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Las turas en Venezuela: su verdadero y profundo sentido ancestral (página 2)

Enviado por José Millet


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El tema de Las Turas nos obliga a tratar el proceso de transculturación que tuvo lugar a partir del contacto de los pueblos nativos del continente con los que vinieron del Viejo Continente, lo cual nos remite, de paso, a todo lo que sobrevino durante el período de la conquista y de la colonización foránea con sus correspondientes secuelas del etnocidio y el genocidio de los aborígenes. El intercambio de bienes materiales y culturales cubrió todas los ámbitos y esferas de la vida social y fue particularmente intenso, sostenido y transformador en cuanto a valores y creencias, muy manifiestos en algunos elementos que pueden ser apreciados en los espacios sagrados de los tureros, tanto en los altares colocados en el interior de sus casas como en los "patios de las turas". Un ejemplo elocuente nos lo ofrece todo el rito de confección, reparto e ingestión de la chicha, bebida hecha a base de maíz que el elemento simbólico más caracterizador de la comunidad de los tureros.

Las Turas pueden ser vistas también como la expresión de agradecimiento y bendición de las cosechas anuales obtenidas por los tureros que son, en su mayoría, ciertamente agricultores generalmente de conucos, aunque existen entre ellos trapicheros y, en un alto por ciento, obreros agrícolas. Existe un fuerte vínculo entre la actividad económica apuntada con la praxis espiritual y hasta cierto punto religiosa turera, como puede apreciarse en el diagrama en el diagrama de la elaboración artesanal de la chicha que colocamos como parte del presente texto. La palabra tura es identificada con el maíz y, en efecto, en cierto modo existe esa identidad, pero Las turas abarcan un modo de vida y estilo que tienen en las celebraciones cíclicas uno de sus momentos más representativos.  Pero una vez más debemos evitar tomar la parte por el todo, al hacer esa identificación mecánica parecería que seguimos manejándonos en la pura exterioridad del fenómeno, que es mucho más profundo y abarcador. En efecto, Las Turas envuelven  todo el espacio cósmicamente concebido e imaginable, en el que están, en primer plano, los seres vivos"es decir, el hombre, las plantas y los animales— y,  asimismo, con igual o mayor peso determinante, las fuerzas y principios fecundantes propios de la Naturaleza, invisibles, que posibilitan la vida de esos mismos seres, su creación y reproducción encima de este planeta que denominamos Tierra. No es sólo, pues, a la Madre Tierra a la que se le rinde reconocimiento en estas celebraciones, sino también, y en no menor medida, a los principios que hacen posible su fertilidad y que, en su seno, se continúe la existencia, sea la humana o la de otras criaturas como las arriba mencionadas. Es correcto decir que se venera la cosecha, con el impulso propiciatorio adicional de que sean colocados todos los elementos necesarios para que el Dador nos vuelva a conceder igual merecimiento en especies comestibles y en bienestar espiritual.

2.- La comunidad turera de San Pedro de la Parroquia Mapararí cuenta su historia

 Las  entrevistas que le hiciéramos, a partir del año 2006, a Á ngel Colina y a José Castillo, dos de los directivos principales de Las Turas, perteneciente a la comunidad San Pedro de Mapararí,  nos han proporcionado una  valiosa  información que transcribimos a continuación, acompañada de algunos comentarios.

El 5 de enero de 2004, se legaliza la Fundación que lleva el nombre de José Cecilio Salas, fallecido en 1977, y considerado uno de los capataces que mantuvo durante largo tiempo esta tradición indígena, que ellos asocian a las comunidades étnicas de origen ayamán. Al final, al pie de página, colocaremos la relación de sus miembros fundadores, aportada en las entrevistas y que ha sido avalada por varios miembros de la  propia comunidad durante algunas de nuestras numerosas visitas a San Pedro*.

Cuando les preguntamos quiénes fueron los primeros  capataces, nombraron al mencionado  Cecilio Salas y a Rodolfo Garcés, su actual capataz, e identificaron como sus reinas más antiguas a  Engracia de Yugurí, fallecida a los 78 años, y a Marcelina Antequera, quien aún ejerce esta función.

En cuanto a la "composición organológica" o conjunto de instrumentos musicales empleados, resulta de mucho interés la relación de los instrumentos que identifican como los propios de  Las  Turas, a los que se asocian los siguientes nombres de quienes los ejecutan:

-Flauta Tura Macho:   Hipólito Casiano Castillo

-Flauta Tura Hembra: Rodolfo Garcés

-Cacho Mayor:      Rafael Molleda

-Cacho Menor:      Martín Garcés

-Cacho Mediano:              Á ngel Colina

-Cacho Pequeño:              Simón Castillo, Enrique Castillo

-Maracas:                         José Castillo, Yovanny  Colina

Las turas es vista por el común del venezolano como un "baile", en tanto se producen numerosos movimientos coreográficos realizados al compás característico de los instrumentos musicales que acompañan a estas celebraciones. A continuación figuran los nombres de los danzantes de esta comunidad: Laudelina  Castillo de Garcés, Elicia Castillo, Paula Garcés, Lourdes Antequera, Flora Robertis, Carla Antequera, Morelis Antequera, Emérita  Colina, Elita Mora, Dominga Garcés y Adelaida Mora

2.1 Calendario de las celebraciones tureras

Al año, sus miembros pautan dos fechas para la realización de Las Turas: la primera, el 29 de junio, por motivo de la celebración católica de San Pedro y ocasión en que precisamente esta comunidad se ha esforzado por hacerse de un espacio de encuentro entre las comunidades de los Estados Falcón, Lara y Portuguesa; donde se ha mantenido viva esta raíz aborigen venezolana. A este espacio lo denominan "Día de la Fraternidad Turera", por cuanto se caracteriza como un compartir entre hermanos, ideas y experiencias dirigidas al fortalecimiento de estas tradiciones. La segunda celebración la realizan el 23 y 24 de septiembre, en ocasión de la fiesta dedicada a la Virgen de las Mercedes.  Nos llamó la atención que se los tureros de San Pedro se han esforzado por añadir una tercera fecha de festividad: la del 7 de Abril, como "Día del Aborigen Ayamán". En esta  comunidad resulta significativa la voluntad de un porcentaje elevado de sus miembros de reivindicar su raíz ancestral, definiendo claramente que esta comunidad proviene de los  grupos étnicos ayamanes.

3.- Dimensión telúrica y cósmica de estas celebraciones: las turas como círculo mágico

Muchos de los miembros de la comunidad de San Pedro que hemos entrevistado, afirman que Las Turas es una festividad agrícola  en que se invocan las  fuerzas reproductoras de la naturaleza  para que propicien que  la tierra sea  fertilizada: que acepte la semilla en su seno mediante una cópula.   Esta intervención garantiza la siembra.   Se produce en el período de equinoccio de primavera, en marzo, cuando las condiciones climatológicas son favorables a la actividad agrícola y durante el equinoccio de otoño, en el mes de septiembre. ¿A quién se le rinde culto?  ¿A esas fuerzas propiciatorias de la fertilidad y a la propia tierra?  Al todo: a las fuerzas que se apropian de  los miembros de la comunidad  humana, a los animales y plantas, permitiendo que se conviertan  en un sujeto colectivo, sin olvidarse de los espíritus ancestrales ni de los muertos; representados  respectivamente por las flautas de carrizo, maracas y los cachos de venado.

La fecha de estas celebraciones tureras se enmarcan con los períodos del año marcados por el cambio de las estaciones: en mayo, cuando la primavera rompe con el período de las lluvias, la vegetación renace y el verdor de las plantas se extiende por todo el campo. Viendo las turas como un Proceso productivo, el equivalente a la unidad existente entre La Tura macho y La Tura hembra, podría encontrarse en la unión de la pareja formada por  el Capataz y La Reina de Las Turas. Esta unión podrías ser interpretada como la cópula entre seres de sexo opuesto que derraman el  semen que alentará a  la tierra  a recibir en su seno la semilla.  Este "matrimonio espiritual" tiene el simbolismo del cielo eterno de la regeneración de la naturaleza, no regido por las leyes de los hombres.

La segunda época evoca su opuesto: la  muerte, con ausencia  del verdor reinante en la Primavera, de la fronda coronada en flores de intensos colores, la caída de las hojas y el anuncio del  frío, o si no, de la humedad que estremece los cuerpos.  De ahí que, en esta otra época, los frutos cosechados deberán ser almacenados para  conservarlos y usarlos en caso de que sobrevenga una temporada  inclemente.  Aun cuando en Venezuela no  exista la sucesión indicada de las estaciones, igual el ciclo  de las lluvias pone la pauta.  Salvo condiciones climáticas no habituales, los ciclos lluvioso y secos pueden tomarse como regulares, y por tanto, referentes bastante seguros.

En los eventos realizados durante esta conmemoración festiva anual se manifiesta todo  un simbolismo.  La marcha india  de los tureros atraviesa los campos donde viven y se dirige directamente a la fuente de agua:   exactamente  al ojo de agua, de donde nace la vida.  Se atraviesa la poza y se adentra en el fondo de una cueva donde viven los espíritus, justo en "el nacimiento".  Se les reconoce así  como indispensables dadores de dones esenciales, por cuanto si no existiesen o no dejaran que de su seno fluyese el líquido vital, ¿podríamos hablar acaso de agricultura?

La siguiente estación permite la comunicación con los espíritus que moran  en la corteza terrestre.  Activadas las mencionadas entidades acuáticas, se procederá a "despertar" a la madre tierra, empleando los procedimientos acostumbrados de las turas: ensalmes, invocaciones y cantos, acompañados de  sones de flautas  de carrizo y de cachos.    La convocatoria a los poderes ocultos, también alcanza a los insomnes gigantes que descansan, de pie, encima de la superficie sólida: el círculo de los tureros se desplaza alrededor de un árbol acompañado de su música y de los característicos movimientos corporales. Aquí resalta la función exacta de las flautas: avisar al oído de las plantas, mediante el estremecimiento de su sonido, que debe activarse  su capacidad reproductiva, el flujo de la savia, su ascenso a los gajos y fronda.

La voz venezolana cacho designa al asta de un animal y sustituye, en este caso, a la calavera  de venado usada como instrumento musical aerófano, que aporta y subraya  lo opuesto o el polo negativo a la vida, o sea, la referencia explícita a la muerte.  La puesta del juego de los contrarios que conviven en un mismo plano, escenario y tiempo es una especie de recordatorio o vínculo con el más allá.  En definitiva,  también es lo que motoriza la existencia al recordar lo que acontece permanentemente en la Naturaleza, alo cual parecemos estar ajenos los humanos.  Se invocan también con ello nuestra pertenencia al reino animal: no hay, pues , nada de macabro en los sones alusivos a aves conocidas en sones donde interviene esa calavera astada.  Creo que adicionalmente debe indagarse en el llamado a una arista de agresividad representado por los pájaros invocados en los sones de turas , a la lidia eterna, que caracteriza a estos inquietos y bulliciosos animales.

El mencionado simbolismo remite a un sistema de círculos concéntricos que parte de la fuente hídrica-el enigmático ojo de agua-, se traslada a la parte sólida contigua a la poza y a la cueva, donde moran otros espíritus arbóreos y de la fauna,  hasta desplazarse a un destino final:  el de los seres humanos, cuando la comitiva llega al centro poblado que es la comunidad turera.   Pero, concentremos la atención para que no se nos escape la definición del espacio sagrado inicial, caracterizado por la ausencia de fronteras entre  los distintos estados de la materia, que se entrelazan, interponen e interactúan en un juego donde intervienen los seres invisibles y fuerzas que habitan en el agua, la tierra y el aire.

¿Qué aporta? ¿Cuál es la función y el sentido del traslado de los tureros, desde el espacio sagrado en que se produce o tiene lugar el encuentro inicial de esos tres importantes elementos a otro espacio, en este caso habitado por otros seres vivos que somos los humanos?  Integrarlos en el "todo" de la naturaleza para que puedan funcionar  en él como se quiere, a fin de alcanzar todas las metas propuestas, tanto el activa las fuerzas de la naturaleza  convocadas, como las  otras que puedan aportar otras criaturas  del reino, en donde viven, fluyen o interactúan  otros espíritus, por ejemplo, los de sus ancestros, totémicos familiares o comunitarios.  De ahí que los tureros se esfuercen en llevar la relación detallada de cuanto aconteció en el pasado, y la traigan al presente como para rendirles a todos esos seres y fuerzas respeto.

También en el interior de la organización humana acuden y fluyen diferentes tipos de energía, dados por muchos elementos y eventos que en dichos espacios tienen lugar.  Disponen de los frutos de la  cosecha y los procesan para distribuirlos en determinados momentos de la celebración.  Basta sólo con captar el significado de la presencia, empleo y dominio del fuego sitúa a los tureros por encima  del resto de otras especies de su propio reino animal.  Este último elemento nos permite adelantar algunas ideas que permitirán darle la ubicación aproximada y función que este postrer espacio tiene.

El movimiento del sistema de círculos  concéntricos se detiene en un espacio abierto, en el patio de la casa  o denominado "Patio de Las Turas", restrictivamente hablando.  Nuevamente  estamos en presencia de otro espacio sagrado: en su centro una cruz, con los diversos sentidos que ella tiene, en su relación con el corte de los espacios y su asociación con la muerte; alrededor de ella,  los frutos de la cosecha, obtenidos normalmente en el conuco local perteneciente a un turero.  Entre los frutos mostrados destaca el maíz, en este caso la planta-dios que se ha sacrificado- para que su cuerpo y su espíritu sean compartidos por cada uno de los individuos que integran la comunidad turera y los invitados asistentes.  El acto de consumo en colectivo, cerrado y unido, del tótem (maíz: turas) del que nacimos, es sólo un episodio de ese movimiento rítmico y acompasado, del que cada cual participa con conciencia más o menos clara y aquí  nos esforzamos por aprehender e interpretar.

La cruz como referente de la religión judeo-cristiana,  nada tiene que  ver con los grupos y comunidades étnicas que poblaron nuestro continente y se mantuvieron en el mundo antes de la existencia de Cristo.  Pero su ubicación en el "patio turero" es una clara remisión al carácter social al que hemos arribado en esta tercera "estación".  No se trata de un espacio más, de los existentes en estos vastos ámbitos rurales, sino de uno marcado por un tipo de organización social específica: la humana, en este caso de clara raíz nativo o aborigen..

* La "Fundación Cultural José Cecilio Salas" tuvo como fundadores a los siguientes tureros:  Á ngel  Custodio Colina, José de Los Santos Castillo, Nelson Antonio Matute, Carlita Coromoto Antequera, Lisandro Rafael  Antequera, Eddie Santos Páez, Rafael Ramón Rivero, Rafael Simón Chirino, María Lourdes Antequera, Marcelina del Carmen Antequera,  Morelis  del Carmen Antequera, Rafael  José Molleda, Cecilio Antonio Castillo, Alida  María Chirino, Martín Ramón Garcés, Salvador  Vásquez,  Dominga  Ramona Garcés, Aureliana del Carmen Hernández, Carmen Lucía Acosta, Emérita Colina de Martínez, Adelaida del  Carmen   Mora, Elita Ramona Mora, Gloria Josefina Rivero, Clan Antonio  Rivero, Paulita Chirino,  Flora Robertiz, José Luis Garcés, Yolanda Antequera..

 

 

 

 

Autor:

José Millet

Coro, ciudad Patrimonio de la Humanidad (UNESCO, 1993), septiembre 2008.

República Bolivariana de Venezuela

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