferencia emocional (…) por nuestra propia especie forma parte necesariamente de nuestra naturaleza social, de igual forma que una preferencia a favor de nuestros hijos, sin precisar más justificación”. Mary Midgley, Animals and Why They Matter, The University of Georgia Press, Athens 1983, p. 104.
La época moral del largo alcance Durante decenas de miles de años vivimos en grupos pequeños de cazadores-recolectores, y luego en pequeñas sociedades de agricultores y ganaderos. Sobre la “Ética de las sociedades pequeñas” véase el capítulo homónimo de George Silberbauer en Peter Singer (comp.), Compendio de ética, Alianza, Madrid 1995. La gran descontextualización sólo se produce con el “descubrimiento” del “Nuevo Mundo”, hace cinco siglos. Sólo entonces las consecuencias de nuestros actos comienzan de verdad a llegar muy lejos en el tiempo y en el espacio. P. ej., exterminio de pueblos amerindios con las nuevas enfermedades que llevaron consigo los europeos.
Excurso: los inicios de la guerra biológica La población amerindia fue diezmada tras el contacto con el Viejo Mundo debido a la propagación de muchas diferentes enfermedades letales. En Eurasia la gente había vivido durante milenios muy cerca de muchos animales domésticos. Pero sin ese largo contacto con el ganado, los indígenas americanos no tenían resistencia a la peste, sarampión, tuberculosis, viruela o la mayoría de las cepas de gripe.
Hay al menos dos casos bien documentados de intentos de “guerra bacteriológica” contra los indios. El primero, durante unas negociaciones en Fort Pitt el 24 de junio de 1763, el capitán Simeon Ecuyer dio a los representantes de los indios delaware que asediaban el fuerte dos mantas y un pañuelo que ha sido expuesto a viruela, esperando que extendieran la enfermedad a los nativos. William Trent, el comandante de la milicia, dejó registros que claramente indicaba que la propuesta de darles las mantas era “para transmitir la viruela a los indios”.
En segundo lugar, en varias cartas cruzadas entre el comandante británico Lord Jeffrey Amherst y el oficial suizo-británico Henri Bouquet (29 de junio, y 13, 16 y 26 de julio de 1763) se sugiere también el reparto de mantas infectadas con viruela a los indios en el curso de la Rebelión de Pontiac. Un párrafo de la correspondencia de Amherst dice: Will do well to try to innoculate the Indians by means of blankets, as well as every method that can serve to extirpate this execrable race (haríais bien en intentar infectar a los indios con mantas, o por cualquier otro método tendente a extirpar a esta raza execrable). Según se afirma en el propio diario de Jeffrey Amherst, el número de víctimas de la epidemia que siguió (quizá iniciada a través de mantas infectadas) fue superior a las 100.000 personas.
Desde la mañana del 31 de diciembre… Pensemos: unos 200.000 años de existencia de Homo sapiens sapiens en la Tierra… y sólo 500 años de “época moral del largo alcance”. Es como haber vivido durante todo un año bajo ciertas condiciones sociales y morales… Y de repente, después de 364 días, en la mañana del 31 de diciembre, estas condiciones varían de forma sustancial. Probablemente no estemos bien preparados para las nuevas condiciones…
En las sociedades pequeñas, interacción cara a cara y “transparencia” social. No resulta difícil, en muchos caso, calcular las consecuencias de la acción individual e identificar los daños locales, que se producen “justo delante de nosotros” –en el tiempo y en el espacio. Todo lo contrario en la época moral del largo alcance. Pensemos por ejemplo en el tremebundo problema del calentamiento climático: “Nadie buscaba un mal resultado ni pensaba provocarlo, pues ni siquiera era capaz de predecirlo.” Dale Jamieson, “Ethics, public policy and global warming”, en su libro Morality’s Progress: Essays on Humans, Other Animals and the Rest of Nature, Clarendon Press, Oxford 2002, p. 293.
Tres dificultades para pensar acerca del cambio climático Stephen Gardiner identifica tres aspectos del cambio climático que nos dificultan pensar atinadamente sobre el problema: 1. El cambio climático tiene características globales. Las causas y efectos relevantes, y los agentes morales que están tras ellos, se hallan esparcidos por todo el planeta. 2. También hay aspectos intergeneracionales. Las causas y efectos relevantes, y los agentes morales que están tras ellos, están dispersos en el tiempo.
“Las pocas acciones que asumo que me mantendrán caliente, seco y alimentado son parcialmente consecuencia de acciones de personas que llevan tiempo muertas. Aunque no quiera usar combustibles fósiles estoy atrapado en una cultura que depende de ello. A menos que me vaya a vivir a una yurta, no tengo muchas más opciones dentro del sistema para satisfacer mis necesidades básicas. La dispersión espacial y temporal de las acciones y de las reacciones puede provocar una gran confusión, porque a veces la responsabilidad moral depende conceptualmente de otro tipo de responsabilidad: la responsabilidad causal.” James Garvey, La ética del cambio climático, Proteus, Barcelona 2010, p. 77.
3. También se dan problemas de inadecuación teórica. “No se nos da demasiado bien pensar en nuestro futuro a largo plazo, en el de los animales no humanos y la naturaleza, en el valor de las vidas de personas que tal vez no lleguen nunca a existir, en acciones dispersas en el tiempo y en el espacio, etc.” James Garvey, La ética del cambio climático, Proteus, Barcelona 2010, p. 74 y ss. El artículo citado de Stephen Gardiner es “A perfect moral store: climate change, intergenerational ethics and the problem of corruption”, Environmental Values 15, agosto de 2006, p. 397-413.
Para seguir pensando: Terry Eagleton… “A pesar de que no distingo un árbol de otro y de mi afecto por Oscar Wilde, estoy convencido de que los posmodernos están equivocados en darle tantísimo valor a lo construido, lo inventado, lo modelado. Su oposición beatona a las verdades universales les lleva a generalizar sus vivencias de Manhattan al resto del globo. En cambio, lo que fundamentalmente rige nuestras vidas es lo dado, lo acostumbrado, la mera inercia de la historia, las circunstancias, lo heredado.”
…y el peso de lo dado “Un personaje de Saul Bellow decía que la historia era una pesadilla en medio de la cual intentaba dormirse. La creencia aparentemente radical en el cambio perpetuo, en la movilidad y en la plasticidad, es una fantasía al servicio –en buena medida– del statu quo. Precisamente el capitalismo se imagina con arrogancia que todo es posible, mientras que el socialismo reconoce con más modestia y visión materialista el pesado lastre del legado y las circunstancias.”
“(…) Los materialistas son conscientes de cuán estrecho es en realidad nuestro margen de maniobra. Si los cambios dependieran simplemente de la voluntad, puede que nunca sucedieran. La voluntad es, después de todo, un producto histórico en la misma medida en que lo es aquello que trata de transformar. Los cambios llevan el aliento de su propia necesidad y por eso suceden. Incluso la búsqueda de la libertad es una especie de fatalidad, como los antiguos dirigentes de los imperios tuvieron que admitir hace tiempo.” Terry Eagleton, El portero, Debate, Madrid 2004, p. 61. Cf. la visión de la “consistencia neolítica” de lo humano en Santiago Alba Rico y Carlos Fernández Liria, El naufragio del hombre, Hiru, Hondarribia 2010.
Los seres humanos producen su vida social… El ser humano es un animal consciente e intencional. Por tanto: no un mero producto de los condicionamientos sociales, no un juguete de las estructuras sociales, sino un ser dotado de relativa autonomía frente a estas. La acción humana intencional puede modificar las estructuras sociales y afectar al cambio histórico. (Sin olvidar nunca, claro está, que a menudo las acciones intencionales producen muchas consecuencias no intencionales.) “Los hombres hacen y producen su vida social, y ésta a su vez los hace y produce a ellos.” Salvador Giner, Sociología, Península, Barcelona 1988, p. 5.
Para seguir pensando: crítica de la acción… Elias Canetti: “Por una acción sacrificarían cualquier vida ajena, y a menudo la suya propia. Son los papagayos de los dioses y consultan con ellos las acciones, una de las cuales es siempre grata a los dioses, sobre todo la de matar. (…) Para muchos la guerra ha ocupado el lugar del sacrificio: la matanza es más preciosa y dura más tiempo. Es perfectamente posible que la acción ya no pueda separarse del matar.”
…en Elias Canetti “Y si la Tierra no quiere perecer en un final grandioso, los hombres tendrían que desacostumbrarse por entero de la acción. Ojalá se sentaran frente a sus casas en ruinas, con las piernas cruzadas, misteriosamente alimentados por su respiración y sus sueños, y sólo movieran un dedo para espantar a una mosca, cuya diligencia los molesta porque les recuerda la antigua época, ya superada y vergonzante, la época de los átomos y de la acción.” Elias Canetti, apunte del período 1942-48, recogido en Libro de los muertos, Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, Barcelona 2010, p. 41.
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