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El derecho a la verdad y el derecho a morir dignamente

Partes: 1, 2

    Publicación original: Colombia Médica, 1996; 27: 33-36 – ISSN 1657-9534, Reproducción autorizada por: Corporación Editora Médica del Valle, Universidad del Valle, Cali, Colombia

     

    Palabras claves: Muerte digna. Tabú. Verdad. Derecho.

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    En la práctica diaria profesional con frecuencia nos tenemos que enfrentar a la muerte. Lo más seguro que tenemos en esta vida es la MUERTE. «La muerte es algo que les sucede a los demás» (Valery). Tenemos que vencer el tabú de la muerte. En el fondo nos consideramos inmortales. Debemos hacer educación para aceptar la muerte con más realismo y tranquilidad. La racionalidad científica no la puede aceptar porque todo tiene que ser razonable, todo tiene que ser programable y nos irrita que la muerte se nos escape a esa programación.

    Nuestros hijos deben aprender a ver la muerte como un proceso natural de nuestra existencia. No ocultarles la verdad por el temor de no traumatizarlos. Tenemos que fomentar la cultura del saber perder, porque toda nuestra vida terrenal estará llena de pérdidas: perderemos a nuestros seres queridos: padres, amigos, parientes. Los bienes materiales que tenemos serán efímeros, y ninguno de ellos los podemos poseer para siempre. Los bienes espirituales, el estar con Dios y cumplir el sentido ético de nuestra existencia, con la tarea de hacer el mayor bien que podamos, pensar que esta vida es sólo un paso hacia una felicidad completa y eterna, mitigará los sufrimientos que se puedan tener. La frase poética:«mientras haya un soplo de vida hay esperanza» no se aplica en la realidad. Cuántas enfermedades incurables tenemos que manejar sin que ese soplo de vida nos dé una esperanza.

    El DERECHO A LA VERDAD va ligado estrechamente con el derecho a MORIR DIGNAMENTE. El enfermo, sus familiares y nosotros mismos tenemos que enfrentarnos a la dura realidad de la verdad. Nuestra acción aquí es de capital importancia. Enunciar el DERECHO A LA VERDAD es fácil. Lo que es difícil es su aplicación. Se necesitan arte y experiencia para practicarla. Debemos ser conscientes que la primera resistencia que encontramos para comunicarlo, está en nosotros mismos: «¿Cómo decirle a este paciente tan joven que tiene una leucemia?» «¿Cómo decirle a mi amigo que tanto estimo, que tiene una enfermedad incurable?» Muchas veces se viene la idea de ocultarle la verdad: «¿Para qué decirle si en dos a tres meses morirá?»

    Recuerdo a un colega nuestro a quien le descubrimos una leucemia que lo llevaría a su fin en corto tiempo. Lo estábamos viendo tres médicos. Dos de ellos fueron partidarios de ocultarle la verdad. El había sido un profesor universitario, que siempre estuvo en búsqueda de la verdad. Ahora que él era víctima de la VERDAD, se le iba a negar ese derecho. La vía más fácil, ante estas situaciones conflictivas, es recurrir a los familiares. Sin embargo los familiares se vuelven a veces la barrera más difícil de sortear para cumplir con el DERECHO A LA VERDAD: «Doctor, por favor, no le vaya a decir a mi padre que tiene cáncer.» Se empieza con esto una de las fases más tormentosas para el paciente que es lo que se conoce con el nombre de la CONSPIRACION DEL SILENCIO. Los cuchicheos rodean la atmósfera de atención. El paciente se hace copartícipe de esta atmósfera: «no quiero mortificar a mis seres queridos.» Los sentimientos de angustia no se pueden comunicar. Esto lleva al paciente a encerrarse más en sí mismo y le ayuda a aumentar su depresión. Estoy pasando actualmente por la experiencia en la que la CONSPIRACION DEL SILENCIO es derrotada: un gran amigo mío se descubre él mismo un linfoma. Todos tratamos de entrar en la CONSPIRACION: «No hablemos delante de él sobre el tema.» «No lo mortifiquemos.» Y es él quien rompe la CONSPIRACION. La barrera de la comunicación se quita. El diálogo con él se hace más fácil. El poder comunicar sus angustias y problemas le hace más llevadero su problema.

    La verdad no se puede ocultar por mucho tiempo y especialmente cuando la enfermedad tiene un período largo de duración y vienen una serie de conductas como la interconsulta al oncólogo, un tratamiento con radioterapia o quimioterapia. Cuando el paciente se enfrenta a la verdad, empieza a utilizar la NEGACION como mecanismo de defensa de la angustia: «no es posible que yo tenga cáncer,» «¿por qué a mí?» «Usted debe estar equivocado doctor.» El médico debe ser comprensivo en esta situación, y debe controlar su celo profesional cuando el paciente duda de su diagnóstico. Si la duda es muy grande, debe facilitarle la consulta con otro colega. He visto personas de alto nivel cultural que en esta angustia de la verdad, acuden a curanderos que ofrecen curas imposibles y tratamientos de simple explotación.

    Hay tres formas de dar una mala noticia: la primera de ellas es una forma aséptica: «Usted tiene un cáncer y se muere dentro de pocos meses.» La segunda es una forma compasiva: nos llenamos de tristeza y no hacemos nada más. La tercera y más recomendable es compasiva y positiva. Nos compadecemos pero hacemos algo por el paciente. Toda noticia por mala que sea tiene algo positivo. Podemos y debemos calmar y consolar siempre. Recuerdo a un amigo a quien le diagnostiqué una cirrosis, enfermedad grave e incurable. Dentro de los exámenes que le solicité encontré un colesterol bajo, y le dije que dentro de lo malo de su enfermedad, ese colesterol bajo lo iba a proteger de un infarto de miocardio. La verdad se debe respaldar con un diagnóstico científico y objetivo. Que no debe estar respaldado por simples hipótesis diagnósticas. Cuántas veces nuestros pacientes nos han contado de diagnósticos y pronósticos severos, sin confirmación científica que han alterado completamente su vida: «Usted tiene una oclusión en las coronarias, y en cualquier momento puede hacer un infarto de miocardio y morirÉ» A medida que la enfermedad progresa, el paciente va aceptando más la gravedad de la misma, y después del mecanismo de NEGACION viene la DEPRESION. Aquí debe dársele mucho soporte psicológico. Ser paciente con él, saberlo escuchar.

    Se debe andar siempre con la verdad y en lo posible no utilizar mentiras piadosas que crean falsas ilusiones. El paciente ha entrado en la etapa de SUMISION: «Usted tenía razón en su diagnóstico doctor, haré todo lo que usted me diga, pero cúreme…» En esa etapa de SUMISION no podemos crear falsas esperanzas.

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