Palabras sobre poesía
«La Poesía es una de las Bellas Artes mediante las cuales drenamos el Alter Ego en tiempos de iniciados, y después las tribulaciones o alegrías que no resisten proseguir ocultas»
(Alberto Jiménez Ure)
Fue hace veinte cuatro años, en una tarde de neblina, mi papá Roberto CÁRDENAS y yo nos sentamos en el comedor mientras mi mamá Ligia Margarita de Cárdenas preparaba un exquisito café y unas suaves arepas (comida típica venezolana). Recuerdo que ese día fue muy importante en mi vida, porque mi padre sin saberlo despertó mi amor por la literatura, y todo fue cuando comenzó a dibujar con palabras sencillas sobre su terruño San Pedro del Río, habló de sus primeros años de infancia, sus partidos de futbol en la plaza de Colón, las peleas de gallo, las competencias de boxeo y los paseos por el mercado.
El aroma del café colado en las manos de mi madre, hacía que la neblina que descendía de la Mantellina arropara la casa en mi fascinación por saber más. Mi viejo absorbió el grano de los andes y en ese instante sus ojos negros se iluminaron. Como si hubiera leído mis pensamientos, mi papá con voz pausada de un buen profesor prosiguió a relatarme que en cierta ocasión cuando él caminaba junto con su hermano Miguel por un estrecho sendero de tierra, vio a un niño que estaba llorando sentado sobre la cabeza de un toro y detrás del chico estaba una mujer.
Mi papá me contó emocionadamente lo sucedido, y yo en ese momento comencé a imaginarme la historia narrada por él. Luego vi que los ojos de mi papá se nublaron y observé que mamá le ofreció otra taza de café.
Por arte de magia en mi mente las palabras volaron, y traje a mi memoria cuando estudié preescolar en la Escuela «Carlos Rangel Lamus». Recordé esos años de infancia en primer lugar por haber estudiado en aquella histórica Escuela, y en segundo lugar porque se comentaba que en la casita vieja de techo de zinc que estaba en el patio habitaba una bruja, otros decían que había un fantasma.
Me acordé de la vez que mientras jugaba con mis compañeritos en el patio, fui a dar un vistazo a esa pequeña casa para ver qué se encontraba. Cuando ingresé solo hallé dentro de ella malezas y escombros, pero confieso que estando allí, sentí una sensación extraña por mi piel.
Quizá no era ninguna bruja, a lo mejor era, el espíritu de Carlos Rangel Lamus, aquel sabio formador de generaciones, tal vez andaba algo nervioso y sobrevolaba por esa casa con la templanza de un director sobre un cielo azul.
Muchas historias me contó mi viejo, cosas que le sucedieron siendo él aún un niño.
También durante mi infancia me relató sobre espantos que contempló y de cosas que le narraron a él. Sus cuentos orales sonaban a música, a pesar de la forma sencilla como las decía. Cuando mi papá me contó lo del niño llorando sobre la cabeza del toro, yo tenía ocho años de edad.
Yo niño
En ese entonces no conocía el significado de la palabra poesía, pero hoy puedo decir con viva alegría que aquellos cuentos contados por mi padre estaban tejidos de lirismo, porque sin duda inspiraban para escribir un poema oscuro; a la manera de Poe, Rimbaud, Baudelaire, Lord Byron, etc.
Volviendo a cuando era niño, me acuerdo de la profesora Nora que me dio clases en sexto grado en la Escuela «Monseñor Briceño», recuerdo que ella tenía por costumbre dejarnos descansar un rato antes que tocaran el timbre de salida. Entonces yo aprovechaba para leer con mis compañeritos el libro Leyendas del Táchira de la escritora Lolita Robles de Mora. Por mi mente se cruzaban las escenas de lo que leía aunado a los cuentos de mi papá. Todo eso hacía que revoloteara mi imaginación.
Yo era un niño, y no conocía nada sobre literatura en materia académica, pero sí sabía que esas lecturas eran cuentos, y cuando mis ojos pasaban por las palabras, en mi mente se producían sonidos.
Cuando salía de la escuela, y llegaba a casa, veía a mi hermana Anney leer El principito de Antonie de Saint-Exupéry, notaba que sus ojos se empañaban de luz al tomar el libro en sus manos. Mis oídos se relajaban a escuchar la música romántica que sonaba de la radio que estaba en la cocina.
Con mi hermana Anney
Mi infancia trascurrió normalmente entre volar cometas en el techo de la casa, ante mis ojos era una estrella suspendida en las montañas que se alzaban al mágico cielo. Siendo un niño me dedicaba a ver por las tardes mis dibujos preferidos Tom y Jerry, Los superamigos, Scooby-Doo, Manziger Z; los días domingo aprovechaba para andar en patineta por las calles de Patiecitos, barrio en donde crecí, que según cuentan sus pobladores que ese barrio lo llamaron así, porque antes era un gran patio habitado por las brujas. Jamás vi alguna, si me hubiera topado con una, la hubiera invitado a andar en patineta juntos por aquellas calles empinadas del barrio, pero nunca encontré una, así que todos los domingos yo paseaba en las ruedas de mi patineta amarilla con música.
Pasó el tiempo y llegué al bachiderato, lo cursé en la Escuela Técnica de Comercio «Alberto Adriani».
Con mis hermanas Sorlay y Krisley, y mis hermanos Elis y Otniel.
Una mañana gris de 1999, mientras estaba en la biblioteca del liceo realizando una tarea para la asignatura de Castellano, me topé con los libros: «Aldea en la Niebla» de Manuel Felipe RÚGELES, «Antología Poética» de Juan BEROES, «La torre de Timón» de José Antonio RAMOS SUCRE, «Giraluna» de Andrés Eloy BLANCO, «Veinte poemas de amor y una canción desesperada» de Pablo NERUDA y «Azul» de Rubén DARÍO.
Comencé a leerlos durante mi tiempo libre cuando salía temprano de clases. Cuando los terminé abracé la poesía.
Le tomé mucho cariño a la biblioteca del liceo por brindarme en sus manos aquellos libros, no obstante ella poseía esos pocos libros que había leído de poesía. En mi afán de leer más le conté a mi mamá, y ella me animó a que fuera a la Biblioteca Principal «Leonardo Ruiz Pineda» de la ciudad de San Cristóbal.
Entonces obedecí con simpatía a mi vieja, ya que a ella le gusta mucho leer. Así que tomé la buseta (forma de decirle al transporte público en los andes venezolanos) y me dirigí de forma entusiasmada.
Cuando llegué viajé al pasado, al día en que entré por primera vez a ese edificio, fue durante una visita guiada en un plan vacacional cuando yo estudiaba en la primaria, esa oportunidad la tengo fresca en mi memoria porque escuché recitar versos y contar cuentos a un Grupo Literario llamado «Aguamiel». Después nos invitaron a que dibujáramos y escribiéramos algo, yo en el papel pinté una luna en donde escribí un poema que estaba en mi libro de escuela «coquito» aquellos versos fueron: «luna lunera, ojos azules y boca morena»
Salí de mi ensoñación, y luego volví a situarme en ese momento donde estaba, era la segunda vez que visitaba la Biblioteca Principal de la Ciudad. Así que aproveché y me dirigí a la mesa de entrada para preguntar por libros de poesía.
Me indicaron que bajara por unas escaleras que daban al subsuelo y fuera a la sección de Literatura. Cuando bajé me atendió un señor de apariencia risueña, quien para mi sorpresa era el poeta Antonio Mora. Fue allí donde lo conocí.
Sin pensarlo aproveché para hacerle preguntas sobre poetas y sus obras, él de manera amable y cordial me comentó sobre anécdotas de escritores. Y le doy las gracias porque de una forma me estimuló para incursionar en la literatura.
Ese día en la Biblioteca «Leonardo Ruiz Pineda» fue muy especial porque saqué mi primer carnet de usuario. A partir de ahí comencé, a pedir prestado libros para llevarlos a casa. Y mamá también leyó varios de esos libros.
Cuando salía temprano de clases, me iba a la Biblioteca a leer un rato, y entre las páginas de los libros, me quedaba esperando al «fantasma» que según contaban aparecía en la planta baja de la Biblioteca. La verdad quería encontrarme con él para leerle un poema.
Tres años después, me inscribí para cursar la carrera de Educación mención «Castellano y Literatura» en la «Universidad de los Andes», influenciado inconscientemente por el sueño de mi madre de ser profesora de «Castellano y Literatura», ya que por razones personales ella no pudo matricularse. No obstante mi mamá me animó mucho a tomarle aprecio a la carrera que estaba puesta frente a mis ojos.
Hoy estoy muy agradecido por el gran esfuerzo que mi mamá me ofreció durante los años que cursé en la ULA-Táchira, su paciencia y dedicación por velar por seis hijos, son valiosos ante un jardín de rosas, y le doy las gracias a mi papá porque seguí su ejemplo en ser educador, ya que él con sacrificio estudió en la respetada «Universidad de los Andes Táchira» que mañana tras mañana se levantaba temprano y tomaba rumbo en las primeras horas del sol al aula de clase.
Con mi mamá Ligia Margarita Chacón de Cárdenas y mi papá Roberto Cárdenas
A lo mejor como dice el dicho «Dios sabe por qué hace las cosas», estudiar en la ULA Táchira, me llevó a enamorarme de la poesía. No sé cómo me hubiera ido en la carrera de Letras que yo quería estudiar en la Ciudad de Mérida, que por razones económicas en mi casa no pude matricularme.
Pero gracias a Dios y la vida misma, pude encontrar en los pasillos de la ULA a la poesía, pues en esos años de estudio participé en talleres de Creación Literaria, asistí a Encuentros de Escritores en donde escuché la lectura de grandes poetas de la región entre ellos a Pablo MORA, Ernesto Román OROZCO, Pedro José PISANU, Homero VIVAS, Sael IBÁÑEZ, Alberto PÉREZ LARRARTE.
Además conocí a dos grandiosos poeta que en aquel tiempo los aprecié por sus trabajos literarios y en el presente sigue mi admiración, Eudes Alexander Moncada y José Antonio Pulido Zambrano.
Con el poeta Eudes Alexander Moncada
Mis pasos por aquel recinto de la ULA me llevó a participar en la peña literaria «Manuel Felipe Rúgeles» donde aprecié con mis oídos los textos y las lecturas de Carmen Teresa ALCALDE, Rubén Darío BECERRA, Antonio MORA, Pedro Pablo PAREDES, José Antonio ESCALONA ESCALONA; entre otros poetas y escritores.
La Universidad me aportó exquisito años de literatura. No olvido el 2005 y el 2006, cuando dirigía junto con el poeta Miguel GAMBOA el grupo de Extensión Universitaria «ULARTE». Allí como dos locos poetas, tomábamos los micrófonos y leíamos en el patio central de la universidad ante los oídos sordos de muchos estudiantes, que nos miraban y pasaban de largo, otros se sentaban y apreciaban nuestros poemas.
Leyendo en el patio central de la ULA-TÁCHIRA
Pero más allá de esas anécdotas lo maravilloso fue el compartir con bellas personas como Andrey, Erick, Leonardo, Randa, Yady, Mónica, Alba, y otros seres especiales que se acercaron a nuestro grupo. Entre ellos Edwin GARCÍA MALDONADO, quien expuso sus primeras obras de arte en el salón de usos múltiples.
Con Edwin García Maldonado años después en la ULA-Mérida
Han pasado algunos años de aquel grupo «ULARTE», y con tinta baño esos tiempos de peregrinación del canto poético. Rememoro los versos leídos por los muchachos y los sonidos de las cuerdas de la guitarra que hacía resplandecer mi amigo Andrey cuando cantaba la canción «Eterna Soledad» de los Enanitos Verdes.
Con Andrey y mi esposa Gabriela en casa de la mamá de Andrey
En ese hilar universitario mi sensibilidad despertó versos que volaron con los pájaros en el cielo azul. Humildemente dejé que mi ser escribiera un breve poemario titulado «Duerme Sulam», que fue publicado en el 2007 por la Editorial Cecilio Acosta, Museo de Barinas, Venezuela.
Este poemario al cual le coloqué «Duerme Sulam» fue por mis lecturas del libro bíblico el «Cantar de los Cantares» aunado por el brote de emoción que sentí cuando escalé las cumbres de la Sierra Nevada de Mérida. El aire de la montaña y el paisaje drenaron poesía por mis venas y dejé escapar versos que se mezclaron en melancolía propia de esos años de inquietante espíritu.
Escalada en la Sierra Nevada de Mérida, Venezuela.
Ahora que dejé atrás la infancia, la Escuela «Monseñor Briceño», la edad universitaria; mis manos contemplan las líneas de la poesía suspendiendo a una estrella con su cinco puntas. Cuando abro las manos contemplo los versos que se fueron y los versos que aún quedan. Escribo y leo mis poemas, y pienso más allá de la definición de la palabra poesía, aunque como saben muchos, poesía viene del griego POIESIS y del latín POESIS.
La poesía como dice Aristóteles es « ritmo, lenguaje y armonía», él consideraba que el ritmo y la armonía estaban en la naturaleza. Cuando leo poesía de otros autores mis sentimientos trasmutan y viajan a otros mundos. Entonces salgo a la naturaleza y siento su luz.
Cuando rememoro el pasado visualizo momentos poéticos en mi mente: como el volar la cometa en los meses de agosto, la neblina sobre la Mantellina y la primera vez que vi el atardecer en el mar. Esas situaciones sumaron a mi imaginación para escribir y soñar como el ser torero y hacer el paseíllo arropado con aroma de manzanilla y flores, hablar con el principito para pedirle prestado su cometa y volar por las nubes, y encontrar un unicornio y cabalgar hasta un castillo medieval.
Para mí todo eso es poesía, porque poesía es naturaleza como cuando se contempla a la naturaleza desde las copas de las cumbres nevadas, pues allí hay ritmo en las nubes bañadas de belleza.
Expresa la psicopedagoga argentina María Cristina AZCONA: «Podemos decir que poesía es la expresión artística que busca la belleza por medio de recursos que le son propios y del verso como estructura. Busca deleitar a los sentidos y mover la sensibilidad emocional al mismo tiempo. La poesía es música en palabras. Es el retrato dinámico del alma». [2015:18].
La poesía es la fuente donde los seres llaman a la naturaleza y sangran con el sol. Sé que muchos autores han realizado estudios críticos sobre la poesía y son expertos en sus opiniones de este arte, no obstante mi intención con este breve ensayo de mi paseo por ella es invitar a los lectores a arrojarse en sus brazos, y animar con profundo afecto a los jóvenes poetas a que sigan por el sendero de las piedras mágicas que yacen en los versos. Porque la poesía para mí es un péndulo en el universo y por ella se trasmite la sensibilidad hasta fundar espacios y mundos.
Con los poetas José Antonio, Rodolfo y Antonio
Considero que la poesía está en todo, uno la observa en la naturaleza, como sentirla en una rosa, en el vuelo audaz de un pájaro, en el centellar de una estrella, y entre otras cosas visibles.
La poesía también está en las manos maravillosas de un libro. El escritor venezolano Alberto JIMÉNEZ URE, manifestó: « el libro es el mejor Objeto de la Resistencia del Juicio ante la Realidad Irredenta» [2008:2]
Aunque la poesía sea el todo, es el poeta quien deja las huellas de la palabra en el papel. Y en estos tiempos de tecnología las palabras pueden leerse desde una computadora mediante un libro virtual, no obstante el libro presenta la realidad, aunque lo real no sea captado con total objetividad.
Es por eso, que el poema es tejido por el poeta, es quien plasma la realidad interna y la vuelca con sentimientos y emociones. Entonces es allí donde el libro se presenta. El poeta cordobés Marcelo Torellitenía tenía razón al decir: «los libros lo buscan a uno y por hilos misteriosos, uno encuentra y lee el libro que le estaba destinado»
De ahí que el libro muestra otras realidades contadas fantásticamente. Saber que el libro es viajar a las fantasías, me hace imaginar al poeta venezolano José GUERRERO LOSSADA, revisando cada libro en la biblioteca del Salón de Lectura del Táchira, cubierto en sus pensamientos metafísicos, o pensar en el escritor argentino Jorge Luis BORGES recorriendo como un tigre la Biblioteca Nacional de Argentina, tan llena de saberes y luces. O soñar con Julio VERNE entre libros dejando escapar su iluminada mente.
La literatura es el camino a otros mundos. Y la poesía como uno de los géneros literarios lleva a la palabra a un vuelo mágico. Como señala el escritor Juan Antonio CALZADILLA ARREAZA:
«La poesía, en cambio, hace sonar el lenguaje de otra manera, hace que nos detengamos ante la palabra» [2005:9].
Con mi perro Snoopy
El poema es la compañía de una mascota y la mirada sincera de su especie, el poema es el amigo que acompaña en el tranvía de la vida, el poema hace latir el corazón y da sentidos. El escritor argentino Eduardo A. FRACCHIA señaló: «en todo poema hay una evidencia interna que es necesario descubrir con el corazón y con la mente. Una evidencia fruto de una interpretación de la realidad. En el caso del poeta, y aun en el de cualquier artista, toda realidad es subjetiva, de ahí su originalidad, o más modestamente, su singularidad y como interpretación apunta, y esto es lo paradójico a una verdad, es decir, a una adecuatio rei, a una adecuación del sentimiento, Por eso el poeta es un hacedor de verdades personales». El poeta sin duda es un creador que usa sus manos para plasmar cada palabra que se escapa de su cerebro, que luego serán leídas o escuchadas por algún ser que necesitara el verso. La poesía como el «Todo» que circunda en el universo es a la manera que lo expresó el poeta Gustavo Adolfo Bécquer:
«¿ Qué es poesía? dices, mientras clavas
¿ Qué es poesía? dices, mientras clavas
En mi pupila tu pupila azul.
¿ Qué es poesía? ¿ y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú. »
Con mi esposa Gabriela
La poesía es el flujo que sale de la luna y la niebla que arropa a un jardín en la estación del otoño para dejar que llegue el invierno, arrope los arboles hasta que la primavera bese la corteza de la vida. La poesía en conclusión es el cuerpo de la amada acostado en la cama en la espera del abrazo del amado, la poesía es el cuerpo que descansa entre la cobija de algodón en una noche de estrellas bajo los dedos de los sueños, la poesía es fruto y vida, la poesía puedo decirlo que es mi vida.
Escrito en Córdoba, Argentina, abril del 2016.
Azcona María Cristina: El gran doctor de la paz. Publicado por Cook Communication, Estados Unidos [2015]
Bécquer Gustavo Adolfo: Rimas y Leyendas de amor. Editorial Planeta, Buenos Aires, Argentina [1996]
Calzadilla Arreaza Juan Antonio: Modulo para talleres de expresividad literaria y poética, Consejo Nacional de la Cultura, Caracas, Venezuela [2005]
Fracchia Eduardo A: La rosa hecha escudo y huesos secos. Ediciones ultimo reino, Buenos Aires, Argentina [2000]
Montero Rodríguez Shirley Yorleny: Tres discursos de la posmodernidad en cuentos abominables de Alberto Jiménez Ure: tiempo, espacio, erotismo y fiabilidad. Aleph Universitaria, Revista de la Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela [2008]
Autor:
Moisés Roberto Cárdenas Chacón
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