La visión occidental de Japón
El estudio, o, simplemente la visión (siempre arbitraria) del ‘otro’ siempre, inevitablemente, nos convierte también en un ‘otro’. Con lo cual, es siempre parcial y tendenciosa nuestra mirada sobre otra cultura; más aún cuando se trata de una cultura tan alejada de la nuestra.
Hay una observación que hace Ortiz –sobre la sonrisa permanente que percibimos los occidentales de los japoneses- que me parece harto ejemplificadora de esto. Podemos barajar miles de hipótesis sobre la sonrisa (que las más de las veces consideramos ‘estúpida’) de los japoneses; pero nunca llegaremos a ninguna certeza. "Los japoneses son una raza feliz –escribía el Japan Herald en 1881-, y como se contentan con poco, no es probable que logren mucho."
Ebria de ya un clásico etnocentrismo que se reconoce xenófobo, la cultura occidental ha intentado tanto como ha fracasado en comprender al ‘japonés’, tanto como lo ha hecho frente a todo aquello que le es ajeno: confundiendo árabes y musulmanes, indios e hindúes…por qué no habría de confundir japoneses, chinos y coreanos?
Esta confusión es algo a lo que nos enfrentamos día a día y, en verdad, no creemos que merezca mayor atención. ¿Por qué?
Antes de tomar esta clase tenía la idea de un pueblo japonés muy sufrido, a partir de la experiencia de las bombas atómicas y las consecuencias que aún hoy persisten social, física y psicológicamente en la sociedad japonesa. Heridas que la ocupación no ayudó a cicatrizar. Esta idea se contraponía con la invasión japonesa en China, y los famosos experimentos que aún son negados.
Creo que estos dos hechos, menos contradictorios de lo que aparentan a simple vista, son aleccionadores a la hora de analizar las contradicciones propias de la sociedad japonesa, alejándonos de posiciones xenófobas y cerradas que obturen nuestra avidez de comprensión y estudio.
La distribución del poder y la figura del Emperador
La figura del emperador es, hoy en día aún más que en épocas anteriores, un símbolo –como reza la Constitución– del Estado, el símbolo del Estado "…y de la unidad del pueblo, derivando su posición de la voluntad del pueblo en quien reside el poder soberano". Es decir que no detenta poder alguno y todo su accionar dentro del marco político depende de la aprobación de la aprobación del Gabinete.
El poder soberano es del pueblo y esto se cristaliza en la elección popular de gobernantes. Como el sistema adoptado por Japón es del tipo parlamentario, el órgano legislativo es el que tiene mayor importancia y poder. Así, la Dieta consta de dos cámaras; la Cámara de Representantes y la Cámara de Consejeros.
Como la Dieta es el órgano supremo de gobierno, el Gabinete y el Primer Ministro responden a ésta. De hecho, una mayoría de los integrantes del Gabinete debe formar parte de la Dieta.
Como sistema de balance de poder, la Constitución prevee la posibilidad de censura por parte de la Cámara de los Representantes hacia el Gabinete; mientras (y porque) éste puede disolverla.
Ambas cámaras se diferencian entre sí por sus funciones. La Cámara de Representantes legisla en términos de presupuesto, ratificación de tratados y elección del Primer Ministro; esto evidencia una primacía de la Cámara Baja, que se confirma si tenemos en cuenta que dicho órgano puede -con una mayoría de dos tercios- anular a la Cámara Alta.
El poder ejecutivo está conformado por el Primer Ministro (que, como dijimos, es elegido por la Dieta) que integra, junto con el resto de los ministros de Estado, el Gabinete. El Primer Ministro es elegido entre los miembros del Gabinete y tiene la facultad para destituirlos. Su función es presentar proyectos de ley ante la Dieta, a la vez que controla y supervisa el órgano ejecutivo y notifica a la Dieta de diversos asuntos internos y externos.
El resto del Gabinete se ocupa de la administración de leyes y de la función pública; de la elaboración del presupuesto; y también de la gestión de relación con el exterior.
Japón establece en su Constitución el carácter descentralizado de su administración, por lo que cada región es autónoma y posee sus propios sistemas de representación basados en el sufragio universal.
Relaciones exteriores
Al ser un país de escasos recursos naturales, Japón siempre ha dependido en cierta forma del exterior. Debido a esto ha desarrollado, para mantener su idiosincrasia, una gran capacidad de adaptación y adopción a modelos, sistemas e instituciones extranjeras sin por ello abandonar sus tradiciones y costumbres. "El cuerpo, es decir, el esqueleto externo de la sociedad, en principio se refería tan sólo a la organización y las innovaciones técnicas. Estas se veían como benéficas y esenciales al progreso material (…) El alma tendría su refugio asegurado en lo recóndito de la naturaleza japonesa, y permanecería ilesa, intacta ante la degradación material"
Es así como Japón descubrió la forma de aggiornar su ‘cuerpo’ sin por eso vender su ‘alma’.
Esto decantó en un nacionalismo que conoció sus momentos más duros durante la guerra del Pacífico y fue moderándose en la renovación Meiji.
Entre el 1600 y 1857 el país insular permaneció aislado, pero esto debió modificarse y, debido a problemas internos en 1853 se comienza a dar una apertura hacia el exterior. Así, la renovación Meiji aparece como producto de transformaciones internas y externas. La fase de transformación política comienza con un proceso de estudio por diferentes países inaugurado por la misión Iwakura (1872-1873) que recorre todo el mundo para estudiar las diferentes formas de gobierno. Se concluye que Japón debe ser próspero, fuerte tanto militar como económicamente, a tono con el orden internacional; y se adopta el modelo alemán de gobierno.
Conclusiones
Esta obsesión por la información es algo que permanece a lo largo del tiempo y es la clave que ilustra de mejor manera la historia económica de Japón comienza con la renovación Meiji un proceso que aún no ha finalizado. Una de las ideas fuerza de este proceso tiene que ver con la mentalidad japonesa su organización social; es decir, la percepción de la realidad en términos de castas, de lugares que deben ser ocupados según mérito. Es a la luz de esta cosmovisión que Japón se ha esforzado, y sigue haciéndolo, en merecer un lugar central en el orden internacional.
Carolina Bracco
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