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Las experiencias formativas de la generación de 1837


Partes: 1, 2

    1. La excepcionalidad argentina
    2. Hijos del mismo tiempo
    3. Un renovado ambiente "culturalista"
    4. La vanguardia de la clase letrada
    5. Bibliografía

    Los orígenes contextuales y culturales de un grupo de intelectuales que iniciaron con su compromiso militante la construcción de la excepcionalidad favorable de la Argentina en Iberoamérica

    "¡Hay en la Tierra una Argentina!

    He aquí la región del Dorado,

    He aquí el paraíso terrestre,

    He aquí la ventura esperada,

    He aquí el vellocino de oro"

    Rubén Darío

    La excepcionalidad argentina

    La inserción de la Argentina en la segunda mitad del Siglo XIX en un nuevo orden mundial con su economía pastoril integrada con mayor o menor grado de subordinación en una eficaz alianza con el capital financiero europeo -mayoritariamente británico- tiene un nombre aceptado por las ciencias sociales: Modelo Agro Exportador. Las consecuencias de este Modelo perduraron social y culturalmente hasta mucho tiempo después de la desaparición práctica del mismo en la tercera década del siglo XX.

    Otras regiones de la América Latina tuvieron desarrollos similares al modelo aplicado exitosamente en la Argentina. La ola de progreso acelerado con afluencia de capitales, modernización tecnológica y optimización de los recursos naturales, llegó con los altibajos propios de cada situación particular a varios países iberoamericanos. Uruguay, Chile, Brasil y México, formalmente estados nacionales independientes, comparten entonces similares efectos modernizadores de sus economías primarias como también lo hace la rémora anacrónica del colonialismo español, Cuba. Más allá de los diversos sistemas políticos imperantes, el capitalismo devenido en imperialismo financiero imponía (no necesariamente de modo violento) a las oligarquías lugareñas la conveniencia de establecer esas alianzas asimétricas pero lucrativas para tales élites nacionales.

    La excepcionalidad argentina no radica entonces en el éxito de un modelo común a muchas naciones iberoamericanas. La clave de la misma está en la construcción previa de ese modelo. Construcción que permitió ofrecer un derrotero histórico a imitar por el resto de una Latinoamérica frustrada en su estancamiento. El progreso argentino que su exitoso Modelo Agro Exportador evidenciaba, era simplemente la aplicación práctica de un proyecto formulado por un grupo de intelectuales que en medio del desierto dominado por el despotismo patriarcal y anacrónico de las luchas faccionales y la consecuente dictadura heredera de ese caos, se propusieron una Nación posible. Una larga tarea en la que su principal arma política era su superior formación cultural convertida en compromiso militante. Ese grupo, hasta hoy admirado por vastos sectores del progresismo cultural latinoamericano (que no terminan de entender la indiferencia o hostilidad de sus pares argentinos hacia el mismo) pasó a la historia con el nombre del año del encuentro liminar. Vamos entonces a realizar un pequeño recorrido inicial por la Generación de 1837.

    Hijos del mismo tiempo

    Casi todos nacieron en la década que inicia el proceso independentista. Uno de ellos, tal vez el más desaforado de todos, gustaba contar en sus habituales ataques de incontinencia verbal que había sido engendrado por sus padres en San Juan en el mismo momento que en Buenos Aires ocurrían los sucesos de Mayo. Lo cierto es que como niños o como adolescentes, todos asistieron en el rol de testigos a las violentas luchas faccionales entre unitarios y federales a lo largo de los convulsionados años 20. En la década siguiente varios de estos futuros militantes siguieron estudios universitarios. Otros, si bien no pudieron acceder a la educación superior, acometieron con empeño de autodidactas suplir la carencia de una formación académica regular con la ingesta de cuanta lectura filosófica o social llegara a sus manos.

    Más allá de cada posición social y económica particular, estaban a punto de constituir la élite letrada posrevolucionaria. En ese sentido no difería su situación de la que ocurría en otras geografías, donde el hombre de letras, el intelectual, era reclutado en los sectores burgueses, o a lo sumo en los márgenes fronterizos de "pobres pero honrados", quedando por ende estrechamente vinculado a las élites políticas. Eran de por sí un pequeño grupo en un país demográficamente reducido a tal punto que el poblar y la forma de hacerlo serán respectivamente un norte y una discusión permanente que trasegará décadas.

    Más allá de efímeras incorporaciones y consecuentes desafiliaciones, el grupo fue integrado por (en un deliberado orden alfabético): Juan Bautista Alberdi, Miguel Cané, Esteban Echeverría, Félix Frías, Juan Carlos Gómez, Juan María Gutiérrez, Andrés Lamas, Vicente Fidel López, José Mármol, Bartolomé Mitre, José Rivera Indarte, Marcos Sastre, Domingo Faustino Sarmiento y Florencio Varela. Un calidoscopio regional donde tenían acto de presencia desde Tucumán a la Banda Oriental, junto a San Juan, Córdoba y Buenos Aires, en el intento de construcción de una Argentina posible.

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