Es el afecto y el vínculo entre hermanos o entre quienes se tratan como tales. Las organizaciones fraternales son aquellas cuyos miembros se comportan como una hermandad. La fraternidad universal designa la buena relación entre los hombres, en donde se desarrollan los sentimientos de afecto propios de los hermanos de sangre, unión y buena correspondencia.
Un problema real en algunas familias es la falta de amor entre los hermanos.
Los padres tienen una responsabilidad enorme en esta tarea. Desde que los niños son pequeños, buscan darles lo mejor y lograr que cada uno se sienta igual de amado que los otros. Este esfuerzo es un primer paso muy importante, pero hay que ir más allá: hay que conseguir que cada hijo aprecie, respete y ame a sus hermanos. Los padres tienen una responsabilidad enorme en esta tarea. Desde que los niños son pequeños, buscan darles lo mejor y lograr que cada uno se sienta igual de amado que los otros. Este esfuerzo es un primer paso muy importante, pero hay que ir más allá: hay que conseguir que cada hijo aprecie, respete y ame a sus hermanos.
Fomenta en dejar el egoísmo a un lado, buscando el bien y compartir con los miembros. La alegría es uno de los valores que se les ensena a los infantes desde su nacimiento y no solo eso sino que también los padres se los ensena para que lo puedan transmitir a otras personas mientras vallan creciendo. a alegría es un valor que se fomenta inicialmente en el seno familiar. Es en el núcleo familiar donde se procura que los miembros se ayuden unos a otros en sus necesidades, en la superación de obstáculos y dificultades, así como el compartir los logros y éxitos de los demás.
En el fondo lo que se fomenta es dejar el egoísmo a un lado, buscando el bien y compartir con el otro. Cuando nos centramos en nuestras preocupaciones y no estamos dispuestos a ayudar a los que nos rodean somos egoístas. El egoísta no suele ser una persona alegre. Es en darse a los demás miembros de la familia donde se obtiene la alegría.
La alegría no depende de las circunstancias o de las facilidades que puede presentar la vida y tampoco consiste en tener cosas. Este valor tiene su fundamento en lo profundo de la persona, no es sino la consecuencia de una vida equilibrada, de una coherencia entre lo que pensamos y lo que hacemos, el tener una mente y un cuerpo sanos.
Queremos abordar ahora el valor de la alegría. Es uno de esos valores de persona y de familia que aparecen no sólo en el deseo sino como contraposición a un mundo donde lo triste ocupa los principales titulares de nuestros medios de comunicación.
¿QUÉ ENTENDEMOS POR ALEGRÍA?
No entendemos siempre lo mismo por alegría. Tal vez, porque los medios para conseguirla sean muy diferentes. Entenderéis fácilmente que si un esposo basa la alegría en la posesión de bienes, y la esposa en la intimidad de la relación, se hará más difícil crear un clima de comprensión y diálogo entre ellos y entre todos sus miembros.
Transcribimos, a continuación, algunos conceptos expresados en grupos que quieren concretar en qué consiste la alegría familiar:
– Equilibrio sereno, optimista, decidido y abierto, por medio del diálogo y la ayuda.
– Convivencia con optimismo y responsabilidad de las propias obligaciones.
– Intimidad y relación confiada que da paz interior y exterior, donde la presencia de Dios en nuestro matrimonio y familia hacen más fácil un clima de diálogo, de responsabilidad, de respeto y de disfrute de tantos detalles y acontecimientos de la vida, por encima de todas las dificultades.
– Interés por todos y cada uno de los miembros. Aceptación de todos como somos, y aceptación de los acontecimientos de la vida; con creatividad para superar los malos, y jovialidad para disfrutar de los buenos.
¿QUÉ NOS DIFICULTA VIVIR CON MAS ALEGRÍA?
La pregunta tiene una buena sarta de respuestas. Hay muchas cosas en la vida familiar, laboral, de colegio, de salud, de dinero, etc… que oprimen nuestro corazón y la ilusión por vivir. El miedo a nuestro alrededor y el miedo a que el mundo se desbarate en conflictos de guerra y de opresión, hace que lo llevemos en nuestro talante y lo introduzcamos en nuestras casas.
Nos invitamos a hacer un listado de nuestras dificultades concretas. No generalicemos. En cada persona, las circunstancias de miedo, de tristeza, de salud, se viven diferentemente. Esta es una nueva invitación a que nos lo comuniquemos.
¿QUÉ VALORES CREEMOS QUE FOMENTAN MÁS LA ALEGRÍA FAMILIAR?
Es ante esta pregunta donde debe surgir nuestra creatividad y honestidad. Saber lo que deberíamos vivir y ser conscientes de la distancia que nos falta recorrer para que esta alegría sea más visible. Haced una lista desde vuestra perspectiva y realidad. ¿Es la comunicación la que puede crear un clima más cordial y abierto en nuestra familia? ¿Es el respeto, la escucha, el orden….? Cada familia debe preguntárselo. Con la ayuda de los hijos. En nuestros grupos salieron valores como: el amor íntimo y responsable, la comprensión, el diálogo entre pareja y en la familia, el respeto, la confianza, la sinceridad, la vivencia de la fe, el optimismo, etc…
A todos nos preocupa la soledad y la tristeza. A todos nos apena tener caras tristes junto a nosotros. A los padres nos preocupa la tristeza de nuestros hijos y soñamos y deseamos de corazón se felicidad y alegría. ¿Qué hacer para que nuestros hijos sean y vivan alegres?
Dejando aparte las contrariedades de la vida, digamos que la alegría se tiene o no se tiene. Que hay personas propensas al optimismo o al pesimismo. Pero cualquiera que sea nuestra situación o el tipo de persona que seamos, no estamos en un punto y final.
Podemos educar y educarnos. La alegría se trasmite. Es una conquista de cada día. Por eso, como padres y educadores, estamos atentos a la llamada de trasmitir valores. El de la alegría en concreto. ¿Cómo? He aquí algunas sugerencias:
– Haciéndola presente en nuestra vida personal y de pareja. Es el mejor alimento para la felicidad y alegría de lo hijos.
– Procurando a nuestros hijos una educación y clima donde la cordialidad y apertura estén presentes. No nos referimos sólo a la escuela. También a la "escuela de nuestra propia casa". Y nos referimos a nuestros hijos pequeños ya los no tan pequeños. Las variantes de la edad nos hacen recordar la urgencia y necesidad de esta educación, pero ninguna "mayoría de edad" nos determina el privar de esa cordialidad y respeto a la propia persona.
– Ayudándoles a superar dificultades. Ayudar no es intentar por todos los medios que no encuentren dificultades, que no sufran. No podemos suprimir el frío para que no se constipen en la calle; o allanar todos los caminos para que no tropiecen; o estar presentes en todos sus juegos para que no se peguen. Ayudar quiere decir estar presentes en su abatimiento , en sus enfados y en sus dificultades intelectuales, morales o afectivas, según su edad. Dando importancia a las mismas. Animarlos porque tienen fortaleza y capacidad para superar esos contratiempos y dolor. Capacidad para afrontar la renuncia.
Todo esto será más fácil si:
Evitamos actitudes negativas, como:
– Todo espíritu de competencia.
– El deseo de diversiones continuas, de posesiones nuevas, de confort, de dinero, de capricho, de comparaciones.
– El resentimiento ante hechos y personas del pasado.
– Los fracasos de todo tipo. Y ayudar a que aprendan de ellos.
Desarrollamos actitudes positivas, como:
– La aceptación de ellos mismos como son; con todo su potencial y con todas sus limitaciones.
– La generosidad con los seres con quien convive, compartiendo sus cosas con otros.
– La conformidad ante situaciones, hechos, circunstancias; sin reaccionar negativamente.
– La disponibilidad en los quehaceres de la casa, colegio, amigos…
– La confianza con sus padres, hermanos, amigos.
– La comunicación de lo que pasa, vive, piensa, sufre.
– La moderación en el uso de las cosas y posesiones.
– La aceptación de las personas como son y valoración de todo lo positivo que hay en ellas.
– La amistad abierta y sana; la aceptación de la broma y de la sorpresa.
– La preocupación y ayuda a los demás.
– La satisfacción del recogimiento, del silencio, de la comunicación con Dios, de la naturaleza, etc…
– La práctica del deporte.
– La vivencia religiosa como fuente de alegría interior.
La igualdad: permite a todas las personas de una sociedad tener los mismos derechos y disfrutar de los mismos beneficios. La familia es el primer lugar donde se reciben las primeras nociones de este principio fundamental de convivencia. Si bien es cierto que los miembros de la familia tienen cada uno sus propias características y personalidad, no lo es menos que hay pautas básicas que deben seguirse para que el respeto y la armonía estén siempre presentes. La discriminación o favoritismos minan las relaciones humanas y hacen que las familias y, como consecuencia, las sociedades se vean seriamente afectadas.
La generosidad: es uno de los valores que se fomentan en la vida familiar. Entendiendo por generosidad el actuar en favor de otras personas desinteresadamente y con alegría. La generosidad:Es el actuar desinteresadamente y con alegría hacia tus cónyuges.El respeto:El respeto no es solo respeto hacia la persona misma, sino que también respeto a sus opiniones y sentimientos.
La generosidad es uno de los valores más codiciados y deseados por los padres para ver crecer en sus hijos. Las sociedades desarrolladas conducen a la competencia desmedida, al valor de lo material, la insolidaridad y el egoísmo El gesto de compartir con los demás, es un preciado hábito que debemos fomentar en nuestros hijos para que se convierta en una virtud cuando de forma natural se den a los demás.
El periodo sensitivo de la generosidad
Los niños hasta los 6 años no desarrollan la generosidad, no comprenden este valor, aunque sí que son capaces de tener gestos buenos como el de compartir y dejar sus cosas, aunque muchas veces deban ser ayudados por nosotros los padres a la hora de realizar el gesto.Entre los 7 y los 12 años es cuando el niño comienza a desarrollar el uso de la razón y comprender que puede participar en su entorno: la familia, el colegio, el vecindario, etc; este es el periodo en el que se desarrolla de forma más activa la generosidad, y nosotros los padres debemos ayudarles a desarrollarla animándoles a:
Ofrecerse para hacer encargos.
Servir a los demás.
Ayudar en las tareas del hogar.
Cuidar a un hermano pequeño.
Compartir.
…
La generosidad empieza en la propia familia
Los padres debemos ser los motores de todos los valores que queremos fomentar en nuestros hijos, debemos esforzarnos, e incluso "exagerar", por desarrollarlos de forma continuada. Los niños, verdaderas esponjas de todas las emociones que circulan a su alrededor, los adquirirán de forma natural con el ejemplo de sus padres
La justicia: se fomenta en el seno de la familia al establecerse lo que corresponde a cada miembro de la misma. Recordemos que la justicia consiste en dar a cada uno lo que les corresponde. La responsabilidad: supone asumir las consecuencias de los propios actos, no solo ante uno mismo sino ante los demás.
La justicia es un hábito del corazón que se adquiere en la familia de una manera natural, desde los comportamientos cotidianos hacia los más desfavorecidos. Cuando se abre la puerta con naturalidad a toda persona que viene a pedir y se la acoge, interesándose por su historia y su persona, si después de hablar con él, ayudarle y ofrecerle la información de algún recurso posible, se le despide por lasensación de haberle dado lo que era justo, en vez de mirar por la mirilla con desconfianza y defenderse de alguien que parece nos viene a quitar de lo nuestro, estaremos inculcándonos unos a otros un estilo justo y solidario, una sensibilidad hacia los más desfavorecidos.
La lealtad: surge cuando se reconocen y aceptan vínculos que nos unen a otros, de tal manera que se busca fortalecer y salvaguardar dichos vínculos así como los valores que representan.
La lealtad es un sentimiento de solidaridad y, compromiso que unifica las necesidades y expectativas de la unidad social "la familia" y los pensamientos, sentimientos y motivaciones de cada miembro.
La dinámica familiar se vuelve más transparente en cuanto se descubre quién está ligado a quién por una lealtad abierta o encubierta y lo que esto significa para las personas así vinculadas. Los síntomas de un individuo son la expresión de su lealtad hacia la familia y, por consiguiente, debe evaluarse como un aporte positivo.
Dentro del sistema familiar, la lealtad puede entenderse como la expectativa de adhesión a ciertas reglas y la amenaza de expulsión si se transgrediesen. Por tanto, la estructura psíquica de un individuo es una internalización de expectativas y percepciones lealmente aceptadas.
La autoestima: es uno de los valores fundamentales para el ser humano maduro, equilibrado y sano. Este valor tiene sus raíces y fundamentos en el núcleo familiar. La autoestima:Es la visión más profunda que cada persona tiene de sí misma, influye de modo decisivo en las elecciones y en la toma de decisiones, en consecuencia conforma el tipo de vida, las actividades y los valores que elegimos. La primera relación trascendente en la vida del individuo es la relación familiar, ya que la familia es el inicial y más importante contexto que permite al ser humano desarrollar su Autoestima. La familia es el espejo en el que nos miramos para saber quiénes somos, mientras vamos construyendo nuestro propio espejo; el eco que nos dice cómo actuar con los demás para evitar que nos lastimen.
Dependiendo de cómo sea la familia, así será la persona, la cual resultará modelada por las reglas, los roles, forma de comunicación, valores, costumbres, objetivos y estrategias de vinculación con el resto del mundo que impere a su alrededor.
LA FAMILIA AUTOESTIMADA.
En las familias que se forman y desarrollan con una Autoestima sana, la forma de funcionamiento de sus miembros tiene características particulares. En este contexto grupal, las reglas están claras, sus miembros las adoptan como faro de mar para transitar con certeza por las aguas de la vida, aunque se muestran dispuestos a revisarlas e incluso a modificarlas si acaso éstas llegan a quedar desactualizadas y dejan de guiarlos a puerto seguro. No se siguen parámetros automáticamente, sólo por el hecho de que los abuelos o los tíos así lo hayan hecho. Hay disposición a buscar lo que conviene a las necesidades de todos los integrantes.
Autor:
Manengue