La grandeza de ser ‘débiles’ Dr. Félix E. F. Larocca
Vivimos tiempos en los que muchos políticos e individuos igualmente marginales, piensan que ser (o mostrarse) fuertes, competitivos, dinámicos, agresivos, casi omnipotentes, constituye una garantía de supervivencia y éxito social. Para ellos, muy a menudo lo que desemboca en éxito social se convierte en fuente de satisfacción, parece que sólo pueden llegar a basar su seguridad y bienestar emocional en el carácter, la competitividad y la preeminencia social o económica, que otros, igualmente necios, les garantizan.
El problema es que actuando según esos parámetros basamos la construcción de nuestra personalidad en criterios superficiales, engañosos y de resultados cuya duración será efímera.
Este craso error tiene consecuencias de una magnitud equivalente: las consultas de los terapeutas están repletas de personas aparentemente fuertes, muy competitivas y bien situadas económica y socialmente que en un momento de su vida y por razones casi siempre ininteligibles para su entorno, han hecho un crujido y se han desplomado, porque los cimientos de esa falsa firmeza se han resquebrajado hasta el extremo de requerir la intervención urgente de un especialista en fundamentos. Pues no otra cosa, en el ámbito del desarrollo personal, es el psiquiatra.
Frente a esta ficticia seguridad que nos hace vivir instalados en la mentira y causarnos graves conflictos personales, la alternativa más eficaz y honesta es la autenticidad. En otras palabras, enfrentarse a uno mismo en la desnudez total y con la sinceridad necesaria para reconocer los propios límites y vivirlos sin traumas, con madurez, interpretándolos como lo que son, una parte de nuestra realidad cotidiana. Se trata de sentir la debilidad como algo tan profundamente humano que supone una satisfacción comprobar que cuanto más aceptamos nuestras limitaciones, más humanos somos.
El reconocimiento de nuestra vulnerabilidad tiene dos dimensiones, una a nivel individual y otra social.
El trabajo hacia dentro de nosotros mismos
Intentaremos ajustar lo que creemos ser como persona (nuestro ego ideal) a lo que realmente somos (el ego real). Es un ejercicio que puede parecer estúpido o innecesario porque "cada uno se conoce perfectamente a sí mismo".
Nada más lejos de la realidad. No nos conocemos bien, al menos no lo suficiente. O de tanto mentirnos hemos acabado creyéndonos distintos de como en realidad somos. Construimos la imagen que tenemos de nosotros mismos a partir de esa imagen nuestra que los demás nos trasmiten, y de nuestras ilusiones, sueños o proyecciones idealistas, no de nuestra manera real de ser, de pensar, sentir y actuar.
¿Lástima hacia mí? ¡NUNCA JAMÁS!
En otras palabras, que somos bien distintos de cómo nos vemos a nosotros mismos. Una prueba: propongamos a tres personas sinceras que nos conozcan bien que definan nuestro carácter, que nos digan, honestamente y sin pena alguna, cómo somos, cómo nos ven. Es casi seguro que esas tres versiones tendrán más en común entre ellas que con la imagen que tenemos de nosotros mismos. Ello sucede así porque a la hora de pensarnos, de vernos y definirnos como personas hilamos muy poco fino, por no decir que lo hacemos con cuerda de amarrar barcos.
Cuando este acercamiento al ego real se produce (seamos honestos: para conseguirlo se requiere, además de mucho esfuerzo, un poco de introspección y un mucho de sinceridad y capacidad de autocrítica), se descubren esas debilidades que ya conocíamos, pero que nos costaba re-conocer y asumir porque, inevitablemente, hacerlo nos impone sufrimiento o, cuando menos, un reencuentro con lo que menos nos gusta de nosotros mismos. La mayoría tendemos a pensar que somos mejores de lo que somos, e incluso quienes transitan preferentemente por caminos derrotistas o casi autodestructivos acarreando un concepto crítico y negativo de sí mismos, sufren cuando definen explícitamente sus limitaciones y han de asumirlas tal como son.
Una cosa es decir "me considero más o menos pesimista", con el barniz estético-ideológico que lleva impregnada esa afirmación, y otra bien distinta reconocer como un defecto el hecho de que ante una determinada situación -problemática o no-, ese pesimismo frena, o directamente empeora, nuestra capacidad de reacción y de actuación.
Lo mejor…
Lo más conveniente, lo realmente saludable, es que el individuo reconozca sus limitaciones y las asuma con serenidad y espíritu de superación, entendiéndolas como un hecho incontestable y como parte irrenunciable de su peculiaridad como ser humano imperfecto, y de su propia historia personal. De esa manera, puede que lamente haber cometido errores y experimentado fracasos, pero los integrará en su trayectoria vital, aprenderá de ellos y no se avergonzará porque al menos podrá decirse a sí mismo que ha intentado mejorar la situación. Entendamos, que cuando estamos ante un determinado problema analizamos primero la coyuntura y actuamos después con decisión y empeño, por mucho que el éxito no corone nuestra actuación nos cabe la satisfacción de haber tratado de hacer lo posible.
Tratemos de disponer de información que nos permitirá mejorar en futuras circunstancias y nos ayudará a evitar la repetición de los errores cometidos. La persona que actúa de este modo acaba concibiéndose como lo que es, un ser humano: un mosaico compuesto de piezas de todos los colores y texturas que forman un conjunto armónico, aunque algunas no sean muy adecuadas e incluso resulten contradictorias con el conjunto. En este ejercicio de la auto-evaluación de las propias limitaciones se acepta la vulnerabilidad, la debilidad en algunos apartados como un componente imprescindible de la propia personalidad, que en ocasiones incluso la enriquece y la individualiza. Algunas personas maduras, perciben esas flaquezas o "defectos" como rasgos personales que nos convierten en seres más humanos, y nos hacen más accesibles.
Nací sólo, sólo vivo y sólo moriré…
La tarea hacia los demás
La otra dimensión, la social, consiste en conseguir que no nos importe aparecer socialmente como seres vulnerables, como seres imperfectos y limitados. No se trata, sin embargo, de ser autocompasivo, de auto inmolarse ante los demás, de pregonar nuestras miserias o agrandar nuestras limitaciones — No, eso no. Hemos de medir dónde, ante quién, cómo y cuáles de nuestras menos lucidas características personales hemos de exponer. En nuestro entorno social hay personas que poco nos aportan o a las que importamos poco y, ¿por qué no decirlo?, otras que incluso se alegran de nuestros males. Obviamente, éstas no constituyen el mejor terreno para sincerarnos, para desnudarnos psicológicamente. Hemos de seleccionar los ámbitos sociales merecedores de estos actos de franqueza y de comunicación de nuestras interioridades.
Por lo visto, en la República Dominicana, si uno no se desnuda frente a los demás, los demás lo hacen por uno, dando consejos, aunque éstos no se quieran ¿Por qué estás tan gorda? Dicen unos. Oí que tu hija está embarazada. Dicen otros — y así…
Hay muchos ámbitos, como el de nuestros familiares adultos (con los hijos pequeños la sinceridad absoluta no siempre es conveniente), amigos íntimos o compañeros de trabajo con los que mantenemos una relación estrecha, en los que podemos, si somos locos, poner en práctica esta exhibición de nuestro ego más íntimo.
Admitir nuestras debilidades públicamente nos hace débiles. Seamos parcos para que los demás no sientan el Schadenfreude a nuestro costo.
El mundo está lleno de falsos líderes, que, además de equivocar y engañar a los demás, sufren desempeñando un papel que no es el suyo.
En resumen
Al ser que es psicológicamente balanceado, le corresponde ser discreto y reservado. Porque hay muchos que confiesan sus "debilidades" para aprovecharse de las nuestras. No permitamos a ellos el gozo de aplaudir nuestras flaquezas, ya que este es un lujo que a nadie le toca.
En el mundo ficticio se vive de promesas nunca cumplidas y de falsas apariencias abultadas. Pero, ¿dónde está ese mundo ficticio? Está aquí, porque es el mismo mundo nuestro, donde las mentiras se proyectan y donde las falsedades reinan soberanas.
Seamos débiles, pero sólo en la medida en que nuestras debilidades se tornan en fortalezas.
Cerraremos esta lección con otra que la complementará.
Ser Proactivo
Dr. Félix E. F. Larocca
Una persona proactiva es aquella que asume sus propias responsabilidades y no se rinde ante las circunstancias. Según el psicoanalista Víctor Frankl es también aquella persona que tiene iniciativa y persigue metas, en bien de sí mismo y de los demás.
Factores Contrarios a la Pro-actividad o Actitudes Reactivas:
- Ser determinista.
- Ser fatalista.
- Confundir lo común con lo normal.
- Gustar del murmurar o chisme.
- Siempre justificarse sin admitir los errores.
- No entrar a la acción.
- Hacer las cosas a medias.
- Ser resentido.
- Ser negativo.
- No asumir riesgos o responsabilidades.
- Siempre tener excusas.
- Desperdiciar el tiempo.
Afirmaciones Comunes que nos impiden ser Proactivos:
Excusas habituales: No me alcanza el tiempo para tantas cosas.
Razones verdaderas: No planifico el tiempo, me dejo ganar por la desidia o la dejadez.
- No cumplo con los plazos establecidos para la entrega de tareas, informes, proyectos, obligaciones… Porque…
Excusas habituales: No me dan ganas o no tengo dinero para hacerlas.
Razones verdaderas: No me gusta salir de casa o no quiero gastar en eso.
- No realizo actividades que quisiera hacer (ejercicios, leer, viajar, salir, estudiar) porque…
Excusas habituales: Todo el mundo llega tarde o hay mucho tráfico.
Razones verdaderas: Hay tanto tiempo que no deseo llegar temprano o salgo siempre tarde.
- Muchas veces llego tarde a los compromisos o citas porque…
Excusas habituales: Nadie lo valora o no tengo las condiciones necesarias.
Razones verdaderas: No quiero esforzarme más o no me siento capaz.
- A veces no hago las cosas tan bien como podría hacerlas porque…
Excusas habituales: No quiero discutir con ellos o no quiero que piensen mal de mí.
Razones verdaderas: No valoro mis propias opiniones o no confío en mí mismo/a.
- Aunque no esté de acuerdo, muchas veces hago lo que hacen mis amigos, porque…
Excusas habituales: No quiero que se molesten conmigo o no vale la pena decírselos.
Razones verdaderas: Miedo de que se enojen o a ser rechazado.
- A veces no les comunico a las personas lo que quisiera decirles (sentimientos, opiniones, ideas, pareceres) porque…
Excusas habituales: No creo que sea importante o todos hablan.
Razones verdaderas: Creer que mi opinión no es importante o no mostrarme realmente como soy.
- Usualmente en los trabajos grupales no doy mi opinión porque…
- Generalmente dejo las cosas para hacer al último momento porque…
Excusas habituales: Hay tiempo de sobra o para qué me voy a esforzar por gusto.
Razones verdaderas: Me dejo vencer por la apatía o no tengo voluntad para hacerlas.
Alternativas para ser una Persona Proactiva:
- Buscar soluciones y no culpables.
- Ser más reflexivo y no responder siempre automáticamente.
- Reconocer habilidades y obstáculos.
- No ponerse ni poner excusas.
- Orientarse al logro (voy a lograrlo, yo puedo…).
- Pedir orientación y ayuda cuando se necesita.
- Buscar alternativas de solución.
- Ser positivo (prepararse para lo mejor).
- Tener siempre voluntad y motivación en cualquier circunstancia.
En resumen
Este último articulito lo preparé para asistir un grupo de estudiantes de bachillerato que luchaba con la apatía "normal" del último año de su carrera y el comienzo de la carrera universitaria. Todavía, muchas de las personas quienes lo usaran hacen más de treinta años, piden copia para el uso de hijos y nietos.
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
Dr. Félix E. F. Larocca
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