Todo hombre (es decir, espécimen del género humano) que ha madurado lo bastante tiene conciencia de sí mismo. Se refiere a sí mismo como "Yo" y a los demás como "Tu" o como "Ellos". Con esto, hace referencia, en primer lugar, a que los demás son como él, que poseen una misma cualidad, y, en segundo lugar, que él es una cosa que se reconoce a sí mismo como portador de ideas, que tiene la cualidad de tener idea de sí mismo.
Todas las ideas (conceptos) existen preferentemente (con excepción de las ideas somatizadas) fuera del cerebro del hombre y fuera de la cabeza del hombre, es decir objetivadas. Las que existen en la cabeza del hombre son las que existen subjetivamente. Las que existen fuera de la cabeza del hombre, es decir, fuera de la conciencia individual son el cuerpo fundamental de la conciencia.
La relación que hay entre la idea y el cerebro es como la que hay entre la mano y la silla real. La mano fabrica la silla, pero la silla existe fuera de la mano. Por más que estudiemos la mano (en un microscopio, con reactivos químicos, etc.), no vamos a encontrar en ella rastros de la silla real. También la idea existe fuera del cerebro. La idea de la silla existe plasmada en la silla real. En mi cerebro (y en el cerebro del carpintero que fabricó la silla) no existe la idea de la silla, como algo que se encuentra dentro de él, como algo que sea fisiología, anatomía o algo material por el estilo. Lo que existe es la representación sensible del signo (la representación sensible de las ondas mecánicas del aire o de la tinta en el papel, etc.), en este caso "la silla". Y como la representación sensible del signo porta un significado (el significado es inherente al signo), de ese modo (como significado) tengo la idea de la silla en mi cabeza, es decir, en mi conciencia individual o mente. Pero no dentro del cerebro, sino con ayuda de él. Al modo como tengo la silla en la mano. El cerebro y el psiquismo son solo el soporte material de la mente, es decir, de la conciencia individual o la cabeza del hombre.
Esta idea ya la adelantó, dentro de lo posible para su época, el viejo Spinoza. Para éste el pensamiento (es decir, la mente) y la extensión (es decir, la materia) son dos atributos de una y la misma sustancia. Para Spinoza el pensamiento (léase los procesos mentales) son una función de la materia altamente organizada, que se dan en la unidad que representa el hombre como parte de la misma naturaleza. Según él, es la naturaleza la que piensa por medio del hombre.
E. V. Ilienkov refleja esta dialéctica de la siguiente manera. El nos dice: la investigación de los mecanismos, materialmente determinados espacialmente, con cuya ayuda se realiza el pensamiento en el interior del cuerpo humano, el estudio anátomo-fisiológico del cerebro, es un problema científico interesantísimo, pero ni su éxito más completo tiene relación directa con la respuesta a la pregunta hecha ¿qué es el pensamiento? Pues aquí se pregunta otra cosa. Se pregunta no acerca de cómo están estructuradas las piernas, capaces de andar, sino ¿qué es el andar? ¿Qué es el pensamiento como acción, que si bien es inseparable de los mecanismos materiales, con ayuda de los cuales se realiza, no es idéntico en absoluto a estos mecanismos? En un caso se pregunta sobre la estructura del órgano, y en el otro sobre la función que desempeña. Se comprenderá, naturalmente, que la estructura debe ser tal, que pueda realizar tal función. Sin embargo, la más completa descripción de la estructura del órgano no le da derecho a hacerse pasar por aquella, la función que el cumple, por descripción del acto real que él hace.
Indudablemente, este autor se acerca a la solución del problema macho más que todos sus predecesores. Pero Ilienkov no comprende aún exactamente la dimensión del problema. No comprende el carácter ideal del pensamiento. El pensamiento es ideal, los procesos que transcurren en el cerebro mientras pienso son materiales, pero éstos no son el pensamiento aún. En el cerebro transcurre lo proceso propio de la representación, el proceso representatorial (el psiquismo). Este proceso, el psiquismo, es, verdaderamente, una función del cerebro. Pero el pensamiento, la mente, va mucho más allá: es ideal. El pensamiento no es un acto fisiológico del cerebro. El, el cerebro, tiene las estructuras anátomo-fisiológicas que posibilitan la somatización de determinadas estructuras ideales, que son las estructuras de conciencia, con ayuda de las cuales pienso. Pienso no tanto con ayuda del cerebro, como con ayuda de las estructuras de la mente (la conciencia). Pienso no con el cerebro, sino con la mente. Con ayuda del cerebro desarrollo la función psíquica, la actividad representatorial, que es el soporte material de la mente. Y en el cerebro somatizo las ideas que son las estructuras de conciencia con ayuda de las cuales pienso. Pienso con ayuda de las estructuras de conciencias que son ideas somatizadas en el cerebro.
El concepto de un objeto existe en mi cerebro como representación del signo que designa al objeto en cuestión. A lo sumo existe como representación sensible de los signos del juicio (de la expresión verbal en la que afirmo o niego algo) o de los signos del discurso. Pero esta representación, la representación sensible en cuestión, que es psiquismo, es material. Ahora bien, la representación del signo arrastra un significado. Este significado es, a su vez, ideal. No existe como configuración de la materialidad en el cerebro. Está fuera del cerebro. Existe como contenido de la mente y como cultura. Preferentemente está fuera del cerebro no porque es ideal, sino que es ideal preferentemente porque está fuera del cerebro.
En el cerebro sólo podemos encontrar las ideas que han sido somatizadas, es decir, que son estructuras de conciencia con ayuda de las cuales pienso. El resto de las ideas están fuera del cerebro. Estas últimas existen en la conciencia individual y, a lo sumo, en la conciencia social, es decir, en la cultura.
La analogía con un disco duro de computadora no funciona aquí. El materialismo vulgar quiere encontrar, de algún modo material, la idea en el cerebro (como campo electromagnético, como diferencias de potenciales, etc.). Pero la idea (que está en la cabeza bajo la forma de significado) es, como su nombre lo indica, ideal. El cerebro lo que hace es evocar este significado. La computadora (al menos por ahora) no evoca significado alguno. El significado evocado por el cerebro no existe, a su vez, como existe la información en el disco duro de la computadora. En el disco duro de la computadora, la información existe como materialidad. Por esa razón, la capacidad de almacenamiento de información en el disco duro es limitada, a diferencia de la capacidad de almacenamiento de lo ideal en el cerebro, que es ilimitada. Se trata aquí, en esta comparación, de dos procesos totalmente distintos por su contenido, aunque coincidentes en lo fundamental (si se mira a la computadora hacia el futuro) por su forma. Por su forma son coincidentes, pues se trata, en la computadora, de la modelación del pensamiento.
Este proceso de evocación es, en lo fundamental, a su vez ideal también. Para conocer este proceso hay que indagar en las estructuras de conciencia y su funcionamiento. Las estructuras de conciencia que propician esta evocación son, como dijimos, otras tantas ideas, lo que en este caso somatizadas, es decir hechas (estas sí) fisiología, anatomía, etc. El estudio neurofisiológico, anatómico, etc., puede mostrar estas estructuras (y de hecho lo muestra). Pero el resto de las ideas que son contenido de conciencia (se trata de la conciencia individual) no existen dentro del cerebro. Dentro del cerebro, como anatomía o fisiología de éste, tengo la representación sensible del signo (que nace y muere en el acto representatorial) o, mejor dicho, la parte sensible del signo, como la tiene el animal superior (por ejemplo, el perro). El significado de la representación en cuestión (de la representación sensible del signo), en cambio, se encuentra fuera del cerebro (fuera de su anatomía y fisiología). Este, el significado, es el cuerpo inorgánico del hombre, o, mejor dicho, inmaterial.
El fisiólogo, el neurólogo, el científico naturalista, etc. (y junto con ellos, el materialista vulgar) lo que puede encontrar en el cerebro son la función representatorial y las ideas somatizadas. El resto de las ideas, es decir el cuerpo fundamental del contenido de conciencia, se encuentran fuera del cerebro, en este caso como conciencia individual o cultura, es decir, como realidad subjetiva o realidad objetiva.
¿Cómo es que la mente se "proyecta", "agarra" y "opera" con las ideas, es decir como es que funciona, al estilo de cómo la mano se proyecta, agarra y opera con la silla real?
Es el hombre el que piensa, y piensa con su mente. La idea de Spinoza de que el hombre es la unidad de la extensión y el pensamiento, tal y como él la expresó, es abstracta. El hombre piensa con la mente, es decir, con el Yo. La mente, el Yo, es una cosa concreta. No es una abstracción, no es el reconocimiento de una unidad abstracta entre el pensar y el ser.
El hecho de que el hombre pueda pensar con su mente obedece a una historia muy larga, que tiene su cuerpo en la filogenia y ontogenia del género humano. Es en la ontogenia, porque el hombre repite en su historia individual de forma abreviada la filogenia. Y es en la filogenia, porque sólo en un proceso evolutivo el hombre conforma la plasticidad necesaria de su cerebro para poder albergar a la mente.
La mente es un sistema complejo de ideas (conceptos) somatizadas en el cuerpo del hombre. Estos conceptos (ideas) son otras tantas estructuras con ayuda de las cuales pensamos. Por ejemplo, tenemos estructuras tales como la subjetividad, el contacto con la realidad (tanto objetiva como subjetiva), la objetividad (el concepto de realidad objetiva), la voluntad, la razón, la memoria, la intencionalidad, la cosmovisión, etc.
Cada una, de estas estructuras de conciencia, es otro tanto concepto (idea), que está somatizado. ¿Qué quiere decir que están somatizadas?, que existen como fisiología, como anatomía, como neurofisiología, etc., en el cerebro del hombre y en el cuerpo orgánico del hombre. Cuando el hombre nace, en general, es una "pizarra en blanco". Su cerebro lo tiene es la plasticidad necesaria para formar las estructuras de conciencia con las cuales piensa. Esta plasticidad se adquirió en la filogenia. En la ontogenia lo que se hace es formar las estructuras de conciencia en cuestión, en un proceso de personificación.
Así, por ejemplo, con ayuda del contacto con la realidad subjetiva, la mente se proyecta, agarra y opera con los conceptos para formar juicio. Es la mente, el Yo, el que pone en movimiento los conceptos para enjuiciar, para formar juicio. Esta actividad del Yo, de la mente, es lo que se llama pensamiento lógico concreto. Pensar es formar juicio, operar con los conceptos. Al hablar oralmente (o de forma escrita) lo que hacemos es exteriorizar el pensamiento subjetivo, la actividad subjetiva de la conciencia individual; transformamos en material lo que es ideal. Al "meditar" (pensar de forma lógico-concreto) lo que hacemos es desarrollar una actividad en la subjetividad.
Pero, ¿quién es el que pone en movimiento los conceptos (en general, los elementos del lenguaje)?, la mente: el Yo. Las neurociencias actuales han encontrados casi todas las estructuras de conciencia, con ayuda de las cuales pensamos. Han focalizado, incluso, anatómicamente las áreas del cerebro en las cuales tiene lugar esta o aquella función. Pero no han podido encontrar el lugar anatómico, el área del cerebro dónde se alberga la mente, es decir, el Yo o, como también se le acostumbra llamar, la conciencia (individual).
Es bueno diferenciar los conceptos "mente" ("yo") del de "conciencia individual". En un sentido amplio de la palabra "mente" y "conciencia" son conceptos que designan lo mismo. Pero en un sentido estrecho de la palabra, tener conciencia es tener "contacto con la realidad". Estar inconsciente es no tener contacto con la realidad. Por eso, nos parece más apropiado el concepto "mente" para designar lo que queremos destacar.
También es bueno diferenciar "pensamiento" de "mente". Por el pensamiento se entiende comúnmente la forma concreta en que se manifiesta la mente o el Yo. El pensamiento es la actividad subjetiva en la cual se manifiesta la acción del Yo o la mente. Es el Yo el que piensa. El pensamiento puede ser manual (u objetual) o lógico. Es manual u objetual cuando se realiza con imágenes concreto-sensibles (representaciones, imaginaciones, etc.) y es lógico cuando se efectúa con los elementos del lenguaje articulado, donde están instaladas las leyes lógicas. Cuando hablemos de pensamiento nos referiremos, generalmente, al lógico. Utilizaremos indistintamente "la mente" y "el Yo" para referirnos a una y la misma cosa.
La imposibilidad de localizar anatómicamente la mente, el Yo, se debe a que no está en un lugar particular del cerebro, ni incluso en el cerebro exclusivamente. La mente concreta, el Yo de este o aquel sujeto, es una idea (concepto) que está somatizado en todo el cuerpo del hombre. Está no solo en el cerebro sino en sus suprarrenales, en su páncreas, en el sistema endocrino, en el sistema nervioso, en el sistema muscular, etc. Es lo ideal hecho soma; está en la materialidad del hombre.
Freud tiene razón cuando nos dice que los instintos sexuales son parte de la personalidad. Los instintos sexuales son parte del soma humano, y como tales entran en el cuerpo en el que toma cuerpo el Yo. Claro que el Yo de Freud es reduccionista, desde nuestro punto de vista, pues sólo destaca un aspecto de la mente. El Yo, tal y como lo entendemos, comprende el Ello, el Yo y el Super Yo de Freud. El Yo, tal y como lo entendemos, es una configuración especial de la idea, idea que se somatiza en todo el cuerpo del hombre.
Con ayuda del cerebro pensamos. En el cerebro están somatizadas las ideas, que son las estructuras de la mente (conciencia individual) con ayuda de las cuales pensamos. Pero el Yo, la mente de este o aquel individuo, es una idea concreta que está somatizada en todo el cuerpo físico del hombre. El habitáculo del Yo es el cuerpo íntegro del hombre.
Se comprenderá que el cerebro del hombre es un elemento crucial para la somatización del Yo. Por eso, un hombre concreto puede perder un brazo o una pierna y seguirá pensando, es decir, teniendo "Yo" (mente). Pero sin la fisiología, la anatomía, en general sin el cuerpo físico el hombre no puede formar la mente, tener mente.
La noción del tiempo, del espacio, del movimiento, etc., son dados al Yo por medio del cuerpo físico, como integridad, del hombre. Los conceptos de tiempo y espacio no nos son dados, esencialmente, por la sensoriedad, sino por el cuerpo físico del hombre, es decir, por su experiencia física. Querer ver el tiempo u oír el espacio es un absurdo. Kant tiene razón cuando señala que las categorías "tiempo", "espacio", etc., son formas apriorísticas del pensamiento. Según nuestro punto de vista, las nociones del tiempo y el espacio están instaladas en el Yo por medio del cuerpo físico del hombre. Claro que Kant se equivoca cuando con su apriorismo quiere señalar que estas categorías no se refieren a la realidad objetiva. Pero no es menos cierto, que el Yo integra estas categorías, en cuanto que son ideas, es decir, en tanto que tenemos ideas de ellas (del tiempo y del espacio).
Los propios valores (la bondad, la justicia, la infidelidad, etc.) son conceptos que existen en el Yo de forma somatizada; existen en el cuerpo del hombre como fisiología, como anatomía. Claro que, al mismo tiempo, los valores existen como conceptos del contenido del pensamiento, es decir, como cosmovisión con la cual operamos en el pensamiento. Pero los valores, en tanto que ideas somatizadas, están instalados en el Yo, entran en el Yo. En general, todos los conceptos (ideas) con las cuales interactúa el hombre están contenidos en el Yo, en la mente, como soma.
La idea, que el Yo representa, conecta, como un sistema, a todas las demás ideas que conforman las estructuras de conciencia, que la mente presupone. Lo que integra todo el sistema de lo ideal en una unidad orgánica es el Yo. En el Yo el hombre une presente, pasado y futuro; en el Yo el hombre une realidad objetiva y realidad subjetiva; en el Yo el hombre une cuerpo y alma. El Yo es un sistema íntegro de ideas, de todas las ideas con las que el hombre interactúa, que de una forma u otra existen plasmadas, "cosificadas", en el cuerpo físico del hombre..
La misma idea del Yo se incluye en el Yo. En el Yo el hombre toma autoconciencia de sí mismo. Esta autoconciencia es tal, que surgen sentimientos tales como el de la auto conservación. El Yo, la mente, es un conjunto de ideas, de todas las ideas que le son dadas al hombre en cuestión, que se contiene a sí mismo en calidad de elemento.
Desde este punto de vista, es el Yo el que piensa. El pensar de este o aquel hombre concreto es la actividad, de su Yo, con los conceptos (términos del lenguaje articulado), que son contenidos de su conciencia. El pensar en general, como categoría filosófica, es la abstracción en la determinación de los pensares concretos de los hombres concretos.
Sólo con relación al pensamiento los conceptos son cosas muertas. Es decir, son cosas (conceptos) con los cuales operar, accionar. En el Yo, como somatización de las ideas, el concepto vive, palpita. Es decir, por medio de la somatización el concepto cobra vida, personalidad. Póngase por ejemplo de este hecho las emociones, los sentimientos. El proceso de somatización, el cómo tiene lugar este proceso es una casa solamente de incumbencia de las ciencias naturales, no así de la filosofía.
Para que el hombre tome autoconciencia, es decir, para que el Yo (la mente) se incluya a sí mismo en calidad de elemento, el Yo tiene que objetivarse como idea. Sólo si el hombre se ve fuera de sí, como algo distinto, puede darse el hecho de que la mente, el Yo, se auto reconozca. Sólo si, digamos, Juan se ve reflejado, digamos, en Pedro, puede darse el hecho de que Juan tome conciencia de sí mismo.
Para que el Yo se auto reconozca debe salir de sí y enfrentarse a él mismo como una cosa extraña, ajena. Esta enajenación puede darse solamente en la vida social. Sólo al incorporarse, al sistema de las relaciones sociales, el hombre individual puede apropiarse la idea de que él es igual a los otros hombres, que se enfrentan a él. Sólo en la vida social el hombre Juan ve, en el hombre Pedro, la propiedad que él (Juan) tiene, consistente en tener conciencia.
Desde este punto de vista, el desarrollo del Yo es un proceso social. Suponer que el Yo se desarrolla aisladamente en el hombre individual es pensar de forma abstracta este proceso. Es en la vida social, al entablar relaciones sociales que el hombre toma conciencia y autoconciencia. Este proceso hay que verlo en dos sentidos:
En primer lugar, debe darse como proceso de humanización de la biología humana, proceso en el cual se van acumulando las premisas biológicas, la plasticidad de la biología que permite que históricamente vayan surgiendo las estructuras en el soma, en particular en el sistema nervioso y el cerebro, que posibilitan este proceso (el de formación y desarrollo del Yo), a la par que van surgiendo las ideas (conceptos) que conforman el Yo, tales como la voluntad, la razón, la subjetividad, etc.
En segundo lugar, debe darse como proceso de socialización, proceso en el cual el individuo que nace repite de forma abreviada la filogenia del género humano, es decir, conforma en un proceso -en su ontogenia- las estructuras de conciencia que van conformando su Yo, a la par que va somatizando las ideas respectivas.
Las ideas, que conforman las estructuras del Yo, junto con el propio Yo (es decir, la idea "Yo") existen, fundamentalmente, en la conciencia social, de forma objetivada, en particular plasmadas en el sistema de las relaciones sociales. Por eso, el hombre individual, en su desarrollo, lo que hace es apropiárselas, personificarlas.
¿Cómo es que el individuo desarrolla, digamos, la voluntad?, en la interacción con las voluntades ajenas. Él ve en el otro (hombre) la voluntad y se la apropia. Descosifica la idea (la voluntad) y la convierte en subjetividad propia. Claro que para eso tiene su biología preparada. Él es fruto del proceso de humanización, pero sólo en el proceso de socialización se hace efectiva esta potencialidad.
Se puede decir que, desde el punto de vista biológica (de plasticidad de la biología), el hombre (el homo sapiens) está maduro para el desarrollo social, es decir, para configurar las existentes y las nuevas estructuras del Yo, que puedan surgir y desarrollarse. Por ejemplo, se dice que el amor es un sentimiento joven, es decir, de poca data. Por ejemplo, se dice que los ciegos utilizan las áreas del cerebro destinadas a la vista para otras funciones intelectuales. Esto quiere decir, que el cerebro y la biología humana, en general, están preparados para el desarrollo social del Yo.
El Yo surge y se desarrolla socialmente; es en el entramado de las relaciones sociales, como configuraciones de estas relaciones, que el existe. El hombre individual lo que hace es apropiarse este Yo objetivo. Y, ¿cómo es que se desarrolla este Yo objetivo, del cual cada individuo es una personificación?
En el choque de los Yo individuales de los distintos hombres se forma un paralelogramo de fuerzas del cual se obtiene una resultante, que es el hecho histórico de la aparición del Yo general, y que no es en la práctica un Yo que pertenece a un hombre individual; es un Yo colectivo, es decir, plasmado en el sistema de las relaciones sociales, sin que responda a una estructura de conciencia individual. Este Yo es algo nuevo con respecto a los Yo individuales, que le dieron origen. Desde este punto de vista, el yo se desarrolla cada día, a cada hora. Somos partícipes de la historia del Yo.
El Yo objetivo, el plasmado en el tramado de las relaciones sociales, es el Yo general. Cada Yo individual es un Yo singular, específico. Claro que, como yo general, es, a su vez, un Yo singular más. Lo general existe como un singular más. Y existe como algo concreto. Por eso, Cada sociedad, cada grupo social, cada etnia, etc., tiene su Yo objetivo particular, singular. Esto es una peculiaridad de los pueblos, de cada grupo social. La identidad cultural es una expresión de ello.
El Yo de cada hombre individual es un Yo singular, específico. Aunque contiene los elementos del Yo general, es peculiar, es decir, es único. Así, por ejemplo, de un hombre se puede decir, por ejemplo, que tiene una voluntad férrea, o que su cosmovisión es limitada, etc. Del Yo individual hablan los psicólogos en términos de personalidad. La personalidad es la forma singular del Yo individual. El hombre es la suma (la unidad) del homo sapiens y el Yo, es decir, del conjunto de las relaciones sociales, de las ideas que este hombre se ha apropiado.
Marx señala que la esencia del hombre no es algo abstracto, inherente a cada individuo, sino que es realidad el conjunto de las relaciones sociales. Esta tesis hay que entenderla en el sentido de que la esencia del hombre es la personificación individual del Yo general, es decir, es la forma singular del Yo. La esencia del hombre no está dada por el largo de la barba ni por el color de los ojos, es decir, por su biología, sino por el Yo que porta, es decir, por las ideas (relaciones sociales) que somatiza.
El Yo general es histórico-concreto. Cada sociedad, cada formación económico-social tiene su Yo general, en otras palabras, su conciencia social. El Yo general (por el Yo general lo que hay que entender es la conciencia social) no es un sujeto, que piensa y actúa. El pensamiento social, como encarnación del Yo general, se da solamente en y a través de los pensamientos concretos y singulares de los Yo singulares y concretos.
Esto, el que el Yo general es histórico concreto, nos hace entender la conciencia social, no como un agregado de ideas, sino como algo que tiene estructura, como algo que contiene los elementos, que van a conformar los elementos estructurales de la conciencia individual. De ahí que se pueda estudiar la estructura de la conciencia social, es decir, del Yo general. Esta es una tarea de la sociología, la psicología, la cibernética, la informática, etc.
Surge la pregunta siguiente: ¿podrán las máquinas, los robots humanoides dotados de inteligencia artificial desarrollar un Yo? Esta pregunta es equivalente a preguntarse si las máquinas podrán entablar relaciones sociales, pues sólo en el metabolismo de las relaciones sociales es que surge el Yo.
Evidentemente, el hombre llegará a conocer todas las interioridades del Yo, y, por tanto, podrá modelar la mente humana en las máquinas. Esto quiere decir que las máquinas (los robots humanoides dotados de inteligencia artificial) llegarán a entablar relaciones sociales con el resto de los individuos sociales, los hombres.
Las máquinas despertarán algún día, es decir, llegarán a tener subjetividad, emociones, etc., en general un Yo. Pero, para entonces, ya la sociedad habrá avanzado hacia una nueva formación económico-social, hacia un nuevo estadio del desarrollo social.
Autor:
Evelio A. Pérez Fardales