- Cómo vivir en la amargura y la infelicidad
- Una alternativa interesante
- Qué hacer para no dejarnos invadir por los pensamientos negativos
- En resumen
Reflexionar sobre la influencia que ciertos pensamientos tienen sobre nuestras emociones y conductas ayuda a que seamos menos pesimistas.
Es relativamente frecuente toparse con personas arraigadas perpetuamente en la amargura, en la tristeza, el pesimismo y el desinterés. La primera pregunta que nos asalta cuando nos encontramos con estas actitudes es si son el resultado de una insistente acumulación de disgustos, mala suerte, decepciones, desengaños y fracasos a lo largo de toda una vida o si más bien se trata de una opción voluntariamente elegida, una posición ante uno mismo y ante los demás que responde a percepciones muy subjetivas, o incluso a un cierto modo ético-estético de entender las cosas. Todos conocemos a personas empeñadas en encontrar el lado negativo de todo lo que acontece a su alrededor: son los pesimistas tenaces.
Cualquiera de nosotros tiene motivos, casi cada día, para preocuparse o entristecerse. Pero estropearse la vida a propósito es una habilidad que se aprende, ya que no basta con sufrir experiencias negativas. Lo peor es que quienes se empeñan en ver el lado negativo de las cosas, además de convertirse en personas infelices, tienen una penosa facilidad de amargar la vida a quienes tienen al lado, especialmente si las víctimas son niños o jóvenes, o dependen emocionalmente de la persona siempre insatisfecha.
Las experiencias desagradables tienden a atarnos al pasado y a inhibirnos el futuro, porque nos condicionan y atemorizan. Simplificando un poco, dará igual como nos vayan las cosas realmente, porque si mostramos una predisposición negativa y pesimista, los momentos dichosos los matizaremos en exceso y los percibiremos con desconfianza y reservas.
Normalmente, los amargados tienden a desempeñar el papel de víctima, en una forma de comunicación interpersonal en la que (casi siempre para captar la energía y atención ajenas), asumen uno o varios de estos roles: el de perseguidor, que hace de malo, interroga y es percibido como un genio que lo sabe todo y castiga o humilla a quienes cree que se equivocan; el de salvador, que busca que le reconozcan su papel bondadoso pero que a la vez nos pasa constantemente facturas de cuanto hace, y el de víctima, cuyo planteamiento de supervivencia y comunicación es dar lástima a los demás, captando su atención mediante la exhibición de su sufrimiento.
Hay algunos seres desdichados, que reúnen las tres modalidades arriba descritas, en sí mismos.
Ocasionalmente -circunstancias nos sobran para ello- todos podemos actuar estos roles y ello no es negativo. Lo que hace peligrar nuestro bienestar emocional y el de quienes nos rodean es cuando esos papeles los desempeñamos habitualmente. Paul Watzlawick, en su libro "El arte de amargarse la vida", nos ayuda a reconocer nuestro estilo personal frente a determinadas situaciones y nos brinda una excelente oportunidad para reflexionar sobre los procedimientos por los que una persona va construyéndose una vida desdichada. Watzlawick, recurriendo a la ironía, nos enfrenta con los modos en que de manera voluntaria vamos creando y consolidando nuestra infelicidad. El autor, sabedor de la naturaleza contradictoria y paradójica del ser humano, en lugar de facilitar consejos para alcanzar la felicidad prefiere divulgar fórmulas para conseguir que vivamos anclados en la desgracia. Naturalmente, el propósito es que el lector se percate del error y reaccione de manera contraria a la que proponen esos consejos.
Cómo vivir en la amargura y la infelicidad
Créate problemas, y si no tienes bastante con los tuyos asume como propios los de los demás. Llena tu vida de complicaciones reales o ficticias, y concede gran importancia a todos los sucesos negativos. Resuelve los problemas ajenos y olvídate a ti.
Piensa que siempre tienes la razón. Todo es blanco o negro, y sólo existe una verdad absoluta: la tuya. Rechaza en principio lo que digan los demás, incluso cuando pueda aportarte algo positivo. Si la idea o propuesta no es 100% tuya, deséchala, seguro que no merece la pena.
Vive obsesionado. Elige un acontecimiento suficientemente negativo de tu memoria, conviértelo en recuerdo imborrable y tráelo a tu mente una y otra vez, hasta que sólo vivas para pensar en ello. Así, las dificultades cotidianas no absorberán tu atención.
El presente no merece la pena, piensa siempre en el futuro. Aplaza el disfrute de los placeres de este o aquel momento, porque no puedes saber lo que te deparará el futuro. Confórmate con lo malo conocido y no te arriesgues ante lo bueno por conocer. Tortúrate pensando en todo lo negativo que te podría ocurrir dentro de unos años.
Jamás te perdones. Llegarás a un punto en el que tan sólo sentirás autocompasión. Piensa que tú eres el único responsable de lo que te ocurre, y nunca creas que existan situaciones que escapan a tu control.
Estas recomendaciones se plantean en un tono irónico con la intención de despertar la autocrítica y de que nos veamos un poco ridiculizados ante este tipo de pensamientos que nos invaden y determinan nuestra conducta hasta el punto de amargarnos la vida, y las de quienes nos rodean, dicho sea de paso.
Una alternativa interesante
La psicología científica propone sistemas para abordar este tipo de situaciones. Uno de ellos es la reestructuración cognitiva, una técnica cuyo objetivo es identificar, analizar y modificar las interpretaciones o pensamientos erróneos que los sujetos experimentan en determinadas situaciones o tienen acerca de otras personas. Un pensamiento es un diálogo con nosotros mismos, que contiene afirmaciones sobre situaciones, circunstancias, temas y personas. Cada una de esas afirmaciones es un pensamiento, que podemos clasificar en dos grandes grupos: los positivos, que nos ayudan a alcanzar nuestros objetivos y tienden a crear emociones eficientes y nos hacen sentirnos bien; y los negativos, que obstaculizan el logro de nuestros objetivos y generan emociones malignas que hacen que nos sintamos mal.
Cada uno de ellos puede ser a su vez racional (si se apoya en datos reales y objetivos) o irracional, si no cuentan con suficientes datos reales y objetivos en que apoyarse o incluso si se hallan en contradicción con la realidad
Qué hacer para no dejarnos invadir por los pensamientos negativos
Reflexionar sobre la influencia que nuestros pensamientos o interpretaciones tienen sobre nuestras emociones y conductas
Identificar los pensamientos que nos hacen sentirnos mal en una situación determinada. La señal que nos avisa que quizá sea conveniente examinar nuestros pensamientos es la percepción de estados emocionales negativos como ira, angustia, miedo, tristeza… Una vez identificados, debemos controlarlos, objetivarlos, tomarlos en cuenta y, en la medida de lo posible, asociarlos a las circunstancias que los crearon, para después reflexionar sobre ellas
Analizar estos pensamientos para ver hasta que punto corresponden con la realidad y en qué grado nos afectan.
Finalmente, busquemos pensamientos alternativos a los que nos hacen sentir mal. Los pensamientos alternativos deben ser más racionales y positivos.
En resumen
No podemos ser responsables eternamente por el mal que creemos haber causado o dejamos de causar — no somos ni tan importantes, ni tan poderosos. Avancemos en la vida pensando en lo positivo y evitando los sentimientos de culpa exagerados, que a nada bueno nos llevan.
Vivamos un optimismo realista con bases depositadas en la realidad y no seamos como el Dr. Pangloss, héroe de Candide, cuyo optimismo de nada le sirvió.
Para aprender, veamos otro artículo preparado para estos fines
Aprender a quererse a sí mismo…
Dr. Félix E. F. Larocca
Para llevar una vida sana y feliz, necesitamos en primer lugar querernos a nosotros mismos. Es imposible disfrutar de las cosas si no existe una autovaloración positiva. ¿Te apetece conocer pautas para aprender a quererte más? A continuación te proponemos algunas normas.
Una visión realista del mundo
La primera propuesta consiste en desarrollar una visión realista del mundo y de tu lugar en él. Para tener un pensamiento realista positivo puedes apoyarte en:
– Darte cuenta de tu propio importe: Recuerda que eres único y especial. Nadie puede pensar y actuar como tú. Haz un recorrido de tu papel y desempeño en tu familia, trabajo, relación con amigos, en tu vivienda, lo que aportas a cada uno de estos factores. Recuerda que sin ti nada sería del mismo modo.
-Acepta que no eres responsable de las emociones de los demás: Las reacciones que los otros tienen hacia sí y su entorno es el resultado de sus creencias e interpretaciones. Tú sólo eres responsable de tus actos y sentimientos.
-Busca hechos más que opiniones: No importa quién tiene razón sino lo real. Intenta obtener suficiente información acerca de ti, de los problemas, de otras personas y de las situaciones que te rodean. Tómate tiempo para pensar en ello desde tu punto de vista. No aceptes sin más los pensamientos y creencias de los otros.
-Acepta tus debilidades y errores: Diferencia entre tu "yo" y "tus errores". Hay una diferencia entre tu comportamiento y tu persona. Aprende a reírte de tus errores y tonterías. El humor es una forma de naturalizar y desdramatizar la vida.
Aprender a no compararte con los demás
La segunda manera de auto valorarte es aprender a no compararte con los demás. A menudo nos sentimos desdichados y de segundo orden porque nos comparamos con otros. Solemos acrecentar las virtudes de las otras personas y por tanto, menospreciar las nuestras.
Una frase sana sería "no soy inferior, no soy superior, simplemente soy yo". Tú eres único, y debido a tu singularidad es imposible que hagas algo exactamente igual que otro, por tanto, no te tortures. Sólo puedes hacer las cosas en tu estilo propio y poniendo lo mejor de tu capacidad. No obstante, si otro no aprecia suficientemente tu valor, es su problema.
Procura pensar un mayor número de cosas positivas
La repetición continuada de una idea, tiende a formar parte de tu sistema de creencias. Ésta es la forma más común en que se adquieren las creencias negativas. Al pensar en alguna crítica que te hayan hecho, has podido llegar a exagerarla hasta proporciones exageradas, y repitiéndola una y otra vez, la has podido convertir en una parte de tu realidad. Esto acaba por disminuir tu autoestima y hace que termines perdiendo oportunidades valiosas de crecer y disfrutar.
Dos trucos son: recuerda tus puntos fuertes con regularidad, e intenta mirarte al espejo para decirte cosas positivas a menudo (puedes hacerlo mientras realizas alguna actividad cotidiana como maquillarte o peinarte).
Tratar muy bien a las personas que te rodean
Es la cuarta forma de autoestima. Para ello, puedes hacerles cumplidos. Regalar piropos a los demás, es otra forma de elevar tu autoestima, ¿cómo funciona? Cuando les dices cosas positivas, los otros se sienten mejor consigo mismos y, por tanto, te tratarán agradablemente.
Tener buenas relaciones interpersonales te servirá para que te den apoyo incondicional y además te ahorrará problemas.
Limita el número de compromisos que contraes
Si eres de las personas que tienen una elevada necesidad de aprobación, probablemente digas sí a todas las peticiones que te hacen. Así, o bien no puedes cumplir todas, o bien sacrificas tus propias necesidades. Esto puede hacerte sentir incapaz y puede disminuir tu autovaloración. Si sueles comprometerte en exceso, limita el número de compromisos que asumes. Comprométete sólo si estás seguro/a de que: estás en condiciones de cumplir, estás dispuesto/a a hacer el esfuerzo para cumplir y si realmente quieres cumplir.
La última propuesta es usar tu imaginación de modo positivo
La repetición frecuente de experiencias positivas hará que te sientas de este modo. Está comprobado que una diferencia entre las personas con baja autoestima y las que la tienen alta, es el tipo de recuerdos que usan. Las de baja autoestima se detienen en experiencia negativa y fracasos, mientras que las de alta autoestima dedican tiempo a recordar y disfrutar de recuerdos positivos. Detente a pensar en todas aquellas situaciones vividas que te sean agradables.
En resumen
Como mujer, como persona tienes el deber y la obligación a ti misma de valorarte de modo más positivo. Tus hijas e hijos dependen de ello, ya que en ti perciben la guía y la orientación final ara todos los asuntos que les atañen.
Quiérete mucho, y otros también te querrán.
Ponencia adaptada en colaboración con otras fuentes atribuidas, para nuestros seguidores en la UD…
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca