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De cómo la regla del DNA gobierna un mundo de incertidumbres ciertas (página 2)

Enviado por Felix Larocca


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El Mesolítico

El Mesolítico (10.000-3.500 AC) es el período de transición entre el Paleolítico y el Neolítico. Durante esta época se produce el final de la glaciación. El deshielo hace ascender el nivel de los mares y el territorio europeo se cubre de una capa vegetal y una fauna propias de latitudes templadas. Algunas especies adaptadas al clima frío, como el rinoceronte lanudo o el mamut, se extinguen a causa del aumento de temperatura; otras, como el reno, consiguen emigrar al norte.

El ser humano sigue siendo el depredador eterno, pero diversifica sus actividades. Ahora, además de cazar — antílope, gacela, cabra montesa, jabalí, ciervo — y recolectar frutos, se dedica también al mariscar. Sigue viviendo en cuevas y abrigos rocosos, aunque encontramos algunos emplazamientos en zonas de media montaña.

Las viviendas y los poblados exteriores empiezan a sustituir a las cuevas. Los vestigios que conservamos de esta época son escasos y pocos establecidos.

El Neolítico

A finales del Mesolítico, se producen diversos cambios económicos y sociales, con la aparición de nuevas técnicas que alcanzarán su apogeo en el Neolítico (poco antes del 3000 AC). Las formas de vida cambian radicalmente. Así, en el plano de la tecnología, aparece la piedra pulimentada y la cerámica. En la economía, el cambio más importante consiste en que el hombre empieza a producir sus propios alimentos. Aunque la caza, recolección, marisqueo y pesca siguen siendo formas de subsistencia, las comunidades humanas van descubriendo la ganadería — domestican cabras, ovejas, cerdos, vacas — y aplican el uso de la agricultura.

Lo importante, que para nuestra tesis, debemos recordar, es que estos acontecimientos que afectan a toda la humanidad, estaban ocurriendo en todo el globo terráqueo, por todas partes, simultáneamente y sin que para que así sucediera fuera necesario que hubiese forma alguna de comunicación universal. Que simplemente todo pasaba, porque tenía que pasar…

Pasa, decimos nosotros: porque está programado para que así pase. (Véase mi artículo, El Principio Antrópico como fulcro, publicado en monografías.com).

Aparece un incipiente urbanismo, que se traduce en la construcción de chozas y poblados. Yacimientos neolíticos, encontrados por mucho de Europa, nos han dejado muestras de esta evolución.

También hay cambios en la iconografía y los ritos funerarios. A finales del Neolítico, los hombres depositan los cuerpos de sus parientes en habitáculos de cuevas, y bajo los primeros dólmenes.

La Edad de los Metales: Calcolítico y Edad de Bronce

Se distinguen tres etapas en el desarrollo de la metalurgia:

  • Calcolítico (Eneolítico o Edad de Cobre, 2500-1800 AC)
  • Edad de Bronce (1800-900 AC)
  • Edad de Hierro (a partir del 900 AC)

Durante el Calcolítico el ser humano, por doquier, empieza a trabajar el cobre y el oro. Con ellos fabrica punzones, , hachas, puñales, puntas de flecha y anillos. La cerámica es campaniforme. El hombre va sustituyendo las cuevas por cabañas al aire libre.

Durante la Edad de Bronce se perfeccionan las técnicas metalúrgicas. Los poblados se agrandan y comienzan a mostrar cierta organización urbana y política. Las cabañas se agrupan y se construyen elementos comunales, como pozos o murallas.

El apiñamiento demográfico resulta en epidemias — que pronto serán pandemias — y que hacen que nuestros antecesores vislumbren los orígenes de la salubridad pública y de la higiene personal.

Se empieza a dar aplicación a la Ley Natural.

El Calcolítico y la Edad de Bronce han dejado abundantes restos sobre tierras europeas y en el aun no descubierto Continente Americano. Los restos humanos de la época, procedentes de depósitos funerarios, revelan que en la Península Ibérica predominaban dos grupos:

  • La raza pirenaico-occidental, o grupo montañés costero, asentado en la montaña y en la costa de Guipúzcoa, Vizcaya y la Francia austral.
  • La raza mediterráneo-grácil, o grupo meridional, que ocupaba la zona sur, hacia el valle del Ebro en España.

Había otros grupos menos numerosos (paleomorfos, alpinoides), residuos de otras etnias o llegados de otras tierras. Ellos dominarían el resto de Europa, adaptando sus rasgos étnicos en forma característica.

La Edad de Hierro requiere un estudio más detallado, por lo que volveremos sobre ella más adelante.

Paraíso perdido…

El influjo de la ganadería

Durante la Edad de los Metales, el pastoreo se convierte en la principal forma de vida del ser humano, especialmente en las zonas montañosas. El transcurrir de las estaciones obliga a los rebaños a desplazarse periódicamente, de forma que los pastores recorren enormes distancias. La vida de nómada pone en contacto distintos asentamientos humanos, que así descubren nuevas creencias y formas de vida. La cultura de los grupos se enriquece, ya que añaden nuevos elementos a sus tradiciones. Es posible que el sistema de comunidad de pastos con propiedad privada del ganado proceda de esta época.

Los nómadas también habitaban los desiertos de la Península Arábica, las estepas de la Siberia, el País de los Incas y las Islas británicas. Sólo que los animales que se cuidaban y quienes lo hacían usaban métodos ajustados al clima y la geografía local.

Pastores en el Altiplano y pastores en el Sahara.

Los megalitos en Europa

Durante unos dos milenios, entre el Neolítico Final y la Edad de Bronce, los habitantes los Pirineos dejaron de enterrar a sus muertos en el suelo de las cuevas y empezaron a construir monolitos. También fueron frecuentes en esta época los depósitos colectivos en galerías interiores de cuevas.

De allí provienen los monumentos de Altamira y de Lascaux.

En Euskadi se han catalogado más de 700 dólmenes, repartidos por la práctica totalidad del territorio. Hay diferencias entre los meridionales y los de la zona septentrional. En el norte son más pequeños, se encuentran en collados y divisorias de aguas y tienen cámaras de forma rectangular. Los del sur son más grandes, tienen cámaras poligonales y corredores de entrada, y el ajuar funerario y las cerámicas campaniformes encontrados en ellos son más abundantes.

En esta época, sobre todo a finales de la Edad de Bronce, encontramos también el crómlech, un monumento funerario diseñado para la cremación. Consiste en un círculo de losas o piedras clavadas verticalmente en el suelo. Su diámetro suele estar entre los cuatro y los diez metros, y se encuentra en collados o cresterías de montaña. Durante la ceremonia funeraria, los restos del difunto se depositan en el centro del crómlech (en un vaso de cerámica, en una pequeña cámara formada con pequeñas losas o directamente bajo tierra). Asociados a los crómlechs y próximos a éstos, pueden aparecer también menhires o monolitos.

La Edad de Hierro

La Edad de Hierro es una fase de transición entre la Prehistoria y la Edad Antigua, que comienza en el 900 AC. En estos momentos, y hasta la llegada de los romanos, los habitantes de la Península Ibérica y de las Islas Británicas y de casi todo el sur europeo, se dedican a la agricultura y a la ganadería bovina, ovina y porcina. Viven en poblados de casas de piedra y adobe.

Durante la Edad de Hierro, las casas se organizan en cuadras y calles, y algunos poblados están amurallados. Hay casas de planta rectangular, con cubierta a uno o dos niveles, y viviendas circulares, con tejados cónicos y un tamaño más reducido.

La incineración de cadáveres es habitual en esta época. Las cenizas se colocan en urnas de cerámica que se entierran en campos de urnas (necrópolis) o bajo los crómlechs. En collados montañosos del área pirenaica, las cenizas se colocan bajo un túmulo de piedras y tierra, o en una depresión del suelo enmarcada por un crómlech. En las cercanías de estos monumentos abundan los menhires, monolitos sencillos que consisten en una losa de gran tamaño colocada verticalmente. Aunque corresponden a la cultura del Bronce, parece ser que los crómlechs perduraron en las zonas de montaña durante la Edad de Hierro.

Dólmenes

Los dólmenes se hallan en zonas en las que el pastoreo ha persistido hasta nuestros días. Suelen estar formados por una cámara de planta cuadrada o poligonal: sobre tres, cuatro o más losas clavadas verticalmente en el suelo se coloca otra u otras a modo de cubierta. La cámara de estas construcciones puede ser rectangular (tres o cuatro losas verticales) o poligonal (cinco o más losas). Estas últimas suelen ser de mayor tamaño.

Las cámaras suelen estar orientadas de oriente a occidente: las cabezas de los difuntos se sitúan al este y los pies al oeste, lo cual parece reflejar algún tipo de culto al sol. También hay en esta región, aunque en menor cantidad, dólmenes de tipo corredor, que cuentan con un pasillo o galería que da acceso a la cámara. De este tipo, precisamente, es el famoso dólmen de la Choza de la Hechicera, situado en Elvillar. Su cámara está formada por ocho losas. El corredor tiene cinco metros de longitud y una losa de separación lo divide en dos partes. Su suelo enlosado pudo servir para condensar las inhumaciones más profundas, lo cual indicaría que era frecuente reutilizar sepulcros antiguos.

Arte rupestre

Los primeros habitantes del continente europeo, como se hiciera en África, Asia y en la indescubierta América, a lo largo del Paleolítico, desarrollaron el arte rupestre, que se ha conservado en un reducido grupo de cuevas y monumentos.

Las pinturas de la cueva de Santimamiñe, datadas en el Magdaleniense Medio, fueron descubiertas en 1916. En el grupo pictórico más importante, situado en una pequeña cámara casi circular, destaca un panel en el que seis bisontes rodean a un caballo. En una antecámara hay figuras incompletas de caballos y búfalos. En total son unas 50 figuras, algunas, grabados, pero la mayor parte, pinturas.

El ser humano creaba artísticamente, y lo hacía de modo inmanente y sin saber por qué. Yo sostengo que lo haría como auto-terapia, para poder reducir sus estreses y para sentirse mejor, ya que, el arte por sí mismo carece de significado, a menos que no sea para conseguir el favor de quienes lo aprecien. Sean éstos patrones poderosos o hembras para ser conquistadas. Lo que nos falta es trazar qué hacíamos para aprender y utilizar el sortilegio de la música. Y, finalmente, cómo hiciéramos uso de la cocina como "arte".

Prosigamos…

También del Magdaleniense medio son las pinturas de Ekain, que fueron descubiertas en 1969. En ella se encuentra un conjunto de caballos y una serie de animales (bisontes, ciervos, cabras monteras…) Autoridades del arte rupestre sitúan la importancia de las pinturas de Ekain al nivel de las de Altamira, Niaux o Lascaux.

¿Por qué todos estos cambios ocurrirían siguiendo un programa que pareciera ser predestinado?

La Regla del DNA

Nos asiste en poner nuestra anamnesia al servicio d nuestros destinos. Ni más ni menos…

Veamos un caso ilustrativo y sus aplicaciones psicoterapéuticas

J.B. es un niño de apenas tres años que se admite al hospital para adolescentes y niños de la Universidad de Saint Louis, donde el autor fuera profesor de psiquiatría y de pediatría. El mismo hospital donde diagnosticara su primer caso de anorexia precoz y del Síndrome de Asperger en el año 1969.

Durante su estadía hospitalaria se le definen al niño dos condiciones de carácter grave. Uno es Retraso en el Desarrollo (Failure to Thrive), con sus causas múltiples y variadas y la Depresión Anaclítica. (Véase el histórico artículo: Hospitalism por R, Spitz).

El último diagnóstico fue dado por mí cuando me llamaron en consulta.

La depresión anaclítica y el retraso en el desarrollo, pueden ser consideradas fenómenos de aparición sucesiva. La depresión niega al niño el apetito por la nutrición física y psicológica que resultan en apatía, aislamiento y marasmo. (Véase mi artículo, Apego y Pérdida).

En este niño sufrió la depresión tuvo causa. En un instante J. B. sufrió la pérdida de toda su familia, quienes perecieran en un incendio que redujera su hogar a cenizas. Poco tiempo después aparecería la indiferencia característica del niño deprimido, seguida del vómito si le forzaban a ingerir comida y del forcejeo iracundo para arrancar los dispositivos si le ponían soluciones intravenosas.

Cuando entrábamos a la alcoba donde yaciera inmóvil. Lo que viéramos era un ser humano, cuyo cuerpo adoptaba una posición fetal.

"J.B." era su apodo. Nombre al que nunca respondía. El Jefe del servicio pediátrico el Dr. Arthur MacElfresh ("Mack") resumió nuestra ordalía de la siguiente manera: "J.B. will soon be reunited with his family in Heaven. We’ve done just about all we can…"

La Regla del DNA… Pero, ¿era necesario que este niño muriera? Él salvó su vida, meramente por la coincidencia, de que su alcoba estaba en una habitación mal construida adyacente a la de sus padres y que el calor intenso causara que se despegara del edificio principal, desplomándose al patio debajo.

Hicimos una junta médica y decidimos que la medida más drástica que no se había contemplado fue una que, casi nunca se ha recomendado para personas de esa temprana edad.

J.B. recibió un curso de seis electrochoques sin complicaciones apreciables y con una remisión total de los síntomas de depresión.

Tan pronto la amnesia residual de los choques se disipó, un psicoanálisis se comenzó en colaboración con la distinguida psicoanalista de niños, la Dra. Helen Beiser, del Instituto para el Psicoanálisis de Chicago.

Durante la terapia con el uso de juegos (lo que es apropiado para esta edad) los problemas causados por la tremenda pérdida narcisista que el niño sufriera, fueron restauradas, con la disminución de los efectos del sedimento traumático.

J. B. se recuperó. La Regla del DNA quiso que así fuera, ya que es director clínico de uno de los laboratorios norteamericanos que ha producido algunos de los asbestos más fiables y populares para retardar incendios y prevenir muertes innecesarias.

En resumen

Muchos pacientes se quejan del vacío que la ausencia de las personas con quienes comparten codependencias les causan, produciéndoles ese sentimiento característico de la anhedonia. Síntoma que en otras lecciones hemos estudiado.

Esa falta de emoción, esa carencia de significado, ese vacío existencial, que (a menudo) sólo ocurre durante ciertas partes del día y que, aunque parece ser interminable, eventualmente se esfuma. Ese dolor intenso que hace que uno recurra a comportamientos mal adaptadores y auto punitivos para sentirse mejor — sintiéndose, a la larga, peor.

Para esos pacientes, cuando realizan el ciclo morboso de sus dependencias, J. B. ofrece el mejor de los consejos: "Como nuestros antepasados hicieran, hay que enterrar nuestros muertos… para [poder] seguir viviendo…"

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

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