Teología y Filosofía: ¿Son dos mundos inmersos?
Mientras exista en el reflexionar del hombre un vestigio, una huella; que ilumine el origen y el fundamento que lo constituyen a él, como un ser pensante; filosofía y teología serán dos mundos inmersos en una misma interrogante esencial: ¿qué somos? Entonces aquella sentencia de Kant: "Yo infiero y concluyo que puedo tener conciencia de mi existencia fuera de la experiencia", alcanza una connotación trascendental en los textos compartidos por los filósofos y teólogos.
Les invito analizar algunos fragmentos que nos permiten seguir en los dos caminos paralelos sobre la realidad; lo que yo conozco está integrado por dos elementos: lo dado y lo que pongo yo. Lo dado es un caos de sensaciones; pero, el caos es justamente lo contrario del saber. Yo hago algo con ese caos de sensaciones. ¿Qué hago? Lo ordeno, en primer lugar, en el espacio y en el tiempo; luego según las categorías. Entonces, con el caos de sensaciones, yo he hecho cosas; no son cosas en si, sino fenómenos, sujetos al espacio y al tiempo.
Ahora bien, el espacio y el tiempo ¿son ellos cosas en si? No, no son cosas. ¿Qué son pues? Kant dice que son intuiciones puras; son las formas a priori de la sensibilidad. La sensibilidad no es solo algo receptivo, sino que es activa. Imprime su huella en todo lo que aprehende; tiene sus formas a priori.
Estas formas que la sensibilidad da a las cosas que le vienen de fuera son el espacio y el tiempo. Son las condiciones necesarias para que yo perciba, y estas las pongo yo. Son algo a priori, que no conozco por la experiencia, sino al contrario: son las condiciones indispensables para que yo tenga experiencia. Son las formas donde alojo mi percepción; son pues, algo anterior a las cosas, perteneciente a la subjetividad.
Las cosas en si son inaccesibles, no puedo conocerlas, porque en cuanto las conozco ya están en mi, afectada por mi subjetividad; las cosas en si ?noúmenos- no son espaciales ni temporales, y a mi no se me puede dar nada fuera del espacio y del tiempo. Las cosas tal como a mí se me manifiestan, como me aparecen, son los fenómenos.
Kant distingue dos elementos en el conocer: lo dado y lo puesto. Hay algo que se me da [un caos de sensaciones] y algo que yo pongo [La espacio-temporalidad], y de la unión de estos dos elementos surge la cosa conocida. El pensamiento, pues, al ordenar el caos de sensaciones, hace las cosas. Puesto decía Kant que no era el pensamiento el que se adaptaba a las cosas, sino al revés. Pero, no es el pensamiento solo el que hace las cosas, sino que las hace con el material dado. La cosa pues, distinta de la cosa en si incognoscible, surge en el acto del conocimiento trascendental.
Ahora bien, yo tengo la percepción de un Dios, de éste tengo esa percepción como un conjunto de sensaciones en las cuales estoy viviendo, que están en mi. La vivencia es, pues, inmanente a mi, está dentro de mi. Es una modificación de mi mismo, de mi conciencia; pero, esa vivencia señala hacia Dios que existe independientemente de mí en el mundo real. Ese Dios señalado por mi vivencia, contenida intencionalmente en mi vivencia, pero hacia la cual mi vivencia señala, ese Dios, es trascendente.
De modo que en toda vivencia hay vivencia misma que es inmanente al yo, y hay el objeto de la vivencia que es trascendente al yo. Pues bien, si tenemos este sentido de la palabra trascendente, vamos a comprender el sentido que le da Kant a esta palabra, para Kant el objeto del conocimiento no es un objeto cuya realidad sea en si y por si, sino que tiene una realidad, distinta de mi vivencia, ciertamente, pero no en si y por si, sino que tiene una realidad objetiva, cuya objetividad no es lo que es, sino en relación con el sujeto. Es decir, que el objeto es para el sujeto y el sujeto es en tanto en cuanto conoce al objeto. Son correlativos objeto y sujeto.
Esta correlación, en la pareja sujeto y objeto, es la que Kant acentúa. Por consiguiente, el objeto del conocimiento no tiene para Kant una realidad metafísica en si y por si, sino que tiene realidad en cuanto es objeto de conocimiento, nada más. Como hemos visto filosofía y teología serán dos mundos inmerso en el objeto de conocimiento: Dios, como veremos mas adelante filosofía y teología son dos ciencias hermanas, no puede existir la una sin la otra.
Teología y Filosofía ¿Por qué deben relacionarse?
La Teología debe relacionarse con la filosofía; porque, la Teología tiene dos principios metodológicos: auditus fidei e intellectus fidei. La Filosofía aporta al auditus fidei. El intellectus fidei, tiene una inteligibilidad propia que lo hace un saber auténtico. Las ramas de la Teología se ayudan con el saber filosófico. Como sucede con la Teología Conservadora Fundamentalista, que justifica y explica las relaciones entre fe y razón. La Teología Moralista [o de Santidad] se apoya en una base filosófica correcta de la naturaleza humana y de la sociedad.
La relación entre Teología y Filosofía es dialéctica, porque ambas buscan dar respuestas a las inquietudes del género humano. Por ello, los Teólogos y Filósofos deben tener en cuenta, que donde hay fe, razón independiente de la revelación, hay que ayudar para que la gracia divina perfeccione al ser.
Las culturas enraizadas en lo humano, llevan el testimonio de la apertura a la trascendencia; los Teólogos aportan a las culturas de la Verdad, una parte del pensamiento de Dios; los Filósofos en cambio, aportan la razón de estas culturas. Ellos lo hacen sin perder su Misión e identidad. Por lo anterior, tanto Teólogos y Filósofos deben dejarse guiar por la única autoridad de la verdad que es la Palabra de Dios.
Ahora pasamos a los teólogos de la historia cristiana, aunque algunos protestantes como Lutero y Karl Barth se han opuesto enfáticamente al uso de la filosofía en la Teología, casi todos los teólogos católicos reconocen la importancia de la dimensión filosófica de la teología, que algunos han bautizado como filosofía teológica o teología filosófica. Esta parte del estudio el autor de esta tesis doctoral se propone examinar la relación de éstas, nos fijaremos en cuatro teólogos modernos: Karl Rahner, Paul Tillich, Rudolf, Bultmann y John Macquarrie.
Podemos resumir la posición de Rahner diciendo que la filosofía y la teología son disciplinas distintas pero necesariamente relacionadas. En primer lugar, están relacionadas porque las dos tienen que ver con el ser humano y las dos tienen que ver con Dios. Aun podemos sintetizar mas esta relación afirmando que la filosofía es la condición que hace posible el quehacer teológico de un teólogo. En efecto, la teología es una reflexión sobre la fe, y la fe consiste en proclamar que Dios ha hablado, pero si él habla, es de suponer que se dirige a un interlocutor en el diálogo, que existe alguien a quien se destina la comunicación de Dios.
Rahner, desarrolla una antropología filosófica para demostrar que el ser humano como tal esta abierto para recibir una posible revelación de Dios. La filosofía alcanza su culminación cuando demuestra que la persona humana ha de estar a la escucha de una posible Palabra de Dios. La filosofía no sabe si Dios hablará, pero se mantiene alerta a esta posibilidad. Rahner afirma que la reacción existente entre filosofía y teología es análoga a la que se da entre naturaleza y gracia. Dios crea el ser humano dotado de una cierta estructura autónoma que podría existir íntegramente sin que Dios le hiciera don de si mismo. Pero lo cierto es que esa naturaleza pura nunca ha existido como tal, ya que Dios siempre ha querido comunicarse. De ahí que el hombre o la mujer natural que nunca ha escuchado el mensaje de salvación estén sin embargo influido por la gracia de la que lo creó.
Análogamente, a propósito de la filosofía y la teología también cabe afirmar que no puede existir una filosofía autónoma. Ciertamente, la filosofía tiene su propia metodología diferente de la que aplica la teología. A pesar de ello, concretamente en la historia del género humano, la presencia del cristianismo es un hecho que ha influido en el pensamiento humano y en nuestra percepción de la realidad, muchas veces inconscientes.
Así, tanto la presencia de la gracia en el mundo como hecho histórico del cristianismo han influido y seguirán influyendo en la sociedad de los filósofos. Un Heidegger o un Baruk de Spinoza, por ejemplo son impensables sin el influjo indirecto de la fe cristiana. Resumiendo, la posición de Rahner, la filosofía es una disciplina autónoma pero mantiene una relación de hermandad con la teología.
Nuestro segundo teólogo es Paul Tillich, al principio de su Teología sistemática reflexiona sobre la relación existente entre filosofía y teología. La postura del filósofo es objetiva. Aborda el tema con cierto distanciamiento. El teólogo, por su parte, aporta a la investigación su compromiso de fe. Como lo señala Tillich, Dios es su compromiso definitivo. Por otra parte, el filósofo y el teólogo adoptan enfoques diferentes. El filósofo lanza una mirada llena de asombro sobre toda la gama de lo real, mientras que el teólogo se siente arrastrado hacia la experiencia de Dios en una revelación determinada. La perspectiva del filósofo es más cosmológica. Quiere saber como esta formado el mundo. La perspectiva del teólogo, en cambio, es más existencial. Se preocupa por la victoria del Ser sobre el no ser.
Finalmente, Tillich reconoce que con mucha frecuencia la misma persona es a la vez filósofo y teólogo. En la medida en que es teólogo aporta a su investigación el compromiso apasionado de la fe. Por ejemplo, cree que Jesús es el camino de su salvación. Pero, en el momento en que trata de formular como Cristo es la verdad y de que modo esta relacionado con la realidad total, aporta a su investigación la objetividad desapasionada del filósofo. Nuestro tercer teólogo es Rudolf Bultmann, también aboga a favor de una distinción y a la vez una relación intima entre filosofía y teología. El nexo que las une es la existencia humana. Los existencialistas utilizan el término de existencia en el sentido especifico de ex-sistere, situarse fuera de uno mismo.
En este contexto, el ser humano esta a la vez arrojado en el mundo y abierto a infinitas posibilidades. Esta determinado por el mundo, por el espacio y por el tiempo en que vive, pero es a la vez y por igual libre para crear su futuro. De ahí que la existencia se viva entre la facticidad y la trascendencia. Como trascendencia, la existencia humana es siempre un ser volcado al futuro. Pero, en cuanto se trata de un ser finito, la trascendencia humana tiene en todo momento conciencia de que su futuro último es la muerte.
El ser humano es precisamente ese ser que tiene la posibilidad de no ser. Ese reconocimiento de la propia finitud pone a la persona humana en una situación de angustia existencial que la hace consciente de que en el núcleo mismo de su ser esta la nada.
Es decir, es un ser para la muerte, y debido a esta angustia, el ser humano huye muchas veces de sí mismo. Le resulta excesivo hacer frente a la nada de su ser y por eso abandona su más radical posibilidad y se deja perder en el mundo estúpido del trabajo, los negocios, los vicios, la cháchara insulsa y los medios de comunicación como son la internet, la televisión y el cine. Heidegger califica de inauténtica una existencia de esta clase. Bultmann sigue básicamente la antropología filosófica de Heidegger. Afirma que Heidegger nos ha trazado una descripción exacta de las estructuras de la existencia humana.
Estas estructuras son validas tanto para el filósofo como para el teólogo. La diferencia entre la filosofía y la teología radica en el hecho de que el mensaje de Dios nos muestra cómo dar el salto de la existencia inauténtica a la auténtica.
El mensaje de Jesucristo libera a la persona de aferrarse a su pasado, de perderse en el mundo, pues el Espíritu Santo hace que la persona se abra al Dios que esta mas allá de la finitud humana. A partir de este futuro de Cristo que se acerca por segunda vez, hombres y mujeres son capaces de abrirse a sus más genuinas posibilidades y hacerse responsables cada cual de su vida. Siguiendo la línea general del pensamiento bultmanniano, Macquarrie sugiere que la filosofía es esencial a la teología cristiana, porque plantea la cuestión de la existencia humana. Dicho de otro modo, la filosofía se pregunta cuál puede ser su sentido. La singularidad de un individuo consiste en que es el único ser que se hace esa pregunta. La filosofía trata de elucidar el interrogante que es de por si el ser humano.
Pero, la filosofía tiene importancia crítica para la teología por otro motivo. La filosofía, en efecto, se preocupa también de unos conceptos en los que se expresa la fe cristiana. Ya hemos visto con anterioridad que la fe ofrece una respuesta al interrogante acerca del sentido de la existencia humana. Pero a fin de que esa respuesta sea inteligible, ha de ser formulada mediante un conjunto de conceptos.
En este punto ha de recurrir forzosamente a la teología a la filosofía, ya que ésta aporta los conceptos de que nos servimos para interpretar la realidad. Vemos ahí al mismo tiempo la razón de que toda teología haya de estar por fuerza culturalmente condicionada. En efecto, cuando la teología trata de expresar el sentido de la existencia humana, inevitablemente tomará prestado de la cultura en cuyo seno vive ciertos presupuestos acerca de la realidad.
Este último punto sugiere no solo la existencia de una interrelación entre la filosofía y la teología sino a la vez una relación dialéctica. La teología acude a la filosofía en demanda de los conceptos que necesita para expresar la fe.
Al mismo tiempo, la fe, sobre la base de la automanifestación de Dios, tiene capacidad para modificar nuestra concepción de la realidad y por ello mismo, para depurar nuestros conceptos. Esta relación dialéctica sugiere que nunca se establecerá una síntesis perfecta entre la filosofía y la teología, sino que continuamente se estarán modificando la una a la otra. Ningún sistema estará completo ni en filosofía ni en teología mientras transcurra el tiempo.
CONCLUSIÓN
Como lo afirma Cantero en el último capitulo de su disertación doctoral que es "irracional oponer y enfrentar Filosofía y Teología, creando falsas antítesis que para nada son necesarias. Es un error común de muchos autores (cristianos y no cristianos) hablar de contradicción allí donde se muestran incapaces de ofrecer una solución viable que integre la certeza de ambas partes en una unidad más elevada."
La filosofía como toda disciplina pretende comprender y dar sentido a la realidad, la teología, también, es una manera de comprender esa realidad y de vivir en el mundo. El mundo natural en que vivimos es un mundo cristocéntrico o llamado por Paul Tillich el nuevo ser.
La fe que parte del contenido divino, está obligada a desarrollar una reflexión integrada, donde los distintos saberes se correlacionen por la base que los une: Dios como principio y fundamento de lo que hay y de cuanto pueda haber. En este sentido la teología filosófica es la filosofía de la revelación. Es decir, la exposición razonada y crítica de las doctrinas de la fe cristiana, de su contenido e implicaciones.
Entonces, la filosofía ? hermana de la teología ? es un ejercicio de claridad respecto a la realidad que nos rodea, la revelación es ejercicio de claridad respecto a la realidad que nos rodea, la revelación es claridad manifestada, desvelada, respecto al origen y fundamento de toda actividad humana: su radicalidad en Dios. Es decir, en Dios tenemos nuestro ser y meta; y al El se elevan nuestras plegarias y aspiraciones. "Dios se revela en el pensamiento y se manifiesta a la inteligencia.
Salvando esta lucha entre filósofo y teólogo, la teología como la filosofía, se nos aparece como una hermenéutica que quiere comprender y dar sentido a la realidad, de manera racional. Estamos de acuerdo con Emilio Monti que sostiene que la teología nace de la experiencia religiosa en general y de la experiencia de Jesucristo, en cuanto teología cristiana en particular. Sin embargo, no puede agotarse en ella. La experiencia tiene que ser comprendida y comunicada, para ello necesita de la argumentación filosófica y de otras disciplinas.
La teología, como ciencia analógica y racional, trasciende la realidad inmediata, por lo cual debemos distinguir entre la experiencia y la explicación de la misma. Esta teología, para ser tenida como una disciplina universal debe estar abierta al dialogo con otras ciencias del conocimiento.
La filosofía, en cambio como todo sistema que pretende comprender y dar sentido a la realidad, es por su propio carácter un sistema totalizante, necesariamente cerrado. Y demás está decir que en su propósito de esclarecer los problemas de la realidad, tienden a hacer de su conocimiento un sistema cerrado. Es allí donde surge tal confrontación con la teología; también, la teología se comporta de la misma manera, que se cierra a todo dialogo, por eso tanto teólogo como filósofo deben ser abierto al dialogo entre las dos disciplinas, deben relacionarse dialécticamente?
La filosofía cristiana es un esfuerzo por lograr aquello que toda filosofía, tanto religiosa como secular, quiere lograr: "la única razón que tiene el ser humano para filosofar es la de querer alcanzar la felicidad". La filosofía, en último extremo, es la búsqueda de la beatitud por el ser humano, y comprende no solo su fe y su expansión en la plenitud de su conocimiento, sino también su voluntad y su amor.
En síntesis podemos argumentar que el cristianismo no quiere desestimar el valor de la razón, al contrario, desea más bien su exaltación. Al respecto Armando Carlini nos dice: …y cree que su exaltación debe realizarse en la integridad del acto, en el cual la fe y la razón se subliman recíprocamente, porque en él, la fe casi se anticipa a la razón, y la razón tiene a la fe despierta con sus interrogantes.
Minucio Félix, el Cicerón cristiano del siglo II, después de haber señalado algunas anticipaciones cristianas en el pensamiento helénico, concluye con una frase que recuerda a Platón (República. 473) O bien los cristianos son ahora filósofos, o los filósofos habían sido ya cristianos. Los reformadores de línea humanística, como Zwinglio, Bucer, y Calvino también, consideraban que había muchos destellos de verdad cristiana en la filosofía helénica. Los pensadores cristianos de todos los siglos de la era cristiana, siempre han sido consciente de la diferencia, como de la importancia que tiene la una sobre la otra; la filosofía y la teología son dos mundos paralelos para entender la realidad?
Luis Eduardo Cantero
Doctor en Filosofía, Laud Hall Seminary, Florida, E.E.U.U. pastor y Docente universitario. Actualmente es candidato al doctorado en Historia de la iglesia, Instituto Universitario ISEDET Bs. As, Argentina.
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