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Aporte del cristianismo a la mujer


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    Una inspección sobre la mirada y la contribución de la religión cristiana al papel femenino en la historia.

    Un breve exordio:

    Como algunos sabrán provengo del cristianismo(*) pero, a esta altura de mi vida, sólo adhiero desde lo filosófico, esto es con su prédica dominante de amor al prójimo, de ayuda a los necesitados más allá de su pertenencia o no a la fe, de su sentido de hermandad como igualdad entre los hombres. En ello estoy en un ciento por ciento de acuerdo. Desde luego, no es moneda corriente pero, hablando desde el ideal, me parece una tendencia maravillosa.

    Digo esto para que se sepa que no me mueve un interés personal para la hechura de este trabajo; la razón ha sido este encuentro con una mirada que no había vivido antes, con una cita incluida por Foucault para una de sus conferencias que me movió a profundizar, a ver algo más que la superficie.

    (*) Ver mi portal "Cómo veo a DIOS" – http://para-dios.blogspot.com –

    La idea de escribir este brevísimo ensayo nació de manera simultánea a la lectura del texto que se expone algo más abajo.Se trata de un pasaje de la clase dictada por Michel Foucault, el 22 de enero de 1975, en el Collége de France y recogida en el libro "Los anormales".Allí, luego de exponer las pericias realizadas sobre un caso conocido con el nombre de "hermafrodita de Rouen" y hecho público por los escritos de uno de los médicos intervinientes, J. Duval, se transcribe de manera informal el pensamiento de este perito en cuanto a la falta de un discurso apropiado para abordar la sexualidad femenina, acompañado de su punto de vista (el de Duval) respecto de la influencia positiva sobre la visión hacía lo femenino que habría impulsado la aparición en escena de la Virgen María.

    El texto es el que sigue:

    Ahora bien, Duval no sólo hace eso, sino que teoriza el discurso médico sobre la sexualidad. Y dice lo siguiente. En el fondo, no es de sorprender que los órganos de la sexualidad o la reproducción jamás hayan podido nombrarse en el discurso médico. Era muy lógico que el médico vacilara en nombrar esas cosas. ¿Por qué? Porque es una vieja tradición de la Antigüedad. Puesto que en ella las mujeres eran seres particularmente despreciables. Las mujeres de la Antigüedad se comportaban con semejante desenfreno, que era muy lógico que alguien que era maestro del saber no pudiese hablar de sus órganos sexuales. Solo que, dice Duval, llegó la Virgen María que "llevaba a nuestro Salvador en su seno". A partir de ese momento, se instituyó el "sagrado matrimonio", todas "lubricidades llegaron a su término" y "se erradicaron las viciosas costumbres de las mujeres". De ello se deducen unas cuantas consecuencias. La primera es que "la matriz que antes era principalmente censurada en la mujer" debe reconocerse ahora como "el templo más digno de amor, augusto, santo, venerable y milagroso del universo". En segundo lugar, la inclinación que los hombres tienen por la matriz de las mujeres dejó de ser ese gusto por la lubricidad, para convertirse en una especie de "sensible precepto divino". Tercero, el papel de la mujer, en general, se tornó venerable. A partir del cristianismo, se confían a ella la custodia y la conservación de los bienes de la casa y su transmisión a los descendientes. Otra consecuencia más o, mejor, consecuencia general de todo lo anterior: en lo sucesivo y dado que la matriz se ha convertido en ese objetivo sagrado, en el momento mismo y por el hecho de que la mujer fue sacralizada por la religión, el matrimonio y el sistema económico de transmisión de los bienes, es necesario conocer esa matriz. ¿Por qué? En principio, porque esto permitirá evitar muchos dolores a las mujeres y sobre todo impedir que muchas de ellas mueran en el parto. Y Duval dice, en un cálculo que, desde luego, es completamente delirante: todos los años hay un millón de niños que podrían venir al mundo si el saber de los médicos fuese lo suficientemente elaborado para atender como es debido el parto de sus madres. ¡Cuántos niños no vieron la luz y sus madres están muertas, encerradas en el mismo sepulcro, a causa, dice, de ese "vergonzoso silencio"! Podrán ver como en este texto, que es de 1601, se articulan uno sobre el otro el tema de la sacralización religiosa y económica de la mujer y un tema que es ya de los mercantilistas, el tema estrictamente económico de la fuerza de una nación, que está ligada al tamaño de su población. Las mujeres son preciosas porque reproducen; los niños son preciosos porque representan una población, y ningún "vergonzoso silencio" debe impedir conocer lo que permitirá justamente salvar esas existencias. Duval escribe: "Oh crueldad, oh gran desdicha, oh suprema impiedad de reconocer que tantas almas, que deberían tener acceso a la luz de este mundo […], no piden más que un dispositivo de nuestra parte". Ahora bien, carecemos de él a causa de palabras que "algunos califican [de] acariciantes, las cuales podrían inducir a la lubricidad", lo que es una muy "pobre respuesta como contrapeso de tantos males y tan grandes inconvenientes". Creo que este texto es importante porque en él tenemos, de hecho, no sólo una descripción médica de los órganos de la sexualidad, una descripción clínica de un caso particular, sino también la teoría del antiguo silencio médico sobre esos órganos y la de la necesidad actual de un discurso explícito.

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