Para Sigmund Freud la racionalización es un intento de justificar un comportamiento o unas intenciones determinadas aduciendo motivos diversos del auténtico, que permanece inconsciente. No es que el agente o sujeto mienta adrede, sino que desconoce sus propias motivaciones (o una parte sustancial de las mismas).
Buena parte de nuestra actividad intelectual se orienta no al ejercicio de la razón sino más bien de la racionalización: ingeniar seudorrazones que sirvan para justificar lo incomprensible o injustificable. Por aquí llegamos a la más general e importantísima cuestión del autoengaño…
Autoengaños Del trabajo realizado en los últimos decenios por psicólogos sociales, científicos cognitivos, neurólogos y filósofos emerge una visión de la racionalidad humana más realista y mucho más modesta que la que ha prevalecido en los últimos siglos. Por lo que se ha ido viendo, Homo sapiens sapiens es bastante poco sapiens, no está muy bien preparado para la racionalidad.
La disposición al autoengaño es muy fuerte y los sesgos cognitivos muy potentes. Una buena introducción a este asunto: Los túneles de la mente de Massimo Piattelli. Nuestra aspiración a la racionalidad se ve distorsionada no sólo por el inconsciente (emotivo) freudiano, sino también por esa especie de “inconsciente cognitivo” que psicólogos como Amos Tversky y Daniel Kahneman vienen explorando desde los años setenta del siglo XX.
Desvelar los autoengaños (individuales y colectivos) “La sociología pone al descubierto la self-deception, el autoengaño colectivamente mantenido y alentado que, en cualquier sociedad, sustenta los valores más sagrados y, con ello, toda la existencia social.” Se trata de “una ciencia de los poderes simbólicos capaz de devolver a los sujetos sociales el dominio de las falsas trascendencias que el desconocimiento crea y recrea sin cesar”. Pierre Bourdieu, Lección sobre la lección, Anagrama, Barcelona 2002.
¿“Abismos ontológicos” entre los seres humanos y los animales no humanos? Muchos filósofos insisten en trazar límites infranqueables (quizá incluso “abismos ontológicos”) entre los seres humanos y los animales no humanos. Por ejemplo, el antropólogo filosófico Arnold Gehlen se oponía a la tradición que radicaba una diferencia esencial en la posesión de razón por parte de los seres humanos. Gehlen decía que la diferencia estaba ya presente en el plano anatómico y sensomotor, pero que no sucedía que los seres humanos fuésemos animales con una facultad más –la razón–, sino más bien con algo de menos.
Un ser carencial De ahí su famosa intuición del ser humano como Mängelwesen (ser carencial): nos falta el adecuado equipamiento de instintos que adapta perfectamente al animal no humano a su entorno. Según Gehlen “el ser humano es orgánicamente un ser carencial”, y por ello ha de fabricarse una segunda naturaleza, un mundo supletorio. Inventa la cultura para compensar su falta de naturaleza (fija, acabada).
¿Acción en los animales no humanos? Según Gehlen el ser humano actúa, pero los animales no humanos no. Éstos, dice el pensador conservador alemán, no accuionan sino que sólo reaccionan (con su específico equipamiento de instintos) frente a los estímulos de su medio ambiente. Sin duda la tesis es exagerada. El concepto que nos permite matizar aquí es el de grados de libertad.
Conducta innovadora, según Giner “Hay un factor de imprevisibilidad en el análisis situacional que proviene de la innovación como modo de resolución de conflictos inesperados o nuevos. Debe ser aceptado sin ambages, y ello no en virtud de una teoría metafísica del hombre, sino de la sencilla constatación de cómo tiene que habérselas con su condición, en la que el conocimiento imperfecto, la ambigüedad y los sucesos imprevistos ocupan un lugar tan crucial.”
Imprevisibilidad “Una parte de las intenciones, pues, no es previsible: no se induce de ningún modo demostrable de las circunstancias conocidas. (…) Con cierta frecuencia, los hombres generan vislumbres, teorías, soluciones y, en algunos casos particulares, hasta ‘apuestas’ más o menos afortunadas (en el sentido de Pascal) que, a su vez, se transforman en innovación.”
Mutaciones en el nivel macro y en el micro “La conducta innovadora, a su vez, provoca una mutación en la situación social, tanto si es al macronivel –un partido revolucionario opta por la insurrección; una secta tribal decide predicar a los gentiles– como al micronivel –un científico compromete su carrera eligiendo una hipótesis de investigación y descartando otras–. Para complicar las cosas algo más, las innovaciones sociales son mucho más frecuentes que las que ocurren –sin conciencia– en el reino biológico.”
Acción social y libertad “La raza humana posee historia (sin mutación biológica correspondiente, pero con mutaciones sociales) porque la libertad, en forma de iniciativa transformada en intención imprevisible, penetra en el mundo de las determinaciones y lo recompone una y otra vez.” Salvador Giner, “Intenciones humanas, estructuras sociales: para una lógica situacional”, en Manuel Cruz (coord.), Acción humana, Ariel, Barcelona 1997, p. 96-97. Volveremos sobre esta importante cuestión en las lecciones “Libertad” y “Azar y contingencia en la transformación social”.
Circularidad en la construcción del mundo social “Las propiedades estructurales de los sistemas sociales son a la vez condiciones y resultados de las actividades de los agentes que forman parte de estos sistemas”. Anthony Giddens, La constitution de la société. Élements de la théorie de la structuration, PUF, París 1984, p. 444. Para el sociólogo inglés, ni el sujeto (el agente) ni el objeto (la sociedad) tienen primacía. Ambos se constituyen a través de prácticas repetidas. La noción de acción humana presupone la de institución, y viceversa.
Dualidad estructural Giddens trata de captar esta circularidad con la noción de dualidad estructural. “Lo estructural siempre constriñe y posibilita al mismo tiempo” (Giddens, ibid.). También esto puede llamarse dualidad estructural: constricción/ competencia o capacidad. “Por ejemplo, el aprendizaje de la lengua materna constriñe nuestra capacidad de expresión y limita nuestras posibilidades de conocimiento y acción, pero al mismo tiempo nos proporciona una capacidad, haciendo posibles una serie de actos e intercambios.” Philippe Corcuff, Las nuevas sociologías, Alianza, Madrid 1998, p. 46.
Ésta es una vieja idea filosófica… Ortega lo formuló bellamente en un artículo de 1930 titulado “Vicisitudes en las ciencias”: “Respetemos estas cegueras, que permiten al hombre ver algo. Todo lo que somos positivamente lo somos gracias a alguna limitación. Y este ser limitados, este ser mancos, es lo que se llama destino, vida. Lo que nos falta y nos oprime es lo que nos constituye y nos sostiene.” José Ortega y Gasset, Meditación de la técnica y otros ensayos de ciencia y filosofía, Revista de Occidente en Alianza Editorial, Madrid 1982, p. 141
Donde todo fuese posible… Son los límites impuestos a la acción humana los que posibilitan esa misma acción. Donde todo fuese posible, nada lo sería. Pensemos por ejemplo en el lenguaje, esa capacidad esencialmente humana sin la cual Homo sapiens sapiens no sería lo que es: a partir de las severas restricciones –un número discreto de reglas de morfología, de sintaxis…– que se imponen sobre un pequeño conjunto de fonemas, se despliega la infinita creatividad de los hablantes.
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