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Bioética y biotecnología: lo humano entre dos paradigmas (página 2)


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Las tres etapas de la biotecnología

El término biotecnología (en el sentido de biotécnica) es generalmente utilizado en el sentido restringido de aplicación de la ingeniería genética y de las técnicas del ADN recombinante a los sistemas vivos. Esta utilización es prima facie correcta, visto que lo públicamente visible, por ejemplo en los debates sobre Organismos Genéticamente Modificados (OGM), son sobre todo los productos de la biotécnica transgénica. Estos debates también forman parte de la agenda de ambientalistas, defensores de consumidores, y organizaciones no gubernamentales (ONG), preocupados de los modos de producción de OGM y de sus posibles o probables efectos sobre la salud y el bienestar de las personas, la economía, las relaciones entre consumidores y productores, la transformación del medio ambiente a medio y largo plazo. La utilización reduccionista de la palabra "biotecnología" puede ser bastante problemática en la medida que ignora esta diversidad de intereses comprometidos y las reflexiones que ella desencadena, dejando sin efecto lo que Thompson ha denominado el principio de la soberanía del consumidor(6).

Hablar de biotecnología, sobre todo en un sentido crítico, suscita de inmediato la observación que nada radicalmente nuevo estaría ocurriendo, puesto que el hombre siempre ha influido sobre los seres vivos y sobre la naturaleza. De allí que sea necesario distinguir al menos tres etapas de la biotecnología, la primera siendo efectivamente muy antigua y coincidiendo con la revolución agrícola que domesticó a las plantas comestibles y a diversas especies animales. Los primeros agricultores dirigían la selección natural, cuidando de especies que les parecían útiles y descuidando las variedades o especies inconvenientes. Bien mirado, era ésta una bioprototécnica, en la cual los procesos naturales eran modificados dentro de sus capacidades autopoiéticas, es decir, una cepa vegetal o una variedad animal podían ser artificialmente cultivados en tanto ello no sobrepasara su capacidad natural de adaptación, lo cual impedía que se produjeran grandes desajustes ecológicos.

La segunda etapa, ejemplificada por la crisis contemporánea de la "vaca loca", implica una interferencia biotecnocientífica en una especie animal que excede su tolerancia biológica, prueba de lo cual es que la alimentación artificialmente carnívora que se dio al ganado vacuno produjo en un número importante de especímenes una enfermedad mortal, la Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB). Sería interesante conjeturar sobre la importancia que este accidente pecuario habría tenido si la carne infectada no hubiese provocado en el ser humano la también letal Enfermedad de Creuzfeldt-Jacobs.

Muy probablemente el mal de la vaca loca es consecuencia de la decisión pragmática de algunos criadores que escogieron alimentar su ganado con harinas animales disponibles en el mercado, transformando sus rebaños herbívoros en omnívoros. Hubo, por ende, un error de ellos y quizás una falta de competencia pues -se puede argumentar- ¡deberían saber que las vacas no comen carne! Pero, también es legítimo preguntar: antes de que los industriales comercializaran tales harinas, ¿fueron hechas las investigaciones necesarias para poder prever la probabilidad de riesgos para el bienestar animal y la salud humana, incluyendo posibles impactos sobre el medio ambiente? Es decir, ¿fueron respetadas las normas de seguridad? ¿Se informó a los criadores sobre el contenido del nuevo producto alimentario, a fin de permitirles decidir si comprarlo o no? Las declaraciones de diversas instancias sociales y de varios gobiernos reconocen que hubo mucha información encubierta, lo cual permitió la predominancia de intereses pecuniarios por sobre el resguardo sanitario de seres vivos.

La EEB muestra cuán fácil es, por medio de acciones técnicas aparentemente inocuas como la de mudar los hábitos alimentarios de animales, llegar a una situación epidémica con graves consecuencias para la salud y el bienestar no sólo del ganado, fuente de lucro para sus criadores, sino también de riesgo letal para poblaciones humanas. Y eso tiene, por supuesto, implicaciones bioéticas si aceptamos nuestro presupuesto de que esta disciplina se refiere a las prácticas humanas que pueden alterar irreversiblemente los procesos vitales -que a su vez son irreversibles-, dañando a seres humanos y animales, así como al medio ambiente.

En términos más técnicos, el caso de la EEB es un claro ejemplo de cómo la acción humana puede alterar la homeostasis de un sistema vivo, volviéndolo incompetente para "regenerarse desde adentro", de "transformar la materia/energía en un proceso interno de automanutención y autogeneración"(7, p.31), o de mantener sus defensas frente a agresiones ambientales -virales en la EEB. De hecho, esta autoorganización es importante para que cualquier sistema autopoiético se mantenga vivo, lo cual sólo puede lograrse si es autónomo y en la medida que pueda reconocer su entorno como propio o resistir eficazmente lo ajeno. Por ello se puede considerar que hay codeterminación entre un sistema vivo y su entorno o ambiente, visto que "(un sistema autopoiético) depende de su entorno físico-químico para su conservación como entidad autónoma, de lo contrario se disolvería y reintegraría a su entorno"(7, p 59).

Hay diferencias obvias entre la relativa inocuidad de la bioprototécnica y la biotecnología contemporánea aplicada al ganado vacuno, que altera la biología de una especie al punto de romper la cadena nutricia natural con la destrucción de la especie interferida -los vacunos- y de la especie que se alimenta de ella, los seres humanos. En esta segunda fase de la biotecnología hay debilitamiento y aniquilación de sistemas autopoiéticos, así como reacciones en cadena absolutamente inesperadas. Este vuelco sorpresivo es característico de la tecnociencia y, por ende, de la biotecnociencia compleja, donde la instrumentación no logra prever todos los efectos posibles que puede desencadenar, como ya lo reclamara Hans Jonas(8).

En recientes lustros se ha producido un nuevo salto cualitativo en las prácticas biotecnológicas, inaugurando lo que podría denominarse su tercera fase, cuyo sustrato es la genética y cuyo producto más obvio es la transgenia o el traslado instrumental de material genético entre diversas especies. La característica más relevante de las técnicas transgénicas es la creación de nuevos genomas, vale decir, de nuevas especies. El conocimiento genético actual dista mucho de ser tan completo como para predecir todas las transformaciones que la transgenia pudiese producir en las nuevas especies y eso significa, extrapolando del caso de las "vacas locas", que el potencial de sorpresas y de efectos deletéreos inesperados es inconmensurable: literalmente, no se puede medir.

En este paradigma biotecnológico que hemos denominado fase tres, aparece un fenómeno inédito, pues el hombre ha ganado un enorme ascendiente sobre los seres vivos y su entorno, pero al mismo tiempo ha traspasado el límite, hasta ahora infranqueable, de dirigir su potencial biotecnológico hacia sí mismo. La genética ha posibilitado que el ser humano altere a todos los seres vivos, incluyendo a la especie humana, en forma irreversible e inconmensurable. Salta a la vista que la razón pragmática posibilita cambios antropológicos profundos que la bioética debe analizar en forma acuciosa y oportuna.

El quehacer humano entre paradigma biotecnológico y paradigma bioético

El paradigma biotecnológico indica un nuevo campo de estudios y prácticas resultantes de la aplicación de la tecnociencia moderna al ámbito de la vida y de la salud. Este campo resulta de la alianza entre: (a) el saber, tanto teórico como práctico de la tecnociencia o, mejor dicho, "la determinación pragmática de la teoría"(8, p.271) desarrollada sobre todo por la física experimental y la ingeniería; (b) el saber, también teórico y práctico, desarrollado por especialistas de las ciencias de la vida tales como biólogos y médicos; y (c) el saber, igualmente teórico y práctico, desarrollado por los profesionales de la informática. Es la sinergia de estas tres áreas epistemológicas y técnicas en el campo del saber que indicamos aquí como vigencia del paradigma biotecnológico.

La emergencia del nuevo paradigma biotecnológico hace patente no solamente que existe un "uso práctico de la teoría" (que caracteriza a la tecnociencia desde su inicio) sino también que "el fenómeno mismo de la vida niega las fronteras que suelen separar nuestras disciplinas y campos de trabajo entre sí"(8, p.11).

La re-programación de un sistema vivo puede tener dos objetivos: (1) un objetivo predictivo-preventivo, consistente en evitar alguna característica considerada negativa, responsable de enfermedades, disfunciones o molestias; (2) un objetivo meliorativo o perfectivo, en el sentido de fortalecer sus funciones, reforzar una característica existente o propiciar una nueva, considerada deseable. Pero todo eso ocurre bajo condiciones de incertidumbre y sobre todo con riesgos difícilmente ponderables, lo cual es tanto más grave si la intervención tiene fines meliorativos, o sea, estimables como superfluos, que si se hace con objetivos terapéuticos. En todo caso, es posible considerar que la vida se convierte en "un experimento con apuestas y riesgos crecientes, que la libertad del hombre, preñada de peligros, puede llevar tanto a la catástrofe como al éxito"(8, p.10).

Posiblemente fue Hans Jonas el más preclaro de los observadores críticos del paradigma biotecnológico y de las cuestiones morales inéditas que implica. Pensando en una nueva ética, planteó el principio de responsabilidad óntica, según el cual lo principal era asegurar que el ser humano siga existiendo a futuro(9). Algo más tarde, pero también enfocado a los problemas de la ética aplicada en el campo biotécnico, G. Hottois acuñó el término de "paradigma bioético"(10).

La potencia instrumental y la capacidad práctica de la biotecnociencia son profundamente inquietantes, al mismo tiempo que acusan una fuerte resistencia de la razón pragmática frente a consideraciones éticas. Imperativo tecnológico fue el término con que Jonas caracterizó esta dinámica del saber hacer que no se deja frenar por temores o preocupaciones de orden valórico. Si todo lo que se puede hacer se hará, nace la pregunta acaso la reflexión bioética tenga alguna posibilidad de influir sobre los acontecimientos. El propio Jonas parece escéptico frente a esa posibilidad cuando afirma que "el uso de la teoría científica es imparable, pues parar su uso querría decir parar la teoría misma, y no nos está permitido detener la marcha del saber: si no a causa de las ganancias que el saber proporciona, sí en cualquier caso en atención a los costos que supondría esa detención" y porque "tanto la honradez como la lógica nos vedan el camino de vuelta a la posición clásica"; en suma, porque "la teoría misma se ha convertido en un proceso que (…) comporta su propio uso práctico, y no se la puede ´poseer´ de otra manera"(8, p.276). Además, si eso vale para la mera teoría (como podría ser el análisis filosófico de lo vivo) debe valer a fortiori para la tecnociencia y las biotecnologias modernas en las cuales no sólo "la teoría está en función del uso en la misma medida en que el uso está en función de la teoría".

Por ende, tecnociencia y biotecnologías traen para el ser humano un "nuevo reino de la necesidad" en substitución de las necesidades que ellas pretendían satisfacer, razón por la cual Jonas concluye que "si equiparamos el reino de la necesidad a la 'caverna' de Platón, observamos que la teoría científica no nos saca de ella, ni su aplicación práctica es una vuelta a la misma: nunca la ha abandonado"(8, p.277). Mas, ¿qué se puede hacer en la caverna de Platón? ¿Qué rol puede jugar la bioética considerando la situación denunciada por Jonas?

El quehacer de la bioética en la caverna de Platón

Si consideramos que la bioética es una ética aplicada, le corresponde una doble tarea: una descriptiva y de esclarecimiento, la otra normativa y de propuesta decisional. La primera se acerca a la tarea que Platón atribuye al filósofo al retornar a la caverna, es decir, la tarea de la bioética sería analizar los hechos y el proceso biotecnológico del modo más imparcial posible, ponderando a la luz de la razón -que es la heredera del antiguo logos– los argumentos en pro y en contra del cultivo de la biotecnociencia en general y de cada caso específico de su aplicación.

El papel de la teoría es evitar cualquier tipo de fundamentalismo en el análisis moral y sugerir, por ende, que las decisiones a tomar sean acuciosa y ponderadamente estudiadas. En particular, la teoría permite que las biotecnologías sean miradas no solamente en su potencial de amenazas hacia "el futuro total"(8, p.323), sino también en sus posibles y probables beneficios para los seres vivos y, naturalmente, los seres humanos. Es discutible la idea de Jonas, in dubio pro malo, pues puede tener por consecuencia la inacción y en ese caso habrá que justificar, con buenos argumentos, por qué el no actuar implica menos riesgos que el actuar, visto que la falta de beneficios también puede ser un efecto negativo. En otras palabras, admitiendo que tanto la acción como la inacción pueden ser comportamientos de riesgo, la bioética necesita de mucha competencia para ponderar riesgos y beneficios, aplicando el principio de prudencia a su vez prudentemente, aun ante la tentación de controlar y restringir los proyectos biotecnológicos. Pero en aquellas situaciones, cada vez más frecuentes, en que la ponderación de beneficios vs. riesgos sea demasiado incierta, habrá que tener en cuenta el escepticismo de Jonas, quien llamaba a la frugalidad en situaciones de mucha incertidumbre, tanto más si se considera que la evolución de la tecnociencia ha sido hacia mayor complejidad y un aumento tanto de los riesgos efectivos(11), como del temor a estos riesgos(12). Frugalidad y prudencia deben estar tanto más presentes en la fase tres de la biotecnociencia, donde los efectos de la intervención humana en la vida son difíciles de predecir e irreversibles.

La biotecnociencia influye sobre la sociedad en general y altera las relaciones culturales que en su seno se despliegan. Debido a estas vastas transformaciones la biotecnociencia es indiscutiblemente un nuevo paradigma epistemológico y pragmático. El debate en torno a los logros, los valores y los riesgos de la biotecnociencia no pueden reducirse a una discusión en el cenáculo de expertos, siendo función de la bioética lograr que la labor de esclarecimiento, la iluminación de la caverna o la mostración del camino para salir de ella, han de hacerse en forma ampliamente comunicativa, por cuanto las resoluciones que emanen de la reflexión bioética deberán reproducir el sentir y el pensar de la sociedad in toto e, idealmente de acuerdo con Habermas, de cada uno de sus miembros(13). Más allá de la sustentabilidad económica que suele ser analizada para empresas tecnocientíficas de alto costo, se trata de plantear y dirimir la sustentabilidad social, vale decir, el espectro y la magnitud de los riesgos que la sociedad está dispuesta a asumir en vista de los beneficios a esperar.

El esclarecimiento ciudadano genera recomendaciones y resoluciones para la biotecnociencia; esta normativa tiene por objetivo evitar abusos de poder de empresas biotecnológicas, instituciones tecnoburocráticas y del mercado. Se puede llamar a este primer plano de interacción de la bioética con la biotecnociencia una condición necesaria para el control de la actividad biotecnológica.

También de Jonas proviene el escepticismo de que la biotecnología sea regulable a través de un discurso bioético, por muy amplia que sea su base social. Pero, plantea el mismo autor, la magnitud de los acontecimientos impide entregarse al desaliento, pues "en los instantes de la decisión, cuando todo nuestro ser se pone en juego, sentimos como si estuviésemos actuando ante la mirada de la eternidad "(8, p.309) . El instante de la decisión ya no es solamente el de la acción individual a corto plazo sino, ante todo, el momento del "género humano en su obrar social global" visto que "ninguna escondida moralidad en la existencia privada, sólo la acción pública y colectiva en pos de efectos que se produzcan aquí, puede conjurar ese peligro, y no sabemos qué alianzas con el mal tendrá el bien para impedir lo todavía peor, incluso lo absolutamente inadmisible"(8, p.322-3).

Este lenguaje, tal vez un poco rapsódico, requiere de la bioética que lleve el debate público más allá del mero esclarecimiento, proponiendo mecanismos decisionales que sean vinculantes para apoyar o frenar una determinada práctica biotecnológica. Este segundo plano operacional e interaccional constituye la condición suficiente para el control de la actividad biotecnológica.

El control de actividades riesgosas conlleva, a su vez, los riesgos del control. El control tecno-burocrático de la ciencia por el Estado, actualmente muy reducido en su gestión científica, debe evitar la propagación de políticas autoritarias e incluso dictatoriales, de tan triste memoria por sus nefastos efectos sobre el desarrollo de la ciencia. Por otra parte, el control ciudadano ha de ser esclarecido y respetuoso del multiculturalismo, a objeto de evitar que dogmatismos y fundamentalismos retrasen el progreso de ciencia y técnica en áreas de beneficio social y de mejor cobertura de necesidades primarias. Las actividades regulatorias deben, a su vez, ser cuidadosamente analizadas, con lo cual se establece un tercer plano de interacción entre bioética y biotecnociencia, caracterizado por el control del control.

Especial cuidado debe tener la reflexión bioética al evaluar la tendencia de la biotecnociencia a aumentar las brechas entre los que acceden a ella y quienes quedan marginados. Mientras más complejas y costosas, más privadas son las iniciativas tecnocientíficas y biotecnocientíficas, de manera que sus productos se vuelven artículos de lujo sólo accesibles a los pudientes en naciones desarrolladas y en desarrollo. Un aspecto perverso de esta distribución asimétrica es que los beneficios quedan en pocas manos en tanto que los riesgos invaden ámbitos mucho más amplios y producen deterioros de calidad de vida -medio ambiente poluto y tóxico, alimentos transgénicos de altos costos, congestiones urbanas- que afectan a toda la ciudadanía. Más allá de esta falta de ecuanimidad en la distribución de beneficios y daños/riesgos, la bioética ha de velar porque no se produzca el fenómeno inverso, de una contracción biotecnológica en áreas que desprotejan las necesidades de los más desposeídos. En este plano la bioética pregunta por la sustentabilidad ética de los proyectos -ecuanimidad en la distribución de beneficios y riesgos-, constituyéndose el control de la equidad de ciencia y técnica.

Conclusiones

Con la introducción a gran escala de las técnicas de intervención genética, se inicia una nueva era biotecnocientífica, con un potencial de efectos positivos pero también negativos, que sobrepasan los límites espaciotemporales hasta ahora conocidos. Ello genera por un lado la esperanza de obtener nuevos instrumentos técnicos para mejorar la adaptación del ser humano, y de los seres vivos en general, al medio ambiente, pero, por otra parte, abre también los temores de generar daños y riesgos de incalculable dimensión y que, por su irreversibilidad, tendrían efectos transmitidos a futuras generaciones.

Esta notable expansión de la razón instrumental debe acompañarse de una fortificación a nivel social de la ponderación valórica, lo cual asigna a la bioética la tarea de enriquecer y robustecer el discurso comunicativo. Esta tarea tiene un componente reflexivo fundamental, pero que sólo será eficaz si logra generar mecanismos de recomendación y de resolución que ayuden a regular las actividades biotecnocientíficas en respeto del bien común.

Notas

* Trabajo realizado durante la permanencia postdoctoral de Fermín Roland Schramm en la Universidad de Chile.

Referencias

1. Potter VR. An essay review of global responsibility in search of a new world ethics. Perspectives in Biology and Medicine 1994; 37: 546-550.

2. Hottois G. Bioéthique. In: Hottois G, Parizeau MH (eds). Les mots de la bioéthique. Bruxelles: De Boeck-Wesmael; 1993. p. 52.

3. Kottow M. Introducción a la bioética. Santiago de Chile: Universitaria; 1995.

4. Kuhn T. The structure of scientific revolutions. Chicago: The University of Chicago Press; 1962.

5. Schramm FR. Paradigma biotecnocientífico e paradigma bioético. In: Oda LM (ed). Biosafety of transgenic organisms in human health products. Rio de Janeiro: Fiocruz; 1996. pp. 109-127.

6. Thompson PB. Food biotechnology’s challenge to cultural integrity and individual consent. Hastings Center Report 1997; 27: 34-38.         [ Medline ]

7. Varela F. El fenómeno de la vida. Santiago de Chile: Dolmen; 2000.

8. Jonas H. El principio vida: hacia una biología filosófica. Madrid: Trotta; 2000.

9. Jonas H. Das Prinzip Verantwortung. Frankfurt a. M.: Insel Verlag; 1979.

10. Hottois G. Le paradigme bioéthique: une éthique pour la technoscience. Bruxelles: De Boeck-Wesmael; 1990.

11. Beck U. Risikogesellschaft. Auf dem Weg in eine andere Moderne. Frankfurt a. M.: Suhrkamp Verlag; 1986.

12. Luhmann N. Ökologische Kommunikation. Opladen: Westdeutscher Verlag; 1986.

13. Habermas J. Moralbewusstsein und kommunikatives Handeln. Frankfurt a. M.: Suhrkamp Verlag; 1981.

Fermín Roland Schramm*; Miguel Kottow Lang**

* Profesor Visitante de la Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Ph.D. Investigador Asociado de la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fundación Oswaldo Cruz de Río de Janeiro. Brasil Correspondencia: Escola Nacional de Saúde Pública da Fundaçao Oswaldo Cruz. Rua Leopoldo Bulhoes 1480, Sala 921. Manguinhos, Río de Janeiro, RJ, 21041-210, Brasil. ** Magíster en Sociología. Doctor en Medicina. Profesor Titular de la Universidad de Chile, Facultad de Medicina y Facultad de Filosofía y Humanidades. Chile.

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