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Consideraciones metodológicas para el desarrollo de la educación ambiental en los escolares de Secundaria Básica


Partes: 1, 2, 3

    1. Fundamentos teóricos de la Educación Ambiental
    2. La enseñanza de Educación Ambiental en la Secundaria Básica actual
    3. Orientaciones metodológicas específicas para las actividades
    4. Conclusiones
    5. Bibliografía

    Introducción

    Entre los componentes educativos, el de la Educación Ambiental ocupa un papel primordial por la jerarquía que reviste dada la necesidad de regular la conducta humana con relación a los problemas ambientales por lo que la formación de las actuales generaciones de adolescentes y jóvenes deberá garantizar irremediablemente un futuro desarrollo sustentable desde el punto de vista ambiental y económico.

    En Cuba la Educación Ambiental recibe un tratamiento especial y así consta en los lineamientos del Estado acordes al desarrollo político, económico y social del país como la Constitución de la República, el Programa del Partido Comunista de Cuba, la Ley 81 del Medio Ambiente (1997), así como el Plan de Acción y la Estrategia Nacional de Educación Ambiental, propia del Ministerio de Educación (1993). Este último rige las actividades para cada subsistema educacional. También los documentos legales plasman orientaciones e indicaciones para el trabajo educativo ambiental, como una dimensión en la formación de los niños y jóvenes, así como en la educación y preparación de toda la población.

    El Estado protege al medio ambiente y los recursos naturales del país. Reconocer su estrecha vinculación con el desarrollo económico-social sustentable para hacer mas racional la vida humana y asegurar la supervivencia, el bienestar y la seguridad de las generaciones actuales y futuras.

    Corresponde a los órganos competentes aplicar esta política. Es deber de los ciudadanos contribuir a la protección del agua, atmósfera, conservación del suelo, la flora, la fauna, y de todo el uso potencial de la naturaleza.

    La escuela como entidad encargada de formar la personalidad integral de las presentes y futuras generaciones de niños, adolescentes, jóvenes y adultos debe contribuir a dar respuesta a este reclamo social que nos proponemos con esta investigación. Múltiples son las acciones que en este sentido se realizan, aunque no siempre se logran articular estas de forma tal que se integren en un sistema de acciones.

    Según la Ley 81 del medio ambiente, este se define como: "sistema de elementos abióticos, bióticos y socioeconómicos con que interactúa el hombre, a la vez que se adapta al mismo, lo transforma y lo utiliza para satisfacer sus necesidades."

    En Cuba, los problemas del Medio Ambiente constituyen una preocupación constante, por lo que implican sus efectos en el contexto social donde estos se desarrollan. Al respecto, Rosa Elena Simeón (2003) expresó: "Afortunadamente en nuestro país hay una clara conciencia de la importancia de estos temas, hemos identificado los principales problemas y solo en el 2002 el Estado dedicó 213 Millones de pesos a las inversiones ambientales, cifra que representa el 0,8% del Producto Interno Bruto de la Nación".[1]

    Hoy, cuando se valoran los problemas ambientales como una realidad de carácter global, es una magnífica oportunidad para vincularse como una fuerza de acción en la solución de estos, a través de una educación activa y participativa, con propuestas valiosas, útiles e innovadoras, que sirvan para el progreso de la humanidad y de la Educación en particular; a quien le corresponde aportar la visión sintetizadora necesaria, para comprender e interpretar la interacción naturaleza-sociedad, a partir de la relación escuela-comunidad.

    Esto exige, desarrollar en la mente de las personas una nueva manera de ver al medio, al educar en lo conceptual y lo actitudinal, para contribuir al desarrollo de una actitud ambiental positiva, mediante la solución de los problemas ambientales a escala local.

    En este proceso desempeñan un importante papel la forma de pensar y los estilos de comportamiento de las personas y las comunidades; las políticas de los diferentes sectores de la economía; de la ciencia, la educación y la cultura; pero sobre todo, la existencia de una voluntad política y la capacidad para integrarlos a partir de la aplicación de estrategias, programas y proyectos con la participación de la comunidad.

    Las experiencias acumuladas dirigidas al trabajo comunitario arrojan como tendencia: la satisfacción de necesidades de subsistencia (alimentación, construcción, salud y protección medioambiental); necesidades de conocimiento, afecto, sentimiento, participación, recreación, identidad; y especialmente, de protección del patrimonio natural, social y cultural de la comunidad.

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