Descargar

Renuncia a los placeres para hacer la voluntad de Dios


  1. Confianza total
  2. Abandono en Dios
  3. El Plan de Dios
  4. No tengas miedo
  5. Consagración a Jesús
  6. Oraciones
  7. Conclusión
  8. Bibliografía

Todo lo que hagas, hazlo por amor a Dios y a los demás. Nunca hagas algo por puro placer. Hazlo todo con sentido sobrenatural, ofreciéndolo a Dios con amor. Puedes decir a cada instante: Señor, es por tu amor. Nunca hagas algo que sea malo, de acuerdo a tu criterio personal, pues estarías rechazando directamente la voluntad de Dios. Ser santo es cumplir siempre la voluntad de Dios. Es vivir el Padrenuestro de verdad, cuando decimos: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

¿De verdad quieres hacer la voluntad de Dios? ¿De verdad quieres ser santo?

Entonces, recuerda que ser santo es amar a Dios hasta el punto de hacer siempre lo que le agrada. Así fue la vida entera de Jesús. Él mismo dice: El que me envió está conmigo y yo hago siempre lo que es de su agrado (Jn 8,29). Y llegó al extremo de hacerse semejante a los hombres y en la condición de hombre, se humilló hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz (Fil 2,8).

Y decía: Yo he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió (Jn 6,38). Por eso, en el momento más difícil, cuando estaba en el huerto de Getsemaní sudando sangre, puesto de rodillas, oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya (Lc 22, 41-42).

Ven, Espíritu Santo, transfórmame, cámbiame, ilumíname, ayúdame, hazme un hombre nuevo y llena mi corazón de tu amor para amar a todos sin distinción. Y dame la gracia de cumplir siempre la voluntad de Dios para amarlo con todo mi corazón.

No se trata de hacer nada extraordinario en tu vida sino de vivir cada momento pendientes de la voluntad de Dios para poder cumplirla.

Ahora bien, ¿cómo conocemos la voluntad de Dios? Viviendo cada momento con paz y aceptando las cosas que nos suceden como venidas de la mano de Dios, lo mismo las agradables que las desagradables. Y haciendo lo que debemos hacer por amor, como una ofrenda amorosa a nuestro padre celestial, es decir, haciendo todo bien hecho.

Hacer la voluntad de Dios es vivir el momento presente, pendientes de agradar a Dios, pensando siempre en cómo hacerlo feliz. He ahí el punto clave: QUERER HACER FELIZ A DIOS. Y Él no se dejará ganar en generosidad y nos dará una inmensa alegría interior, que nos hará compartirla con los que nos rodean.

Cumplir la voluntad de Dios significa dejarse llevar por Dios como un niño en brazos de su madre. Es olvidarse de uno mismo para pensar siempre en Él y en los demás. Es eliminar de nosotros todo temor por la muerte, enfermedades o peligros, confiando en Él.

Podemos atravesar tempestades de tentaciones o de enfermedades, de desalientos o de sequedades de espíritu; pero si, seguimos confiando en Dios, en el fondo del alma, tendremos paz.

Nada debe temer el alma que confía y desea cumplir la voluntad de Dios. Si cae o comete errores, sabe que está en las manos de un Dios amoroso y, al igual que un niño pequeño, sabe que su Padre arreglará las cosas y todo lo permite por su bien. Y, por eso, puede decir con el Salmo 23:4 Aunque pase por un valle de tinieblas, no temeré mal alguno, porque Tú estas conmigo.

El artista divino dirige su obra, aunque no veamos las maravillas que hace en nosotros. Por eso, confiemos en Él, confiemos en su poder para hacer milagros. Dejémosle obrar y digamos con el salmista: En Dios confío y nada temo, ¿qué podrá hacer un hombre contra mí? (Sal 56, 12). El Señor ha hecho milagros en mi favor (Sal 4, 4).

Jean Pierre de Caussade habla de abandonarse confiadamente en la providencia de Dios, cumpliendo en cada momento su santa voluntad. Dice: Todo lo que sucede en cada momento lleva en sí el sello de la voluntad de Dios.

La máxima sublime de la espiritualidad es el abandono puro y entero a la voluntad de Dios para ocuparse enteramente en amarle y obedecerle, apartando temores e inquietudes, producidas por el cuidado de la salvación o de la propia perfección.

Cuando estemos enfermos en cama, digamos al Señor: "Hágase tu voluntad" y repitámoslo cien y mil veces, pues con ello daremos más gloria a Dios que con todas las mortificaciones y devociones que podamos practicar.

La voluntad de Dios es que estés sano, algunas veces, otras que estés enfermo. Si la voluntad de Dios es dulce para ti cuando estás sano, y amarga cuando estás enfermo, no eres de corazón perfecto. ¿Por qué? Porque no quieres encauzar tu voluntad a la voluntad de Dios, sino que pretendes torcer la de Dios a la tuya.

No tiene importancia que los actos que hacemos sean grandes o pequeños con tal de que se cumpla la voluntad de Dios. Aspiren a menudo a la unión de su voluntad con la de nuestro Señor. La verdadera grandeza consiste en hacer totalmente y con perfección la voluntad de Dios.

Dadme muerte, dadme vida,

dad salud o enfermedad,

honra o deshonra me dad,

dadme guerra o paz cumplida,

flaqueza o fuerza a mi vida,

que a todo diré que sí.

¿Qué queréis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza,

dad consuelo o desconsuelo,

dadme alegría o tristeza,

dadme infierno o dadme cielo,

vida dulce, sol sin velo,

pues de todo me rendí.

¿Qué mandáis hacer de mí?

Si queréis, dadme oración;

si no, dadme sequedad,

si abundancia o devoción

y si no esterilidad.

Soberana Majestad,

sólo hallo paz aquí.

¿Qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, para Vos nací.

¿Qué mandáis hacer de mí?

Confianza total

La confianza total en Dios, cumpliendo su santa voluntad, es condición indispensable para ser santo y crecer en el amor de Dios. Confiar en Él sin condiciones es la mayor alegría que le podemos dar a nuestro Padre Dios. Por eso, le decía Jesús a una religiosa: Si me amas, confía en Mí. Si quieres amarme más, confía más en Mí. Si quieres amarme inmensamente, confía inmensamente en Mí.

Cuando uno ama a Dios y cree en su amor, entonces puede decir con toda confianza: Señor, haz de mí lo que quieras, cuando quieras y como quieras. Y podríamos decir como Job: Aunque Él me matara, seguiría confiando en Él (Job 13,15).

Cuidad de no dejaros vencer por la ansiedad y la inquietud, porque no hay cosa que más impida el caminar por la senda de la perfección que las inquietudes y la ansiedad. Colocad vuestro corazón en las llagas benditas de Jesús. Tened confianza en su misericordia y bondad que Él no os abandonará jamás.

¿Eres capaz de entregarte con confianza y de darle tu vida entera? Di Conmigo:

Señor, me entrego totalmente a Ti y para siempre.

Me pongo en tus manos sin medida.

Porque Tú eres mi Dios y yo confío en Ti.

Señor, dame lo que quieras,

toma de mí lo que quieras,

todo lo acepto como venido de tus manos divinas.

Yo confío en Ti.

Quítame el miedo al sufrimiento y a la muerte.

Hazme un hombre nuevo y dame una paz inmensa

para que nunca dude de tu amor y nunca desconfíe de Ti.

Te amo, Señor, y quiero amarte con todo mi corazón.

Jesús, yo te amo y yo confío en Ti.

Amén.

Abandono en Dios

Abandonarnos confiadamente en las manos de Dios es dejarse llevar, sabiendo que Él cuida de nosotros y quiere lo mejor para nosotros. Abandonarse es fiarse de Dios, es entregarle la responsabilidad de nuestra vida.

¿Eres capaz de fiarte de Dios? ¿Eres capaz de entregarle todo lo que eres y todo lo que tienes sin condiciones? ¿Crees realmente que Él te ama y quiere lo mejor para ti? Ahí está la clave.

Abandonarse en Dios significa creer firmemente en su amor infinito, es dejarse perder en Él como la gotita de agua que cae al océano. Abandonarse es darse de verdad con total sinceridad y para siempre. El abandono es la autopista regia para llegar a Dios y el camino más rápido para llegar a Él, pues el abandono supone amor, confianza y entrega total. Abandono y confianza van de la mano del amor. Todo es por amor. Es vivir totalmente para Dios en vida.

Ahora bien, eso no quiere decir que recibamos continuamente gozos y alegrías del Señor. Nos puede dejar en el silencio, como abandonados; sin sentir nada, sin ver nada ni oír nada. Pareciera que Dios se ha alejado de nosotros y no respondiera a nuestra oración o a nuestro dolor. La sequedad invade nuestra alma y nos sentimos solos. Sí, es duro a veces, el silencio de Dios. Conozco una religiosa que me decía lo duro que le resultaba esto. Se pasaba la noche en la capilla y nada. Ni siquiera un gracias por la visita. Salía al jardín y las flores la alegraban, los pájaros también, pero Dios callaba. Y algunos días hasta le parecía que todo era absurdo y que la fe era una farsa y que no había nada después de la muerte. Era la tentación, era el Getsemaní, era la noche oscura.

Y, entonces, se preguntaba: ¿Por qué, por qué, por qué Dios me ha abandonado? Y creía que se debía a sus pecados, a su poca fidelidad o simplemente a la falta de verdadera oración. No podía orar, se aburría, se cansaba. Todo le parecía oscuro y triste… Pero, de pronto, en algún momento, salía el sol en su alma, y era como un destello divino, todo se aclaraba, todo era luz y belleza, todo era alegría…Y, después, otra vez la oscuridad y el silencio… Es dura la noche oscura del espíritu, pero es necesaria para romper con todas las ataduras y sólo quedarse con Dios. Sólo Dios y nada más que Él…

El abandono es lanzarse al vacío sin saber qué hay después. Sin luces que guíen el camino. Es seguir confiando, aun cuando veamos a los malos triunfar y burlarse de Dios; aunque lluevan todos los infortunios sobre nosotros y todo a nuestro alrededor sea ruina y fracaso. No importa, Dios es más grande que todo y puede sacar triunfos hasta de las derrotas humanas. Tener fe es decir en medio la oscuridad: Señor, creo en Ti y confío en Ti.

Por eso, cuando todo sea oscuro en torno a ti, cuando tiren por el suelo tu prestigio, cuando te enteres que te queda un mes de vida, cuando te traicionen tus mejores amigos, cuando estés en medio del miedo y de la angustia, confía en Él. No pierdas la esperanza. Dios es más grande que tus problemas y dificultades. Puedes confiar en Él, pues nada sucede por casualidad y Dios todo lo permite por tu bien (Rom 8,28).

El alma que se abandona a Dios y le deja el timón de su barca, boga con tranquilidad en el océano de esta vida en medio de las tempestades del cielo y de la tierra, mientras que los que quieran gobernarse ellos mismos están en continua agitación y, no teniendo por piloto más que su voluntad inconstante y ciega, acaban en un funesto naufragio después de haber sido juguete de los vientos y de la tempestad.

Abandonémonos completamente en Dios, dejémosle todo el poder de disponer de nosotros; comportémonos como sus verdaderos hijos, sigámosle con verdadero amor; confiémonos a Él en todas nuestras necesidades. Dejémosle obrar y Él nos proveerá de todo en el tiempo, en el lugar y del modo más conveniente: Él nos conducirá por caminos admirables al reposo del espíritu y a la dicha a que estamos llamados a gozar, incluso en esta vida, como un anticipo de la eterna felicidad que nos ha prometido.

El abandono es el fruto delicioso del amor. Por consiguiente, cuando tengas miedo, cierra los ojos y di con fe:

Jesús, yo te amo y yo confío en Ti. Y no quedarás defraudado. Jesús le aseguraba: Tú piensa sólo en amarme. Yo pensaré en ti y en todas tus cosas hasta en los más mínimos detalles. Y la palabra de Dios te dice: El que confía en Dios, es fuerte como un león (Prov 28,1). Y Él mismo te asegura: Yo nunca te dejaré ni te abandonaré (Jos 1,5; Heb 13,5).

Vale la pena fiarse de Dios y amarlo hasta la entrega total. Él no nos va a defraudar. Él tiene contados hasta los cabellos de nuestra cabeza (Lc 12,7). Y Él es fiel. Jesús mismo nos dice que debemos entregarnos sin temor: No tengas miedo, solamente confía en Mí (Mc 5,36).

Digamos: Señor, quiero todo lo que Tú quieras de mí; lo quiero, porque Tú lo quieres; lo quiero como Tú lo quieres y hasta cuando Tú lo quieras. Es lo mismo que decía san Pablo: Si vivimos, vivimos para el Señor. Si morimos, morimos para el Señor y tanto en la vida como en la muerte somos del Señor (Rom 14,8). Nuestra vida le pertenece; así que, al entregársela y abandonarnos en sus brazos divinos, no hacemos nada de extraordinario, sino simplemente reconocer que todo lo nuestro es suyo.

Digámos con sinceridad: Padre mío, yo no sé nada. Tú lo sabes todo. En tus manos me pongo. Haz de mí lo que Tú quieras. Estoy de acuerdo con todo lo que has permitido y vayas a permitir para mí. Hágase en todo tu santa voluntad… Así desaparecerían los temores y vendría la paz. Un ejemplo práctico nos lo presenta el gran místico alemán del siglo XIV Juan Tauler.

Un día, al salir de la iglesia, (Juan) vio a un mendigo que pedía limosna. Sus pies estaban heridos, llenos de barro y desnudos. Sus vestidos eran viejos y estaban rotos. Daba pena verlo, pues tenía el cuerpo lleno de llagas. Juan le dio una moneda y le dijo:

  • Que Dios te bendiga y te haga feliz.

  • Soy muy feliz contestó el mendigo. Sé que Dios me ama y acepto con alegría todo lo que me sucede como venido de sus manos. Cuando tengo hambre, alabo a Dios; cuando siento frío, alabo a Dios; cuando recibo desprecio, alabo a Dios. Cualquier cosa que reciba de Dios o que Él permita que yo reciba de otros, prosperidad o adversidad, dulzura o amargura, alegría o tristeza, la recibo como un regalo. Desde pequeñito sé que Dios me ama. Él es sabio, justo y bueno. Siempre he sido pobre y desde pequeño padezco una grave enfermedad, que me hace sufrir mucho. Pero me he dicho a mí mismo: Nada ocurre sin la voluntad o permiso de Dios. El Señor sabe mejor que yo lo que me conviene, pues me ama como un padre a su hijo. Así que estoy seguro de que mis sufrimientos son para mi bien. Y me he acostumbrado a no querer, sino lo que Dios quiere. Siempre estoy contento, porque acepto lo que Dios quiere y no deseo sino que se haga su voluntad. Así que nunca he tenido un día malo en mi vida y tengo todo cuanto pueda desear. Y estoy bien, porque estoy como Dios quiere que esté.

  • ¿Y si Dios lo arrojara a lo más profundo del infierno?

  • Entonces, me abrazaría a Él y tendría que venir conmigo al infierno. Y preferiría estar en el infierno con Él que en el cielo sin Él.

  • ¿Quién es usted realmente preguntó Juán Tauler?

  • Yo soy rey constestó el mendigo.

  • ¿Rey? ¿Y dónde esta su reino?

  • Mi reino está en mi alma, donde vivo con mi Padre Dios.

Entonces por qué no decir: "Yo me dejo, Dios mío, a tu disposición, haz de mí lo que quieras, lo acepto todo, tú eres mi Padre y me amas; haz de mí en el tiempo y en la eternidad lo que sea de tu agrado".

El Plan de Dios

Dios tiene un plan maravilloso para ti, que quizás no has descubierto todavía, pero que te puede ir manifestando poco a poco en el momento menos pensado. Desde ahora, debes tener una actitud positiva y una disponibilidad total para cumplirlo. Y, cuando vengan los momentos difíciles y no comprendas nada y preguntes el por qué, dite a ti mismo: Mi Padre Dios conoce lo que me pasa. Él vela sobre mí. Mi Padre es bueno y yo puedo confiar en Él y estar tranquilo. Pondré de mi parte todo lo que crea más conveniente para solucionar las cosas, pero no me desesperaré, sabiendo que mi Padre está tomando las medidas necesarias para ayudarme y solucionar mi problema.

En esos momentos en que Dios parece ocultarse, es importante acudir a la oración continua y repetir insistentemente: Jesús, yo te amo, yo confío en Ti. Lo cual es como decirle: A pesar de todo y, aunque no entiendo nada ni sé qué hacer, confío en Ti, y te amo. Por eso, nunca reniegues de tu suerte o de los planes de Dios sobre ti. Tú eres muy importante para Dios. Vive tu vida de verdad, con seriedad y sinceridad, con responsabilidad, estando siempre abierto a los planes de Dios. Él puede romper tus proyectos en cualquier momento y abrirte nuevos caminos, inesperados, pero que te llevarán a nuevas aventuras del espíritu, si sabes ver en ellos la mano de Dios. Besa su mano, aunque te lleve por caminos de espinas. Él es un Padre amoroso, que busca tu bien. No te vuelvas atrás, no te desanimes, no lo rechaces. No te lamentes inútilmente de tus caminos oscuros o de tu mala suerte, porque Dios te ama y te necesita así como eres.

Jesús tiene un plan maravilloso que quizás todavía no has descubierto; pero, para cumplirlo, necesita que estés dispuesto a ofrecerte a Él sin condiciones. Él sabe el camino. Él sabe lo que te conviene. Déjate llevar y no temas, porque estás en las manos de un Dios grande y maravilloso, que quiere tu felicidad. Confía en Él.

Cuál es el plan que Dios me ha encomendado?:

En primer lugar, he descubierto que uno de los planes que mi Padre Celestial me ha dado y que e intentado cumplir con mucha alegría y felicidad es el haber estudiado pedagogía en historia y geografía.

En segundo lugar, me ha encomendado realizar obras de caridad que vayan en directa ayuda a los mas necesitados del mundo.

En tercer lugar, me ha dado la oportunidad de ser papá, y esta labor es la mas difícil de todas. Aunque cueste lo que cueste, sé que estoy cumpliendo con mi labor y esta, terminará solamente con mi muerte.

Desde hace cerca de unos 10 años a esta parte, he sentido un "llamado" a predicar la Palabra de Dios. Cómo?. Estudiando La Biblia, escribiendo y compartiendo mis escritos.

Y tú ¿estás dispuesto a lanzarte sin miedo al océano infinito del amor de Dios? Jesús te está esperando con los brazos abiertos y te ama infinitamente. Confía en Él y dile sí a todo lo que te pida.

¿Confías tú en Dios? ¿Crees que Él es bueno y te ama? Vale la pena darle todo y dejarlo todo por seguirlo a Él. Confía en Él y serás feliz. Por eso, dile ahora mismo: Jesús, te acepto como mi Señor y el dueño de mi vida. Me rindo a tus pies y me consagro a Ti en cuerpo y alma. Haz de mí lo que Tú quieras, sea lo que sea, te doy las gracias, porque te amo y confío en Ti, porque Tú eres mi Rey y mi Dios.

Y Jesús podría decirte: Conozco tu miseria y tus pecados, pero te quiero tal como eres. Y, por eso, vengo a pedirte que correspondas a mi amor. Quiero que tú me ames tal como eres en este instante. No necesitas cambiar para amarme. Si para amarme quieres esperar a ser perfecto, no me amarás jamás. ¿No podría yo hacer de cada grano de arena un serafín radiante de pureza y de amor? ¿No podría yo con una señal de mi voluntad hacer surgir de la nada miríadas de santos mil veces más perfectos que tú?

Hijo mío, quiero tu corazón. Estoy a la puerta de tu corazón y espero. Yo, el Rey de los Reyes, espero tu respuesta. Apresúrate a abrirme. No lastimes mi corazón con tu indiferencia o tu falta de confianza. Quiero hacerte un serafín de pureza y amor. Quiero que seas santo. Pero recuerda que debes amarme ahora tal como eres. Sígueme tal como eres. Yo te espero; pero, si me rechazas, respetaré tu decisión y me iré en busca de otras almas que me amen y confíen en Mí.

Hijo mío, no te preocupes del cuidado de tus cosas. No te angusties por el día de mañana. No tengas miedo por el qué dirán. Confía en Mí. Abandónate en mis brazos. Deja en mis manos tu futuro. Y dime frecuentemente: "Jesús, yo confío en Ti". Lo que más me hace sufrir es que dudes de Mí. Si crees que las cosas empeoran, a pesar de haber confiado en Mí, no temas, sigue confiando. A veces, yo me oculto o te cierro los ojos para que no me veas, pero yo estoy siempre a tu lado y cuido de ti. No te preocupes de nada, echa en Mí todas las angustias y preocupaciones, y duerme tranquilo. Dime siempre: "Jesús, yo confío en Ti", y verás grandes milagros. Te lo prometo por mi amor.

Dios no ha prometido

cielos siempre azules

y senderos llenos de flores

a lo largo de toda nuestra vida.

Dios no ha prometido

sol sin lluvia,

alegría sin pena,

paz sin penuria.

Pero Dios ha prometido

fortaleza para el día,

luz en el camino,

la gracia en las pruebas

y su amor imperecedero.

Confía en Él y no temas.

No tengas miedo

Y Jesús le dice a cada pecador: No tengas miedo, alma pecadora, de tu Salvador. Yo soy el primero en acercarme a ti, porque sé que por ti misma no eres capaz de ascender hacia Mí. No huyas, hija, de tu Padre. Ven personalmente a hablar a solas con tu Dios de la misericordia, que quiere decirte palabras de perdón y colmarte de sus gracias. ¡Oh, cuánto te amo! Te he asentado en mis brazos… Yo te daré fuerzas para luchar. ¿Por qué tienes miedo, hija mía, del Dios de la misericordia? Mi santidad no me impide ser misericordioso contigo.

Mi misericordia es más grande que tu miseria y la del mundo entero. Por ti bajé del cielo a la tierra, por ti dejé clavarme en la cruz, por ti permití que mi Sagrado Corazón fuera abierto por una lanza y abrí la fuente de la misericordia para ti. Ven y toma las gracias de esta fuente con el recipiente de la confianza. Jamás rechazaré a un corazón arrepentido.

Ven a menudo a esta fuente de la misericordia y con el recipiente de la confianza recoge cualquier cosa que necesites.

Ofrezco a los hombres otro recipiente con el que han de venir a la fuente de la misericordia para recoger gracias. Ese recipiente es esta imagen con la firma: Jesús, en Ti confío.

¡Que hermoso es repetir constantemente para fortalecer nuestra fe: Jesús, yo confío en Ti! Si Jesús está con nosotros, ¿quién contra nosotros? Ni aunque viniera todo el infierno unido, no podría hacernos nada, porque Jesús está con nosotros y nos defenderá de todo mal.

Si confiamos en Jesús, también debemos ser obedientes, cumplir fielmente nuestras obligaciones y hacer felices a los hermanos que nos rodean. A este respecto, dice Santa Faustina:

Una vez, vine a mi celda tan cansada que, antes de comenzar a desvestirme, tuve que descansar un momento y, cuando estaba desvestida, una de las hermanas me pidió que le trajera un vaso de agua caliente. A pesar del cansancio, me vestí rápidamente y le traje el agua que deseaba, aunque de la cocina a la celda había un buen trecho de camino y el barro llegaba a los tobillos. Al entrar en mi celda, vi un copón con el Santísimo Sacramento y oí esta voz: "Toma este copón y llévalo al sagrario". En un primer momento, vacilé, pero me acerqué y cuando toqué el copón, oí estas palabras: "Con el mismo amor con que te acercas a Mí, acércate a cada una de las hermanas y todo lo que haces a ellas me lo haces a Mí".

Un día ella estaba gravemente enferma y una hermana le dio unas naranjas. Pensó en no comerlas para hacer penitencia por estar en Cuaresma, pero Jesús le dijo: Hija mía, me agradarás más, si por obediencia y por amor hacia Mí comes las naranjas que si, por tu propia voluntad, ayunaras y te mortificaras. El alma que me ama mucho debe vivir de mi voluntad.

Jesús le dijo el día del Corpus Christi de 1937: Hija mía, yo, el Señor, estoy contigo. No tengas miedo de nada, estás en mi Corazón. No tengas miedo, no te dejaré sola. No tengas miedo, yo siempre estoy contigo.

¿Qué más podemos decir? Jesús le pedía a santa Faustina y nos pide a cada uno de nosotros confianza total, sabiendo que Él está siempre a nuestro lado y que nunca nos faltará su gracia y protección. Por eso, en el Evangelio, nos dice, como a Jairo: No tengas miedo, solamente confía en Mí (Mc 5, 36).

Consagración a Jesús

Es una entrega total y sin condiciones a Jesús por todo lo que somos y tenemos. Es una manera de manifestar con claridad que deseamos estar plenamente disponibles para todo lo que Él decida hacer en nuestra vida, porque queremos cumplir siempre su voluntad divina. En una palabra, consagrarse es abandonarse en Jesús y echarse en sus brazos sin temor para aceptar gustosos lo que Él decida para nosotros. Es una dedicación completa, una disponibilidad absoluta y sin condiciones y para siempre. Es, dicho de otra manera, una donación de todo nuestro ser.

A santa Margarita María de Alacoque, Jesús le pidió escribir el testamento de la donación de todo su ser y Él se sintió tan contento que le dijo: Ahora eres toda mía y toda para Mí, para hacer de ti todo lo que me agrade como de mi hija, mi esposa, mi esclava, mi víctima, y el juguete de los deseos de mi Corazón… Te constituyo heredera de los tesoros de mi Corazón para que puedas disponer de ellos a tu gusto a favor de las personas bien dispuestas. Este Corazón será tu fiador, que responderá y pagará por ti.

Su primera consagración a Jesús fue así:

Yo N.N. consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, mi persona y mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, para no servirme de ninguna parte de mi ser sino para honrarle, amarle y glorificarle. Esta es mi voluntad irrevocable: ser toda suya y hacerlo todo por su amor, renunciando de todo corazón a cuanto pudiera desagradarle.

Te elijo, Sagrado Corazón, por el único objeto de mi amor, el protector de mi vida, la garantía de mi salvación, el remedio de mi fragilidad, el reparador de todas mis faltas y el asilo seguro en la hora de mi muerte.

Oh Corazón de amor, pongo toda mi confianza en Ti. Consume en mí todo lo que te desagrade. Que tu puro amor se imprima en lo íntimo de mi corazón de tal modo que jamás te olvide ni me separe de Ti. Te suplico por todas tus bondades, que mi nombre esté escrito en tu Corazón y jamás sea borrado de Él, porque quiero vivir y morir como hija (esclava) tuya para siempre. Amén.

San Juan Eudes enseñaba la siguiente consagración: Jesús, te ofrecemos, donamos y te inmolamos nuestro corazón. Recíbelo, poséelo todo entero; purifícalo, ilumínalo, santifícalo para que en él vivas y reines ahora y siempre por los siglos de los siglos.

San Ignacio de Loyola propone la siguiente consagración: Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer. Tu me lo disteis, a Tí, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed de acuerdo a vuestra voluntad: dame vuestro amor y gracia, que esto me basta.

Una de las claves para cumplir nuestra consagración y entrega total a Jesús. Dice santa Margarita María de Alacoque: Al Espíritu maligno, la obediencia lo abate y debilita sus fuerzas… El diablo no tiene ningún poder sobre los obedientes.

Cuenta la misma santa: En una ocasión, estando con fiebre, me hizo salir la Superiora de la enfermería para hacer los ejercicios, pues era mi turno, y me dijo: "Id, os entrego al cuidado de Nuestro Señor Jesucristo. Que Él os dirija, gobierne y cure según su voluntad". Ahora bien, aunque me sorprendió esto un poco, porque en aquel momento estaba temblorosa por la fiebre, me fui, sin embargo, muy contenta a practicar esta obediencia, por tener ocasión de sufrir por su amor siéndome indiferente la manera que tendría Él de tratarme en mi retiro, ya me hiciera sufrir o gozar. Yo que decía: "Con tal de que Él esté contento y yo le ame, eso me basta".

Pero, apenas estuve postrada en tierra, enteramente transida de dolor y de frío, se me presentó delante, me hizo levantar y prodigándome mil caricias, me dijo Jesús: "Eres toda mía y toda a mi cuidado. Por eso, quiero devolverte sana a los que te han puesto en mis manos enferma". Y me restituyó una salud tan completa que no parecía haber estado mala, de lo cual se admiraron mucho, especialmente mi Superiora, que sabía todo lo sucedido.

Hay que reconocer que no siempre la obediencia es fácil. Con frecuencia, es difícil y cuesta mucho. Precisamente, en esos momentos en que debemos hacer un gran esfuerzo de voluntad, debemos acudir a Jesús, que nos espera en la Eucaristía. La Eucaristía es la fuerza de la vida, la energía del alma.

En el sagrario está Jesús Eucaristía, esperándonos como un amigo para ayudarnos y consolarnos. No importa lo que digan o hagan de nosotros. Jesús nos dará la fuerza necesaria para superarlo todo. ¡Qué hermoso es ir a desahogarnos ante Jesús eucarístico! ¡Cuánta paz se siente en su presencia! Santa Faustina Kowalska decía: …Del sagrario tomo fuerza, poder, valor, luz. Allí busco alivio en los momentos de angustia. Toda la fuerza me viene del Santísimo Sacramento. Solamente en la eternidad podremos conocer qué gran misterio cumple en nosotros la santa comunión. ¡Son los momentos mas preciosos de mi vida!. Él es mi escudo; sin Ti, Jesús, no sé vivir.

Jesús nos espera como un amigo y nos ha prometido alivio y consuelo: Venid a Mí los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré (Mt 11,28).

Jesús Eucaristía nos devolverá la paz y con Él podremos seguir adelante a pesar de las dificultades de cada día. Con Él podremos vivir y decir: Jesús, yo te amo; yo confío en Ti.

Oraciones

Señor, estoy en tus manos. Sólo tengo un deseo: cumplir en cada instante tu santa voluntad. Ayúdame a dejarme llevar por ti. Hazme completamente disponible a tus designios sobre mí. Y, cuando me pidas algo que me cueste, dame fortaleza para dártelo. No quiero negarte nada, no quiero decirte nunca No, ni un SI a medias; sino un SI entero y total. Sé que me amas y, por eso, quiero agradecerte por mi vida y por todo lo que me has regalado. Quisiera hacer de mi vida una sinfonía de amor para amarte sin cesar. Gracias, Señor, te amo con todo mi corazón.

* * * * * *

Señor Jesús, en este momento de mi vida, quiero entregarme a Ti sin condiciones ni limitaciones. Quiero ser tuyo para siempre. Me consagro a Ti y me postro a tus pies para entregarte todo lo que soy y tengo: mi alma, mi cuerpo, mi pasado, mi presente, mi futuro, mi familia, mis deseos de santidad, mis ilusiones y esperanzas, mi salud, mis amistades… Todo lo pongo en tus manos para llegar a Ti y amarte con todo mi ser. Puedes quitar o poner lo que Tú quieras. Te entrego mi vida para que la conduzcas a partir de ahora. Confío en Ti y me pongo en tus manos como un niño en brazos de su madre. Gracias, Señor, por amarme tanto. Haz de mí lo que tu quieras, lo acepto todo con inmensa paz, porque Tú eres mi Padre y me amas y quieres lo mejor para mí.

* * * * *

Toma mi corazón, Jesús del alma mía,

tan pobre como es, es todo para Ti.

Con él te quiero dar, por manos de María,

todo lo que ahora soy y todo lo que fui.

En tu misericordia arrojo mi pasado,

dejo a tu providencia mi porvenir, Señor.

El momento presente sólo me he reservado

para emplearlo siempre en probarte mi amor.

Toma mi corazón, es tuyo, todo tuyo.

Me abandono en tus manos para siempre. Amén.

* * * * * *

En las horas más tristes de mi vida,

cuando todos me dejen, Jesús mío,

y el alma esté por penas combatida,

que pueda repetir hasta la muerte:

¡Sagrado Corazón, en Vos confío,

porque creo en tu amor para conmigo!

Dios mío, me pongo en tus manos

con lo poco que soy,

contento de ser como soy.

Si alguna vez sentí tristeza

y vergüenza de ser así,

te pido perdón por haberme

avergonzado de la obra de tus manos.

Te doy gracias por haberme

hecho como soy.

Y acepto con gratitud mi cuerpo con

todos sus detalles,

este temperamento, esta inteligencia

y todo lo que soy como persona.

Gracias, Señor, por haberme

hecho así.

* * * * * *

Señor, acepto una por una todas mis enfermedades y todos mis defectos. En tu sabiduría divina organizaste así mi vida para Ti. Estoy de acuerdo, lo acepto todo como venido de tus manos, que se haga en mí tu santa voluntad. En tus manos pongo mi vida y mi muerte, mi salud o enfermedad. Todo lo pongo en tus manos. Haz de mí lo que tú quieras, yo te amo y te doy gracias con todo mi corazón.

* * * * * *

Padre mío, me pongo en tus manos,

haz de mí lo que Tú quieras,

sea lo que sea, te doy gracias.

Estoy dispuesto a todo,

lo acepto todo,

con tal de que tu voluntad

se cumpla en mí

y en todas tus criaturas;

no deseo nada más, Padre.

Te confío mi alma, te la doy

con todo el amor de que soy capaz,

porque te amo y necesito darme.

Me pongo en tus manos sin medida,

con una inmensa confianza,

porque Tú eres mi Padre.

Amen

Conclusión

Podemos concluir que, para ser santos es preciso entregarse totalmente a Dios. Dios necesita tener las manos libres para hacer su obra de amor en nosotros. Dios quiere que seamos santos y lo único que nos pide es una entrega total, sin condiciones. Eso significa aceptarlo todo como venido de sus manos divinas y hacer siempre lo que consideramos que es su santa voluntad. No es preciso nada más. No hay que hacer grandes penitencias ni ir a visitar santuarios lejanos ni hacer largas y costosas oraciones. Ser santo es llevar una vida entera de amor a Dios y a los demás. Y, para conseguirlo, es necesario dejarse amar por Él y dejarse llevar por Él. Dios tiene unos planes distintos de los nuestros y, con frecuencia, nos rompe nuestros esquemas. Él conoce el camino, dejémosle hacer y digamos en cada momento: Hágase tu santa voluntad.

El abandono total es dejarle actuar con total libertad. Entonces, a pesar de los momentos difíciles y dolorosos que sucedan, una paz inmensa brillará en el fondo del alma y Dios nos hará gustar la felicidad incomparable de su amor. Quizás pasemos por momentos de oscuridad, por momentos de incertidumbre, pero eso es necesario para despegarnos de todas las criaturas y cosas materiales para que el abandono sea completo y lo único que cuente para nosotros sea Dios, sólo Él. Y nada más que Él.

Te deseo que seas sant/o, que ames a Dios con un corazón total. Abandónate en los brazos infinitos de Padre y no temas, porque el amor expulsa el temor. Que seas feliz y que ayudes a ser felices a todos tus hermanos.

Bibliografía

  • Álvarez Icaza María Angélica, Memorias, Libreta No. 8.

  • Boada i Rafi Jaume, Fijos los ojos en Jesús.

  • Caussade, Jean Pierre, El abandono en la divina providencia.

  • González Marcelo, La Trinidad: un nuevo nombre para Dios.

  • Juan XXIII, Diario, Ed. Cristiandad.

  • Larrañaga Ignacio, Dios adentro, Ed. Paulinas, Lima, 2004.

  • Martínez José Julio, Éstos dan con alegría.

  • Salerno Giovanni Misión andina con Dios, segunda edición.

  • San Alfonso de Ligori, La conformidad con la voluntad de Dios.

  • San Claudio, El abandono confiado a la divina providencia.

  • San Francisco de Sales, Tutte le lettere I, Roma, 1967.

  • Santa Faustina Kowalska, Diario, Stockbridge, Massachussetts.

  • Santa Margarita María de Alacoque, Autobiografía.

 

 

Autor:

Jorge Edgardo Oportus Romero